Partida Rol por web

21 de mayo de 1999 - 18:50

Era ya tarde y la corte se encontraba dispersa. Pero, ¿qué mejor lugar para el encuentro de dos Eiluned que en la biblioteca del castillo?

Earil llegó con británica puntualidad. En realidad, había venido con bastante tiempo para revisar un par de libros, devolver otros. Normalmente llamaba a su mayordomo, pero ultimamente le apetecía estar fuera de sus aposentos, y el camino a la biblioteca servía de descanso... Además, no en vano la Dama le había solicitado una conversación privada.

En otras ocasiones la biblioteca la había atraído como un lugar donde encontrar entretenimiento o serenidad, pero en esta ocasión había acudido porque necesitaba ver al Vidente. Y aunque era ella quien había arreglado el encuentro, llegó con bastante retraso.

La Baronesa estaba tan hermosa como siempre, y se había arreglado con cuidado. Paseó por la biblioteca hasta que localizó al Vidente, momento en que le saludó con una sonrisa y se acercó.

-Lamento mucho el retraso, Sir Earil. Espero que no hayáis estado esperando mucho tiempo.

Earil, medio reclinado en una de las estanterías, examinaba un libro en la mano. Llevaba puestas sus gafas de leer. Cuando vio que la Eiluned llegaba, esbozó una pequeña sonrisa y lo cerró con un gesto, mientras la otra mano se quitaba las gafas.

-No os preocupéis, mi lady. Nunca se nota el tiempo en una buena biblioteca -comentó con un tono amable, haciendo un gesto para abarcar las estanterías.- Espero que os encontréis bien... ¿Qué necesitabais de mi?

-Ayuda, tal vez. Pero no para mi. -Marion sacudió la cabeza y volvió a sonreír, como si hubiera dicho una tontería-. Disculpadme, y permitid que me explique.

Se sentó en una silla y apoyó la mano en la mesa, llena de volúmenes polvorientes. Con un gesto invitó a Sir Earil a tomar asiento. Consideraba que la biblioteca era un buen lugar para hablar, en susurros. Allí sólo los sluaghs tenían acceso a las conversaciones ajenas.

-Pero antes, seguro que no os importa responderme a una pregunta. ¿Conocéis bien a Sir Cedric?

El sidhe se permitió alzar las cejas en un pequeño gesto de sorpresa. Inclinándose también hacia adelante, respondió con los mismos susurros. Sus ojos brillantes estaban clavados en la Eiluned.

-Sospecho que si habéis venido a mi es porque sabéis la respuesta -dijo con suavidad, con delicadeza.-Pero en efecto, así es. Nos conocemos. 

La Baronesa enarcó las cejas y mantuvo la mirada de Earil sólo un momento. Después se interesó en su oreja derecha, su mandíbula y finalmente su vista se desvió a la mesa. La Canciller sabía elegir sus juguetes, si las habladurías tenían algo de cierto.

-Dicen que es un hombre excepcional. Algunas de sus amistades me preocupan, sin embargo.

La forma en que esquivó su mirada alegró al sidhe, aunque su expresión no se moviese de una sonrisa cortés. 

-Entiendo -musitó, entrelazando los dedos.- No sé si puedo secundar en lo de excepcional, pero... ¿A qué amistades os referiríais, milady?

Suspiró, y se recostó en el respaldo de la silla en un gesto no muy formal. A lo mejor sentía que podía relajarse a solas con un compañero de casa, o a lo mejor estaba cansada. Empezó a manosear distraídamente las perlas que adornaban su pecho.

-¿Pretendéis sonsacarme, Sir Earil? Os he buscado porque sois el Adivino y consejero de los Condes. Os debéis a la corte, si vuestra lealtad está donde debe. Y entended que no pretendo insinuar lo contrario. Ambos somos Eiluned. Conocemos el valor de los secretos. Y yo confío en vuestra habilidad para descubrirlos y en vuestra disposición para ayudar a los Condes.

Los ojos amarillos de la Oscura brillaron con impaciencia, y apartó la vista de la ventana para volverse hacia Sir Earil. Aunque le miraba a la cara, se cuidaba mucho de tratar de mostrarse invasiva o dejarse invadir por los ojos de él.

-Sospecho que si hacéis tantas preguntas es porque tenéis alguna duda o conocimiento sobre Sir Cedric. No lo sabía cuando acudí a vos, pero estaré encantada si queréis ponerme al corriente o corregirme, si estoy equivocada.

