Partida Rol por web

Marion se apartó, humillada, y le dio la espalda a Rochelle para recomponerse.

-¿Y qué esperas conseguir con eso? Nadie lo ha encontrado porque no sabíamos que existía. Y si queremos que se rinda sólo tenemos que ordenárselo. Y no es diferente para ti. Podría formular un Geas ahora mismo que te condenara a matar a tu amante en todas las vidas por venir si quisiera. No es lo que quiero, pero me dejas pocas opciones, y de ese modo sabré que aunque no le encontremos los dos recibiréis vuestro castigo. Sin embargo te estoy ofreciendo otra posibilidad, otro desenlace para vuestra historia. Tienes la oportunidad de salvarle, Rochelle. Sólo tienes que decirme quién es. Te aconsejo que la aproveches.

Rochelle rechinó los dientes. Parecía dispuesta a enfrentarse a Soberanía, pero no a Artes más invasivas si cabe. Sudando tinta china, la redcap dijo:

-Goran, y maldita seas. Os matará a todos, empezando por tu Conde, para que veas lo que es el dolor...

Los pasos agitados que provenían de la escalera sólo podían provenir de una persona. La Condesa Oscura hizo aparición en las mazmorras sin ningún estremecimiento. Alargó la mano sin dejar de avanzar y señaló a Lothar.

-Creo que tenéis en vuestro poder a un prisionero que me pertenece -dijo-. Vengo a llevarme al sátiro, y no se os ocurra protestar, porque todavía podría castigaros por haber atacado a uno de mis vasallos.

-¿Cómo os atrevéis a irrumpir en mi castillo pasando por encima de mis guardias? -gritó Lothar lleno de ira-. ¡Fuera de aquí!

El Eiluned echó a Evonne hacia atrás con suavidad y se interpuso entre el Conde Luminoso y la Condesa Oscura, siempre intentando proteger a la Adivina.

-Mis señores, por favor. Lady Sarianne, puede que seáis la Condesa en funciones, pero no deberíais haber entrado por la fuerza en el castillo de Lord Lothar. Mantened la calma, por favor.

Un fuerte griterío se inició afuera.

-Creo que tenéis en vuestro poder a un prisionero que me pertenece -dijo una voz femenina-. Vengo a llevarme al sátiro, y no se os ocurra protestar, porque todavía podría castigaros por haber atacado a uno de mis vasallos.

-¿Cómo os atrevéis a irrumpir en mi castillo pasando por encima de mis guardias? -gritó Lothar lleno de ira-. ¡Fuera de aquí!

-Mis señores, por favor. Lady Sarianne, puede que seáis la Condesa en funciones, pero no deberíais haber entrado por la fuerza en el castillo de Lord Lothar. Mantened la calma, por favor.

Sin necesidad de que su amante interviniese, ella misma ya había tomado la determinación de apartarse de la cólera de los condes. Bajo ningún concepto deseaba interferir, y mucho menos hablar a favor de ninguno. A veces resultaba más inteligente guardar silencio en vez de hacerse el héroe, y Evonne no tenía madera de heroína para nada. O al menos no en ese tipo de situaciones.

Dejó de prestarle atención a Rochelle al escuchar los gritos. No le preocupaba la redcap; olvidaría que había confesado tan pronto terminase de hablar. En cambio, que Sarianne estuviese allí era un problema serio. Salió de la celda de inmediato sin dirigirle otra palabra a la prisionera.

Evonne había llegado en algún momento y se hallaba pegada a la pared detrás de Morgan. El Eiluned intentaba mediar entre los dos Condes (sobre todo porque Lothar había reaccionado con furia) y Sarianne, protegida por cuatro hombres de armas, intentaba dialogar. Al ver llegar a Marion soltó una carcajada cruel.

-¡Cómo no! De modo que aquí está el triángulo amoroso en pleno, con vos como añadido, Sir Morgan. ¿Por qué no os ahorráis más vergüenza y le indicáis a vuestro esposo que abra la puerta de la celda del sátiro y me deje llevármelo en paz, Lady Marion?

El pájaro pió en el momento justo, y su canción resonó en las paredes de piedra.

Apenas tuvo tiempo de sorprenderse por la presencia de Evonne antes de que las palabras de la Condesa la hiciesen enmudecer. Una bofetada no hubiera tenido más efecto. Se acercó al grupo hasta estar entre los dos Condes, sin mirar a nadie que no fuese Sarianne, y habló con la voz llena de furia apenas contenida.

