Partida Rol por web

El Teatro de los Muertos

Capítulo I: Obertura

Cargando editor
11/06/2015, 19:55
Narración

Image original de Daniel Reeve

Tu consciencia existía y no existía a la vez. Flotabas en un espacio indistinguible, en donde no había sensaciones, ni percepciones, ni emociones. Sólo estabas, allí, levitando rodeada de aquel medio, visco e intangible a la vez; rodeada por una membrana gruesa que parece una densa neblina, mientras ofusca todos y cada uno de tus sentidos. Estás allí, luchando contra la somnolencia inherente de no tener más función que la de ser en una realidad apenas sólida, indiferente, inalcanzable.

No podías sentir si experimentabas frío o calor: Tu cuerpo estaba entumecido totalmente, transmitiendo ocasionalmente los ecos de tu doloroso final a través de fantasmales sinapsis, al tiempo que tu cabeza trataba de darle forma a las imágenes inconexas del dolor, de Josh, de luces moviendo vertiginosamente y atravesándote con una furia indecible. Pero era imposible: Todo esto no era más que un enigma para tu cerebro y tus pensamientos parecen obnubilados por el peso de la muerte.

Y sin embargo, la sensación de estar allí no era particularmente incómoda. No había presiones ni prisas, no había tristezas, ni congojas, sólo había una oscuridad tenue en tu interior que latía al compás de las luces bailando en medio del fluido amniótico a tu alrededor. Sólo se escuchaba el silencio absoluto de la soledad eterna. Quizás aquello era la muerte, quizás tu destino era pasar el resto de la eternidad en aquella prisión metafísica sin incapaz de sacudir tus sentidos, en aquel estado entre el sueño y la vigilia en el que la realidad es tan sólo una mancha borrosa y lejana, mientras tu alma permanece allí, incapaz de recuperarse del todo, prisionera de su aturdimiento.

El tiempo fluye de maneras inefables. En tu cabeza no existe tampoco noción de los minutos, días, horas o días que transcurren... todo se ve borroso y aquella humedad sin sabor en la que flotas es la cárcel que ha de contener los inconexos pensamientos que logras juntar tras un gran esfuerzo.

Y es allí, en medio de estas reflexiones, cuando sucede. Primero es la sacudida angustiosa del líquido, luego es el movimiento rápido y el ruido que haría una tela al rasgarse y finalmente el dolor mudo de una herida abierta que había logrado que aquella placenta en la que estabas se abriera para desocuparse, lanzándote de golpe de nuevo a la realidad.

Como si hubieses salido de lo profundo del océano, de nuevo la solidez física de la calle te saluda, el frío del otoño, el estruendo siniestro de una tormenta en el cielo...

...Y todo llega de repente a ti. Recuerdas la luz, recuerdas el chirrido de las llantas, los gritos y la horrible sensación de sentir como tu vida se escapaba. Y allí estabas, indemne. Los colores del mundo empiezan a tomar forma y las siluetas borrosas de edificios y luces comienzan a hacerle nítidas... de una forma inusual y aterradora. Los edificios del centro parecen acabados, abandonados, sus paredes manchadas y agrietadas, sus ventanas opacadas por la sociedad y agrietadas por el peso de eones, cada porción de los mismos es  el reflejo de un abandono de siglos y siglos. El olor reinante es a tierra putrefacta. Y Las luces... las luces emiten una radiación mortecina y frágil, de colores descompuestos que parpadean en una eterna agonía, como si el mismo fulgor de las lámparas de neón se estuviese pudriendo poco a poco.

El cielo está teñido bajo una satánica capa negra de nubes que se estremecen con corrientes fuertes de aire que aúllan en las alturas; estrepitosos estallidos parecen sucederse en las alturas, relámpagos y explosiones vomitan humos tóxicos y oscuros que se estrellan entre sí. Desgarradoras ráfagas parecen reptar invisiblemente en el aire allá arriba, silbando desde la distancia con perturbadores siseos. Aquello no era más que reflejo corrupto del centro de Liverpool, del sitio que está grabado en su memoria como su último recuerdo en vida.

Cargando editor
11/06/2015, 21:05
Desconocido

-Muy bien, bella durmiente...- dice una voz masculina y seria cerca de ti. Es entonces cuando notas la presencia de alguien más a tu lado, teniéndote firmemente de tu ropa. -... di algo, vamos, vamos- parece ansioso por ver alguna reacción de parte tuya - ¿Cómo te llamas? ¿Me puedes escuchar? Asiente si me entiendes- dice el delgado joven de aire enfermizo, complexión delgada y de facciones puntiagudas. Lleva el cabello corto mal peinado, y tiene unos ojos de un color marrón. Su piel es extremadamente blanca. 