El Vidente frunció ligeramente el ceño y alzó las manos de forma tranquilizadora.

-Mi lady, os aseguro que no intento sonsacaros información. Era una pregunta sincera: en verdad desconozco con quiénes se relaciona el escriba -esbozó una pequeña sonrisa y se encogió de hombros.- Me temo que nos conocemos, pero de forma más casual... Y ultimamente no le he prestado demasiada atención a sus idas y venidas -se alzó ligeramente, mirándole a los ojos. Su tono era sereno y humilde -Os pido disculpas si os soné brusco o poco dispuesto a dar información. Os diré que, en efecto, también yo tengo sospechas sobre él. Pero no he dedicado demasiado tiempo a investigarlas -alza las manos a modo de disculpa.

Era difícil no haber prestado atención a la última ida del Fiona, pues había desaparecido de la corte un par de días y estaba en boca de todos, así que no le creyó. Se estaba encontrando con que el Adivino era un hombre terriblemente frustrante, y poco dispuesto a compartir. Bueno, ella ya había tanteado el terreno y parecía que hablaban de lo mismo. Ahora sólo cabía dar un paso y esperar no equivocarse, o pasarse la noche entera en la biblioteca rodeando la cuestión.

-Habladme de esas sospechas, Sir, si es cierto que no pretendéis guardaros nada. Habladme de las cartas.

Sir Earil alzó las cejas al escuchar su comentario. Estaba claro que la Dama no confiaba en su ignorancia y, en realidad, lamentaba no haber prestado más atención al asunto. Pero con todo lo demás, lo cierto es que el Escriba era la menor de sus preocupaciones. Y, ¿a qué compañías se referiría?

-Sospecho que estáis mejor informada que yo, pero os diré lo que sé -se inclinó un poco de nuevo para bajar la voz, convirtiéndose en un susurro.-Sé que mantiene una correspondencia bastante continuada con el Ducado de Normandía. Sospecho que Lady Hiver tenga algo que ver, pero tampoco tengo ninguna certeza. Puede ser simplemente que cuente con amigos o familiares allí y sea simplemente que yo prefiero creer lo peor... -meneó la cabeza levemente.- Como señalé, no he podido dedicarle demasiada atención -suspiró.-Espero no tener que lamentarlo. 

-Yo os lo puedo confirmar, tiene contacto directo con la Duquesa Hiver. No sé el motivo, pero comprenderéis mi preocupación, dada la situación.

Hizo una pausa, porque no le gustaba tener que contar lo siguiente que iba a decir.

-Ya acudí al Conde para hablarle de esto, y él interrogó a Sir Cedric al respecto, pero pareció muy satisfecho con su explicación y me dijo que no había nada que temer. Yo, por otra parte, no estoy tan segura. Entre Ibrahim y vos le partisteis el alma y le dejasteis ciego a cualquier peligro que pueda provenir de sus propios vasallos. No hacíais otra cosa que cumplir con vuestro deber, y si hubierais hecho cualquier otra cosa, hubiera sido incorrecta -se apresuró a añadir-. Pero nuestro buen Conde Lothar no soportaría otra traición. Se hubiera creído cualquier cosa de Sir Cedric con tal de no ver en él un traidor.

Sir Earil suspiró levemente. La confidencia de Lady Marion y el estar compartiendo información había relajado aún más su tono. Parecía estar dispuesto a creer que la Dama no le estaba ocultando información, o no demasiada.

-Sí, yo también temo que el Conde se encuentre en dificultades para ver más traidores. Para seros sincero... -añadió con una media sonrisa algo cansada-lamento bastante el derrotero que tomó el duelo. Pero actué con toda la rapidez que pude y, francamente, fui el primer sorprendido -suspiró.-Pero volviendo al tema de nuestro escriba, creo que deberíamos tener en cuenta que al Conde Lothar no se le puede mentir. Al menos en teoría. El problema, my lady, es cómo podemos estar seguros de que hay en efecto un complot con la Duquesa y, sobre todo, cómo podemos demostrarlo. También yo querría asegurarme, aunque sólo sea por saciar la curiosidad -comentó con una sonrisilla. Ambos eran Eiluned y probablemente ella entendía que cualquier cosa desconocida le interesase profundamente.- Pero el cómo... Ese es el problema. 

