Partida Rol por web

Ven, Draeborn, apoyate en mí, vamos a buscar a los demás... Druul intenta no transmitir apremio en su voz, aunque el estar solos en las profundidades de las ruinas subterráneas le resulta inquietante por los peligros encontrados.

Sin embargo confía en encontrar al resto yendo por donde les ha visto y luego siguiendo las voces que todavía se escuchan resonar por las paredes y las salas.

Cenariel lo siguió, ansiando más sangre. Se quedó con el nombre que gritaba el cobarde, por si más adelante les servía para algo.

Dynah siguió a Cenariel y al otro, temiendo que la elfa acabara metiéndose de cabeza en una trampa.

-Cenariel, espera! No te metas ahi sin los demás!

La elfa se detuvo mientras maldecía que ese alquimista malnacido, no hubiera fenecido a la violencia de su estocada. Pero esa era la realidad. El nervudo y espigado hombre había aprovechado las advertencias de Dynah y la duda sembrada en el grupo para abrir una de las hojas de las puertas dobles e introducirse en aquella cámara.

Estaba claro que los gritos de aquel hombre habrían alertado al maestre Tarrin Dars, el líder de los Astillas, el cual no dudaría en emplearse a fondo para acabar con ellos, pues a ojos del bandido, no eran más que intrusos que habían eliminado a parte de su banda de desarrapados.

La cosa se complicaba de cara a un hipotético combate final...

Dynah sintió como se formaba un nuedo en su garganta cuando el alquimista entró a través de la puerta. No estaban en condiciones de enfrentarse al líder de los bandidos si se parecía en algo al anterior. La oráculo ni se lo planteó. Cogió a la elfa de la ropa y tiró de ella.

-Ni se te ocurra! No podemos entrar ahí en estas condiciones! Debemos volver con los demas y trazar un plan!

La elfa se dejó agarrar, pero no contuvo un último insulto. Eso, ¡huye perra cobarde!

Después , mientras miraba a su alrededor bañada en una fina capa de sudor preguntó en un tono más bajo.

¿Crees que podríamos atrancar esto?

Druul se había quedado junto a Drabeorn, ofreciéndole su brazo para ayudarle a caminar.
Lleno de agradecimiento y vergüenza a partes iguales, el bárbaro se dejó guiar por su amigo en silencio.

Llegaba a sus oídos los sonidos de la persecución y las voces de sus compañeros. Sólo deseaba recuperar su visión y el vigor que le caracterizaba para poder unirse a los demás y serles de utilidad. Simplemente no estaba acostumbrado a quedarse atrás cuando aún quedaban enemigos contra los que luchar.

El cabrón había huido, pero... ¿quien podría culparle?. Con aquella Elfa vengativa tras él pinchándole con su delgado acero cualquiera lo haría. -Ehhhhhhh.SiSiSi!- Comentó mientras inclinaba la cabeza y su párpado derecho se abría y cerraba en un incontrolado tic nervioso. -PuedoIntentar BloquearLaPuerta.- Dijo mientras señalaba el resto de habitaciones y puertas que aún no habían abierto. -PrimeroDebemosJuntarnos.-

Con su juego de herramientas en mano, comenzó a manipular la cerradura para bloquearla y que nadie pudiera abrirla. No fácilmente al menos.

El Gnomo se acercó a la puerta y manipuló la cerradura. Siempre había tratado de abrirlas, pero al conocer los pequeños engranajes y mecanismos al hacerlo, suponía que podría dañarlos para que no funcionaran.

El gnomo se acercó hasta las puertas dobles. Notaba como el mutágeno que había ingerido, comenzaba a perder sus propiedades. Llevaba demasiado rato bajo sus efectos. A pesar de eso, cogió la hoja de la puerta doble y la cerró con intención de bloquearlas, pues no deseaba tener un desafortunado encuentro con el líder de aquellos bandidos, pero su sorpresa fue mayúscula cuando pudo contemplar que era incapaz de atrancarlas. Las manos le temblaban demasiado...

Entonces sucedió. Una de las puertas, situada al oeste, se abrió y en su interior, una salada bellamente pavimentada, aguardaba apostado uno de esos Astillas con su ballesta presta para disparar sobre Dynah. Pero eso no fue lo único. Una puerta simple cercana a las que inútilmente intentaba bloquear el gnomo alquimista, se abrió con un estruendo dejando entrever a una mujer ataviada con ropas de bandido y una mueca en su rostro tan siniestra como malvada. A su cinto, un estoque y una daga, descansaban envainadas mientras apuntaba con una ballesta ligera...

- ¡¿Quién osa enfrentarse a mí?!...- exclamó furiosa mientras de su cuello penduleaba un colgante de hierro con una máscara cuyo vértice superior izquierdo exponía un luminiscente brillo. El símbolo de Norgorber - ¡¿Quién se cree con poder de enfrentarse a los adoradores del Maestro Gris?!...- volvió a repetir apuntando a Abroshtor - ¡¡Ahora seréis víctimas de Tarrin Dars!!- Finalizó con muy malas intenciones.

Dynah  apretó los dientes al ver que los bandidos se adelantaban y hacían su moviemiento. Se giró hacia la primera puerta con el escudo preparado para defenderse pero entonces se abrió también una de las principales y salió de ella la jefa de los bandidos. Aquello iba cada vez peor...

¡CHICOS ¡TENEMOS COMPAÑÍA!

En modo de combate y con el estoque manchado ya de sangre Cenariel estaba preparada para lo que fuera, y cuando una mujer salió a retarle no dudó ni un instante.

¡Ha, yo misma, a ver si tienes más valor que las ratas que viven por aquí! Con dos rapidas zancadas la elfa tiró el estoque hacia la mujer que gritaba su nombre como si significara algo.

-NoNo! Ahora No!- Exclamó al notar que los efectos del mutágeno estaban terminando. Debía mejorar la fórmula. Ante la actitud beligerante del jefe de los Astillas, Abroshtor tomó posición con unas zancadas mientras sacaba uno de sus extractos. Descorchó el vial y bebió su líquido, una mezcla pastosa amarilla, naranja y rojiza a veces. El color del fuego que cambiaría la composición de sus bombas para volverlas más destructivas.

Los hechos se sucedieron y en una fracción muy corta de tiempo, Cenariel se lanzaba como una posesa sobre la líder de aquellos bandidos. Sus enseñas consagradas a Norgorber, hacían temer lo peor, pero eso no impidieron a la valiente e intrépida elfa para que se lanzara contra los enemigos. 

Su estoque, guiado por años de entrenamiento se hundió en la carne de la malvada mujer, evitando el blindaje de su armadura metálica. Tarrin gritó de dolor, pero eso no hizo más que enfurecer más a la pérfida adoradora del Segador.

- ¡¡Maldita perra!!... Lo pagarás...- protestó en silencio como una traicionera víbora. Acto seguido, tras apartarse unos metros de la espadachina, la cual mantenía una postura defensiva, extrajo su estoque, pero lejos de atacar, lo que hizo fue conjurar un terrible hechizo sobre Cenariel. La elfa intentó resistirse, pero notó con desesperación como su cuerpo se paralizaba de forma irremediable.

Ahora estaba a merced de la adoradora del Dios del Asesinato...