Partida Rol por web

El enano vio al viejo de la pata de palo caído en el suelo y decidió continuar. Sus compañeros podían estar en peligro y no era el momento de pararse a ver si el anciano respiraba.

Rápidamente cogió las escaleras y corrió esperando encontrar a sus compañeros y poder ayudarles.

 Con la ballesta cargada, Rudigar se asomó al muro. 

 Efectivamente, del otro lado, espadas y escudos en mano, Cyrion y Elendin se enfrentaban en un duelo singular. Entre los muros de lo que había sido la muralla de la fortaleza, entre cascotes derruidos y muebles arruinados.

 Sin embargo, no parecía que Elendin, pese a estar herida, fuese a perder aquel combate...

 ¿Por qué? le gritó Elendin mientras intercambiaban espadazos ¿qué sentido tiene todo esto? ¡responde!

 Rojo de ira, Cyrion le respondía:

 ¿Es que no ves dónde estamos? ¡Esta ciudad es una cloaca! le gritó Con el dinero del rescate, pagado por los líderes corruptos de esta ciudad, podría largarme.... ¡lejos! ¡Sin el insufrible de mi hermano y esa vieja loca!

 Se asomó por el muro y observó el duelo que sucedía del otro lado. Espadas y escudos en mano, Cyrion y Elendin se enfrentaban en un duelo singular. Entre los muros de lo que había sido la muralla de la fortaleza, entre cascotes derruidos y muebles arruinados.

 Sin embargo, aunque se movían constantemente, Cyrion no pareció apreciar la posición de Ragnar. Estaba totalmente concentrado en el combate.

 ¿Por qué? le gritó Elendin mientras intercambiaban espadazos ¿qué sentido tiene todo esto? ¡responde!

 Rojo de ira, Cyrion le respondía:

 ¿Es que no ves dónde estamos? ¡Esta ciudad es una cloaca! le gritó Con el dinero del rescate, pagado por los líderes corruptos de esta ciudad, podría largarme.... ¡lejos! ¡Sin el insufrible de mi hermano y esa vieja loca!

 Y después siguieron combatiendo.

 Cyrion, al verse herido, embrazó su escudo, que llevaba colgando en su espalda.

 Elendin se decidió entonces a atacar con todo, pero el joven pudo bloquear el golpe ahora con su escudo. 

 Cuando Elendin le preguntó los motivos, rojo de ira, Cyrion le respondó:

 ¿Es que no ves dónde estamos? ¡Esta ciudad es una cloaca! le gritó Con el dinero del rescate, pagado por los líderes corruptos de esta ciudad, podría largarme.... ¡lejos! ¡Sin el insufrible de mi hermano y esa vieja loca!

 Luego, saliendo de detrás de su escudo, le propinó un tajo bajo, justo a la rodilla, con su espada corta.

 Tirlindë fue a dirigirse a la torre, siguiendo los pasos de Fjalar, cuando captó gritos y el ruido de entrechocar de espadas.  

 No importa. era una voz inquietante, monocorde... hasta que se convirtió en un grito de dolor  ¡Te mataré por esto! ¡Brujaaa!! 

 El sonido provenía de abajo, en el espacio entre muros que daba al exterior del muro que llevaba hasta la torre. Por dónde había ido Elendin y luego Rudigar. 

 ¿Por qué? esa era la voz de Elendin ¿qué sentido tiene todo esto? ¡responde!

  Elendin debía estar en apuros. Se escuchaban los ruidos de un combate. Retrocedió sobre sus pasos, de regreso al patio exterior.

 ¿Es que no ves dónde estamos? ¡Esta ciudad es una cloaca! gritaba el muchacho, seguramente el sobrino de la joyera, loco de rábia Con el dinero del rescate, pagado por los líderes corruptos de esta ciudad, podría largarme.... ¡lejos! ¡Sin el insufrible de mi hermano y esa vieja loca!

 Debia apresurarse.

 Fjalar bajó los escalones de la torre saltándo prácticamente de dos en dos. Llegó a la planta baja y allí se encontró con la puerta que daba al exterior abierta. Salió rápidamente de la torre y pudo ver a Elendorn, cruzando un cenagal en dirección a la brecha en el muro.

