Partida Rol por web

Me duelen las manos de tanto aporrear y como a Leah debe leerseme en la cara que estoy agotado.
O por lo menos famélico.
Cuando llaman a la puerta y llega el técnico de la CSB aprovechó para buscar en internet un restaurante cercano que tenga entrega a domicilio.
Le pregunto a Leah si prefiere algo sencillo y pragmático tipo pizza o algo más próximo a una comida, tardía pero comida. Personalmente prefiero esta última opción y se lo digo. Que el tiempo apremia y estamos ansiosos por averiguar cuál es la siguiente pista de lo que ha pasado no significa que descuidemos ciertas funciones básicas aunque reconozco que he sido el primero en lanzarse al trabajo como si no hubiera otra cosa.

Pido a gusto de cada uno y bromeo suavemente con que esta va a cuenta de ella.

De vez en cuando monitorizamos los progresos del chaval. Y meditó sus comentarios entre bocados.

Si no había circuito de imagen activo me temo que a quien esté dentro le hemos provocado mas mal que bien - comento algo contrariado pero tranquilo - con todo los ruidos y golpes que hemos dado en un estado de pánico quien sea creerá que se le vienen encima... ¡Chango! - me pongo a negar con la cabeza enfadado conmigo mismo - no vi venir esta posibilidad. Y ahora vamos a tener que ir con el equipo táctico y agrandar el desastre que nos podamos encontrar.

Me frotó el labio pensativo - Antes de entrar a sangre y fuego podríamos intentar incapacitar a los ocupantes con gas sedante... buscando la toma del aire... Porque las otras dos posibilidades que se me ocurren - tuerzo el morro desconfiado de mi mismo - son bastante más descabelladas.
Bueno - agito la cabeza teatralmente - una lo es. La otra es tan suicida que ni la voy a comentar.
Pero antes de llamar a los de intervención me gustaría intentar gastar un ultimo cartucho. Lo malo es que no se cual.
Eso si, el técnico no se va de aquí hasta que todo se haya acabado - comento mientras me meto en la boca algún resto del plato - No sea que después de abrir se cierre con nosotros dentro.

Luego de apuntarme como una niña desquiciada tras la idea de comer pizza, dejamos trabajar al chico del CSB y aproveche para relajarme en la sala. No era la mejor forma que tenia pero no me parecia apropiado hacerlo en esa casa.

Al menos ahora estaba mas calmada y comiendo pizza las ideas comenzaban a fluir.

- Tranquilo Daniel, no pasara nada, cuando abra la puerta alejas al chico del CSB y me cubres, yo me asomo llamando a Odelia y veras que todo sale bien.

- Primero si esta alli debe llevar dias, y segundo si hay un asesino ya debe estar en Marruecos disfrutando de una sandwich de pita.

- Asi que esperemos, mientras el termina y nos alistamos.

Al rato me acerque a Ivo y le ofreci pizza mientras volvia y me hechaba en algun sofa de la sala a esperar.

Gas sedante, que loco.

De pronto me senti cansada. Tal vez muy relajada asi que preferi evitar la cocina mientras el chico terminaba.

El sofá de piel era tan confortable que Leah podría incluso haberse dormido una siesta. La luz entraba matizando el ambiente, que cada vez era más relajado y se turnaron para charlar con Ivo mientras trabajaba.

Su labor era más de hacker que de cerrajería. Había puenteado un montón de cables. A algunos había accedido mediante agujeros de taladro en la puerta metálica, a otros desmontando los mandos y las cámaras. Contaminó con un troyano el ordenador de la habitación del pánico. Poco a poco fue haciéndose con el control de su centro de mando. Primero las luces, luego el  circuito de video, el teléfono y el soporte de aire. Aquí ya habría podido matar a quien estuviera dentro.

Cuando le pidieron que se quedara, Ivo llamó a Chana y pactó un sobreprecio, hablaba sin tapujos. 1000 euros más por quedarse, 10.000 si había tiroteo.