Sus labios tienen un color rojizo-purpúreo y una cadena sale de su boca y se pierde en su abrigo atrás. Varios tatuajes de estilo tribal se asoman a través de su nuca. Sus ojos, hundidos en sus cuencas, te observan fijamente a través de unos lentes de marco grueso.

-¿Hola? ¿Alguien en casa? - repite sacudiéndote como si tratara de hacerte entrar en razón.

Cargando editor
13/06/2015, 20:27
Angie Doyle

Tal vez era así cómo se sentían los bebés antes de nacer. Envueltos en una cálida oscuridad, sin necesidad de pensar, sin necesidad de sentir. Protegidos de cualquier sensación o percepción de cualquier mundo. Escondidos, cobijados, arropados por un líquido denso que los aisla del resto del universo. Era cómodo en cierta manera no tener que hacer nada más que existir en forma de consciencia flotante sin pensamientos conscientes o coherentes. Y sin duda era mucho mejor que sentir cómo toda aquella oscuridad se desgarraba, mucho mejor que ser expulsada de allí a la fuerza, secuestrada y obligada a percibir en un instante una realidad que al principio se me antojaba ajena y distante. 

Los recuerdos son dolorosos y cierro los ojos mientras todo vuelve de golpe, impactando en mi mente con tanta fuerza que un jadeo brota de mi garganta. Inconscientemente me llevo las manos a la cabeza y me encojo, protegiéndome del choque con el coche de forma retroactiva. Y tras aquel movimiento espero algunos segundos antes de abrir los ojos de nuevo, confusa, perdida en un mundo que se ha vuelto sombrío y decadente. Como un teatro abandonado. Un teatro abandonado. Esa idea revuelve algo en mi pecho y me angustia, aunque aún no sé por qué. Si la vida es un teatro, sin duda este está a punto de ser derruido. Contemplo el cielo y un escalofrío recorre mi espina dorsal al descubrir la violencia de esa tormenta. 

El impacto con mi nueva realidad es tan grande que tardo algunos segundos en sentir algo deslizándose muy lentamente desde mi sien hasta mi mejilla, que se siente más fría y más pálida de lo habitual. Llevo los dedos hasta ese lugar y cuando los miro de nuevo mi estómago se encoge. Ese líquido espeso y pegajoso que brota de mi cabeza es sangre. Mis labios se entreabren en un gesto asustado y trato de tapar esa herida con la palma de mi mano, pero la sangre no deja de salir, deslizándose entre mis dedos. Un picor empieza a arder detrás de mis ojos y parpadeo con fuerza para no ponerme a llorar. Me siento indefensa y demasiado confusa como para procesar todo lo que mis ojos me muestran.

Es entonces cuando me doy cuenta de que alguien me está zarandeando. Giro mi rostro hacia el de un joven pálido y pestañeo varias veces. Asiento, con aire confundido y tras un instante obligo a mi voz a salir de mi garganta. Suena grave y áspera cuando lo hace con dificultad, como si se me hubiese olvidado cómo se habla. En aquel momento incluso mi propia voz me resulta ajena, resonando en un aire diferente.

- A-angie -es todo lo que consigo decir en un primer momento-. M-me l-llamo Angie -añado, tras tomar aire lentamente-. 

Cargando editor
14/06/2015, 00:20
Elie Godnay

El tiempo pasa con una lentitud pesada y densa, casi pegajosa. O al menos esa es la sensación predominante. Los segundos se mezclan, y llega un momento en que cuesta diferenciar la espera de la simple quietud o de la expectación. No existen los minutos ni los días, y de alguna forma en aquella nueva existencia quien se llama a sí misma Elie Godnay sabe que sólo puede esperar.

Hasta que los recuerdos llegan. Y con ellos, la esencia de Elie tiembla dentro de Angie. Lo hace como quien tiene frío, como quien tiene miedo, como quien está sólo y asustado. Lo hace de todas las maneras y de ninguna, pues ni siquiera posee un cuerpo con el que temblar. Y es entonces, al sentir aquella presencia cerca, cuando casi intenta asentir con la cabeza.