 Precisamente en dicha brecha, se encontraba asomado Ragnar. Parecía dispuesto a pasar del otro lado, desde dónde llegaban los ruidos de un combate.

 Si quería llegar hasta sus amigos, Fjalar debía embarrarse. 

El Silvano se acercaba a su destino preparando arco y flecha por si hubiera alguien a quien disparar, o a quién dar un ultimátum esperando su rendición. A esas alturas ya no sabía si lograrían llevar vivo al muchacho, pero si no lo intentaba se arrepentiría...

Me moví con rapidez. No habia tiempo que perder. El chico no me habia visto, así que podía aprovechar el momento para acercarme a él e intentar reducirlo.
No sería fácil. Elendin y él se debatían en un duelo peligroso. Si no andaba con cuidado probaría el acero de sus filos.

─Ahí estás. Espera un momento, Elendin, no permitiré que ese tipejo te hiera por un mal golpe. Estas cosas son siempre tan rápidas... ─pensó para sí el pequeño ballestero.

Con pasos ágiles y silenciosos el hobbit se deslizó hacia la escaramuza procurando colocarse a la espalda del enemigo, o al menos a un flanco, recortando la distancia que les separaba para asegurarse un tiro limpio y con buen ángulo. Si conseguía acertar al ladrón facilitaría considerablemente las cosas a su compañera y ésta podría completar por fin la misión que se nos había encomendado.

Poco le importaba al sigiloso guerrero lo que dijera Cyrion. Cualquier cosa que dijera no borraría el hecho de que le habían sorprendido con el botín. Ahora podía decir la verdad o mentir, pero en unos segundos tendrían por fin el codiciado tesoro y podrían volver a disfrutar un poco de la vida, descansar, beber una buena jarra de cerveza y comer una buena comida (o dos) y disfrutar de estirar los dedos de los pies sobre una mesa. Los pequeños placeres de la vida que tanto echaba de menos. ¿Cuándo fue la última vez que pudo disfrutar en paz de una buena comida? Sin duda hacía demasiado tiempo.

─¡Func! ─sonó el pivote de la ballesta al fin al salir disparado para atinar a Cyrion.

Fjalar bufó. Estaba agotado por la escalada y la bajada a toda prisa, pero ahora debía atravesar el cenagal para llegar a junto sus amigos y, cada vez más, esto le parecía la típica carrera de obstáculos que algunos hobbits hacían para divertirse.

A punto de caerse en varias ocasiones, el enano avanzó lentamente acercándose a sus compañeros.

A Tirlindë no le gustó ni un ápice el cariz que estaba tomando la conversación que escuchaba. Sin duda había empezado la batalla, y el maldito ladrón había sido localizado. Así pues, y a sabiendas de que la que estaba en peligro era su propia amada, no lo dudó un instante y se dispuso a tomar el camino más corto, esperaba llegar a tiempo, pues aquel sobrino desagradecido estaba entre la espada y la pared y eso era sumamente peligroso...

Un gruñido de dolor se escapó de sus labios, aquel energúmeno iba en serio.

- No te puedo dejar escapar, lo entiendes, ¿no? - intentaba razonar con él, mientras se colocaba en posición de defensa total.

 Elendin le dijo:

 No te puedo dejar escapar, lo entiendes, ¿no? entonces, como si hubiesen sido sus últimas palabras, se desplomó, agotada y desangrándose, a los pies de Cyrion. El malevolo sobrino de la joyera, espada en mano, avanzó hacia ella.

 El joven recibió un virote de ballesta en el pectoral derecho. Atravesó la armadura de cuero y se quedó allí, enterrado, sobresaliendo como un extraño adorno. Cyrion lo miraba como si no acabase de creérselo. 

 Entonces, como surgido de la nada, Ragnar apareció a su espalda e intentó reducirlo. Pese a estar atontado, Cyrion se zafó de su ataque, pero llevándose un duro golpe contra la pared, dándose de bruces con ella.

 El noldo comenzó a bajar del muro que llevaba a la torre. 

