Partida Rol por web

 El hábil montaraz no tardó en encontrar las huellas del joven Cyrion. Sus pasos se dirigían al agua del río. Al no encontrar la barca, había decidido volver a nado. Sin embargo, no había llegado muy lejos, del otro lado de la lengua de fango que corría pareja a la muralla, podía verse el fango removido. Justo al lado de la brecha en el muro que, con suficiente habilidad, permitía pasar del exterior al patio interior trasero. Y a la inversa.

 Era justo el camino que habían seguido en su primera exploración a la torre.

 Elendin cruzó el muro de un salto, encontrándose justo dentro de la muralla derruida. Allí acababa de llegar también un joven. Prácticamente se encontraron cara a cara. Era Ciryon.

 ¿Qué estas haciendo aqui? ¿Quién eres tú? no parecía ubicarla, ya que a penas se habían visto antes. 

 Hirii llegó poco después que ella, al parecer la había seguido. Le preguntó si avisaba a los demás.

 No importa. dijo el nieto de la joyera con una sonrisa demente y la mirada perdida No saldréis con vida de aqui.

 Y sin mediar más palabra se abalanzó hacia adelante, fallando la primera estocada. 

 Rudigar subió saltando alegremente entre las fisuras del muro como si fuesen escalones amplíos y bien definidos. No tardó en llegar arriba, eligiendo una buena posición y cargando su ballesta, listo para usarla si había problemas. 

 Entre tanto, noldo y naugrim escalaban la pared en paralelo. El enano se dobló un dedo que le hizo gruñir de dolor y perder la competición frente al elfo, que llegó antes que él. Una pequeña humillación que por fortuna no le había hecho caer del muro.

 Para tener todos los frentes cubiertos, Hirii y Elendin se fueron por la muralla rota, al nivel de suelo, despareciendo entre el angosto agujero en el muro.

Al subir al muro escucharon palabras abajo, justo más allá del agujero por el que habían entrado Hirii y Elendin. Podrían estar hablando entre ellos. Pero entonces escucharon el sibiloso sonido de un arma de filo al salir de una vaina y jadeos entrecortados, seguidos por pasos apresurados. 

 Quizá habían elegido mal, después de todo...

─¡Maldición! ¿Habéis oído? ¡Hay que volver a bajar, Elendil y Hirii están en peligro! ─susurró el hobbit sin perder tiempo en volver a bajar.

Las gráciles manos y curtidos pies de Rudigar comenzaron a hacer el viaje de regreso hacia el suelo a toda la velocidad que, razonablemente, podía. Una vez más iban contra-reloj, una vez más las vidas de sus compañeros corrían peligro. El pequeño ballestero, en estas situaciones, no se lo pensaba y actuaba.

Dar alcance al objetivo y esperar que los azares del destino llevaran al muchacho a rendirse, aunque después de perder AA varias personas que saliera airoso de aquello no iba a ser una opción, Cyrion debería ser sentenciado por intento de robo como poco...

No obstante tenían que pasar ese camino embarrado y el barro... Es más de orcos que de silvanos.

El mago lamentó haber oído los sonidos de pelea una vez ha llegado al muro, mas antes de que pudiera elaborar un plan de acción, el pequeño hobbit se lanzó sin pensar al suelo de nuevo, descendiendo a una velocidad vertiginosa. Sin embargo él no estaba convencido de que fuese una buena idea, por lo que le dijo al mediano y al enano:

-Yo seguiré por aquí arriba, con mi arco puedo hacer cobertura desde arriba de la muralla y así evito exponerme a la lucha física -expuso esperando poder ayudar desde la altura en la lucha- además, si aún quedase alguna sorpresa más, es mejor tener todas las vías cubiertas -aclaró teniendo claro que seguía siendo necesario cubrir todos los frentes.

Finalmente, dejó en manos del naugrim si acompañarle a él o al hobbit.

Iba detrás de Elendorn. Intentando no revolverme entre el fango. Pero el Silvano parecía confundido. De modo que lo adelanté y traté de divisat al joven al otro lado del muro derruido.
No me asomé mucho. Si creía que nos habia perdido quizás pudiesemos soprenderle por otro lado.

El enano bufó. Había subido hasta allí con dificultad y ahora tendrían que volver a bajar... El destino se la jugaba una vez más. Buscó, sin embargo, una alternativa a convertirse en una cabra montesa. Quizá, ya que habían subido, bajar por las escaleras de la torre sería lo más apropiado...

-Yo buscaré las escaleras y bajaré rápido -dijo el enano convencido de que debía haber una salida más civilizada que tirarse al vacío... de nuevo.

 Elendin no deseaba realmente matar al muchacho. Sólo tenía que retenerlo hasta que llegasen los refuerzos. Hirii ya había ido a avisar. Así que la montaraz se concentró en la defensa, lanzando débiles ataques para mantenerlo entrenido y enfadado. Sin embargo, en uno de esos, el chico era tan torpe luchando que prácticamente se rajó él sólo contra el filo de Elendin sobre su pecho. Aunque llevaba un peto de cuero, la herida sangraba y se notaba que le dolía a horrores.

 ¡Te mataré por esto! ¡Brujaa!!!