- Elie. - Dice al mismo tiempo en que Angie pronuncia su nombre, sin que los labios de aquel cuerpo compartido la obedezcan. Sin embargo, por fortuna su voz es lo suficientemente fuerte para llegar a ser oída por la chica. - Soy... Soy Elie. - Murmura después, casi tanteando su propia voz y su alcance más que queriendo completar las escasas dos sílabas pronunciadas antes.

Cargando editor
15/06/2015, 18:36
Desconocido

-¡Coño! ¡Tenemos a una con cerebro!- dice con una sonrisa y emocionado. Te levanta el rostro para que le veas y puedes ver sus ojos fijos en ti. -¿Tienes cerebro verdad? ¿Recuerdas cómo llegaste aquí?- dice con un aire de alegría que parece poco natural dada las circunstancias. -Mírame a los ojos, Angie, mírame. ¿Có-mo lle-gas-te? Dime alguna puta cosa útil, por favor...- repite lentamente como si tuvieses alguna clase de tara mental.

Las sensaciones eran extrañas. La familiaridad de las funciones vitales, de respirar, de pestañear, de sentir un corazón palpitante en medio del pecho parecían apenas rellenos artificiales y fríos, no tenían una definición fija y en su lugar, cada órgano parecía haber sido reemplazado por percepciones curiosas, como si dentro de tu cuerpo albergaras corrientes vitales, como si flujos emocionales se arremolinaran y la idea de sentimientos abstractos hasta hace unos... ¿instantes?¿horas?¿días?... tuvieran ahora una solidez fuerte muy dentro de ti.

El muchacho te sigue observando expectante. Un grupo de siluetas muy cerca de él se dibuja borrosamente, aunque dado que sostiene tu rostro para enfocar tu mirada, no puedes detallar muy bien de qué se trata. No obstante, todo está cubierto con esa oscuridad mortecina y repugnante, de sensación viscosa y envejecida, ese aire irrespirable que parece cargar los fríos aullidos de la Tormenta.

Cargando editor
15/06/2015, 19:48
Angie Doyle

¿Elie? - Murmuro, más para mí misma que para el chico que me zarandea. No estoy segura de dónde ha venido esa idea, si es un recuerdo o qué, hay muchas cosas confusas todavía, pero estoy bastante segura de que no. De que me llamo Angie. 

Me estremezco al sentir mi cuerpo tan distinto, lleno de emociones, y no puedo evitar fruncir el ceño con molestia cuando el chico me habla como si fuese idiota. Vale, estoy muy asustada, hecha un lío y hay muchas cosas que no entiendo, pero no soy una retrasada mental. Le devuelvo la mirada, fija en sus ojos, antes de responder.

- Claro que tengo cerebro. - Su otra pregunta me descoloca y me quedo pensativa un instante. ¿Cómo he llegado aquí? Me lo quedo mirando con aire confuso, sin saber si empezar a explicar esa extraña sensación de nacimiento o si hablarle de Edith y Josh... O del coche. - Y-yo... Creo... Creo que me atropellaron. - Pronuncio las palabras dubitativas, tras varios segundos.

El movimiento que intuyo por el rabillo del ojo me incomoda y empiezo a ponerme nerviosa. ¿Dónde están mis amigos? ¿Por qué la ciudad está tan diferente? Intento soltarme de su agarre para mirar hacia ese lugar donde hay más gente y de paso buscar el coche y a Edith. - ¿Y tú quién eres? - Pregunto finalmente, entrecerrando un poco los ojos, sintiéndome de pronto desconfiada hacia ese tipo que tantas preguntas hace.

Cargando editor
16/06/2015, 02:24
Elie Godnay

- ¿Angie? - Susurra al unísono aquella voz suave, cadenciosa, hablando con lo que parece una muestra de miedo y duda. Durante los segundos siguientes permanece callada, mientras el silencio se alarga como una sombra más en un atardecer. Las sensaciones que recibe de aquel cuerpo parecen inconexas, pero no son, de por sí, desagradables. Salvo las que rodean a aquel desconocido, claro.

Los temblores de aquella esencia no se detienen, pero algo en ella reacciona cuando Angie dice lo del atropello. Un breve sonido, como una rápida exhalación, mana de ese lugar indefinido donde la que se llama Elie se encuentra. Parece que con aquella palabra acabe de asustarse. - Creo que me han atropellado. - Repite casi palabra por palabra. Su voz está cargada con la incredulidad de quien descubre por primera vez que su padre no es su padre, o de una mucho más profunda... Como la de quien observa por primera vez la imposibilidad de estar muerta. - Creo que me han atropellado. - Dice otra vez, dejando que un aliento frío y solitario se extienda por aquel lugar cohabitado. - Me han... - Empieza una vez más. Pero no merece la pena continuar. La realidad no va a cambiar por más que repita aquellas palabras que cada vez parecen tener menos sentido.

