Partida Rol por web

11 de Narbeleth.

 Última hora de la tarde, lleva todo el día lloviendo a cántaros y el camino del este está enfangado, así como tus botas.

 Quedan pocos vestigios del antiguo reino de Arnor, pero uno de ellos es la Última Posada. Esta posada es un refugio de piedra relativamente modesto, el lugar de descanso más al este del antaño muy transitado camino. Es el refugio de pastores, cazadores, viajeros y trotamundos que viven o viajan por Rhudaur. La posada, sin competencia alguna de pueblos o aldeas cercanos, sirve como núcleo del comercio y la cultura locales.

 El complejo en forma de U de la posada se compone de un edificio de dos plantas con establos y chamizos de madera anexos. Al llegar a la puerta principal la encuentras cerrada, con una tabla de madera apoyada en ella dónde alguien ha escrito de forma rudimentaria en oestron Detrás y una flecha como remarcando la idea a los que no saben leer ni escribir.

 Das la vuelta al edificio principal y encuentras un patio de hierba que el otoño no ha marchitado, dónde se encuentra a la sombra y bien situado un pozo. Rellenas tu cantimplora antes de acceder a la taberna por la puerta de atrás, esta si abierta.

 Este agradable e íntimo rincón es el lugar predilecto de los lugareños que buscan una animada charla o algo de bebida. Un hogar encendido en la pared izquierda calienta tres mesas grandes rectangulares y dos mesas pequeñas redondas. Una puerta justo en la pared de enfrente parece dar al comedor, ahora cerrado. A tu izquierda puedes ver dos grandes ventanas por las que la lluvia repiquetea lentamente. Un posadero quizá demasiado grueso para su oficio se apresura a servir cerveza y vino entre las mesas.

 En una de las mesas pequeñas se encuentra una anciana hablando con quien parece ser un cazador, ambos montañeses. En la otra mesa pequeña hay un hombre vestido con una cota de mallas y una espada que parece más un burgues que un campesino, si bien no lleva ningún emblema. Una de las mesas largas y rectangulares está ocupada por tres pastores edorianos que beben con sus cayados apoyados junto a ellos, cerca del fuego. 

11 de Narbeleth.

 Última hora de la tarde, lleva todo el día lloviendo a cántaros y el camino del este está enfangado, el caballo tiene las pezuñas llenas de barro y jadea cansado. Es el momento de buscar refugio.

 Quedan pocos vestigios del antiguo reino Dunedain, pero uno de ellos es la Última Posada. Esta posada es un refugio de piedra relativamente modesto, el lugar de descanso más al este del antaño muy transitado camino. Es el refugio de pastores, cazadores, viajeros y trotamundos que viven o viajan por Rhudaur. La posada, sin competencia alguna de pueblos o aldeas cercanos, sirve como núcleo del comercio y la cultura locales.

 El complejo en forma de U de la posada se compone de un edificio de dos plantas con establos y chamizos de madera anexos. Al llegar a la puerta principal la encuentras cerrada, con una tabla de madera apoyada en ella dónde alguien ha escrito de forma rudimentaria en oestron Detrás y una flecha como remarcando la idea a los que no saben leer ni escribir.

 Das la vuelta al edificio principal y encuentras un patio de hierba que el otoño no ha marchitado, dónde se encuentra a la sombra y bien situado un pozo. Desmontas y rellenas tu cantimplora del agua del pozo antes de encaminar a Viento de Fuego hacia los establos. Observas los diferentes chamizos dónde hay alojados cuatro caballos de monta y un percherón. También hay un granero y lo que parece ser una forja o taller. Localizas un establo libre y atas a tu montura.

 En ese momento te sobresalta un ruido y te das cuenta de que hay un chaval campesino, de unos ocho o diez años detrás de ti. ¿Cuanto tiempo lleva ese niño ahí? ¡Maldita sea! Si fuera un enemigo ya estarías en apuros...

 Hola. Te saluda en Oestron. Bonito caballo. Necesitará agua... y avena. ¿Quieres que lo cepille? Tiene las crines muy enredadas.

 El niño trae un pesado cubo de agua limpia para el caballo y te sonríe a pesar del esfuerzo. Es evidente que la gente dura de estas tierras duras estan acostumbradas a trabajar desde bien jóvenes.

El grueso tabernero se acerca a ti con la bandeja ya vacia, sudoroso y te pregunta en Oestron:

¿Qué se le ofrece? ¿Puedo ofrecerle una jarra? ¿Cena? ¿Alojamiento? Si desea darme su capa, se la pondré a secar cerca del fuego.