-Fue decisión vuestra separar las Cortes, Lady Sarianne. Este prisionero ha sido detenido por conspirar contra todo nuestro linaje. Es competencia de los reyes, no vuestra. Y se ha decidido que se quede aquí hasta que Sus Majestades se impliquen en este asunto e indiquen lo contrario.

-Perdón, ¿qué acabáis de decir? El canto de vuestro pájaro no me ha dejado escucharos bien -contestó Sarianne, rápida como un latigazo-. Me ha parecido escuchar algo sobre los reyes o nuestro linaje, pero estoy demasiado preocupada por juzgar a mi propio vasallo como para prestaros atención. No voy a volver a pedirlo. Abrid la puerta, Lord Lothar, o tendremos un grave problema.

-Sarianne, no volveré a repetirlo -advirtió Lothar, con los ojos cada vez más cargados de ira-. Marchaos ahora o sufrid las consecuencias.

Dio otro paso hacia Sarianne.

-Ya lo habéis oído. Seguro que hay alguna chiquilla en vuestro Consejo que os echa de menos.

La mirada de Sarianne se volvió turbia, como las nubes más oscuras de una tormenta por llegar. Hubo un momento en el que se quedó sin palabras. Sus labios intentaron articular algo, pero no lo lograron. Con una sonrisa forzada ladeó la cabeza hacia el Conde, al cuál no había escuchado demasiado, y dijo:

-Entiendo vuestro dolor, lord Lothar. Comprendo que es muy duro ver marchar a dos de las personas que con más sinceridad os han amado en la vida. Hoy es Sir Albert, ayer fue Mariona... Y sin embargo, el destino os permite conservar a vuestra esposa sin importar cuántos agravios o deslices se cometan...

Aquello fue demasiado para el Conde, que hasta el momento había logrado mantenerse entero. Temblando como si tuviese fiebre, el Gwydion desenvainó su daga y cargó contra Sarianne. Vociferaba como un salvaje, con las pupilas tan pequeñas que apenas se veían y una mueca de intensa furia en el rostro.

Morgan trató de interponerse y sujetar al Conde, pero Lothar, en plena furia berserker, siguió adelante aun dejándose media túnica por el camino. Sarianne soltó un grito horrorizado cuando el Gwydion le dio una puñalada en los brazos que había levantado para protegerse. Los hombres de armas acudieron en su ayuda y se interpusieron entre los dos Condes mientras Lothar aullaba y se estrellaba contra sus escudos.

Con un grito ensordecedor, Evonne dio con la espalda contra la pared alejándose lo máximo posible de aquel conflicto armado en el que no tenía ninguna posibilidad. Pensó en algo útil que hacer mientras la gente intentaba evitar que se mataran, pero sus Artes no eran de efectos tan inmediatos. Sin embargo, reparó en que la celda de Rochelle estaba abierta, por lo que se apresuró a cerrarla.

Marion soltó un grito y se apartó del camino de Lothar por puro reflejo. Tardó un instante en darse cuenta de lo que estaba pasando, y cuando por fin cayó en ello Sariane ya estaba sangrando. Ni siquiera tuvo tiempo para pensar que se lo había buscado. Horrorizada, empezó a llamar a Lothar a gritos y saltó sobre su espalda para sujetarle, como ya había intentado hacer en otra ocasión.

Cuando Marion saltó sobre su espalda, Lothar le golpeó la cara con la empuñadura de la daga. Fue suficiente para que le partiera el labio, y si conservaba todos los dientes era de milagro. La distracción sirvió para que Sir Morgan le arrancase la daga de la mano y los hombres de Sarianne saltasen encima del Conde para someterlo. La Condesa se apretaba la herida con una mano mientras miraba a su alrededor con ojos desorbitados.

-Esto ha ido demasiado lejos. ¡Apresadlo! Lord Lothar queda bajo mi custodia por intento de asesinato. Y si alguno de vosotros intenta evitar que me lo lleve, ¡seréis acusados de lo mismo!

Se soltó de Lothar, aturdida, y se apoyó contra la pared. Se llevó las manos a los labios, sin saber muy bien qué había pasado. Entonces escuchó a Sarianne y dejó de preocuparle su boca. Se abalanzó sobre los hombres de Sarianne e intentó alcanzar a su marido.

-¡No! ¡Déjale en paz! ¡Tú! -agarró el brazo de uno de los hombres de Sarianne-. ¡Defiende al Conde! ¡Acaba con cualquiera que quiera llevárselo de mi lado!