Lo demás no parece importar. Ni lo que observa a través del rabillo del ojo, ni siquiera ese desconocido. Sólo parece haber lugar para tres certezas; la de la muerte, la del miedo y la del frío.

Cargando editor
16/06/2015, 15:32
Desconocido

-Vaya, y yo pensaba que esta noche no íbamos a pescar nada bueno... Seguro que la Legión Esmeralda nos pagará bien por esta tía- dice mientras suelta tu rostro y toma tu mano izquierda con brusquedad y pone algo que se cierra con un sonido metálico. Unas esposas de hierro unida a una cadena que tiene el chico, una cadena de un hierro negro y oscuro que al contacto con tu mano te hace retorcerte de dolor... sientes una punzada helada y como la carne de tu mano parece empezar a derretirse. Es una punzada de desesperación que inmediatamente lanza tus sentidos en una sobrecarga y te hace imposible mover tus manos a voluntad. Aquellas cadenas parecen contagiarte de una desesperación innata -Pasa aquí la otra mano, se una buena niña- dice burlón el joven.

De repente se acercan las otras siluetas. Un chico de aspecto oriental, también con lentes y un rostro que parecería haber sido bronceado en algún tiempo. Sus rasgos eran más bien gruesos y sobresalientes, y sus ojos, aunque pequeños y oscuros, emanaban una seriedad poco tranquilizadora tras unos unos lentes gruesos. Cabello largo y sucio, y una camiseta raída junto con un par de vaqueros en mal estado. Lleva de una mano cubierta con un guante y hala la cadena de dos personas más tras él, inmóviles, paradas, con su mirada perdida hacia el frente: Un anciano con bata de hospital, arrugado y encorvado que parece se sostiene apenas en sus pies y una mujer extremadamente delgada y sucia, vestida con harapos y telas agujereadas. Sólo el asiático te nota, sólo él te mira y se acerca lentamente.

Al mismo tiempo, los recuerdos toman de nuevo más solidez antes de manifestarse de nuevo en tu cabeza. A unos metros de allí hay lo que parece una multitud de gente, con un brillo vital, lanzando destellos vivaces que los diferenciaban de tus actuales dos interlocutores. Había un auto cerca, una ambulancia averiada y oxidada más allí y las voces distorsionadas de comentarios que parecían llegar ininteligibles como si toda aquella gente hablase debajo del agua.

Notas de juego

Mientras tengas la esposa en la mano izquierda, no la puedes usar para nada en contra de quien tiene la punta. Puedes intentar resistirte, pero mientras estés atada, es como si tuvieses un peso que te impidiese actuar con libertad.

Cargando editor
16/06/2015, 16:11
Angie Doyle

Fruncí de nuevo el ceño al escuchar esa voz en mi mente, repitiendo mi nombre. Era confuso, como escucharme a mí misma en diferido, quizá me había golpeado en la cabeza y me había quedado un poco atontada. Eso explicaría también la sangre de mi sien y por qué estaba tan confusa. Explicaría muchas cosas, pero lo cierto era que en ese momento no tenía tiempo para pensar en ellas.

Así pues, aparté mi atención de lo extraña que sentía mi mente al escuchar hablar de nuevo al tipo pálido. No comprendía a qué se refería con eso de la Legión Esmeralda, pero que hablase de mí como si fuese un trofeo de caza no me gustaba en absoluto. 

Es entonces cuando la esposa se cierra sobre mi muñeca y el eco de su sonido metálico resuena en mis oídos. Me encojo con el dolor que recorre mi cuerpo desde la mano y un gemido ronco sale de mi garganta. Siento cómo mis ojos se empañan por las lágrimas y boqueo, tratando de tomar aire con desesperación. Toda la confusión y la indefensión se acumulan en mi pecho y mi labio inferior tiembla mientras mi voz sale en un susurro balbuceante y dolorido. - ¿ P-pero qué... qué e-estás haciendo?

Percibo el movimiento de otras personas acercándose y mis ojos se abren aterrados al ver sus cadenas. Todo es confuso pero esta gente parece tener toda la intención de secuestrarme, quizá aprovechando la distracción del jaleo del choque con el coche. Ni siquiera quiero plantearme para qué quieren secuestrarme. Quizá para prostituirme o para robarme esos órganos que ahora me cuesta sentir con la misma solidez de siempre. No me importa. Pero si consiguen alejarme de la gente no podré librarme de ellos y sus terribles cadenas. Me fijo en la multitud, en el coche, en la ambulancia. Todo parece tan distinto, tan amortiguado... 