El hombre parece un campesino común, originario de la zona.

La lluvia nos había sorprendido por el camino. Espoleando suavemente a Viento de Fuego avanzamos por el camino buscando cada vez con más ansiedad un sitio para guarecernos. Las luces tintineantes a lo lejos parecían haber surgido debido a mis plegarias. Acaricié suavemente las crines de mi caballo, dándole ánimos para cabalgar un poco más hasta el deseado refugio.

Una vez dentro, después de rellenar mi cantimplora y encaminar a Viento de Fuego hasta su merecido descanso en el establo, una voz me sobresaltó. Un crío que no levantaba un palmo del suelo estaba allí, ofreciendo los servicios que estaba acostumbrado a recitar a los recién llegados para cuidar del caballo. Miré las crines de Viento de Fuego, tampoco era para tanto, pero claro, en la exageración se consigue el dinero, y no me encontraba con ánimos de ser tan miserable como para racanearle unas pocas monedas a ese pobre muchacho.

Asentí con la cabeza a lo que me decía con un deje de impaciencia, mientras me quitaba los chorreones de agua que caían por mi cara con la mano, en un intento de ver mejor al crío que acarreaba un cubo de agua más grande que él mismo. Luego busqué en mi bolsa unas monedas y se las tendí en la mano, añadiendo dos monedas de estaño más de la cuenta.

- Sí, cepíllalo, y dale agua y comida - le ordené con voz autoritaria, mientras ataba al caballo al poste dentro del establo. Le di unas palmadas en el costado para tranquilizarlo y dejarlo a los cuidados del chico - ¿por dónde se entra en la posada? - pregunté al chico mientras éste atendía a mi caballo, esperando que con el dinero extra que le había dado se encontrase aún más servicial y comunicativo que antes.

Dinehdhel tomó asiento en una mesa apartada, pero cercana a la chimenea. Quería secarse un poco y entrar en calor. Cuando el tabernero se le acercó, sin mirar apenas le indicó.

Vino y cena pareció quedarse pensativo unos segundos, pero finalmente añadió Y alojamiento.

No le apetecía andar toda la noche, Rivendel seguiría en su sitio al amanecer del siguiente día y tampoco le azuzaba ninguna prisa.

 El muchacho vacía el cubo en el abrevadero y Viento de Fuego se pone a beber plácidamente. El chico saca un tamburete de no se sabe dónde y se sube a el para, con un peina largo que lleva en el bolsillo trasero del pantalón, peinar las crines del caballo cuidadosamente.

 Sólo tiene que cruzar el patio, señora...  sonríe, mientras cepilla el largo pelo de Viento de Fuego Encontrará enseguida la puerta de la taberna, la única abierta a esta hora. Allí estará mi padre, él le pondrá una buena jarra de vino si usted quiere... o cerveza, si es más de su gusto.

 Asientes y te echas de nuevo la capucha por encima, mientras te diriges de nuevo a la lluvia. Escuchas silbar al mozo, contento con su vida a pesar de su dureza. Crees que dejas a tu montura en buenas aunque pequeñas manos. 

 Tras la puerta trasera del edificio de piedra, al otro lado del patio, se oyen risas y se ve luz. Sin duda, es la taberna.

11 de Narbeleth.

 Última hora de la tarde, lleva todo el día lloviendo a cántaros y el camino del este está enfangado, el caballo tiene las pezuñas llenas de barro y jadea cansado. Es el momento de buscar refugio.

 Quedan pocos vestigios del antiguo reino de los hombres, que una vez fue próspero y hermoso, pero uno de ellos es la Última Posada. Has oído hablar a muchos nómadas y peregrinos de esta posada en tus viajes, aunque nunca has estado antes. Es un refugio de piedra relativamente modesto, el lugar de descanso más al este del antaño muy transitado camino. Es el refugio de pastores, cazadores, viajeros y trotamundos que viven o viajan por Rhudaur. La posada, sin competencia alguna de pueblos o aldeas cercanos, sirve como núcleo del comercio y la cultura locales. Quizá puedas tocar en ella para ganar unas monedas.

 El complejo en forma de U de la posada se compone de un edificio de dos plantas con establos y chamizos de madera anexos. Al llegar a la puerta principal la encuentras cerrada, con una tabla de madera apoyada en ella dónde alguien ha escrito de forma rudimentaria en oestron Detrás y una flecha como remarcando la idea a los que no saben leer ni escribir.

