Partida Rol por web

Una vez retirada la cama del sumo sacerdote, ante nosotros se abría la entrada a un oscuro pasadizo, apenas iluminada por el brillo de la espada de Spyridon, el primero de nosotros en aventurarse a su interior. Si esa opresiva atmósfera que desprendían el pasadizo y la actual situación no era suficiente, el aviso de los guardias de la princesa de no abandonar el camino principal, no mejoraba mis expectativas sobre lo que nos podíamos encontrar. 

- Ifianasa es quien propuso llevarlos con nosotros, supongo sabe algo que nosotros desconocemos. Respondo a Ischyros mientras busco la lámpara de aceite del sumo sacerdote. - Si nunca hemos dudado de sus consejos, tampoco lo deberíamos hacer ahora.

– Ischyros tiene razón – dijo la sacerdotisa desde la oscuridad que le confería aquel estrecho tunel. – nada bueno conseguiremos llevando de rehén a dos sacerdotes de Poseidon. Es mala idea llevarlos con nosotros, pero tampoco creo que sea oportuno dejarlos para que les encuentren pronto. Dejemoslos al inicio de las escaleras del túnel, amarrado a la puerta tras entrar Atreo. Así les costará más abrirla si descubren donde estamos – aconsejó la sacerdotisa mientras su voz se iba perdiendo en las profundidades.

– ¡Pasos! – esclavo Arsenio dando el aviso de que escuchaba pasos en el pasillo del otro lado de la puerta. – alguien se acerca, demos nos prisa –. Ante aquella amenaza, Atreo no tuvo más que seguir la idea de Ifianasa de momento y con ayuda de los soldados dorios introdujo a los prisioneros al túnel, ya una vez cerrada la puerta decidiría si les ataba a esta y les dejaba allí o si les llevaban con ellos hasta descender por completo.

Un golpe seco y firme se escuchó desde el otro lado de la puerta, alguien llamaba al sumo sacerdote e intentaba abrir la puerta sin éxito. Éste, ya sumergido en las profundidades oscuras escuchó con claridad la llegada de ayuda lo que le envalentono a intentar liberarse con fiereza e intentar gritar sin mucho éxito. Un segundo y tercer golpe retumbó en la puerta, cada uno más fuerte que el otro. Pronto intentarían tumbarla.

Atreo no espero más y haciendo caer la cama sobre la puerta del túnel, cerró el paso y se preparó para seguir a sus compañeros. Arriba los golpes se acrecentaban y las voces se multiplicaban.

Spyridon iba en vanguardia y procuraba ser sigiloso, pero al oír que se acercaban pasos se movió más rápido en vanguardia para que sus compañeros pudieran seguirle.

A pesar de tener poco margen de maniobra coincidia con la observación de Ifianasa, no tanto como que se enfadaran los dioses, más aún, pero sí con el hecho de retrasar a nuestros perseguidores. Con esa idea empezamos a descender por el pasadizo oculto hacia el puerto, y noté algo. 

Tras cerrarse la compuerta, noté como los poderes de Atenea que había solicitado hace escasos momentos se desvanecieron y casi resbalo por ese hecho pero pude aguantarme a las paredes del túnel. Desheché la idea de que la diosa me hubiera abandonado por que aún sentía la presencia de Mentor sobre nuestras cabezas, aunque nos separaran metros y toneladas de roca. Me concentré en el camino que teníamos delante. 

El gigante ateniense se limitó a seguir a los demás a la hora de internarse por el pasadizo, por lo que se dispuso a ayudar en la bajada de los prisioneros, hasta que al menos tocaran algo de tierra firme. Todo aquel lugar claustrofóbico lo estaba poniendo muy nervioso, un hombre grande como él no estaba para nada cómodo en un espacio tan reducido, lo que hizo que le viniera a la mente todo tipo de situaciones peligrosas, como una posible trampa de la princesa para capturarlos allí ahora que eran vulnerables, por lo que le dijo a Ischyros:

-Una pregunta joven, ¿qué hizo que descartaras que esto podía ser una trampa de la princesa? la verdad es que la situación así lo parece... -dijo con cuidado de que los soldados que los acompañaban no se enterasen de nada por si las moscas.

Tras una vertiginosa actividad, Atreo cerró la trampilla que llevaba al túnel, dejando caer la cama de tal forma que ésta cerró la trampilla. Nada más cerrar, ató a los prisioneros a la trampilla por debajo, de tal forma que le costara más al enemigo abrirla, tal cual había sugerido Ifianasa.

No le costó mucho, y pronto pudo recoger la antorcha que había podido improvisar y seguir al resto con sus pasos sigilosos y seguros*.

Llevaba el arco en la otra mano, y de vez en cuando daba un vistazo hacia atrás para ver si alguien les seguía.

