Andando sin prisa, para no dar un mal paso, pero sin pausa, para no perder el tiempo, caminábamos por la ruta planeada, tratando mantener un buen ritmo, vigilando en tono momento que no fuéramos seguidos por nada ni nadie...
Memorizo bien las referencias que encuentro en al paso, nunca está de más conocer este tipo de atajos por las montañas. Pueden suponer diferencias de días en un viaje, y ese tiempo es el que puede salvarte la vida en terrenos inhóspitos con éste.
Pese a las dificultades, voy contento, pues cuando camino por las altas montañas, con la nieve, el frío y tan cerca de los cielos, me siento próximo a los mismos dioses. Así que, de vez en cuando, hablo como si ellos me escucharan y estuvieran junto a mi.
Tras dos días de marcha y escalada a través de las montañas llegáis al Paso del Escudo Roto, un estrecho hueco entre montañas, pero para vuestro asombro y decepción, es demasiado tarde...
No sabéis como se han adelantado. Quizás algún atajo que Olaf no conocía, o tal vez la avalancha os retuvo más de lo que pensabais. Varias docenas de enemigos guardan el paso, dirigidos por una figura familiar en un caballo de guerra. Podéis distinguir la silueta recortada de Rorik Hodderson contra el azul del cielo norteño. Además de su banda de guerreros y berserkers, se le han unido otros vanires del festival, e incluso algunos de los guardias del templo.
Están furiosos, saben que estáis ahí fuera en algún lugar, y quieren vuestra muerte, y a ser posible de la forma más violenta y cruel.
Podéis intentar cargar contra más de 40 guerreros vanires o esperar a la caída de la noche y probar a pasar sin que os detecten.
O bien seguir el otro plan que os sugirió el difunto Olaf, escalar hasta alcanzar el elevado Paso del Diablo de las Nieves. El ascenso es peligroso pero transitable. Su nombre se debe a que según cuentan las leyendas, en esa zona habitan los Diablos de las Nieves, unos terribles simios caníbales de fuerza prodigiosa. Aunque tal vez sólo sean cuentos de viejas para asustar a los niños, los vanires seguramente no suban hasta allí.
Se dice que allí arriba hay un antiquísimo túnel que atraviesa las montañas.
Kellen sonrió y miró a sus compañeros, mientras decía
-¿Y por qué no? solo son 40 bastardos pelirrojos-
Miré a Kellen enfadado:
- No digas tonterías. Crom admira el valor, no la estupidez. Si mueres hay abajo, ¿Quien encontrará y rescatará a tu familia, si ellas por un casual viviesen?. Debemos pensar con la cabeza fría y decidir si tratamos de pasar entre ellos por la noche o por el contrario vamos por el camino que quería Olaf...
kellen le respondió con la misma cara y un bufido
-Vayamos con el paso del diablo, cuanto menos tiempo estemos cerca de los vanires, mas podré controlarme-
-¿Más arriba? - digo mirando las inmensas alturas nevadas, mientras me froto el mentón. - No soy ni una cabra montesa ni un cimmerio, pero si Olaf con un solo brazo estaba dispuesto a arriesgarse, no seré yo menos.
Y con una animada palmada en la espalda de Kellen, concluyo, - ¡vamos amigo! si lo que dicen es cierto, allí arriba encontrarás enemigos más formidables para tu hacha que esos pobres pelirrojos, - y comienzo a preparar lo necesario para emprender la arriesgada escalada.
- Al paso del diablo, pues, dejemos que esos perros se congelen aquí esperándonos... - Respondí finalmente, aunque sabía que nuestra ruta no sería nada fácil.
Mientras escaláis el tiempo va empeorando y se desata una tormenta de nieve. El viento aúlla salvajemente y la nieve es tan gruesa que vuestros compañeros son poco más que siluetas en el blanco caos. Esto os ayuda a ocultaros de los vanires durante vuestro ascenso.
Por un momento, Knut cree ver unas figuras humanoides en las alturas envueltas en el cambiante velo de la tormenta. Os apresuráis tanto como podéis. Cuando alcanzáis el Paso del Diablo el tiempo empieza a mejorar, y no hay rastro de las figuras.
Tras un rato escaláis alrededor de un peñasco y vuestros pies pisan lo que parece ser un sendero pavimentado de piedra. Son los restos de un antiguo camino, cubierto con hielo y nieve y erosionado por los incesantes vientos, pero todavía podéis reconocer que una vez, hace mucho tiempo, la mano del hombre cavó estas rocas.
El camino conduce a la entrada de un túnel que se adentra en la montaña. Un hedor fétido emana de la oscuridad, como si los huesos del mundo se hubieran podrido hasta la médula.
Este debe ser el túnel que según las leyendas atraviesa las montañas hasta Asgard.