-Me quedo, pero no he nacido para salir corriendo y que me disparen por la espalda. Os serviré de apoyo si las cosas se ponen feas. Cuando comprobemos que no hay peligro, os dejo el mando y me marcho.

Montó una especie de cuña de metal y les enseñó donde ponerla para bloquear la puerta y que no se pudiera cerrar. Para que trastearan en el interior sin miedo a que un automatismo les encerrara.

Desempaquetó un móvil inteligente y le instaló una aplicación. Les enseñó cómo abrir, cerrar, disparar alarmas, poner en marcha el extractor del aire, llamar, conectar y desconectar cámaras… Sonrió a Leah y se lo ofreció... -Toma el mando, que me has caído mejor.

Cuando tomó control sobre la apertura, Ivo sacó del fondo de su maleta de las herramientas un caja, la abrió con un golpe seco y sacó una pistola semiautomática Tec 9.

-Cuando queráis.

Bueno a veces lo mas sencillo es lo directo pienso mientras la veo comiendo pizza.
De acuerdo, cubrámonos mutuamente, pero deja que pida unos chalecos para todos.
Llamo a Chana para que nos haga traer unos antibalas de forma discreta. Al menos para nosotros dos, el chico, Ivo, de los ordenadores y para los agentes de guardia.
A estos les pido que cubran la escalera y que si las cosas se calientan bloqueen el acceso y que llamen a los refuerzos.
Veo como el técnico acaba de lo que debe ser la toma de control y prepara un móvil de trabajo para dárselo a Leah para luego armarse.
Lo secundo desenfundando y comprobando mi pistola. Hace un lustro casi exacto que n he estado en un tiroteo y rezo para añadir un día mas al record. Le hago la sencilla pregunta profesional a Ivo de hacia donde se abrirá la puerta y le comento que me cubra.
Luego me aposto en el ángulo que imagino mas eficiente para proteger a Leah.
Cuando tu quieras. Voy un paso detrás y te cubro.

Una vez que todos estan en posicion veo el control que me ha dado Ivo. Coloco mi capucha en la cabeza, que no siempre uso, pero para acciones asi me recuerda mi tiempo en la gendarmeria, o cuando haciamos asaltos, aunque alli teniamos rifles.

Saco mi glock y quito el seguro para luergo cargar la camara. Hago señas a Daniel que se coloque en la esquina opuesta de donde abre la puerta para que pueda reaccionar si algo pasa y podamos cubrir las diagonales simultaneamente.

Mi mano se extiende y le indico que baje su cuerpo arrodillando una pierna.

Centro de masa abajo Daniel.

Pulso el boton del control para que la puerta se abra y casi inmediatamente digo.

- Es la policia, salga con calma y que se vean las manos.

A la par voy acercandome a la puerta apuntando hacia dentro.

Sigo las indicaciones de Leah conforme con su experiencia en estas lides. Pestañeo varias veces para humedecer los ojos y mantenerlos abiertos mas tiempo.
Me sudan las manos y no todo es por que pueda tener que utilizar el arma.
Me concentro en proteger a Leah. Todo lo demás lo aparco.

Los chalecos tardaron apenas diez minutos. El cuarto de las escobas era muy pequeño y eso suponía una dificultad táctica para el asalto. La puerta se abriría del centro hacia los lados, y lo haría rápido. Ivo se puso tras Daniel para cubrirlos cuando avanzaran. Por sus gestos y su forma de moverse Leah supo que el cerrajero tenía entrenamiento militar. Los dos uniformados estaban en las escaleras, dispuestos a entrar si había que ir tomando posiciones. Nerviosos pero decididos.