Durante unos instantes apartó un poco la mirada hacia una de las ventanas. La luz del atardecer hacía relucir su cabello, sus ojos. Pareció pensativo unos momentos, dejando que las palabras se asentasen. Luego, cauteloso, continuó.

-¿Tenéis vos alguna idea?

-Vos y yo sabemos lo fácil que es engañar a un Gwydion, Sir Earil. No hace falta llevar el negro y la plata en el pecho para lograrlo, si no desea otra cosa que creerte.

Se apartó por fin del respaldo y soltó los collares, que tintinearon al entrechocarse. Se apartó el pelo de la cara lentamente, con gesto pensativo. Aunque reflexionar era innecesario. Ya sabía dónde había respuestas.

-Las mismas cartas, si logramos acceder a ellas. Es posible que estén escritas con alguna clase de código, o que ya no las tenga... -Marion cambió de repente su actitud. Suspiró, como rindiéndose, y se inclinó sobre la mesa. Estiró la mano para darle un tironcito de la manga a Sir Earil, reclamando su atención para que se acercara más, y le habló con tono suplicante, derrotado-. Acudo a vos, Sir Earil, porque hay poco que yo pueda hacer. El Conde habló con Sir Cedric y, si es cierto que tiene algún motivo oscuro para comunicarse con la Duquesa, le puso sobre aviso. Es posible que incluso se mencionara mi nombre. Así que ahora ya no puedo hacer nada, e incluso si lo hiciera sería traicionando los deseos del Conde. Os ayudaré en lo que pueda, desde luego, pero no puedo tomar parte directamente sin que Sir Cedric, la Duquesa o el Conde se enteren de que algo sucede. Por eso acudo a vos. Sois poderoso y honrado, y sé que no defraudaréis al Condado, ni tampoco a mí, que os pido ayuda.

El sidhe asintió con suavidad. Tenía que admitir que los halagos de la Eiluned le resultaban ligeramente graciosos, una táctica retórica quizás un poco burda para conseguir que fuese él quien se implicase. Al fin y al cabo, que una reconocida Oscura apelase a su honradez era un poco irónico. Aún así, si los rumores eran ciertos, cabía pensar que a Lady Marion le interesaba mantener a Lothar en el poder y no que este cayese bajo influencia de la Duquesa. 

-Comprendo, mi lady, que prefiráis no quedar demasiado implicada. Como todos en este tipo de circunstancias -asintió levemente.-Intentaré prestaros ayuda. También yo querría saber qué es lo que el Fiona se trae entre manos con Normandía. Decidme, pues, ¿desconocéis por completo el contenido de esas cartas? -hizo una breve pausa, pensativo.- ¿Se trata de algún tipo de papel quimérico o es algo más mundano?

-Sólo he podido confirmar que las envía la Duquesa. Nada más. No sé dónde las guarda, ni por qué medios las recibe y las envía, salvo que procura que sean discretos. Sobre el papel, tengo que reconocer que no lo recuerdo. Tuve una de esas cartas en mis manos, pero sólo un momento. Estaba en el castillo, así que todo, mundano o quimérico, estaba empapado de glamour, y no presté ninguna atención a ese detalle.

Sir Earil esbozó una leve sonrisa.

-Y... decidme -comentó intentando ser delicado -¿sabéis con algo más de exactitud de qué hablo con el Conde? ¿Qué le preguntó y cuál fue su respuesta? Por desgracia, el Conde y yo no tenemos una relación tan estrecha como querríamos... Y no he llegado a enterarme de los detalles de la amonestación.

-En lo que al papel se refiere, no os preocupéis. Comprendo que es un detalle menor. Es sólo que podría intentar algo con mi magia de ser un objeto quimérico... Lo intentaré de todos modos. Aunque necesitaría saber primero no tanto dónde lo guarda sino dónde lee o escribe las cartas. 

En los ojos de la Baronesa brilló una mirada de advertencia, pero se guardó de acompañarla con un comentario.

-No lo sé. Le comuniqué al Conde mis sospechas y después me comunicó que no había motivos para sospechar una conspiración. Eso fue todo.

-Entiendo -hizo una leve pausa. Fuera, ya había oscurecido.- Muy bien, milady. Intentaré manteneros al tanto de lo que logre averiguar. Esperemos, por supuesto, que sea algo más inocente que una conspiración... -suspiró- Por el bien de toda la Corte. Y también por el bien de toda la Corte, mejor será que nos mantengamos alerta.