- No... No, no, no, no. - Susurro, justo antes de doblar la rodilla para coger impulso y lanzar una patada contra el tipo que me sujeta. No me molesto en apuntar en ninguna dirección, tan sólo quiero quitármelo de encima para arrastrarme hacia el lugar donde debe estar Edith. Quizá la están interrogando o algo, no se me ocurre otro motivo por el que me dejaría sola. - ¡Edith! ¡Edith! - Grito con fuerza con la garganta dolorida. - ¡Edith! ¡Ayúdame!

 

- Tiradas (3)

Motivo: Patada!! (+Fdv)

Tirada: 3d10

Dificultad: 8+

Resultado: 2, 5, 7 (Suma: 14)

Motivo: Daño cutrepatada XD

Tirada: 2d10

Dificultad: 6+

Resultado: 7, 5 (Suma: 12)

Exitos: 1

Tirada oculta

Motivo: Fuerza oculta

Tirada: 1d10

Dificultad: 6+

Resultado: 4 (Fracaso)

Cargando editor
16/06/2015, 21:10
Elie Godnay

En cuanto el desconocido empieza a hablar de esa manera la esencia de Elie se recoge sobre sí misma, como si así pudiera escapar de aquella mirada, de aquellas lentes, de aquel ser. No le gusta en absoluto. Aquello empeora, sin embargo, en cuanto el monstruo esposa la muñeca de ese precioso cuerpo compartido.

Y cuando Angie se encoge de dolor, así lo hace también la esencia que habita en su cabeza. Un sonido recorre el lugar, desacompasado, como una respiración trabajosa. En algún lugar Elie boquea con dificultad. Si se pudieran definir de alguna manera sus inexistentes movimientos, podría decirse que se arrastra hacia donde la esencia de Angie debe encontrarse. Lo hace usando sus dedos para anclarse al suelo, para tirar de su propio e irreal cuerpo como si ninguna parte de él respondiese como debía.

- No, no, no... - Murmura al mismo tiempo que Angie con aparente desesperación, como si todas esas sensaciones, además del cuerpo, fueran compartidas. Entonces toma aire, y un acceso de tos la sacude antes de volver a hablar. - Tú, tú... Yo... - Continúa después, de manera dubitativa. - No puedes dejarle... - Dice con un tono rasgado, sufrido, muy diferente al cálido de un tiempo atrás. - No puedes dejarle, yo... - Sigue, sin llegar a poner en palabras aquello que quiere expresar. - Ayuda... - Dice, antes de que un pequeño gemido interrumpa la frase.

Notas de juego

Elie ofrece cinco dados de ayuda a cualquier acción que tenga que ver con hundirle las gafas en la cara a este tipo, o escapar de él de alguna manera.

Cargando editor
19/06/2015, 15:39
Desconocido

Sólo puedes patalear y moverte torpemente, tus piernas intentan buscar algún blanco, pero el hombre joven parece no inmutarse. Intentas dar un golpe fuerte, tu pierna se dirige hacia su estómago, pero él tan solo la corre con un manotazo, mientras fruce el ceño. -Shhh, shhh, Tranquila, tranquila- dice como si estuviese hablando con un animal salvaje, sin importarle que gritos. Nadie responde a tus alaridos, nadie acude en tu ayuda, nadie parece estar escuchando allí -No hay razón para ponerse así. No querrás que te vendamos como zángana, ¿verdad que no?- dice y con un movimiento brusco, toma tu mano libre y la hala con fuerza, causándote algo de daño, y finalmente asegura la segunda esposa a tu muñeca.

El dolor de nuevo es punzante, fuerte, y puedes ver como el metal negro y frío comienza a hacer burbujear tu piel y se hunde lentamente dentro de la contextura líquida en la que se ha convertido tu mano temporalmente, lanzando borbotones helados, dejando poco a poco visible solo la horrible cadena que parece nacer de tu piel, mientras los vapores que emanan de tu mano ocultan que de nuevo tu carne vuelve a estar firme. El chico sonríe sin prestarle importancia. -Ya está, ¿ves como no era tan difícil? Es una precaución, la tenemos con todos los esclavos- te dice el muchacho mientras toma la cadena y se pone de pie, estirándose, como si tuviese un dolor en la espalda. 

