Partida Rol por web

Finalmente Eradan hizo un gesto a sus compañeros que decía que estaba listo para la acción pero esperó la aprobación de todos para actuar.

Bergess observaba atentamente la escena, las armas desenfudadas, la gente totalmente alerta, no era su escenario, era el de ellos, aún y así se dirigió directamente a la espesura en la linde del camino, avanzando con su compañero Beledur, alcanzando su arco corto y preparando una flecha, ¿tan pronto tendrían que enfrentarse a alguien? Pensó que quizá era una niña o algún superviviente que lo que tenía era miedo, y relajó la postura, quería ver antes que era lo que sucedía.

Mientras se adentraba en la espesura hizo un gesto a Eradan señalizándole que no era una buena idea lo que acababa de proponer, se llevó el dedo indice a la boca en señal de silencio.

Agonar no tenía la ligereza del elfo para caminar con pies livianos por aquella tierra y armó algo de ruido, sin embargo confiaba en que no hubiera sido demasiado y que los enemigos, si es que de verdad había alguno esperando para emboscarles, no se hubieran percatado de su presencia.

Se camufló entre los juncos y se quedó oculto entre la maleza, una de las ventajas de su ropa vieja y ajada era que no relucía mucho ni destacaba en esos ambientes y le proporcionaba cierta ventaja a la hora de camuflarse, por ello la prefería. Miró hacía Eradan, después de lo que habían hablado entre ellos, el otro montaraz esperaba una señal para salir corriendo y llamar la atención haciendo de señuelo. Confiaba en que el elfo cubriera el otro lado mientras él hacía lo propio con el flanco en el que se había ocultado.

Clavó la espada en el suelo para tenerla a mano si la llegaba a necesitar y sacó el arco para atacar desde la distancia y la protección que le proporcionaba su escondite. Cuando tuvo la cuerda tensada en el arco y una flecha colocada sobre ésta apuntó hacía la carreta sospechosa y miró a Eradan para asentir con la cabeza ligeramente indicándole de este modo que estaba listo para que procediera.

Nasred fue el único que no se movió. Simplemente sacó su honda y observó la escena, se encontraba completamente seguro ante tanto valiente guerrero, y sobre todo ante la distancia que le separaba del lugar.
Armó su honda con una piedra e incluso se puso en cuclillas para pàsar aún más desapercibido

Entraré dando tumbos como un campesino borracho que se haya perdido por el camino pero me gustaría saber si todos estás de acuerdo

Entro dando tumbos y cantando muy alto en la zona de las carretas y sigo un poco más adelante como un campesino borracho pero siempre alerta y listo para desenfundar las armas.

Con el fingido paso de tambaleante de borracho y entonando canciones conocidas por toda la Tierra Media, Eradan se aproximaba a las carretas, con el miedo constante de que un flecha saliera de la nada e impactase en él. Las carretas estaban a unos 80 metros cuando el dúnedain sobrepas la posición de sus compañeros, que alternaban las miradas entre la carreta y Eradan y que estaban listos en caso que cualquier enemigo se revelase.

Conforme se acercaba Eradan a las carretas, disminuíba progresivamente su velocidad, siempre con el porte de borracho y cantando. Cuando por fin estuvo a unos veinte metros de las carretas, de la golpeada y maltrecha salió un hombre escuálido y esquelético, de cabellos castaños, lacios y dispersos, su rostro era fino y tenía varias cicatrices de granitos de acné, no aparentaba pasar de los 25 años de edad. Salió al encuentro de Eradan, amenazándolo con una ballesta que aunque astillada y desvaída, seguía siendo funcional:

—Eh, vosotros, levantaos —chillaba mirando a los «cadáveres». Uno se levantó de forma rápida y empuñaba una daga, el otro tardó un poco, pues parecía estar durmiendo y empuñaba también una daga—. Tenemos a un borracho por aquí —dice ahora mirando a Eradan—, más vale que tengas muchas mone...

—Ya puedes callar, Digrin —setenció de forma severa un hombre que estaba en la carreta intacta, cubriéndose en ella. Apenas su torso para arriba revelaba; un torso musculado y esbelto, su rostro tenía facciones finas y perfiladas, y su cabello caía por su hombros; lacio, finos y peinados majestuosamente, con un color oscuro azabache  que acentuaba su increíble palidez—. Dejemos que nuestros amigo se presente, si tiene suficientes monedas le perdonaremos la vida.

El hombre alto parecía inerme, aunque no se podía saber con seguridad, pues la carreta ocultaba una gran parte de su cuerpo, sin embargo, a lado habían dos bandidos con facciones de las más normales que portaban sendos mandobles. El grupo de bandidos clavaba la mirada en Eradan, examinándolo y esperando su respuesta.

Viendo la situación, Artamir decide por ahora guardar sus armas para luchar cuerpo a cuerpo y saca su arco, que va a ser mas efectivo debido a la distancia que había entre el y su compañero. Deslizandose fuera del camino trata de moverse sigilosamente, pero no lo consigue, pues el camino estaba lleno de hojas secas y ramitas que delataron su presencia.
 

Desde la posicion que me quede anteriormente, y con el critico en esconderse y demas, que dificultad tendria yo para rodear a los nuevos invitados en la escena y atacar al grandullon??

Luego de que los descubrieran, los bandidos mascullaban algo entre ellos mientras fijaban la mirada en Artamir, todos, a excepción de Digrin, que seguía apuntando a Eradan con la ballesta. Fue uno de los bandidos que hacía de cadáver el que levantó la voz.

—¡Eh tú, rompe tu maldito arco y acércate a nosotros. ¡Lo haces por las buenas o te lo hacemos hacer por las malas! ¡Estamos más que de ti, obedece ahora o morirás! ¡Ah, y prepara tus monedas, te la quitaremos! ¡Pero podrás recuperarlas si bailas para nosotros!  —suelta una carcaja que es imitada por todos, excepto por el hombre palido, que tenía el semblante serio imperturbable.

Escuchando lo que le decia el bandido. Artamir tenso su arco y apunto al que estaba apuntando a Eradan. Os recomiendo que nos dejen pasar y se retiren. Malechores de cuarta como uds no nos van a demorar. (Hago una tirada para intimidar al que me esta hablando). Luego miro al de la carreta... Tu sal de ahí, deja que te veamos y marchense...

Algo chasqueó tras la maleza con un ruido sordo y seco, no era otra rama como la que había alertado a los bandidos de la presencia de Artamir; en este caso se trataba de algo mucho peor para ellos. De entre los juncos que había al lado del camino, a cierta distancia del camino, salió disparada una flecha de madera y punta de acero con un plumón de colores verdinegros. La flecha, lanzada con fuerza y precisión, fue directa hacía el hombre del torso musculado y el pelo lacio, aquel que parecía llevar la voz cantante dentro del grupo de malhechores que trataba de asaltar a su compañero.

Agonar no se había andado con chiquitas, había apuntado y disparado de inmediato a aquellos hombres en cuanto descubrieron su mascarada para lanzarse como lobos a por Eradan. Y había fijado su atención en aquel que parecía el líder. Evidentemente no quería matarlo, pero sí quitarle las ganas de volver a asaltar caminantes en una larga temporada. Tal vez si se llevaban una herida o un mal recuerdo de esa experiencia decidieran cambiar de vida y no dedicarse a asaltar a los pobres caminantes que viajaran por allí.

Mirando y siguiendo disimulando dice:

-Os daré todo lo que tengo. Creo que tengo 200 monedas de oro por alguna parte.- dice como un borracho nervioso mientras busca "el oro" en realidad busca sus espadas.