 Das la vuelta al edificio principal y encuentras un patio de hierba que el otoño no ha marchitado, dónde se encuentra a la sombra y bien situado un pozo. Desmontas y acompañas al animal hacia los establos. Observas los diferentes chamizos dónde hay alojados cinco caballos de monta y un percherón. También hay un granero y lo que parece ser una forja o taller. Ves a un cachorro de humano, que no puede tener más de 20 o 30 años...o lo que sea eso en equivalente de hombre, cepillando uno de los caballos. Parece que hay un sitio al lado de ese noble bruto, por lo que entras en el chamizo dónde está el chico y atas tu caballo al lado del que está peinando.

 Hola, señor

 El niño habla un fluído Oestron y parece educado. Se levanta nada más verte y se inclina un poco para recibirte.

¿Viene usted de las montañas azules? ¿Ha visto dragones? mira a la montura ¡Que caballo tan grande, ¿no es muy grande para usted? ¿Quiere que se lo cepille? ¿Avena o grano?

 Te sorprende el comentario, pues el cachorro humano debe tener la misma altura que tú y la mitad de peso. De todos modos, no parece querer ofender. En seguida busca un enorme cubo de agua y trae agua limpia para el caballo, vaciando el cubo en el abrevadero de tu montura.

11 de Narbeleth.

 Última hora de la tarde, lleva todo el día lloviendo a cántaros y el camino del este está enfangado, así como tus botas.

 Quedan pocos vestigios del antiguo reino de los Dunedàin de Arnor, pero uno de ellos es esta Última Posada. Este lugar es un refugio de piedra relativamente modesto, el lugar de descanso más al este del antaño muy transitado camino. Es el refugio de pastores, cazadores, viajeros y trotamundos que viven o viajan por Rhudaur. La posada, sin competencia alguna de pueblos o aldeas cercanos, sirve como núcleo del comercio y la cultura locales.

 El complejo en forma de U de la posada se compone de un edificio de dos plantas con establos y chamizos de madera anexos. Al llegar a la puerta principal la encuentras cerrada, con una tabla de madera apoyada en ella dónde alguien ha escrito de forma rudimentaria en oestron Detrás y una flecha como remarcando la idea a los que no saben leer ni escribir.

 Das la vuelta al edificio principal y encuentras un patio de hierba que el otoño no ha marchitado, dónde se encuentra a la sombra y bien situado un pozo. Rellenas tu cantimplora antes de acceder a la taberna por la puerta de atrás, esta si abierta.

 Este agradable e íntimo rincón es el lugar predilecto de los lugareños que buscan una animada charla o algo de bebida. Un hogar encendido en la pared izquierda calienta tres mesas grandes rectangulares y dos mesas pequeñas redondas. Una puerta justo en la pared de enfrente parece dar al comedor, ahora cerrado. A tu izquierda puedes ver dos grandes ventanas por las que la lluvia repiquetea lentamente. Un posadero quizá demasiado grueso para su oficio se apresura a surtir de cerveza y vino las mesas.

 En una de las mesas pequeñas se encuentra una anciana hablando con quien parece ser un cazador, ambos montañeses. En la otra mesa pequeña hay un hombre vestido con una cota de mallas y una espada que parece más un burgues que un campesino, si bien no lleva ningún emblema. Una de las mesas largas y rectangulares está ocupada por tres pastores edorianos que beben con sus cayados apoyados junto a ellos, cerca del fuego. En otra de las mesas largas, observas a un montaraz embozado en su capa y tomando una jarra de vino, sólo en una mesa grande. La otra mesa rectangular, la más lejana al fuego, parece vacía.

 El buen hombre vuelve con una generosa jarra de vino tinto. Es dulzón y especiado, no se parece en nada al caldo que sirven en Rivendel, pero ¿que se le va a hacer?

 La cena todavía se está haciendo, señor. Mi esposa avisará a los clientes cuando sea la hora de entrar al comedor.  Sin embargo, el buen hombre cobra por adelantado. Le entregas dos monedas de cobre y él te devuelve dos monedas de estaño en concepto de cambio. La habitación común esta abierta, hay dos, en realidad, pero en una se ha instalado una família de mercaderes, si usted elige la de la izquierda conforme sube al piso de arriba, creo que estará sólo, de momento. Y tranquilo.

 El buen hombre te sonríe como disculpándose de no poder ofrecer mejor alojamiento y se aleja, para atender a los pastores. En ese momento, entra un hombre por la puerta que da al patio, llega mojado y embarrado como tu. Lleva un arco y un pequeño bastón, pero no parece anciano, si no todo lo contrario. Además, es muy alto... ¿será posible?