 Rudigar y Hirii estaban del otro lado del patio, junto a la brecha en el muro. Rudigar parecía asomado por encima de las rocas, Tirlindë supuso que utilizando su ballesta o quizá la daga arrojadiza. 

 Hirii lo vió bajar del muro y se encaminó hacia él por si necesitaba ayuda.

 Elendin... Elendin está luchando con Cyrion... le informó.

 Escucharon a Elendin decir:

 No te puedo dejar escapar, lo entiendes, ¿no?

 Ragnar se deslizó por el muro hacia el interior, dónde ellos se encontraban. Entonces Elendorn se asomó al muro con su arco y su flecha preparados.

 Del otro lado podía ver como Elendin estaba en el suelo. Ragnar luchaba sin armas contra un sorprendido Cyrion, que intentaba eludir sus ataques. El sobrino de la joyera llevaba espada corta y escudo, así como un peto de cuero en dónde podía verse emerger el virote de una ballesta....

 Fjalar intentaba cruzar el lodazal, pero aquello era como una pesadilla: no avanzaba. Sus piernas cortas se hundían en el sedimento y debía avanzar poco a poco, pues si intentaba apresurarse se dió cuenta de que se hundía más y más. En un momento dado se preguntó si no acabaría antes dándo la vuelta a través de la torre, de nuevo. Sin embargo, ahora ya estaba cerca... sólo un paso más...

Y ahí estaba aún con vida y el Silvano con una sensación de alivio y a la vez de querer impartir justicia, por lo que daría una última oportunidad al crío.

- Cyrion deja el arma y ríndete o tendré que entregar un cadáver a tu abuela, ¿Deseas una flecha entre ceja y ceja? No preguntaré de nuevo!

Dispuesto a disparar si no aceptaba rendirse su misión no le haría parpadear, pese al frío sudor que caía por su sien fruto de la condensación del ambiente que se solidariza con su situación.

Rudigar vio cómo Elendin caía. Sus ojos, los del hobbit, se abrieron como platos. La sangre comenzó a bombearse por todo su ser con tal fuerza que escuchaba sus propios latidos en sus oídos. Ese cerdo traidor de Ciryon había matado a la estimada líder del grupo, a ella, que siempre había tenido una palabra amable, la que menos merecía semejante destino.

Arrastrado por la adrenalina, el pequeño guerrero soltó la ballesta de mala manera y echó mano a su daga mágica, lanzándola con mano experta y pulso firme en un poderoso ademán que la llevó a impactar de pleno en Ciryon. Sólo entonces Rudigar volvió a respirar, repentinamente exhausto.

¿Era su impresión o todo había acabado?

Cuando me incorporé me quedé inmovil.
Observaba a Cyrion perplejo. En cierto modo sentía pena por el muchacho.
Esperé a que respondiese al ofrecimiento de Elendorn, deseando que el chico se rindiese. Ya se había vertido demasiada sangre. El Silvano habia perdido a un viejo amigo....o enemigo. No lo tenia claro, pero el vínculo entre ambos habia sido fuerte. Estaba seguro que no querría arrebatar otra vida aquel día.

En su lugar me acerqué a la joven dunadan que yacía convaleciente en el suelo y examiné sus heridas. Su tez era más palida que de costumbre y el tacto de sus manos destemplado Esperaba que no fuese demasiado tarde para ella.

El mago se temía lo peor, aquel malnacido podía vencer a su amada y encima salir indemne de todo el daño que había provocado. Por lo que sin dudarlo un instante, guardó su arco y su flecha mientras avanzaba y sacó la espada que había obtenido recientemente perteneciente a Lorindol, así como su propio escudo.

El noldo no estaba hecho para el combate cuerpo a cuerpo, pero era un primer nacido y por ende el ser más perfecto en la Tierra Media, por lo que aunque sus artes distaban mucho de estar a la altura de un guerrero mediocre, pensaba jugarse su vida si fuera necesario pues no iba a permitir que aquel despojo humano se saliese con la suya, y menos aún si le había hecho algo a su querida Elendin...

El enano luchaba por llegar a sus compañeros intentando atravesar el cenagal en el que se había metido. Parecía eterno.