Partida Rol por web

La montaña se encuentra en el límite occidental del valle y se alza de forma amenazadora sobre él, como si se tratase de un gigante que vigilase el paso hacia la cordillera de las Kehalas, justo detrás suya, hacia el norte.

Más que una montaña, parece un gigantesco pedazo de roca negra tallada con bordes cortantes y afilados,  y arrojada desde el cielo a la tierra por obra de un dios furioso. Comparada con el entorno circundante parece extraña, antinatural. Ni su forma ni su tono tienen nada que ver con nada de lo que la rodea. Está constituida en su mayor parte por un mineral oscuro, con laderas extraordinariamente escarpadas, como si tratase de intimidar a cualquiera que tratase de escalarla, de vencerla.

A diferencia de las montañas que hay tras ella, no crecen árboles en sus laderas, como si no permitiese que la vida creciera en ella. Sus faldas y su cara norte están cubiertas de nieve, pero no su lado sur, y a medida que gana altura y se llega hasta su puntiaguda cima casi piramidal, que parece haber sido cortada por hacha descomunal, la nieve no es capaz de cubrirla por completo, con lo que sólo se ve blanco puro sobre negro mineral.

Y a los pies de la montaña , rugiendo con actividad, como un nido de termitas, se encuentra el campamento orko más grande que estos Hijos de Orn han visto en su vida…

Tenían razón al menos en una de sus suposiciones. La escuadra que interceptaron debía estar realizando un viaje muy corto ya que su punto de origen, este campamento, estaba muy cercano. Tras sólo unas horas de camino a buen ritmo les ha permitido llegar hasta aquí. Incluso desde mucho antes de llegar a ver este lugar divisaron en la distancia las columnas de humo que surgen del campamento y de sus alrededores. Comenzaron a seguir el rastro esta mañana y ahora ya es media tarde, y el sol comienza a estar más bajo en el cielo.

Los Hijos de Orn se encuentran ahora parapetados en un alto desde el que pueden observar sin ser vistos, a una distancia aproximada de un kilómetro del campamento. Al encontrarse la montaña en el límite del valle, lindando con la gran cordillera que son las Kehalas detrás, todos sus alrededores excepto el lado norte son una planicie nevada sin lugar donde ocultarse. Si el grupo tratase de acercarse más, podrían ser vistos por los orkos del campamento desde larga distancia.

Los alrededores del campamento se han convertido en un lodazal, mezcla de nieve y tierra, y grandes extensiones de bosque han sido taladas de montañas cercanas para levantar la multitud de cabañas y las empalizadas que protegen sus límites.  Además, grupos de orkos  parecen patrullan su perímetro exterior, alrededor del cual también arden grandes hogueras. A esta distancia apenas se distinguen a estos seres, pero se pueden apreciar incluso otras pocas figuras con contornos más grandes. Deben de tratarse de trolls de las montañas.

Esto es preocupante. Los orkos son una cosa, pero los trolls son algo diferente. Su tamaño y brutalidad les hacen capaces de medirse tú a tú con cualquier Hijo de Orn. Además, estas dos razas malignas no colaboran juntas. Nunca se ha visto nada igual por parte de los miembros del clan del Hacha de Hielo.

Es difícil hacer un cálculo del número total de orkos que ocuparán el campamento en total, pero seguramente serán más de mil de esos perversos seres. Pero no se trata de sólo un campamento, dentro de él se levantan humaredas que provienen de enormes hornos de piedra, más propios de las ciudades humanas. Además, se alzan enormes andamios sobre la ladera vertical de la montaña, y parece haber una gran entrada, como la boca de una caverna de dimensiones desproporcionadas, en la que se distingue gran cantidad de movimiento, como si estos seres estuviesen entrando y saliendo de manera continuada.

Debe de ser lo que los humanos llaman una mina. Un lugar donde se excava para extraer mineral. Mineral para los intereses de la avaricia (oro, plata, piedras preciosas) o para los intereses de la guerra (hierro para armas y armaduras). Para los Hijos de Orn, que consideran a las montañas como lugares sagrados, este es un sacrilegio vil y repugnante, un expolio que no pueden aprobar de ninguna de las maneras.

