Partida Rol por web

MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.

DÍA DEL FUEGO, DÉCIMO QUINTO DE CALISTRIL.

PATIO INTERIOR DEL CASTILLO DE MURO DE SALMUERA.

AVANZADA LA TARDE.

Vankor sintió la ponzoña recorriendo su cuerpo, quemando sus venas y su carne, tratando de alcanzar cada recoveco de su cuerpo y cerebro. Algo le decía que su fin podía estar próximo si no conseguía superar la maldición del veneno. Pero no había tiempo que perder, incluso si su vida peligraba en aquella aventura. Una fuerte patada alcanzó a la bestia que se hallaba ante él y pudo ver el icor que debía de ser su sangre manando lentamente de aquello que siendo su rostro apenas podía reconocerse como tal. 

Una punzada recorrió su ser. El veneno avanzaba. Pero Vankor se dispuso a seguir peleando en tanto que sus amigos llegaran. 

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AVANZADA LA TARDE.

- Vankor, joder, qué coño haces. ¿Por qué te metes sólo e impides el paso? ¿es que quieres que ese puto bicho te mate? Retrocede o échate a un lado, mierda, que mi hacha no tiene sitio- rezongó Propiedad Transitiva, al que la carrera alocada de Vankor había dejado en la puerta de entrada al lugar donde se ocultaba el bicho. Curiosamente, más que verdadero cabreo, había preocupación. ¿Cómo se le ocurría meterse en ese cubil solo echando a poder el beneficio del número?

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Mis compañeros se lanzan en búsqueda de la criatura pero noto como Koya se va por fuera de aquellos establos. Lo más probable, por lo que veo, es que quiera rodear aquellos establos para no sufrir un atochamiento en los espacios reducidos que aquella estructura guarda.

Sin pensarlo mucho, encamino mis piernas en esa dirección. Sé que Koya es más que capaz de defenderse sola y probablemente sea mucho más letal que cualquiera de nosotros, pero siempre la fortaleza estará en el número y apoyarla es lo más sabio que puedo hacer en ese momento:

"No quepo tampoco con Vankor y Kromdal. Koya es capaz de sanarnos de nuestras peores heridas y, dejarla sola, puede significar el final de ella y, por consiguiente, de todos nosotros. Debo proteger a Koya."

Avanzo todo lo que puedo siguiéndola, aunque rápidamente noto que a pesar de ser una mujer de edad, es mucho más rápida de lo esperado. De hecho, mucho más rápida que yo.

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El joven medioelfo descendió por las escaleras del torreón y se internó en los establos, evitando pisar los cuerpos de lo córvidos arrastrados hasta allí y de una araña gigante. Observó movimiento y gritos más adelante, frutos de un combate y se movió con soltura hacia adelante. El lugar tenía escasa luz pero su herencia élfica le otorgaba una visión excelente incluso en lugares con baja visibilidad.

Se situó detrás de Kromdal, en el umbral de un acceso a una caballeriza, y creyó que más adelante, principalmente por sus gritos, estaba Vankor combatiendo contra algo. El shoanti le increpaba que se echase a un lado y le dejara entrar.

Kelsier se alineó con ellos pero con su espalda pegada a la pared opuesta, dejando un espacio entre ellos por donde la gente podría circular. Tensó el arco, apuntó y vio... que no veía nada. Con solo un Vankor, ya sería muy difícil impactar a nada, pero si a eso se sumaba un enorme Kromdal, la cobertura de lo que fuese que estuviese dentro era total.

Oh, vamos, ladearos, rogó mentalmente el muchacho, esperando pacientemente con el arco tensado.

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Koya se aleja rápidamente hacia la entrada sur del establo, dejándome atrás sin mucha consideración. Aprieto el paso todo lo que puedo para no perder de vista a la sacerdotisa, que está intentando bloquear el posible paso de la aberración que dominaba a la araña. De seguro que ella puede ser muy útil al sanar y proteger a mis compañeros que están en batalla pero temo que se exponga demasiado al peligro en esa operación.

"Si no fuese que esta armadura me ha mantenido con vida, me la sacaría. Ser más lento que incluso una anciana es muy frustrante."

