Partida Rol por web

El mago encordó otra flecha con velocidad, y al alegato de su amada le dijo al resto de compañeros:

-¡Alto el fuego! pero no bajéis la guardia -expuso para acto seguido mirar al hombre extranjero- tienes 20 segundos para contarnos algo de utilidad, ¿dónde está Cyrion y dónde está la tiara? habla o llévate el secreto a la tumba, 20... 19... -indicó procediendo con la cuenta atrás que podía suponer la diferencia entre la vida y la muerte de aquel tipo, y esperando que la presión del momento le soltara la lengua.

Aquel extraño personaje con acento sureño había sido vencido, él mismo lo reconocía, se rendía.

Por mi bien, pero suelta el arma ─pensó Rudigar, pero no dijo nada, esperando que fuera la gente grande la que hablara. Su experiencia le dictaba que fuera de La Comarca a los hobbits se les tenía tan en cuenta como a los niños. Craso error, claro, pero así era.

En cualquier caso, las pequeñas y habilidosas manos del ballestero del grupo se dedicaron a recargar diligentemente su arma. Si el sureño sólo trataba de ganar tiempo hasta verse con fuerzas para acometer contra sus amigos se encontraría con que los pivotes de ballesta reaccionaban a gran velocidad...

El enano bufó, esperando que el enemigo respondiera las preguntas, aunque esperaba también saber donde estaba la balsa y evitar así que el ladrón escapara con la joya, pero si le encontraban antes de llegar al río todo sería mejor y, quizá, al ver como los compañeros que se había buscado habían acabado mal podrían conseguir su rendición sin más derramamiento de sangre.

 Encendieron un pequeño fuego y pusieron agua a hervir, mientras Ragnar canalizaba la energía del lugar para ayudar a sanar sus heridas. Cuando el agua hubo herbido, pusieron los Thurl y dejaron que infusionaran antes de tomárselos. El té lo ayudó también, pero parecía que después de tanto tiempo habían perdido algo de efectividad.

 Cuando se decidieron a subir, Ragnar lo hizo prácticamente de un salto, apoyando brevemente el pie en la pared para impulsarse. A Elendorn le costó un poco más, teniendo que utilizar manos y pies para poder escalar la pared.

 Cuando llegaron a lo alto de la torre, Ciryon no estaba. Esa vez sí había dejado la cuerda atada a una almena de la torre, que descendía hasta la puerta exterior de la misma, cerca de dónde había estado atada su barca. Seguro que se había llevado una sorpresa poco grata cuando llegó abajo.

 En cualquier modo, no había rastro del muchacho o la tiara.

 Finalmente ante tanta tensión, el tipo guardó la cimitarra en su vaina. Levantó las manos y dijo mirando al elfo que lo apuntaba con el arco.

  Dejé a Cyrion en la Torre de la Gárgola. La última vez que lo vi, estaba en posesión de la joya declaró Sin embargo, yo me daría prisa, estaba con unos elfos bastante salvajes, elfos de los bosques, supongo. Ellos me dejaron marchar para perseguirlo.

 Tras decir eso y asegurándose que no lo iban a matar, se quitó el pañuelo que llevaba tapándole la boca y se vendó la herida del pecho. Aún estaba haciendo esto cuando Hirii apareció por la puerta que daba al patio trasero...

 Hirii parecía también herido y agitado. Si estaban en la puerta, ¿cómo podía venir del patio trasero?

 ¡Ciryon es el ladrón! gritó antes de recuperar el aliento Vuestros compañeros lo estan persiguiendo ahora mismo en la torre solitária que hay al fondo del patio. Tiene la tiara y ha subido hasta el torreón. Puede que Ragnar y Elendorn estén en peligro, ¡daos prisa!

 Entonces observó al harad que acababa de vendar sus heridas.

 ¿Qué haces tú aqui? le preguntó el muchacho ¿No te dijimos que te largases lejos?

 El hombre se encogió de hombros al tiempo que fruncía el ceño.

─¿En peligro? ¡Vamos, dejad marchar al sureño! ¡Hay que salvar a nuestros compañeros! ─exclamó el hobbit echando a correr a toda prisa hacia la torre en cuestión.

Si era Ciryon el ladrón, era un personaje sin escrúpulos, robándole a su propia familia. No le extrañaría nada a Rudigar que, viéndose atrapado como la rata que era, actuase como tal. Se iba a convertir en una persona, muy, muy peligrosa.

El sureño, al parecer, había sido 2 veces vencido, dudaba mucho que fuese a quedarse para una tercera. Al fin y al cabo, bien pensado, lo primero que les había dicho era que le dejaran pasar. Aquel hombre quería irse. Como decía su estimado tío-abuelo Abreth Belinfante, a enemigo que huye, puente de plata.