¿Entonces es eso? ¿Se está organizando un ejército orko? ¿Y se les está armando y entrenando en el mismo lugar? ¿Extrayendo mineral de la montaña para forjar armas para sus perversos propósitos? Los orkos nunca han sido grandes artesanos de la forja, su acero es pésimo, y las cimitarras que portaba la escuadra no es que fueran de acero de calidad, pero era superior al que nunca hayan visto en manos de estas viles criaturas.

Además, no parecen tener ningún interés en ocultarse a la vista. Está claro que este valle junto a las Kehalas no es un lugar por el que transite ninguna ruta comercial ni en el que nadie tenga un especial interés en acudir, pero esos fuegos pueden detectarse desde kilómetros y kilómetros, sobre todo en un día claro como éste.

Por primera vez en mucho tiempo, la raza de los orkos no se oculta a los ojos del resto de Valsorth, y eso hace que los Hijos de Orn que ahora contemplan ese campamento se pregunten por qué…

Urm se quedó mirando unos instantes aquella congregación de criaturas.

-¿Qué demonios hacen? ¿Cómo se atreven a abrir una herida en la montaña de esta forma? Propongo por que busquemos una posición cómoda y les lancemos rocas. Mataremos un mínimo de dos veintenas antes de que nos alcancen y luego podremos enterrar al resto en aquella tumba que ellos mismos se han forjado-dijo Urm entre dientes lleno de ira contenida. Sabía que su hermano no aprobaría atacar de aquella manera a tantos orcos y los Trolls que los ayudaban desequilibraba la balanza, pero Urm solo tenía una cosa en su mente, conseguir un trofeo de cada uno de esos orkos.

Tu corazón es bravo, hijo mío. Dice Korn poniendo una mano en su hombro. Y mis sentimientos me piden que esos orkos paguen por sus crímenes hacia la montaña, los bosques y la tierra, pero…

Los oscuros ojos del Guía parecen nublarse, como si contemplasen otra vida, otro tiempo.

Pero hace mucho tiempo que no veía a los enemigos de nuestro pueblo preparándose de esta manera… Mucho tiempo… Y en aquél entonces yo tan sólo era un joven de tu misma edad, huyendo de las Kehalas…

Korn se levanta un poco para tener mejor visión del campamento militar al pie de la montaña.
Tenemos que averiguar algo más sobre este nuevo mal que nos acecha.

Averiguar algo más… Las palabras del Guía os hacen pensar en cómo poder hacerlo.

La idea de Urm puede parecer descabellada, pero no parece muy desacertada en su planteamiento. El campamento y la entrada de la mina se encuentra al pie de la montaña, por el lado donde sus paredes son prácticamente verticales. Si consiguierais  llegar hasta esa posición elevada os encontraríais directamente sobre el campamento, y sin duda podrías hacer llover pedazos de rocas negra sobre los malditos orkos…

Asiento ante las palabras del guía, justo después de negar las palabras de mi hermano.

- Sea lo que sea lo que planean, mucho tiempo llevan preparándolo. Tenemos que saber que están sacando de la montaña y para qué.- señalo a la entrada- deberíamos colarnos en la mina por la noche a ver que averiguamos. Una parte de nosotros podría ponerse donde dice Urm para cubrirnos la retirada si algo sale mal.

Miro el campamento, cientos y cientos de orkos, reuniéndose, planeando, bien alimentados y pertrechados... un ligero escalofrío hace que agarre mi martillo con fuerza. No me gusta esto para nada...

El Guía reflexiona tras oir las palabras de su hijo Unks, y entrecierra los ojos para distinguir los pocos detalles del campamento que se pueden observar desde esta distancia.

Toda el área alrededor del asentamiento orko- dice señalando con el dedo -es una planicie sin ninguna cobertura. Si nos aproximamos de día, los guardias nos verán mucho antes de que podamos haber llegado a los límites del campamento.

Por otro lado, podríamos esperar a que anochezca,- ahora señala las hogueras que delimitan el asentamiento en su exterior -pero estoy convencido que al caer el sol avivarán esas hogueras que se encuentran antes incluso de llegar a las empalizadas de madera, y su resplandor iluminará todo el perímetro del campamento.

Además, esas hogueras son alimentadas por patrullas que las recorren regularmente. Korn se vuelve a colocar a cubierto. Si atacamos por sorpresa a una de esas patrullas al amparo de la oscuridad y uno de esos orkos chilla al morir... todo el campamento lo oirá.