La puerta se abrió con un estruendo y un hedor a muerto inundó la sala como si fuera una onda expansiva. El cuarto del pánico era grande y las luces estaban encendidas. Tenía estanterías de acero, un archivador metálico, un sofá y una mesa de escritorio gris claro con dos ordenadores apagados. A diferencia del resto de la casa, el mobiliario y la luz blanca le daban un frío aspecto de oficina.

Recorriendo parte del techo y bajando por la pared, hasta el suelo destacaba, rojo sobre blanco, una franja de sangre de un metro de ancho que acababa en el cadáver de Odeila, que yacía en el pavimento en una esquina frente a la puerta. Su cara desencajada dibujaba un gesto de terror tan intenso que costaba creer que estuviera muerta. Sus ojos, blancos, casi se salían de las órbitas y su boca se abría entonando un grito inaudible cuyo pánico ambos pudieron sentir.

Tenía el pecho abierto y estaba sentada en el suelo, con los brazos agarrándose a la moqueta como si todavía hiciera fuerza.

<Santa Muerte Bendita> - me regresa la exclamación refleja fijada en otro tiempo a fuego en mi alma. Las palabras aun recuerdan el timbre templado de calma que entrene para contener las ganas de gritar. Es curioso como se fijan estas costumbres en la cordura.
Mantengo la tensión durante unos interminables latidos hasta que me convenzo que el silencio es la mayor amenaza y bajo el arma hacia el costado, atento pero ya solo contemplativo.
La atmósfera se me hace cargante y busco algunos trapos limpios para cubrirnos la nariz y la boca. O si es demasiado tarde limpiarse.
¿Todos bien? - pregunto a Leah y Ivo alternativamente mas que por constatar una respuesta absurda, no no estamos bien, por sacarnos del influjo de la mirada abisal de la muerte. Mantengámonos en movimiento hacia las tangentes. No caer al pozo. No perder contacto. No caer en el pozo - ¿Leah? ¿Ivo? ¿Todos bien?

Conforme voy entrando a la habitacion verifico las esquinas sin mayor problema dandome cuenta que no hay nadie vivo, pero la escena dantesca me afecta al punto de recordame que acabo de comer pizza. Mucha pizza.

- Dios... mientras tapo mi nariz y boca con mi brazo y guardo mi arma.

Me acerco al cuerpo y veo el terror de muerte al que se sometio Odelia antes de morir y no dejo de compadecerme de la pobre mujer. Nadie deberia morir asi.

Le hago señas a Daniel.

- Despide al chico y dile a los policias que llamen a los del laboratorio, tienen trabajo pendiente.

Mi voz no ha sonado autoritaria, tan solo estoy dentro del cuarto y parecía obvio que fuera Daniel quien se escargara afuera y luego me acompañara a revisar el cuarto.

Me acerco al cuerpo de Odelia y veo las heridas del pecho.

Que demonios te hizo esto, mujer, ayudame...

Sin entender porque, a veces hablaba con los muertos, pero las victimas nunca responden.

Me arrodillo junto al cuerpo y por decencia cruzo sus brazos sobre el pecho y cierro sus ojos para suavizar su expresion de terror.

Lo siento.

Salgo un rato para tomar aire. Luego revisare con mas calma, asi le doy chance a Daniel de revisar tambien mientras abro mejor las ventanas para que se disipe el olor.

Cuando Leah se arrodilló reparó en que el cadáver de Odelia tenía las uñas rotas. Los dedos habían sangrado y daba la sensación de que los tenía clavados en el suelo. Luego, al levantar la vista, vio que su pecho estaba abierto y le faltaba el corazón. Por dentro la carne, que empezaba a pudrirse, brillaba un poco, como si su sangre se hubiera resecado con el mismo efecto que la de Noémie en la cocina.

Pero lo que más le impactó fue su mirada y su gesto de terror. Podía oír un grito en su mente que fue hecho hacia adentro porque el acongojante terror no dejó a su garganta articularlo.