Pero no me desanimo, por lo que sigo caminando sin pensar en nada más. Después de unos pocos segundos, llego al lado de la anciana y me quedo a su lado. Le doy la espalda, mirando hacia su retaguardia y aguardando para así protegerla en caso de que cualquier cosa decida atacarla.

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-Cómo voy a retroceder si estás contra mi espalda, soplando en mi cogote y no dejando que me mueva. Retrocede y entonces podré hacerlo yo.

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Escoltar a la abuela estaba resultando más complicado de lo que hubiera parecido en principio - Como corre la jodía, ¡¡a sus años!! - Parecía que no lograría alcanzarla a este paso, menos mal que parecía por el vocerío general que Vankor y Kromdal ya se estaban encargando de lo que fuera que se escondía en los establos.

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- ¡Sal de ahí joder! Te doy paso- había dicho Kromdal para ser replicado por Vankor reprochándole su presencia, sin fijarse que ya el bárbaro había dado un paso lateral. Propiedad Transitiva sintió la oscura tentación de volver a ocupar su puesto y dejar a Vankor encajonado, pero se contuvo: estaban combatiendo y no era el momento para bromas pesadas por mucho que la carrerica del luchador le hubiera tocado las narices.

- ¡Pero si me has adelantado en la puerta!. Y tienes paso, como ya dije- rezongó el bárbaro con el hacha en las manos por si con un poco de suerte el puto bicho seguía a Vankor.

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Llevaba un rato siguiéndola y bueno, no es que estuviera cansado pero, ¡Caray! ¡que vitalidad tenía la anciana! No había forma de alcanzarla, lo último que quería Giorgino es que su abuela tuviera que reprocharle algo después de encargarle tan importante misión. Y ahora... ¿¿se adentra en los establos?? A esta mujer le ha dado algo- pensaba él - que para luchar ya estamos los jóvenes...

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Vankor hubiera deseado poder responder al bárbaro, pero aquella era una discusión infantil. En el fondo de su cerebro no pudo evitar que se dibujara el cuerpo caído de Serveris, herido y agonizante, abandonado a su suerte por aquel gigante con hacha que parecía buscar la muerte de sus enemigos para marcar una nueva muesca en su hacha al precio que fuera. Sintió una vaga vergüenza por pensar algo así, y se concentró en su verdadero enemigo. Pero ya era tarde. 

Sintió su letal abrazo y su mordisco ávido, la sangre caliente cayendo sobre su pecho. La oscuridad, una oscuridad refrescante se derramó sobre él. No había dolor, ni pena. Quizá nostalgia en su mirada. No volvería a ver a su hermano, ni a su madre, ni a... Y en el umbral de la muerte, Vankor se sorprendió de que aquel rostro de mujer, dueña de aquellas manos que le instruían ocupara su último pensamiento. 

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Con la férrea determinación de que el ettercap no pudiese escapar, Koya se apresuró a bloquear la otra puerta del establo, aunque pudiese costarle su integridad física. Serveris y su nieto salieron tras ella, incapaces de alcanzar a la anciana.  Cuando llegó de nuevo a la entrada del establo abrió la puerta y pudo ver que, tanto Kromdal como Kelsier, se apelotonaban tras Vankor frente a la puerta de la cuadra que ella había indicado.

Se quedó esperando en el quicio de la puerta a que llevara el acorazado Serveris.

- Quédate bloqueando la puerta. Voy a echarles una mano.- Seguramente no necesitarían su ayuda para acabar con la vida del infecto ser, pero podría ayudarlos de otras maneras. Observó con horror la falta de coordinación de los tres jóvenes y, por si fuera poco, su corazón le dio un vuelco al ver caer a Vankor presa del mordisco emponzoñado de la cobarde criatura.

-¡NO!- Gritó desconsolada, sobre todo porque era incapaz de alcanzar a Vankor para curarlo.

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Apenas había notado el corte realizado por el ettercap llevado por la furia y aún, con el enemigo tendido, dio un par de golpes más con el hacha hasta partirle la cabeza como el huevo podrido que era. El bárbaro escupió, y se protegió el corte con la mano girándose para ver como se encontraba Vankor. Su gesto, mientras respiraba pesadamente, acompasando su respiración a su corazón, que lentamente iba recuperando el ritmo normal tras la explosión de la furia y la pesadez que le acompañaba cuando la rabia se desvanecía, era tremendamente serio.