- ¡Vamos, daros prisa, la puerta no aguantará mucho y encontrarán la trampilla rápidamente, sólo espero que el peso de los que hemos dejado atrás les retenga lo suficiente! - animó a sus compañeros.
 

Sin encontrar la lámpara que sirviese de visión en la oscuridad al sumo sacerdote, llegué a la conclusión que el gran Poseidón le daba la bendición de guiarse en la oscuridad, o que un esclavo sabía perfectamente cuando este necesitaba luz para viajar en la oscuridad del templo. 

Ante la inminente llegada de "alguien", no quedaba mas remedio que aventurarse en la oscuridad, con aquello que mis compañeros habían podido improvisar. Con respecto a los prisioneros, ya no sabía que pensar en un momento Ifianasa pedía que los llevásemos con nosotros, como al siguiente nos decía que les dejásemos. - Talios, tuya es la decisión de si seguir arrastrando a los cautivos o dejarlos aquí, a falta de una decisión unánime, recae en ti esa responsabilidad. 

Ifianasa está de acuerdo en que deberíamos dejar a los prisioneros en el túnel y no llevarles con nosotros. La verdad es que creo que es lo mejor pues no siento que sea honorable utilizar así a los sacerdotes de Poseidón. De pronto, unos golpes sonaron a nuestras espaldas, dejando en claro que el ruido que hicimos llamó la atención de alguien más.

Es momento de moverse rápidamente, aunque como soy de los últimos, debo esperar a que el resto avance antes de hacerlo yo.

Talios me hace una pregunta, a la que respondo con suma sinceridad y un encogimiento de hombros:

 - "Nunca me lo planteé siquiera."

La verdad es que no soy alguien demasiado dado a las argucias y detectarlas. Su voz me pareció sincera y eso fue suficiente para mí, sin pensar siquiera que podría ser una trampa para atraparnos a todos intentando escapar. Mi cabeza no es capaz de concebir mentiras tan elaboradas así que nunca fue una posibilidad en mi mente.

Con una única luz intensa que provenía de la lamparilla de barro que mantenían al centro de su avance y que tomaron de la habitación del sumo sacerdote, el grupo de héroes avanzó en la oscuridad y misterio de aquel túnel. Spyridon habría la marcha a pasos cuidadosos, guiado solo por el brillo que le proporcionaba su espada, teniendo que detenerse de vez en vez para volver a hacerla brillar. El paso era lento, y a algunos como era el caso de Dareius le incomodaba la lentitud. Aunque Dareius era el más ágil de todos y seguramente podría moverse con soltura por aquel túnel, pero lo cierto es que no todos eran tan diestros con sus pasos y sobre todo, que ninguno podría ver que había más adelante.

Spyridon y los demás tras él observaron en dos momentos distintos, compuertas que daban paso a una red de túneles más allá de las escaleras por las que descendían, o bien al menos, en el caso de la segunda compuerta, a un túnel largo y oscuro, del cual no se lograba ver final. Pero el general miceno no iba a correr riesgos, y tomando nota de lo que veía, instó a todos a que mantuvieran el paso y no se distrajeran con aquellos extraños caminos.

Pasados algo más de unos diez largos minutos de continuo y oscuro descenso, un fuerte estruendo se escuchó en el solitario y silencioso túnel por el que avanzaban. El crujir de madera al resquebrajarse y el golpe seco de cuerpos que parecían rodar hacia ellos les hizo saber que su camino había sido descubierto. Al menos, si tenían suerte, los dorios se tomarían tiempo atendiendo a los sacerdotes, quienes seguramente habrían salido heridos tras aquel estruendo.

Ébalo estaba muy desconectado de sus compañeros, en el puerto las cosas estaban del todo menos tranquilas, algo nefasto para su plan. Con un suspiro Ébalo miró una última vez a la entrada da las catapultas pues a través de ellas y en otra salida, le esperaba una preciosa princesa con un futuro prometedor. Negando con la cabeza, y sonriendo, el espartano se dirigió hacia el puerto, pues era libre para hacer lo que quisiera, y eso incluía arruinarse un futuro prometedor.

Tapándose el pelo con ropa, pues era su seña de identidad, se mezcla con la gente buscando saber que ha pasado sin desvelar su identidad. El Templo de Poseidón era el epicentro de actividad pero acercarse parecía peligroso por las patrullas. Y así fue, preguntando aquí y allá, si puede ser a mujeres, pues tiene más facilidad para sacarles información.

Ebalo, paseándose por el puerto se propuso entender que estaba ocurriendo, por ello usando su carisma elegante y su estilo particular para hablar como un elegante dorio, se mantuvo hablando con diversas personas y pronto, muy pronto, se dio cuenta que estaba en peligro.