Asiento ante sus indicaciones, echándole un último vistazo a Viento de Fuego antes de adentrarme de nuevo en la lluvia.
Observo la puerta, el calor que desprende del interior invita a entrar y no quedarse más en la fría noche. Entré sin dudarlo más, para encontrarme un ambiente alegre de gente bebiendo y contando historias cada cual más increíble que la anterior. Un hombre en la barra cantaba alegremente mientras un coro alrededor le acompañaba en los estribillos, brindando con enormes jarras cada vez que acababan una canción y comenzaban otra. Me quité la capucha, notando que el suelo de la entrada estaba completamente embarrado de los zapatos de los continuos transeúntes que entraban y salían del lugar. Me acerqué a la barra en cuanto divisé al que creí el tabernero. En cuanto me prestó atención comencé a pedir.
Buenas noches, una jarra de cerveza- pedí directamente, mientras escuchaba mi estómago rugir por encima de la algarabía - Y lo que tengáis para cenar, a ser posible...- dudaba si era aún la hora de cenar por la cantidad de gente que estaba bebiendo aún - ¿tiene alguna habitación para pasar la noche?- terminé, buscando mi bolsa para pagar la bebida, cena y alojamiento para esa noche.

En su mejor y más formal Oestron, Fjalar saluda al chico y cansado de un viaje que parecía no tener final ni objetivo agradece encontrar posada tanto para él como para su montura;

Saludos chico. Ya pensaba que tendría que pasar la noche cerca de esos malditos caminos. Mi nombre es Fjalar, hijo de Thorgrim. ¿A quién tengo el placer de saludar? Y si no es molestia, podría pedir hospedaje o al menos una comida caliente? Un viaje como el mío hace mella hasta en los cuerpos más recios.

El chico parece confundido, puede que Fjalar se haya pasado de formalidad 

Perdona, quería saber si dejaríais que mi montura, quiero decir, mi caballo duerma junto a estos. Ese establo parece cómodo, aunque espero dormir incluso mejor que el caballo! Y algo más que forraje para llenar esta panza!

Supongo que no soy el único en la posada, cosa que me alegra. Más que por el confort de una buena cama, ya hay ganas de desempolvar la flauta y quizás cantar algo con quien se atreva. Puede que hasta consiga alguna moneda o dormir sin gastar nada de ese oro que tanto le gusta tener en el bolsillo. 

Chico, mete el caballo junto a los demás, voy a entrar a ver si en esta posada tienen cerveza digna de un enano. Toma estas 4 monedas de estaño y trata al caballo lo mejor que puedas. Y nada de cosas raras, entendido?

11 de Narbeleth.

 Primera hora de la noche, lleva todo el día lloviendo a cántaros y el camino del este está enfangado, así como tus peludos pies.  Quedan pocos vestigios del antiguo reino de Arnor, pero uno de ellos es esta Última Posada. El lugar es un refugio de piedra relativamente modesto, el punto civilizado más al este del antaño muy transitado camino. Es el refugio de pastores, cazadores, viajeros y trotamundos que viven o viajan por Rhudaur. La posada, sin competencia alguna de pueblos o aldeas cercanos, sirve como núcleo del comercio y la cultura locales.

 El complejo en forma de U de la posada se compone de un edificio de dos plantas con establos y chamizos de madera anexos. Al llegar a la puerta principal la encuentras cerrada, con una tabla de madera apoyada en ella dónde alguien ha escrito de forma rudimentaria en oestron Detrás y una flecha como remarcando la idea a los que no saben leer ni escribir.

 Das la vuelta al edificio principal y encuentras un patio de hierba que el otoño no ha marchitado, dónde se encuentra a la sombra y bien situado un pozo. Rellenas tu cantimplora antes de acceder a la taberna por la puerta de atrás, esta si se encuentra abierta.

 Este agradable e íntimo rincón es el lugar predilecto de los lugareños que buscan una animada charla o algo de bebida. Un hogar encendido en la pared izquierda calienta tres mesas grandes rectangulares y dos mesas pequeñas redondas. Una puerta justo en la pared de enfrente parece dar al comedor, ahora cerrado. A tu izquierda puedes ver dos grandes ventanas por las que la lluvia repiquetea lentamente. El que parece el posadero atiende a un hombre tremendamente alto y delgado que lleva aún una capa mojada, que oculta su rostro, un arco y un bastón.