Y sus ojos blanquecinos miraban a un sitio justo a la espalda de la detective. Y entonces, en las pupilas del cadáver Leah vio  la silueta de un hombre alto de una fuerza tal que anulaba todos sus músculos hasta el punto de no poder moverse. Sólo pudo escarbar, escarbar. Quiso creer que ya no existía, pero ahí estaba: era verdad, era real. Y toda su vida había sido en vano.

Finalmente me arrodille a un costado de Odelia. Aun en mi mas sagrientos dias nunca habia visto algo asi y estaba completamente sorprendida, fuera de mi.

Odelia tenia las uñas rotas, habia luchado por salvarse y los dedos le habian sangrado por su lucha. Un sangrado que no debio doler debido al terror que habia sentido. Un terror que te congela el cuerpo y te hace cometer acciones o reaccionar mas alla de la comprension. Odelia habia rasgado el suelo o lo que fuere para huir aun a traves de su propio daño fisico. Habia leido sobre aquello, experimentar tal grado de dolor, de desesperacion, de angustia, de terror, capaz de llevarte a cometer cualquier cosa. Pero nunca lo habia visto en persona.

Y sentí miedo.

Mi corazon estaba arrugado y sentí la necesidad de llorar aunque la contuve.

Luego al ver su pecho todo ensangrentado note que tenia una cavidad. Al acercarme vi que faltaba el corazon. El pecho estaba destrozado pero no parecia haber sido extirpado por mano quirurgicas ni tampoco por algun salvaje con un machete. Y la sangre se notaba extraña. Seca si, pero extraña en su coagulación. Algo no era normal.

La mirada de terror de Odelia era penetrante y desgarradora, mucho mas que cualquier cosa que hubiese visto, una mezcla de angustia agonica con desesperanza suplicante ahogando un grito que no se llego a escuchar.

Igual que Noemi.

Tome sus manos ya endurecidas por el rigor logrando cubrir un poco su pecho para que su expresion fuese menos terrible y acerque mi mano a su cara para cerrar su ojos cuando lo vi.

En sus ojos blanquecinos y en sus pupilas ya vidriosas habia la silueta de un hombre alto detras de mí que denotaba una fuerza sobrenatural, una fuerza sobrehumana, e instintivamente saque mi arma y rodé a un costado lista para disparar pero al terminar el giro solo estaba la pared.

Mire a Daniel y seguia tranquilo asi que no habia nadie alli, no era posible.

Odelia no pudo moverse por culpa de este hombre y solo le quedo escarbar, escarbar hasta morir. Mi pulso estaba acelerado y senti o percibi sus ultimos instantes su agonia final e iluminacion de saber que todo estaba perdido.

Me volvi a acercar para cerrar sus ojos y esta vez una lagrima salió de mi ojo, o los dos, ya no estoy segura. Pero entendí como se sentió Odelia al igual que Noemi y nada pudieron hacer contra el. Ni siquiera el mejor salon de panico pudo deterner al asesino, supe que no queria conocer este hombre. No queria ver como lograba tal dominio sobre una persona y no queria ver mi pecho abierto. Pero tambien supe...

Debo detenerlo.

Mire a Daniel y no me habia dado cuenta que aun cargaba el arma en la mano y esta me temblaba ligeramente por los nervios.

Me levante y me fui a una de las esquinas de la habitacion para calmarme mientras Daniel miraba el cuerpo, guarde el arma y limpie mi cara. Luego observe la habitacion. La puerta no estaba forzada. Odelia habia logrado entrar.

Como entro el hombre? Tal vez las conocia, tenía la clave.

- Daniel necesito aire, y sali hacia la calle.