Esto no me gustaba nada, las figuras blancas que antes parecían habernos estado vigilando me recordaban a las antiguas leyendas y ahora el hedor del túnel me hacía ponerme nervioso, pero soy un hijo de Cinmeria y la cobardía no está en mi vocabulario. Miro a mis compañeros y les pregunto, con una sonrisa lobuna:
- ¿Entramos, caballeros?.
Al llegar a la cima respiro profundamente, pues nunca antes había estado tan cerca de los dioses. Es entonces cuando me viene el olor, - ¡pero que es esa peste!, - digo, - a saber que clase de alimañas nos acechan ahí dentro.
Luego asiento al comentario de Connor, - no vamos a quedarnos aquí para que se nos congele el culo, - digo con una sonrisa.
Yo tengo un Farol apuntado en el equipo. ¿Sobrevivió al alud? ¿Hay antorchas además?
Knut enciende una antorcha y entráis en la boca del túnel. La luz ilumina un estrecho pasillo de piedra pavimentado y revestido con granito. Cerca de la entrada las paredes han sido erosionadas por el viento, pero dentro, aún conservan extraños y retorcidos bajorrelieves que representan demonios y dioses alienígenas que hacen que vuestros estómagos se revuelvan cuando los miráis directamente. Entonces, ya no estáis seguros de que fuera la mano del hombre la que grabó estas rocas.
- Por Crom... - Susurro sobrecogido al ver los oscuros bajorrelieves que adornan la espeluznante cueva. Empiezo a pensar que tal vez no fuera tan mala idea haber probado suerte con los Vanires, después de todo.
Continuáis avanzando por el túnel aproximadamente unos cuarenta metros en línea recta y entonces se ensancha en una cámara más grande. El olor aumenta hasta ser un hedor insoportable a carne podrida y estiércol que hace que el aire sea difícil de respirar. Podéis oír como si unos grandes animales se movieran más adelante en la oscuridad, gruñéndose y bufándose entre ellos mismos.
-¡Ymir!- murmuro al ver los oscuros bajorrelieves.
Al oír los gruñidos, aminoro el paso escudriñando la oscuridad por si viera algo.
- ¿Que demonios hay ahí delante?
Kellen sacó el hacha, actuando por mero instinto de supervivencia y precaución.
-Si tenemos más antorchas, lancemos una hacia adelante, a ver que podemos ver-
Intentó otear la oscuridad de más allá de la luz de la antorcha de Knut
-Compañeros, juntémonos, así será mejor la defensa-
Hice lo que querer dijo, juntándome más con el resto, mientras empuñaba mi espada, mientras susurraba:
- Creo que son las bestias de las leyendas...
De repente un ejercito de vanires se me antoja menos amenazador.
Sacáis otra antorcha de la mochila y tras encenderla la arrojáis, cayendo a varios metros delante vuestra aproximadamente en el centro de la estancia, iluminándola con una luz tenue y temblorosa. Al chocar contra el suelo, el sonido del golpe resulta casi imperceptible, como si algo blando lo hubiera amortiguado, en vez de caer contra la dura roca. Súbitamente se oye un chasquido y parece que la llama ha prendido en algún tipo de materia combustible y el fuego empieza a avivarse iluminando un poco más la sala.
La cámara rectangular, mide unos 20 metros de largo por unos 10 de ancho. El suelo está cubierto con huesos (de liebres de montaña, lobos, ciervos y otros animales, … y también humanos) además de excrementos e inmundicia y pelos apelmazados.
Esta cámara es la guarida de los Diablos de las Nieves. En la esquina izquierda más alejada de vosotros alcanzáis a ver en la penumbra los cuerpos de cinco simios de pelaje grisáceo y tamaño similar al del ser humano, que están durmiendo apilados entre ellos para mantener el calor. De vez en cuando se mueve alguno y en sus sueños gruñe a los demás. Parece que todavía no han notado vuestra presencia ni el fuego que se va intensificando.
En el otro extremo de la sala, justo enfrente vuestra hay otra salida.
La caca seca está que arde....
-¡¡Por las barbas de mi padre!! ¿veis eso?- murmuro sorprendido ante la escena que se desarrolla frente a mis ojos.
Luego mirando como las llamas se extienden peligrosamente, le doy una palmada en el hombro al más cercano, antes de susurrar, - ¡vamos!, no tardarán en despertarse cuando noten el calor.
Y con paso sigiloso, llevando cuidado de donde pongo los pies, comienzo a andar rodeando las llamas, por el lado más lejano a las bestias con la intención de alcanzar la otra salida.
Motivo: Andar con cuidado
Tirada: 2d6
Dificultad: 9+
Resultado: 8(+4)=12 (Exito)
Tiro por andar sin ruido, Agi+Explorador
Procurando no hacer ruido, hago lo mismo que Knut, confiando en que las llamas nos oculten y que desorienten tanto a las bestias que no nos vean salir ni alejarnos...
Tiro por andar sin ruido, Agi+Ladrón
¿Atleta nato se aplicaba a las tiradas de sigilo?.