No podemos acercarnos a ellos. Sigo diciendo que aprovechemos la ventaja que tenemos al estar más altos que ellos. En la caza y en la guerra, como Romt me enseño, la altura es una gran ventaja pues llegas más lejos. Creo que deberíamos sepultarlos con las rocas y cuando salgan a por nosotros deberíamos correr-dejo un segundo de silencio para ver las reacciones de los demás- Cada paso nuestro es como 3 o cuatro suyos. No nos podrían atacar todos a la vez y diezmariamos sus filas con facilidad. Si no lo conseguimos al menos habremos ayudado al clan y se lo pensarán varias veces antes de atacar-dijo decidido a machacar a aquellos orkos.

Corm había estado en silencio meditando y escuchando las opiniones de sus hermanos y de su padre. La destrucción de la montaña le afectaba profundamente ya que, al igual que el resto de su clan, consideraba estos accidentes anturales como algo sagrado. El barbaro escrutaba con la mirada la zona pensativo y no hablaba demasiado hasta que finalmente decidió compartir su opinión.

—No podemos atacar así como así— respondió el barbaro—En el mejor de los casos sepultaremos a unos cuantos orkos... pero aún quedan los trolls y más orkos socavando la madre montaña.

Corm se llevó la mano al cuchillo elfico pensativo antes de continuar—Además... pronto se daran cuenta de que la escuadra no llega...y hay muchas cosas raras. Se mueven de día, colaboran con los trolls, estan alejados de cualquier cosa. Preferiría atrapar a uno y sacarle información.

Korn escucha atentamente las palabras de sus hijos. Parece reflexionar ante las distintas opiniones y, cuando se ve que está dispuesto a hablar, el resto guarda silencio ya que será la decisión del Guía la que marque el camino a seguir.

Debemos saber más antes de decidir cómo actuar. Se vuelve hacia Corm. Aún disponemos de tiempo antes que descubran lo que le ha sucedido a la escuadra. Al haber partido del campamento, no esperarán tener noticias suyas pronto.

En cuanto a apresar un orko para hacerlo hablar, es demasiado arriesgado y no ofrece grandes posibilidades de descubrir algo útil. Lo haremos sólo como último recurso.

El Guía continúa hablando, ya para el resto. Tenemos que intentar acercarnos más al campamento y a la mina, y descubrir entonces si es posible entrar sin ser visto. Y la única manera es por allí, por lo alto. Korn señala la pared rocosa vertical del lado sur de la montaña.

Si somos capaces de llegar hasta allí, podremos contemplar el campamento desde lo alto, desde mucho más cerca, y quizás podamos descender lo suficiente como para adentrarnos entre sus filas o en el interior de la mina.

El anciano hijo de Orn parece satisfecho con su decisión. Sus ojos brillan con resolución.

Y para acceder a la pared rocosa del lado sur, daremos un amplio rodeo para atacar la montaña por su lado norte, ascendiendo lo suficiente como para pasar al otro lado. La cara norte también es escarpada y se encuentra cubierta de nieve, lo que lo convertirá en un camino peligroso y traicionero, pero estoy seguro que podremos conseguirlo.

No permitiremos que nos derrote la montaña.

Atento escucho todas y cada una de las propuestas. Escucho primero la de Urm. Será difícil poder dar vuelva al valle sin ser detectados hasta llegar hasta la ladera y ubicarse justo encima de su campamento. Sabiamente respondo al hijo mayor del guía con los ojos cerrados y señalando por encima del campamento - Urm, es una buena idea pero nos será difícil llegar hasta allí arriba sin ser vistos. Además, no sabemos cuantos orkos y trolls haya dentro de la mina, ni cual sea su propósito - abro los ojos y digo tristemente ahora mirando al suelo - Además muchacho, de nada serviría acabar con todos ellos sin saber que los ha reunido, porque es que aquella escuadra llevaba prisa y poseía instrumentos avanzados y una daga aparentemente de origen élfica. Nuestros esfuerzos habrán sido en vano. No hay dudas que están obedeciendo las órdenes de un supremo y debemos averiguarlo - Ahora mirando al que consideraba como un verdadero hijo contesto a su idea - Corm hijo mío, ninguno de nosotros sabe las palabras de orko. Aunque secuestremos a uno, nos será imposible. Además, mi basta experiencia en combates dice que - inflo mi pecho para dar mayor fuerza a mi voz - jamás un orko a hablado para traicionar a los de su especie. No les importa morir.