¿Cómo se le ocurría entrar en un sitio tan pequeño, donde iba a tener que enfrentarse solo al monstruo, adelantándole como si no hubiera un mañana? El bárbaro reflexionó, tratando de recordar el exacto momento de cada cosa que había ocurrido. Y comprendió, ligeramente avergonzado, que estaba buscando como no culparse.

Es un puto tocapelotas insufrible. Pero es un camarada y está malherido.

- Joder. ¿Cómo va Koya? ¿se recuperará?

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Mientras vigilo, de reojo veo lo que parece ocurrir dentro de los establos, motivo por el que veo como Vankor cae moribundo. De seguro que aquella abominación que perseguimos atacó fuertemente a nuestro amigo, poniendo en riesgo su vida. Kromdal toma su lugar en la batalla y después de un par de hachazos del bárbaro shoanti, el combate parece haber terminado. No soy capaz de ver el cuerpo de nuestro enemigo pero por el silencio reinante, no hay más peligro cerca.

Koya se pone a atender a Vankor y agradezco de todo corazón que no ha sido tarde. Veo que sigue vivo y que parece recuperarse un poco aunque su cuerpo muestra heridas muy graves, suficientes como para tenerme en el suelo moribundo.

"Es un hombre muy resistente. Esa criatura era demasiado para cualquiera de nosotros solos."

Me quedo donde estoy, aguardando a ver qué ocurre y como se resuelve este asunto antes de seguir poniéndonos en marcha. Queda mucho y me preocupa no saber donde está el viejo Hattori. El peligro parece esconderse en cada rincón de este castillo y nunca se está lo suficientemente preparado para lo que nos aguarda.

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Se hundía más y más en la oscuridad, como un cuerpo que hubiera naufragado en el mar, su barca rota por una violenta tempestad, con un frío creciente envuelto en la mortaja de agua. Por un segundo pensó en su malhadado padre y en su terrible muerte, aquella que causó la locura de su madre.

Se abandonó a aquel letargo, sumergiéndose en el abrazo de la muerte, pero sintió una fuerte mano asiendo la suya, tironeando de él con insistencia, una insistencia acompañada del cascabeleo de mil pulseras y dijes, hasta que logró arrancarlo para nacer de nuevo a la vida.

Vankor boqueó, llenando sus pulmones de aire, sintiendo que su sangre volvía a circular libre de la ponzoña que parecía haberlo paralizado quemando sus venas. Abrió los ojos, tumbado como estaba en el suelo. Su visión, borrosa, se fue definiendo progresivamente y pudo ver el rostro de Koya sobre él, con un gesto de angustia mezclado con otro de obstinación. Sintió deseos de llorar y no se avergonzó porque gruesas lágrimas brotaran de sus ojos.

-Koya... Koya... me has devuelto a la vida -susurró-. Me siento débil... Mucho -y cerró nuevamente los ojos, su pecho subiendo y bajando suavemente.

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No sabía cómo, si a base de puntapiés o tirándole del pelo, ni le importaba, pero habían conseguido sacar el cuerpo inerte de  Vankor a donde sus manos temblorosas alcanzaban. Se lanzó de rodillas al suelo, algo que después sin duda lamentaría, para abrazarlo amorosamente con sus brazos. Colocó la cabeza en su regazo y le acarició el pelo empapado en sangre, sudor, y ahora sus propias lágrimas.

Sin examinar las heridas del joven ni atender a las preguntas de Kromdal sacó un pergamino y leyó las mágicas palabras que contenían, desatando su poder curativo. Las heridas más importantes se cerraron, convulsionando su cuerpo al volver a funcionar los pulmones.

- ¡Alabada sea Desna!- Dijo entre sollozos. Más calmada trató de examinar más de cerca la herida del cuello. Alrededor de la herida podía apreciarse la ponzoña que aquella repugnante criatura había inoculado en el musculoso cuello de Vankor. Aplicó los labios alrededor de la herida de los colmillos del ettercap y succionó. Tan pronto lo hizo sangre y veneno se mezclaron en su boca.