Había múltiples rumores, algunos eran muy extraños, otros parecían tener sentidos, unos le eran conocidos y otros claramente se tornaban increíbles. El hecho importante era que el ejercito dorio de Asine se había levantado en armas y buscaba capturar a los asesinos/ladrones/demonios micenos. Era por ello que las patrullas deambulaban en el puerto, les estaban buscando allí, o bien estaban vigilando ante alguna posible huida por parte de los doce micenos por mar, lo cual, hasta donde recordaba Ebalo, justamente era uno de sus planes ante un eventual escape.

Pero, ¿Que había pasado?

La respuesta parecía existir, al menos en todo sentido de lógica, e incluso quizá el mismo era el culpable. Había quienes decían que habían asesinado a la princesa Haidee, otros decían que la habían violado y otros incluso que la habían secuestrado. Había quienes decían que habían sido los héroes micenos quienes hicieran estos, otros decían que estos habían invocado demonios quienes habían realizado el acto; aunque escuchó también de una conversación de los guardias, que estos buscaban a un tal Ebalo, de sangra doria y que debía acompañar a los héroes micenos.

Pero el tema no concluía allí. Había también rumores de que una sombra oscura y demoníaca había asesinado a muchos guardias del palacio y había robado las reliquias ancestrales de la ciudad. De esto había quienes decían los héroes micenos habían convocado a aquella sombra demoníaca, aunque otros argumentaban que más bien los micenos lo habían hecho con sus propias manos asaltando por sorpresa y a traición el palacio del rey.

También se decía que lo que había pasado no era que se robaran las reliquias ancestrales de Asine, si no que el ataque de la sombra o bien de los propios héroes micenos al palacio del rey había sido con la intención de asesinar al mismísimo rey Karsten. Aunque nadie pudo darle con certeza la razón sobre si el rey estaba muerto o no.

Talios continuó avanzando, y se percató para su desgracia y la de todos los demás, que los dorios los seguían bastante de cerca, por lo que le dijo rápidamente a Atreo entre susurros, pero que sus compañeros de delante lo oyeran también:

-Rápido, chico, pásame esa antorcha para que la prendan, una vez esté encendida lanzarla a uno de los pasillos secundarios, de esta forma distraeremos a los guardias, pues verán la luz allí y podremos distraerlos unos minutos -expuso esperando que los demás estén de acuerdo.

Así mismo, iba dándole vueltas a las palabras de Ischyros, las cuales le habían dejado bastante intranquilo, pues era probable que los estuvieran conduciendo a un lugar donde el favor de los dioses fuese desoído, y de esta forma, que los soldados dorios los pudieran apresar con relativa facilidad, lo que haría que no perdieran muchos hombres y pagaran por un crimen que no habían cometido, consiguiendo así la princesa aquello que más deseaba.

Spyridon iba por delante, abriendo paso, pero aquello no parecía tener final. Estaba realmente preocupado porque los pillaran dentro del pasadizo, taponando ambas salidas... la verdad, cuanto menos tiempo estuvieran dentro, mejor. Entonces escuchó ruido desde detrás, seguramente ya les habían descubierto y uno de los caminos ya no era una opción de retirada.

Esperaba que estuviera despejado al frente, no quería tener que volver a luchar.

- ¡ Apurarse !  Hemos de salir de aquí cuanto antes.

Atreo le pasó la antorcha a Talios para que la prendiera. Tras esto, centró su atención en vigilar su espalda, a los dos soldados que iban delante de él y sus propios pasos. - Rápido, debemos seguir adelante, no se detengan. - susurró. 

Si veía alguna luz o antorcha, dispararía para amedrentar a sus perseguidores. 

Finalmente parecía que estaban escapando de las garras del rey, pero si perdían mucho tiempo, todo aquel esfuerzo sería en vano, y su padre, y todos los demás, incluyendo a ellos mismos, pagarían por ello, si es que las palabras de la Diosa Hera eran ciertas, cosa que no dudó. El Olimpo estaba en pie de guerra y ellos tenían una misión que resolver cuanto antes. 

Era prioritario salir de allí. 

Apenas contábamos con una exigua luz, que hiciese frente a la negrura que inundaba el túnel, una oscuridad que terminaba funcionando como una caja de resonancia, haciendo que los sonidos a nuestro alrededor se hiciesen mas potentes, nuestros pasos, el crujido del cuero de nuestras armaduras, el roce del metal sobre la basta piedra, incluso un simple susurro. Aunque todo esto solo eran temores infundados, bien habíamos cerrado las puertas del sumo sacerdote y sabríamos cuando estas habían cedido.

Como si mi pensamiento fuera parte de una maldición, un estruendo recorre el pasillo, las puertas del aposento habían caído y en nada el enemigo recorrería el camino tras nosotros. - Maldita sea ... Si nuestra situación ya era apurada antes, ahora se volvía imposible. 