Al llegar arriba eché un vistazo rápido por si Cyrion habia dejado algo en la torre, y acto seguido miré al silvano.
Vayamos tras él. No podemos dejar que escape

Tirlindë bajó el arco en cuanto el haradrim se rindió y escuchó atentamente su declaración, sin embargo cuando se disponía a actuar, entró el pequeño ladrón y lo miró extrañado "¿qué hacía él allí?" se preguntó para sí, pero tendría que dejar el interrogatorio para otro momento, por lo que mirando a los demás secundó al hobbit diciendo:

-Estoy con maese Rudigar, no hay tiempo que perder -expuso corriendo con el arco aún tensado pero alojado bajo su axila para permitirle un desplazamiento rápido- en cuanto al extranjero, te lo encomiendo a ti Hiri, vigilalo y luego nos cuentas su papel en todo eso -concluyó delegando en el joven aquella responsabilidad que no sabía si cumpliría, pero con el deseo de no dejar ningún cabo suelto.

Fjalar, ante las palabras del muchacho, corrió para buscar a sus compañeros. No tenía intención de permitir que el ladrón se saliera con la suya, sobretodo después de los problemas que le había ocasionado, y, lo que era más importante, no quería que hiriera al resto en su afán de escapar.

 Fjalar, Tirlindë, Rudigar y Elendin cruzaron el patio. Hirii no tardó en seguirlos. 

  Estoy herido y ese tipo es más grande que yo, dejad que se marche si quiere. replicó a modo de explicación Además, quiero ver que los elfos están bien.

 Cuando cruzaron el patio se encontraron con dos opciones para llegar a la torre de la gárgola: salir por el hueco del muro y seguir la lodosa ribera para encontrar la puerta secundária de la torre. O bien escalar la muralla para llegar directamente a la cúspide de la torre.

 Ragnar echó un rápido vistazo a la torre y, no encontrando nada con lo que ayudarse, decidió bajar trepando por el muro. Su habilidad era la de una araña y, en pocos segundos, se encontró abajo, en el lodazal, junto a la puerta de la torre. Podía dar fe que había sido más sencillo bajar por el muro que subir cruzando la torre.

 Elendorn aún evaluaba la situación, frustrado por que el nieto de la joyera se les hubiese escurrido entre los dedos.

El tiempo escaseaba, así como la paciencia del hobbit: estaban en la recta final de su aventura de la tiara y no iban a dejar que el ladrón escapase o, aún peor, acabase con alguno de sus amigos. No lo permitiría, no, bajo ningún concepto.

Armado con una determinación pocas veces vista, Rudigar buscó la ruta más rápida hacia donde les interesaba, se echó la ballesta a la espalda y comenzó a trepar sin dudar. No tardaría en reunirse con sus amigos y ese malnacido de Ciryon se las vería con él...

El noldo lamentó dejar huir a aquel tipo extraño, pero no le quedaba otra, y aunque hubiese sido de utilidad en caso de necesitar un testigo para incriminar a Cyrion, la seguridad de sus compañeros era más importante, por lo que secundando al hobbit se dispuso a tomar la vía más rápida.

No obstante su destreza no era equiparable a la del hobbit que tenía que manejar mucho menos volumen de cuerpo, por lo que aunque no pudo seguirle el ritmo, sí que avanzó con paso seguro...

Debían darse prisa, ubicar al muchacho era vital si no querían complicar la situación, por lo que fue revisando los alrededores mientras reforzaba sus propios vendajes, no quería que la sangre fluyera y desfallecer, por lo que llegar a un acuerdo de rendición sería lo mejor. No solo por evitar el combate, si no porque preferiría no tener que entregar un cuerpo muerto a la anciana...

Al llegar abajo esperé a que Elendorn descendiera. El muchacho habia huido por allí, no habia duda. No era bueno siguiendo rastros, pero las huellas eran evidentes en el barro mojado.
Dejé que Ele guiase la marcha y lo seguí a distancia corta. Debiamoa movernos con rapidez si queriamos darle alcance.

El enano comenzó a escalar tras sus compañeros, más ágiles que él, trastabillando cuando aún no había llegado a la mitad.

"Demonios", pensó mientras trataba de sujetarse en una roca que era demasiado afilada para sus manos. Logró, a pesar del dolor afianzarse y, tras respirar un momento, continúo la cada vez más ardua subida pensando en el dolor que le recorría la palma de la mano.

Esperaba que no se hubiera retrasado demasiado...

Sus compañeros se lanzaron a escalar la torre, mientras Elendin tomó el otro camino. Era más largo, pero quizás le aportase otra perspectiva de la batalla que había arriba, o le proporcionase un lugar desde donde disparar flechas para alcanzar al ladrón. Tan cerca y a la vez tan lejos...