- ¡Puaj!- Escupió sin querer junto a los pies del bárbaro shoanti.- ¡Maldita sea! De joven tenía unos labios carnosos y buenos pulmones, pero el tiempo me los ha robado también.- La pobre anciana apenas tenía ahora dos finas líneas agrietadas que formaban su boca. De hecho era común en ella verla pintarse los labios por encima del perfil de los mismos para hacer que parecieran más carnosos.

- Tranquilo, pequeño.- Volvió a acariciarle el pelo mientras rebuscaba otro de sus pergaminos.

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Iba a vivir. Eso era lo importante y Propiedad Transitiva se permitió cerrar los ojos, relajándose. Había estado cerca. La Vieja Muerte había agarrado a Vankor por las pelotas, y aunque el bárbaro valoraba positivamente los huevos del luchador, había sido estúpido actuar como lo había hecho.

Por unos segundos pensó, muy seriamente, chincharle. Pero ya llegaría el momento de eso, estaba demasiado reciente. Escupiendo para quitarse el nerviosismo, entró en el cubículo en donde se había cargado al ettercap a ver si había algo de valor. En ese, o en el resto de los establos.

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Por lo que veo, Vankor parece comenzar a reponerse por las acciones de Koya. No sé si estará en condiciones como para continuar pronto o tendremos que esperar un poco más. Kelsier se pone a buscar sus flechas mientras que el resto no tiene mucho que hacer.

"Ahora, a esperar indicaciones. Ojalá que al viejo Hattori no le haya pasado nada."

Me quedo en mi posición mientras busco con la vida al anciano tien para ver si le diviso por ahí. Me imagino que debe andar ocultándose para no ser visto por enemigos pero eso hará difícil que lo encontremos fácilmente. Solo mi cabeza y ojos se mueven, mientras mantengo la katana en mis manos, lista para cualquier peligro que decida aparecer.

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Al final había llegado, podía haberlo hecho antes pero al menos estaba allí cuando Koya se puso manos a la obra. Cuando entró a los establos y vió a Kromdal apartando a su primo malherido la cara se le puso blanca como nunca antes "¡Por Desna!, ¿no estará...?" Pero no, cuando llegó hasta él aún respiraba trabajosamente, trató de alejarle más del peligro, pero no estaba seguro de si era una buena idea arrastrarlo así en el estado en el que se encontraba, así que decidió defenderlo de la amenaza a la que se enfrentaba el bárbaro shoanti. En esa posición aguardó mientras su abuela realizaba sus curaciones, daba igual el número de veces que su nieto hubiera contemplado sus obras, siempre quedaba maravillado al ver los resultados, sin duda era una mujer excepcional.

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Mi vigilancia se extiende a medida que el resto del grupo realiza acciones preparándose para continuar. Mientras Kelsier rebusca munición en buen estado, Koya sigue preocupándose por la salud de Kromdal y Vankor. Giorgino aguarda al igual que yo y nada sabemos de Hattori.

No consigo ver donde está el anciano, hasta que de pronto veo que aparece detrás de Kelsier y le habla. No alcanzo a escuchar lo que le dice pero supongo que ha de ser algo que averiguó en su exploración, o como sea que se llame aquello que hizo al ir solo.

Le hago signos con la mano para que se acerque y nos cuente lo que averiguó mientras mantengo mi posición.

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- Esto está despejado. No parece haber nada de botín-  tercia Propiedad Transitiva, acercándose a Koya tras hacer un registro por la zona de establos y por los posibles refugios que usaran en la zona ettercap y araña- Tampoco he visto nada que pueda ser esa caja o lo que sea que Ameiko necesita.

Miró entonces a Hattori, sintiendo tranquilidad al verlo aparecer, y hecho esto, volvió a centrar su atención en el cuerpo tendido de Vankor.

- Tienes más cojones que un caballo- dijo medio rezongando- Ya tiene miga que uses puños y patadas en peleas con espadas y con zarpas. Pero, joder, entrar así... Na, olvídalo. Me alegra mucho que hayas podido sobrevivir. Creo que nos pasmaste a todos cuando caíste ahí dentro.