Las palabras del joven hermano de Urm me había hecho reflexionar. Es un joven sabio que sin dudas será un gran líder del clan. A lo que contesto - Es un buena idea, la de tratar de infiltrarse de algún modo para poder obtener información. Aunque sean solo orkos, no podemos olvidar que nosotros solo somos 5. No sabemos cuantos hay dentro de la montaña. Por eso, iniciar el combate sería una locura - miro ahora al viejo de Korn esperando una respuesta.

Al oirla, asiento con la cabeza como forma de estar de acuerdo con la decisión tomada. - Así será entonces. Vamos muchachos, andando. No hay tiempo que perder. Debemos llegar allí arriba antes de que descubran lo que le ha pasado a la escuadra - 

Urm asintió con la cabeza. Su padre era sabio y sabía lo que hacía pero no veía la posibilidad de hacer todo aquello sin que acabase en un baño de sangre...de sangre orka.

Corm asintió ante las palabras de su padre. Subir la montaña era una buena opción desde luego, y no supondría demasiada dificultad para los gigantes, y tampoco sería nada infernal para él. El bárbaro esbozó una sonrisa mientras respondia con seguridad.

—No nos vencera— luego miró a Urm añadiendo—tendremos tiempo de machacar a esos orkos hermano, no lo dudes. ¿Vamos ya? preguntó posicionandose junto a Unks y preparandose para salir

Corm pegó una leve patada a la nieve que salpicó la pierna de Unks mientras había dicho aquellas palabras. El bárbaro miró al gigante y le guiñó un ojo, comprobando que no le viese nadie. Quizas no estuviesen tan unidos como lo estaban los gemelos, pero si lo estaban lo suficiente como para saber que el bárbaro quería hablar con él. Esperaba que durante el camino pudiesen hablar con un poco de intimidad.

Hermano—comenzó Corm—No se que le pasa hoy a Romt, está muy... ¿sentimental? Da igual...creo que tu eres el único que tiene un poco de sangre fría hoy.  El barbaro se movía con rapidez por la nieve mientras hablaba. Tu idea es buena, pero sabes que yo soy el adecuado para realizarla... a pesar de lo que diga Romt ¿Podrías apoyar la idea de que explore la zona? Ten en cuenta que si vamos todos llamaremos demasiado la atención.

Las palabras del bárbaro iban desprovistas de orgullo y mostraban la conviccion de lo que decían. Corm había pasado el suficiente tiempo entrenandose como para saber perfectamente los mejores sitios donde esconderse y moverse sigilosamente. En cambio Urm podía lanzarse de improvisto sobre algún enemigo y Romt no parecía ser el mismo aquella mañana. Por supuesto, acataría la decisión de Korn, pero antes de realizar la propuesta quería contar con el consejo y apoyo de su hermano.

Le miro con el entecejo fruncido, preguntándome por el significado de su propuesta. Hay que evitar hacer cosas innecesarias y ponernos en peligro por no valorar todas las opciones. Pero hay que saber cuando pasar a la acción, igual que alud que inamovible contempla el paso de los años, una vez puesto en movimiento, nada le para.

-Corm, no tienes que demostrar nada a nadie lo sabes ¿no?, ya nos hemos acostumbrado a tu piel rosada- le observo con atención hasta que desecho esa idea- si en verdad se toma la desición de arriesgar, apoyaré tu petición. Eres pequeño y feo, lo más parecido a un orko- un leve asomo de sonrisa, tan impropia en mi rostro se deja entrever- En cuanto a Romt, es mayor, y la sabiduría de años ahora puede ser un lastre para afrontar nuevos desafíos, sin embargo confío que se adapte...

—Lo sé, lo sé. —respondió Corm. Lo sabía perfectamente, aunque los miembros de su clan (a excepción de los que se encontraban junto a él en ese momento) no parecían darse cuenta. El bárbaro no pudo evitar meditar, como hacía a menudo que hubiese pasado si hubiese sido la situación contraria y hubiese sido encontrado un gigante en un poblado humano. Probablemente lo mismo. O lo hubiesen matado sin contemplaciones. —Pero tampoco quiero que desperdiciemos una buena oportunidad por ser demasiado precavidos

Corm aguantó las ganas de romper a reir ante los últimos comentarios de su hermano, una risotada grave como la suya hubiese atraido sin duda la atención debido al eco.