 En una de las mesas pequeñas se encuentra una anciana hablando con quien parece ser un cazador, ambos montañeses. En la otra mesa pequeña hay un hombre vestido con una cota de mallas y una espada que parece más un burgués que un campesino, si bien no lleva ningún emblema. Una de las mesas largas y rectangulares está ocupada por tres pastores edorianos que beben con sus cayados apoyados junto a ellos, cerca del fuego. En otra de las mesas largas, observas a un montaraz embozado en su capa y tomando una jarra de vino, sólo en una mesa grande. La otra mesa rectangular, la más lejana al fuego, parece vacía.

Justo detrás del último visitante, entra a la taberna un extraño mediano con una armadura de cuero, una ballesta y una espada corta envianada al cinto. ¿Quien es este visitante extraño? ¿Un pequeño guerrero del mundo mágico de las hadas y los duendes?

Mis pasos me llevan a entrar a la taberna, por la parte de atras, me resulta curioso que se acceda al local desde atras, aunque el pequeño patio resulta agradable, me acerco hasta el pozo y relleno la cantimplora mientras observo los alrededores.
No parece estar nada mal, tampoco es que haya mucho mas para elegir y despues de la lluviosa tarde de camino que he soportado, no hay duda de que agradeceré el tener un tejado sobre mi.

Accedo a la posada y una vez dentro, retiro mi capucha hacia atras sacudiendome el agua qye se ha acumulado en mi sobretodo de encima, oteo la sala y rapidamente encuentro una mesa vacia, me dirijo a ella con pasos seguros y largos.
Mientras camino haca la mesa, veo una figura pequeña detras mia por el rabillo del ojo, sin embargo, pensando que será un enano, continuo hacia la mesa que he elegido.

Dinedhel examinó al alto recién llegado, había algo extraño en él que no cuadraba con su indumentaria. Miró con detenimiento, mientras bebía vino de su copa. No se preocupo de parecer interesado, si le molestaba que le mirasen estaba en el lugar equivocado.

 El grueso posadero consigue avanzar hacia a ti al poco de tomar asiento.

 ¿Es usted elfo, verdad? te dice observando tus rasgos y tus largas orejas, con dsimulada sorpresa ¿Puedo ofrecerle una jarra de vino? Beben ustedes vino, ¿verdad? O quizá haya alguna otra cosa en que pueda servirle...

 El campesino parece simple, pero solícito, dispuesto a ayudar en lo que se le pida.

 Tras sentarte a la mesa y despachar al tabernero, observas al montaraz solitario de la otra mesa larga. Sí, estas seguro de que se trata de un elfo, igual que tú. Bueno, igual no, pero no sabrías decir de que tipo de elfo se trata.

Detrás del hobbit, cuando este aún esta esperando a ser atendido, una mujer mojada y vestida como un montaraz, armada con un arco compuesto y una armadura de cuero entra en la sala, interpelando al tabernero directamente, como si en la sala no hubiese nadie más.

 Entras en lo que el niño ha llamado la "taberna". Este agradable e íntimo rincón es el lugar predilecto de los lugareños que buscan una animada charla o algo de bebida. Un hogar encendido en la pared izquierda calienta tres mesas grandes rectangulares y dos mesas pequeñas redondas. Una puerta justo en la pared de enfrente parece dar al comedor, ahora cerrado. A tu izquierda puedes ver dos grandes ventanas por las que la lluvia repiquetea lentamente. Un posadero quizá demasiado grueso para su oficio se apresura a atenderte.

 ¿Se ha mojado mucho? ¿Me da la capa? La dejaré cerca del fuego, para que se seque.

 Miras a tu alrededor mientras balbuceas que quieres cerveza, cena y alojamiento. En una de las mesas pequeñas se encuentra una anciana hablando con quien parece ser un cazador, ambos montañeses. En la otra mesa pequeña hay un hombre vestido con una cota de mallas y una espada que parece más un burgues que un campesino, si bien no lleva ningún emblema. Una de las mesas largas y rectangulares está ocupada por tres pastores edorianos que beben con sus cayados apoyados junto a ellos, cerca del fuego. Las otras dos mesas grandes y rectangulares estan ocupadas una por un elfo con aspecto de viajero y la otra por un montaraz embozado en su capa. En medio de la sala hay un hobbit armado con una espada y una ballesta, que parece algo perdido.

 Sientese dónde pueda, ahora le traeré la jarra de cerveza. resuella el camarero que ya oye su nombre en la boca de los pastores cercanos al fuego. La cena se servirá en breve en el comedor. Mi mujer les avisará.