- Tiradas (2)

Tirada oculta

Motivo: Fuerza

Tirada: 3d10

Dificultad: 6+

Resultado: 9, 10, 6 (Suma: 25)

Exitos: 3

Tirada oculta

Motivo: Resistencia

Tirada: 3d10

Dificultad: 6+

Resultado: 1, 7, 8 (Suma: 16)

Exitos: 2

Notas de juego

Toda acción que requiera las manos tiene dif. +1.

Cualquier acción en contra de quien posee tus cadenas, requiere que lances primero FdV temporal a dif 8. Cada éxito te deja emplear un dado de otra reserva para dicha acción, o lo que es lo mismo, el número de éxitos limita tu reserva. Los dados que te ofrezca tu sombra puedes emplearlos para dicha tirada pero no para la acción subsecuente y viceversa, puedes hacer la tirada de FdV sola, pero la reserva que te ofrezca la sombra estará también limitada por los éxitos que saques en la primera tirada.

Cargando editor
19/06/2015, 15:52
Desconocido

El otro chico se acerca, seguido por los otros dos encadenados. Puedes ver como sus cadenas también van hasta sus manos y se hunden en su carne. -¿Problemas con la nueva?- dice el de aspecto oriental, sin sonreír. Su compañero se encoje de hombros y lanza un "meh", para halar la cadena y decir "de pie" con aire autoritario. El otro te observa y flexiona sus rodillas para estar a tu altura. Se acerca a tu rostro sin tocarlo y te mira fijamente.

-Espera, espera, tío... esta tía le recuerdo de alguna parte...- comenta mirando al otro.

-Creo que estuve en una función de teatro de esta tía... ayer en la noche-  su asociado se encoje de hombros-Qué simple eres. Esta tía me dio un banquete de Pathos... ¿Eras tú ayer no? ¿La de la obra en El Libertino, no?- dijo mirándote de nuevo, sin sonreír, refiriéndose al local en donde Josh y su banda se presentaban, el mismo que te había alquilado para tus pequeñas obras...

-Quizás podamos vendérsela a alguien que nos pague más que las legiones.- y por primera vez, observas una inquietante y perturbadora sonrisa en el rostro del chico, dejando ver unos dientes pequeños y amarillentos.

Cargando editor
20/06/2015, 03:03
Angie Doyle

No podía creerme que nadie respondiese a mis gritos. Estaban apenas a unos metros pero no parecían escucharme. Tampoco yo podía escuchar sus voces con nitidez, habría pensado que era un problema de mis oídos, que tal vez se habían afectado por el golpe, si no tuviese al lado a esos dos tipos a los que sí escuchaba perfectamente. 

Por otro lado mis pensamientos parecían haberse descontrolado. Era como tener dos voces en la cabeza al mismo tiempo, como si de alguna forma me hubiera desdoblado. Aunque por muchas voces que tuviera en la cabeza estaba claro que lo primordial era librarme de aquellos tipos. Y por lo visto nadie iba a ayudarme. 

Los forcejeos terminaron en cuanto el chasquido del grillete sonó, rodeando mi otra muñeca. Gemí por el dolor. Me daba pánico mirarme las manos, estaba segura de que esas cadenas estaban recubiertas con algún tipo de ácido para quemar la piel y pegarlas a ellas. Pensé que esas cicatrices me iban a quedar de por vida. Mi garganta se apretó como en un puño y mi respiración se convirtió en un jadeo agitado mientras el tipo hablaba de nuevo de venderme. ¿Como zángana? No tenía ni idea de qué sería eso en su jerga de secuestrador, pero no quería comprobarlo.

Tengo que tomar aire despacio para no echarme a llorar directamente y por algún motivo en ese momento recuerdo a mi madre. Si estos tipos se salen con la suya puede que no vuelva a verla nunca. Y la última vez que hablé con ella fue para discutir. Vieja amargada, la llamé. Ahora me arrepiento y me doy cuenta de que no pienso eso de verdad, pero en aquel momento me exalté. Mis ojos se empiezan a humedecer con la idea de no poder pedirle perdón, de no volver a ver a Josh y mientras el tipo de las gafas se pone de pie mi mirada se pierde de nuevo en el lugar donde la gente se amontona cerca de la ambulancia. Me dan ganas de volver a gritar, pero sé que será inútil.

