Partida Rol por web

- Stewart, amigo Mike... S,T,E,W,A,R,T...- irrumpió el actor con una sonrisa en la cara, mientras daba unos golpecitos en la espalda del detective a modo de reprimenda -como solían hacer un par de amigos- Es un error ortográfico que se repite en mi familia desde tiempos inmemoriales...- argumentó con tono pedante

Con el detective privado a la cabeza, se acercaron por la senda que se bifurcaba para adentrarse más en aquel espeso jardín bajo la creciente lluvía, hasta llegar a lo que parecía ser un cobertizo utilizado por el personal de la finca. El edificio era pequeño, de madera y cuya pintura verde que lo cubría estaba prácticamente desconchada. El viento lluvioso soplaba alrededor del cobertizo, arrastrando entre crujidos las hojas muertas. La puerta  estaba ligeramente entreabierta.

Aquel cobertizo transmitía una sensación siniestra, casi malvada, tal vez por su mal estado de conservación o precisamente por hallarse en tal lúgubre entorno. Cuando se acercaron hasta la entrada la puerta se zarandeaba ligeramente fruto del viento. El grupo se acercó al acceso, que estaba cubierto de hojas y suciedad, y se asomó para observar su interior.

Realmente ese lugar daba respeto. Parecía como si todo aquello estuviera abandonado de la mano de dios. Instintivamente su mano agarro el colgante que llevaba de su padre por dentro de la camisa. Estuvo unos segundos en silencio. Luego rebusco en el bolsillo, saco el mechero y lo encendió, por si dentro estuviera muy oscuro.

Robyn sintió un escalofrío al acercarse a la puerta para mirar. Por algún motivo, aquella escena le recordaba a la noche anterior, y también un poquito a aquella película que había visto en el cine cuando tenía tan solo 16 años, el Gabinete del Doctor Caligari. Desde luego, aquel ambiente no se parecía al del del misterioso pueblo alemán, pero era igualmente tétrico.

El interior del cobertizo era realmente pequeño y solo había espacio para una o dos personas a lo sumo. Dentro parecían haber varios estantes de madera atestados de herramientas pero desde la puerta era imposible distinguir la naturaleza de las mismas sin rebuscar entre ellas.

Haciendo acopio de su valor, Robyn dio un par de pasos para entrar en el cobertizo y se agachó para investigar entre las diferentes herramintas en busca de algo que pudiese ayudarles a avanzar, un rastrillo, un bastón, una azada...visto lo visto como habían crecido las plantas en tan pocas semanas no era absurdo pensar qen que quizás lo necesitasen. Además había una parte muy positiva de todo aquello. Por muy putrefacto que estuviese todo, dudaba que hubiese una asquerosa araña, gusanos o algo así. 

Mike ve como la señorita Adler se adelanta. El detective se acerca y se queda en la entrada, duda que quepan los dos, si entrase harían poco más que estorbarse. Con el brazo en alto, intenta iluminar con el encendedor, para que se vea mejor. Desde el umbral, él también echa un vistazo.

Aquel lugar resultaba insidiosamente estrecho, con lo que Sebastian decidió esperar fuera del cobertizo. A simple vista, no parecía que nadie se preocupara del estado de la pequeña chabola, pues el estado que presentaba su pintura rozaba el calificativo dantesco.

Sin perder tiempo, y a la expectativa de que alguna alimaña saliera del interior de la barraca, el actor preparó la manivela de su coche por si debía tirar de ella...

- ¿Hay algo dentro?...- Seguramente así fuera, pero había que añadir la palabra útil en mitad de esa frase.

Robyn fue la valiente que se adentró en aquel siniestro cobertizo, gracias a su pequeño tamaño y su agilidad de deportista pudo esquivar bien las múltiples palas y herramientas que habían por el suelo. Un hacha, rastrillos, palas y herramientas de poda de jardinería era todo lo que había allí dentro, nada más que llamase la atención a la atleta.

Aquí hay de todo, hachas, rastrillos, palas...¿Quieren algo? También hay unas ¿tijeras? Creo que son de podar. pregunto mientras se movía cuidadosamente entre aquellos materiales. Y por favor señor O'Donnell añadió con un tono de súplica de voz que mostraba inquietud ¿puede echarse un poco hacia atrás, o hacia un lado? Para que entre más luz... El detective estaba observando desde la puerta y taponaba ligeramente la luz que entraba por la puerta, poniendo nerviosa a la joven mujer que no veía la hora de encontrar a Cornthwaite.

Uy, perdone señorita Adler. Mike se aparta de la entrada para dejar que pase más luz. Se queda mirando el encendedor en la mano, y aprovecha para sacar su pitillera y coger un cigarro. Luego le ofrece uno a James, ya sabe que el actor, solo fuma espartanos.