Al no encontrar respuesta dudo. Pero el gesto instintivo aparece. Acercarse, tener contacto, continuar ofreciendo valor humano. La reacción diferenciadora con el reino animal que aun nos recuerda que tratamos con personas aun una vez muertas. Me froto los labios con el dorso de la mano mientras escucho a Leah mencionar el nombre de Dios...nunca en vano, me digo por dentro, nunca en vano.
Pero al contrario que ella no me acerco mas que los suficiente para interponerme entre mi compañera y el técnico Ivo.
Con la cabeza, elocuentemente, con los ojos le pido al chico, casi rozo el ruego, que le haga caso y se suba a cumplir las instrucciones de Leah.
Dadnos cinco minutos - murmuro con aire turbio como si las palabras fueran ahora nuestras enemigas al poder cargar en contra un delicado equilibro invisible - Por favor...
Después vuelvo a mirar en direccion a las dos mujeres santiguándome mientras guardo el arma.
Contemplo a Leah imaginándomela en una primordial conversación protegida en el silencio. Una que espero que ella pueda soportar desde la compasión como yo la lucho desde la ira.
Antes la vi asustada. Me dijo que lo estaba. Un miedo que no era suyo hasta que lo aprendió. ¿Es ese mismo el que agranda la cuña de tiempo entre silencios en la que Leah no se mueve ni la llega a tocar?
Finalmente es capaz de rozar la piel librando las manos de Odelia de la presa con la que la muerte la dejo para poder cubrir con ellas el terrible hueco en el pecho.
Trato de cerrar los ojos y entonces reacciona apuntando a la pared como si allí acechara algo.
No soy tan rápido ni por asomo y realmente no busco echar mano a la cartuchera para emularla.
Levanto las manos a media altura en un gesto calmo que no parte de la tranquilidad, la verdad, si no de los viejos engranajes afinados con el conflicto con mi temperamento. Alternativamente la contemplo a ella y al muro mientras en mis labios silabean su nombre en una larga interrogación.
La han vuelto a asustar. A muerte. Sea como sea.
Y en su inmediatez se debe desvanecer por que recupera el gesto de reposar la mirada de Odelia con ¿Necesidad?¿Deber? No solo, sobretodo comprensión. Una iluminación que no calienta por que no cae de un sol si no de una luz mortecina que se retuerce entre las sombras. ¿Y tu le preguntaste que le impedía dormir, pedazo de alcornoque? Mas bien tenias que haberte preguntado que te permite dormir a ti.
Me inunde en sus ojos de su agitada determinación.
Creo que me adelante para ofrecerle mi brazo para alzarse y no se siquiera si lo tomo.
La mire con atención.
Buscaba un rincón en donde recomponerse y no se si lo logro por que casi enseguida deseo sensatamente salir.
No tengo la palabra justa en la punta de la lengua, ni el gesto adecuado en la fibra de los músculos.
Unicamente asiento pero también me llevo el grueso de la mano derecha hasta los labios en ese gesto antiguo de besar el pulgar que veía hacer a mi abuela materna cuando juraba. Tienes mi palabra. Estoy contigo con tu elección.
Ve. Ve con cuidado. Yo esperare a los colegas del laboratorio - le comento - enseguida estoy contigo.
La acompaño hasta el inicio de la escalera, después me coloco el paño sobre la nariz y la boca prefiriendo el olor a trementina al otro que ya lo inunda todo. Desde el umbral de la sala contemplo la pared opuesta a Odelia mientras conjuro la oración mal aprendida dirigida a la Santa Muerte Bendita, Niña blanca de los Cuervos entre apenas conscientes susurros. Medio para que acoja a las almas segadas en este lugar, medio para que caiga en su furia contra quien las ha perpetrado.

El invierno debería haberse marchado, pero una brisa fría recorría Montmartre. El olor a fresca humedad campestre de esa zona de París penetraba hasta el fondo los pulmones de Leah, pero no era una sensación agradable. Casi que dolía.

Apoyada en la fachada de la casa, le temblaban las manos caprichosamente. La calle estaba vacía y las nubes, todavía dispersas, habían hecho acto de presencia.