Avanzamos a través de la oscuridad mientras hacíamos lo posible por frenar e interrumpir a nuestros perseguidores con lo que fuera: creando distracciones como el caso de la antorcha dentro de otro túnel. Seguimos avanzando hasta que en un momento escuchamos un estruendo a través de la oscuridad, por detrás de nosotros, eso sólo podía significar una cosa, que los Dorios habían conseguido abrirse paso por la puerta y se habían llevado por delante a los sacerdotes y al guardia que habíamos dejado bloqueando la puerta, ese hecho los retrasaría un poco, para atenderlos y después continuarían la persecución. 

Aunque estuvieramos a oscuras, nuestros perseguidores llevarían antorchas así que se convertían en blancos. Des del centro de la columna me desplacé hacia retaguardia, dejando pasar al resto, para apoyar con el arco a Atreo:-Te apoyaré con mi arco, dos arqueros son mejor que uno si se trata de hacer retrasar un avance.-dije descolgando el arco y sacando una flecha del carcaj y dejarla preparada.

Entrar en un túnel tan oscuro como una noche sin luna no es una buena idea. Al menos, para ella. Le ha parecido una buena idea en el exterior del templo, pero ahora... Ahora que de enfrenta directamente a la oscuridad incierta del túnel, no es que esté muy tranquila. Por suerte, la pequeña luz de la lámpara salva un poco la situación. Sacando la voluntad de donde no la tiene, entra en el túnel, seguida de su hermano Ischyros que también le da un poco de seguridad para continuar por ese camino.

No llevan más de 10 minutos cuando ya se escucha como han conseguido encontrar la entrada al pasadizo secreto y como el contrapeso, los sacerdotes, cae el suelo. Intenta seguir el ritmo de los demás y no atrasarlos de ninguna manera. Espera poder ver el exterior en poco tiempo. Si llegan las noticias de que han tomado el pasadizo secreto, no podrán salir sin luchar.

El silencio se hizo de nuevo, aunque no del todo pues cada uno de los héroes podía escuchar con claridad a sus compañeros cercanos avanzar, sobre todo en los casos de aquellos cuyo andar estaba lejos de ser silencioso. Mas allá, Atreo lograba escuchar levemente sonidos desde la superficie, lo cual indicaba que el enemigo estaba allí, pero probablemente tal como se había planeado, habían detenido su marcha para auxiliar a los sacerdotes.

Cerca de diez minutos después, el grupo había dejado atrás los túneles secundarios que los Dorios les advirtieran no tomaran, aunque en el último de estos, Talios lanzó la antorcha que Atreo había confeccionado minutos antes, esto con el fin de conseguir distraer a aquellos Dorios que se adentrasen en el túnel para perseguirlos. Trascurrido aquel tiempo, Spyridon logró percibir una luz a lo lejos, tenue pero firme, quizá el final de su descenso, el cual no debería estar a más de unos dos minutos más de descenso.

Un nuevo estruendo se escuchó de nuevo desde lo alto, y tal parecía que algo había sido destrozado en las alturas, al igual y como pasará antes, o al menos eso les pareció a todos en un inicio. Pero pronto el sonido se hizo demasiado repetitivo y cada vez más intenso y constante. Parecía como si algo pesado golpeara contra el duro suelo de roca del túnel, como si la roca chocara contra la roca una y otra vez, incluso ya podían sentir el retumbar del suelo, algo se aproximaba y la tierra crujía tras de ellos.

A Ébalo no lo gustaba como estaba la cosa, se les buscaba por delitos graves, que el sabía era inocente. Como en una obra teatral, el final estaba escrito desde el principio, matando al cangrejo sólo habían comprado un poco de tiempo. El sitio estaba contaminado de injurias y mentiras de las más horrendas, como que yo, el gran conquistador de corazones había forzado a una mujer. Que ultraje.

La cosa estaba tan negra, que el Dorio optó por retroceder. Volver a los pasadizos y huir hacia el este, era demasiado peligroso ahora mismo esa urbe, no parecía que sus compañeros se dirigieran a la ruta marítima así que habría que improvisar. por algún lado tendrán que salir, así que probará por otros caminos hasta dar con ellos.

Como era su método inicial, lo usó para sembrar un poco la duda antes de marcharse de nuevo a los subterraneos, quizás ahciendo tiempo pues le daba un poco de miedo perderse ahí dentro, encima sin su escudo, empezó a correr rumores que alguien que el conocía había oído decir a su marido, que es guardia del puerto, como un grupo robaba un barco a primera hora. Intentando con mis dotes de narrador y contador de historias adornarlo para desviar la atención hacia un sitio donde SEGURO no estamos. Y después de eso corrió de nuevo a la entrada donde estaba el mapa y la antorcha, sumergiéndose de nuevo en los pasadizos.