 Fuera de sí, el joven lanzaba ciegas estocadas que Elendin, que había embrazado escudo y que empuñaba firmemente su espada mágica, podía bloquear con facilidad.

 Rudigar dejó atrás a sus compañeros, en la muralla, y velozmente bajó por el muro de piedras. Su instinto recordaba múltiples asideros y apoyos de la subida de hacía un momento y estuvo de nuevo en el patio en pocos segundos. Se acerco ballesta en mano al muro, dónde se cruzó con Hirii que lo cruzaba de regreso en ese momento.

 ¡Es Cyrion! gritó en cuanto vió a Rudigar, señalando el lugar del que venía Está ahí con Elendin. Nos ha atacado...

 El sobrino de la joyera se había desesperado finalmente y se había decidido a atacar. Debía hacer algo rápidamente, ¿pero qué?

 Y esta vez no había gente grande para decidir. Hirii era sólo un palmo más alto que él mismo.

 Fjalar dejó atrás a Tirlindë y se encaminó hacia la torre. Efectivamente, la puerta que daba acceso al tercer piso de la misma estaba abierta y despejada. Entró justo debajo del torreón y bajó las escaleras hasta la segunda planta, la que estaba dividida en dos partes por un muro. En la segunda habitación que visitó se encontró con el cuerpo del marinero con pata de palo. 

 Parecía inconsciente o muerto. ¿Debía quedarse e investigar más o seguir corriendo hacia abajo en busca de la puerta de acceso a la torre?

 Tirlindë desenfundó su arco y lo cargó, sin embargo no se veía ninguna lucha en la torre. Rudigar bajó escalando el muro en dirección al patio interior y Fjalar cargó hacia la torre, entrando por la puerta que daba al muro dónde se encontraban.

 Oteó el horizonte. Demasiado silencio y demasiada tensión. ¿Qué estaba pasando? Se habían esparcido por doquier, ¿dónde se ocultaba ese ladronzuelo traidor?

 Ragnar se concentró en pasar el barro, llegando hasta la mitad o más del camino. Elendorn a penas se había ensuciado las botas pero se concentró más en escuchar que estaba pasando a su alrededor.

 Desde la distancia, Elendorn puede escuchar la voz de Cyrion, del otro lado de la brecha en el muro a la que se dirigen Ragnar y él:

 ¿...tas haciendo aqui? ¿Quien eres tú?

 Y luego el desenvainar de armas, para a continuación, la misma voz:

 No importa.

 Se escucha el ruido de un combate a espada. Golpes y contra golpes y un alarido de dolor. 

 ¡Te mataré por esto! ¡Brujaaa!! grita el sobrino de la joyera antes de lanzarse de nuevo al ataque.

 Debían darse prisa.

Debían apresurarse, escuchaba el inicio del combate lo que significaba que; 1, estaban a unos pasos de cyrion, 2, este aún vivía, y 3, si no lo alcanzaban pronto entregarían un cadáver a la anciana...

- está luchando contra una mujer y ha sido herido... Solo se me ocurre Elendin, esa muchacha mediaoreja se ha ganado a pulso sus armas... Ves desenvainando tu arma, pero porfavor intenta que el chico se rinda, no me gustaría entregar un muerto a la anciana y puede que ni siquiera haya cogido aún la tiara...

Rudigar asintió al niño humano, asumiendo la carga que portaba. Su mensaje era claro, tanto como la necesidad de su grupo. Decidido, el hobbit arrancó a correr en la dirección que indicaba Hirii, ballesta preparada, eso sí, para ser disparada en cualquier momento.

Sus rápidos y desnudos pies se deslizaban por el suelo con presteza y, como pasaba en los de su raza, con sigilo natural, aquel que daba el ir descalzo y pesar menos de la mitad de lo que un humano normal. Iba tenso, preocupado, pero no ajeno al mundo que le rodeaba. Era muy importante estar atento a lo que apareciera en su campo de visión o a los ruidos que pudieran guiarle hacia sus amigos.

No se lo perdonaría si llegaba demasiado tarde, pero si llegaba a la boca del lobo tampoco serviría de mucho...

El noldo sintiéndose algo perdido se dedicó a escudriñar minuciosamente su entorno mientras se dirigía a la torre, estaba claro que allí estaba pasando algo, y saber dónde, es vital para empezar a solucionar todo aquel embrollo.

Así pues, haciendo uso de sus elevados sentidos eldar se aseguró de que nada quedara fuera de su aguda vista y su infalible oído.

Hirii había ido a por ayuda, y allí no había rastro de Ragnar y Elendorn. Si no fuera porque la habilidad de este chico era pésima, se temeria lo peor.

- ¿Por qué? - le preguntaba una y otra vez con la intención de entretenerlo lo suficiente hasta que llegasen sus amigos - ¿qué sentido tiene todo esto? ¡responde!

Pasase lo que pasase, no pensaba dejarlo ir con la tiara.

Me di la vuelta en cuanto Ele me advirtió de lo que sucedía. No había tiempo que perder. Con presteza desenvainé mi jabalina y me asomé al muro para comprobar la situación. Si era posible intentaría pillar al joven desprevenido. Solo así podría reducirlo con seguridad. Los vendajes todavía estaban empapados en sangre, tampoco podia exponerme a una nueva batalla.