Quizá es algo que sólo ella podía ver, pero esa sombra había quedado grabada en sus pupilas. Si volvía a mirar, volvería a verla. Sabía que era la silueta de un hombre alto y fuerte. No podría dar más detalles ni siquiera hacer un dibujo de lo que habían visto pero sabía que si se lo encontraba, lo reconocería.

Vió salir a Ivo. La saludó con una cara enigmática. Habló bajito.

-A todo se acostumbra uno.

Y no dio tiempo a contestar. Se fue calle abajo con su carrito de herramientas.

Del poso de sensaciones y pensamientos que habían impregnado a Leah el que más angustia le causaba era esa sensación de derrota. No era, como el caso de Noémi la impotencia ante una muerte inevitable. En comparación, eso era casi que accidental. Un suspiro, un dolor que al fin y al cabo se calma con la muerte. Lo que había visto en la mirada de Odelia era un miedo de un matiz diferente mucho más profundo. Sin fondo, de hecho. El espanto ante esa presencia causaba un dolor para el que no parecía haber consuelo. Un dolor permanente. Odelia seguía sufriendo y ese grito podía escucharlo Leah si se fijaba, y no se atenuba alejándose de la casa.

Ivo recogía su equipo y los dos policías esperaban instrucciones en la cocina. Daniel estaba sólo en el cuarto del pánico, junto al cadáver de Odelia.

Invocó el pensamiento de la Santa Muerte para buscar un consuelo para Odelia. Pero la muerte no es un consuelo cuando viene para llevarte al infierno. Ese pensamiento asaltó a Daniel como si alguien se lo hubiera dicho al oído.

Ivo saludó a Daniel sin entrar en el cuarto y se marchó.

El ambiente se fue haciendo más cargado, mucho más opresivo. El rastro de sangre que había en el techo nacía a la altura del suelo de la cocina, bajo el sitio donde había sido cometido el crimen. Siguiendo su recorrido, que continuaba por la pared, pudo ver con el rabillo del ojo que el cadáver de Odelia se movía.

Trataba de ahondar en la tierra y parecía no reparar en la presencia de  Daniel. Arañando y arañando articuló un grito audible - audible para él, los policías no dieron señal de haber oído nada- tan agudo que dolían le dolieron los tímpanos. Fue tal la impresión en Daniel que sus piernas flojearon, trastabilló y cayó al suelo. Pero instintivamente en lugar de quedarse en el sitio se alejó arrastrándose, sin darle la espalda. Escapando sin poder levantarse.

Cerre los ojos pensando en Odelia, el dolor que habia sentido y tuve que volver a abrirlos. Alguien mi miraba...

Estaba sola en la calle hasta que salio Ivo y con un ademan lo despedi sin llegar a articular palabras y aun asi sentia la presencia. La presencia del hombre poderoso que habia paralizado a Odelia. La sombra oscura que habia invadido su cuerpo para mancillarlo, para mutilarlo.

Ahora esa presencia le hacia transpirar miedo y Leah, asustada trataba de comprender que era todo aquello. Nunca habia sentido algo asi, nunca habia visto algo asi, y siempre estuvo bajo control hasta ahora.

Penso en Daniel, que apenas lo conocía, como explicarle, que pensaría de ella, no sería la primera vez que un hombre la menospreciara por ser mujer, por no ser alta, por no ser blanca y pelirroja como otras francesitas, pero ella siempre habia logrado controlarse, estar a la altura y demostrar su valía.

Ahora se sentía una mata de nervios y a duras penas podia controlarse. Volvío a respirar profundo y cerro los ojos. Concentrada estaba frente a la presencia, no era que la pudiese ver, pero mentalmente la enfrentaba, quería decirle que aun con miedo y nerviosa, ella lo enfrentaba y lucharía contra el.

Te encontrare maldito.