Ante el tirón de la cadena empiezo a levantarme con dificultades. Le devuelvo entonces la mirada al otro tipo mientras respiro hondo, conteniendo las lágrimas y las ganas de darle un cabezazo a este tío para incrustarle la nariz en el cerebro. Sin embargo, lo que dice sí que llama mi atención y mi mirada cambia del odio a la sorpresa cuando confiesa que me conoce. Escuchar el nombre del local donde actúo hace que toda esa situación surrealista tome consistencia y eso por un lado me da ánimos, pero por otro me acojona a saco porque todo es demasiado confuso. No llego a comprender lo que dice, pero sí puedo sentir algo de admiración en sus palabras. Asiento con la cabeza, sin llegar a decir nada todavía. Me vio actuar y le gustó. 

Me quedo pensativa un instante mientras la cabeza me empieza a funcionar a toda velocidad. Vale, no entiendo ni la mitad de las cosas que pasan y por algún motivo extraño la gente no parece escuchar mis gritos. Me planteo que todo sea una pesadilla, o una alucinación por el golpe, pero sea como sea, no quiero que esta gente me venda. Y dentro de lo malo, ellos parecen una opción mejor que la legión esa, sean quienes sean. Por lo menos de momento. Hay algo de consuelo en pensar que a uno de los dos le mola cómo actúo. 

Pensar en eso me da la clave. Forcejear no me va a servir, ellos son más fuertes y además son dos. Tengo que ganarme su confianza hasta conseguir que me suelten. Pero lo primero es convencerles de que no me vendan y para eso supongo que lo mejor es conseguir que quieran quedarse ellos conmigo. - Angie, vas a tener que hacer el mejor papel de tu vida. - me digo a mí misma mientras respiro profundamente. Porque sí, una cosa es declamar a Shakespeare en un escenario, pero otra muy distinta es improvisar un papel a pie de calle y con las manos encadenadas. Me doy un instante para mentalizarme, para adaptarme al personaje que quiero adoptar hasta que me cubra como una segunda piel. Debo parecer asustada, pero no aterrada. Confiada en mis capacidades, valiosa, pero no demasiado sobrada. Y sobre todo, resignada. La persona que voy a interpretar no desea escapar, pero menos desea que la vendan. Esa persona se quiere quedar con estos chicos. Siento en mi interior una fuerza distinta y poco a poco mis venas se van llenando de la adrenalina por la expectación antes de comenzar una función. Cuando abro los ojos, no soy yo la que los abre. Es esa otra Angie que voy a interpretar. - Elie. Seré Elie. - decido en un instante al tomar fuerzas de esa voz-desdoblamiento-lo-que-sea en mi mente y le dedico una sonrisa interna. - Vamos allá. - Me juego más que nunca y estoy dispuesta a dar lo mejor que pueda.

Miro directamente al oriental. Si tiene que colarle a uno de los dos mi papel supongo que será más fácil con él. Al menos ya está predispuesto. - Sí, era yo... Elie. - Mi voz suena menos desesperada y más resignada. Entonces miro a ambos con ojos asustados. - Pero... Pensad que los zánganos no chupan la sangre del águila; se contentan con robar los panales de las abejas. Nuestras dudas nos hacen perder a menudo el bien que podríamos ganar, por temor a experimentarlo - cito, con la esperanza de que Shakespeare me ayude a reforzar mi discurso-¿Es de más noble espíritu sufrir las arremetidas y los dardos de la adversa fortuna o por el contrario empuñar las armas contra un mar de adversidades y terminar con ellas haciéndoles frente? ¿Por qué venderme? Puedo recitar para vosotros, puedo repetir para ti la actuación de ayer -digo, mirando de nuevo al oriental-. Todas las veces que quieras. 

Tomo aire y declamo el final de La Tempestad, poniendo toda la emoción posible en mis palabras y mirando directamente a los ojos al tipo oriental. - "Ahora magia no me queda y sólo tengo mis fuerzas, que son pocas. Si os complace, retenedme aquí, o dejadme ir a Nápoles. Con todo, si ya el ducado recobro tras perdonar al traidor, no quede hechizado yo en la isla, y de este encanto libradme con vuestro aplauso. Vuestro aliento hinche mis velas o fracasará mi idea, que fue agradar. Sin dominio sobre espíritus o hechizos, me vencerá el desaliento si no me alivia algún rezo tan sentido que emocione al cielo y excuse errores. Igual que por pecar rogáis clemencia, libéreme también vuestra indulgencia."