- Yo cogería la podadora y el hacha- convino a decir el actor, mientras sostenía nervioso la palanca de arranque de Lucille. - ¡¡Sabe dios qué merodeará por ahí!!- añadió recordando el desagradable episodio de los huesos. Poco a poco, las ganas de comenzar a rodar en aquella mansión tan desventurada, se iban difuminando. Sebastian necesitaba filmar aquella película, pero no a cualquier precio, y sobre todo, no estaba dispuesto a que un perro rabioso le mordiera en la única pierna sana que le quedaba... Porque.. ¿Era un perro lo que estaba acechando por ahí? ¡¿No?!...

Comenzaba a no tenerlo demasiado claro, y posibilidades tan descabelladas como que quizás el excéntrico Cornthwaite habría traído un depredador mayor a su finca - ¡¡Total!!... Si había plantado zarzas y flores de Perú ¿Qué le impedía haberse traido un tigre?...- empezaron a gestarse en la mente de Stewart.

- Con esas herramientas llegaremos más fácilmente hasta la entrada...- explicó mientras observaba como Hess y O'Donnell se encendían un Lucky Strike. La British American Tobacco podía sentirse aliviada de tener a consumidores tan fieles de sus "reds" como eran aquella pareja. Eran auténticas chimeneas,

- ¿Podadoras y hachas?, ¿Qué estamos, en la selva?
James se quedó fuera del cobertizo mientras la señorita Adler rebuscaba en el interior.
Sí que era cierto que la vegetación se había adueñado del sendero, pero quizá sería exagerado aproximarse a la mansión armados con semejantes herramientas.
De pronto, el detective le ofreció un pitillo: - Muchas gracias, O'donell. Por favor, la próxima vez no gaste de los suyos. Fumaremos también de los míos. ¡Al final voy a parecer un gorrón! Jajaja.

- Como quieran, cualquier herramienta puede sernos útil.- Lo del hacha seguía pareciéndole excesivo, pero si habían forzado la cerradura para entrar, el momento de mostrar remilgos ya había quedado atrás.

¿El..hacha? Por un segundo Robyn se imaginó al actor persiguiéndoles por toda la casa con aquella herramienta. Por muy cojo que fuera no era una visión agradable. La chica se quedó unos segundos en silencio antes de coger unas tijeras y dárselas a Hess; miró con recelo el hacha, no creía en posesiones espirituales ni en fantasmas ululantes, pero si que estaba convencida de que la muerte no era el final...y por ello no se sentía cómoda ante un hacha en aquella casa. Finalmente, y tras unos momentos de titubeo, la chica se dispuso a pasar la herramienta al actor. Espero sinceramente que este hacha no fuese...ya saben...El hacha.

El peso de la herramienta sorprendió a la atleta, que pese a estar en mejor forma que la mayoría de las mujeres no estaba acostumbrada a manejar aquel tipo de instrumentos. Tan solo esperaba que el actor no contase alguno de sus terribles chistes al respecto. Robyn podía parecer muy tímida, pero cuando se alteraba sacaba a relucir el mal genio familiar.

Mientras James, Mike y Sebastian esperaban bajo la sombra de algunos de los árboles del jardín, a resguardo de la llovizna que empezaba a empapar aquel lúgubre jardín, un fuerte trueno advirtió que la intensidad de la lluvía aumentaría en las próximas horas. Robyn se apresuró a entregar el hacha al actor mientras que ofreció la tijera de poda al escritor.

Tras haberse equipado con aquellas herramientas de jardinería bajo la creencia que podría resultarles útiles en aquel lugar, especialmente si encontrarán algún obstaculo en el jardín, el grupo reprendió la marcha por la senda principal dejando atrás aquel siniestro cobertizo que no hacía más que acrecentar el temor por aquella finca tan infame y cuyo propietario había desaparecido de forma tan misteriosa. La imaginación, como la de Sebastian, empezaba a maquinar escalabrosas teorías vinculadas a los huesos que habían hallado en el exterior de la finca.

Tras unos minutos caminando entre la frondosa vegetación del jardín el grupo alcanzó a llegar hasta el acceso principal de la mansión, que se elevaba silenciosa frente a ellos bajo el constante golpeteo de una lluvía cada vez más intensa y la luz tenue que dejaba el atardecer. La mayor parte de la casa se encontraba cubierta de hiedra. Es grande y de buena obra, sus techos eran altos y sus ventanas, paredes y puertas eran anchas y generosas. Desde fuera observaron que la mansión parecía estar constituida por dos plantas. La puerta principal frente a la que se encuentra el grupo se alzaba al final de unos pocos peldaños y era de roble labrado con un refinado llamador de bronce.