Su afirmación fue una declaracion de venganza por las muertes de las dos mujeres, y por hacerle sentir todo lo que estaba sintiendo. Sin darse cuenta alguna otra lagrima se habia deslizado por su cara, pero sus puños estaban cerrados y con los dedos tan apretados que se habia lastimado con las uñas y aun no se daba cuenta. Abrio los ojos y estaba mas serena, mas en control.

Se levanto y entro de nuevo en la casa dandose cuenta de sus manos.

La primera de muchas heridas.

Y entro en la casa viendo a Daniel luego de cerrar la puerta.

Esta vez no estoy sola.

El eco opaco de un pensamiento, pienso primero aunque no evito mirar al muchacho de la CSB momentáneamente inseguro de que no esta bromeando conmigo.
No. No ha sido el. No ha tenido voz. Pero en mi cabeza tampoco he sido yo. Casi es una locura pero juraría que me lo han susurrado muy bajito.
'La Muerte no es un consuelo cuando viene a llevarte al infierno'.
Que miro a todos lados súbitamente inquieto hubiera sido obvio si Ivo no estuviera casi arriba en las escaleras.
Te lo has imaginado Dano. Es eso me digo pero la sensacion se queda ahí latente arañando la superficie como cuando tienes un mal palpito. No no te lo has imaginado como tampoco con...
Sacudo la cabeza decidido a expulsarlo.
Enfoco la huella de la sangre inscrita en la pared y por unos instantes es la fuente de mi atención y casi de todo.
¿Como se trazo? ¿Por que ese patrón? Espera... - me digo - No puede ser...La lineas viene de arriba... de la cocina... del mismo sitio... De Noemi...
¿Que dem...? - mi voz se pierde y empiezo a recular. No gradualmente y lento dentro de un control razonado si no como cuando el instinto explota.
Debe ser el ambiente - una parte de mi intenta poner orden y convencerme - Los gases que lo tienen enrarecido. De algún modo es alucinatorio... - la otra parte manda y grita - O no...Oh es como aquella otra vez.
Odelia, tan muerta como un segundo atrás, se mueve en la periferia de mi vista y creo que me he vuelto a engañar pero al ganar toda la atención es inequívoco que no es mi imaginación. O si.
El estruendo de su voz me fuerza a taparme los oídos aun siendo inútil, por que su aullido me atraviesa la carne. Quiero correr mientras ella escarba y araña rompiendo suelo y hueso pero sea lo que sea estoy contemplando se lleva mis coordinación y mi entendimiento. Una replica por proximidad del azote del miedo de Leah.¿O mi propio y particular Terremoto?
La escalera y escapar de ese horror me ocupan casi al completo lastimándome al gatear de espaldas sin mirar hacia donde voy. No quiero pensar, apenas puedo, pero una voz al otro lado del océano de pánico que me anega clama por no perder la oportunidad. Quizás mi juicio este mas allá de un punto de equilibrio o quizás este instante lo decante hacia una posición sin vuelta atrás, pero resuena en la razón que es un pecado el que llama al infierno. La lógica, la cordura, el deber y la fe me piden que le pregunte a Odelia el Por que de ese sacrilegio.
En mi frenética huida me es neblinoso recordar si ni siquiera pensé en decirlo y menos si mi boca es capaz de articular esa única pregunta, en un tono de interrogación o mas plausiblemente de furia, dirigida hacia la locura que estoy viendo y que no se si puede y quiero que pueda contestar.

Cuando Leah entró en la casa, el grito resultaba audible. Habría pensado que alguien gritaba de verdad, un grito agudo, que llegaba a doler en los tímpanos y que helaba la sangre. Al traspasar el salón los dos policías de uniforme, aunque visiblemente incómodos, no estaban aterrorizados. No, ellos no lo oían.

Pero cuando Leah bajó las escaleras se encontró a su compañero dentro de la habitación del pánico, levantándose del suelo. Frente a él, el cadáver de Odelia gritaba levantando una de sus manos.

Daniel había recuperado la compostura y mal que bien pudo hablar.