Con los ojos muy abiertos me tomo un segundo antes de mirar al otro tipo y de nuevo a este. Ahora es el momento de mostrar una pizca de fragilidad. - No sé qué me ha pasado, ni por qué todo está tan distinto... Me siento perdida y confusa, pero preferiría quedarme con vosotros. No intentaré escaparme, os lo juro. Y puedo... Puedo ayudaros en lo que necesitéis. 

Y tras terminar el discurso me quedo en silencio, todavía sintiéndome dentro de la piel del personaje que acabo de crear. Todo es más sencillo cuando una se mete en otra persona. Es más sencillo no torturarse con las consecuencias, más sencillo esperar el veredicto de los dos tipos. Más sencillo controlar las lágrimas y la necesidad de gritar hasta desgarrarme la garganta por el miedo y la frustración. 

- Tiradas (2)

Motivo: Carisma+Interpretación+FdV+5 Dados Elie

Tirada: 13d10

Dificultad: 6+

Resultado: 1, 5, 1, 3, 1, 8, 6, 10, 9, 6, 6, 10, 8 (Suma: 74)

Exitos: 8

Motivo: Repetir 10's especialidad

Tirada: 2d10

Dificultad: 6+

Resultado: 2, 4 (Suma: 6)

Notas de juego

Dados de Elie aceptados D:. 

Cargando editor
20/06/2015, 11:53
Elie Godnay

A través de los oídos de Angie la compañera que ahora habitaba su mente escuchó las amenazas del primero de esos secuestradores. De manera figurada sus labios se apretaron con decisión, prometiéndose a sí misma y a Angie en silencio que aquel tipo no tardaría en soltarlas. Sin embargo esa determinación fue interrumpida por el cierre de aquella segunda esposa.

El dolor que Angie sentía en las muñecas de nuevo hizo que la respiración de Elie se alterase, como si a través de exageradas y rápidas exhalaciones pudiera liberarse en parte de él. Pero esa agonía sirvió para ir transformando poco a poco el aparente miedo inicial en iniciativa. Sintió ganas de mirar. De llevar las pupilas de Angie hacia sus muñecas para alimentar ese odio que iba creciendo en su interior hacia aquel monstruo. Pero ni siquiera lo intentó. Probablemente Angie no podría soportarlo.

Fue entonces cuando oyó las palabras del otro, del oriental. Bastó escuchar el nombre de El Libertino para que los sentidos de Elie se disparasen, queriendo prestar aún más atención a todo.

- Tú... - Empezó Elie, susurrando a Angie aún con voz rasgada. - ¿También actúas? - Le preguntó con tono dubitativo, casi de manera retórica. Era evidente que sí. Y por un momento una sensación cálida, cómplice, empezó a extenderse desde el lugar que ocupaba Elie. Sensación que creció aún más cuando Angie tomó prestado su nombre. Durante sólo un instante observó la escena, sintiendo un orgullo real y sincero ante lo que estaba sucediendo. No sabía adónde las llevaría aquello, pero la idea de trabajar juntas se le antojaba cercana y apetecible.

Elie no sólo compartió, sino que alimentó aquella sensación de estar a punto de entrar a escena. Tomó aire con una expectación nerviosa en la boca de un estómago que no existía y se lanzó a declamar al mismo tiempo que Angie lo hacía. Al igual que sabía que ella estaba haciendo tomó como ancla aquella palabra que el secuestrador había utilizado, zángano, y dejó que su voz inundase toda la consciencia de Angie. - Los zánganos no chupan la sangre del águila; se contentan con robar los panales de las abejas. - Dijo, recurriendo como ella a un texto conocido más que de sobra: Enrique IV. Acto seguido dejó que su mente volase paralelamente a la de Angie hacia otro pedazo de la misma obra, como si las palabras acudiesen llamadas por un reclamo que sólo ellas podían oír. - Nuestras dudas nos hacen perder a menudo el bien que podríamos ganar, por temor a experimentarlo. - Enunció mientras su pecho se llenaba de expectación. Y entonces la pieza fuerte. El clásico de los clásicos. El texto que incluso aquellos nerds tendrían que conocer: el famoso discurso de Hamlet, ese que trataba tantos temas de un sólo plumazo que había dado para siglos de análisis y estudio. - ¿Es de más noble espíritu sufrir las arremetidas y los dardos de la adversa fortuna o por el contrario empuñar las armas contra un mar de adversidades y terminar con ellas haciéndoles frente?

El tiempo que duró aquella pequeña representación fue de sólo unos segundos. Pero cada verso eran más que palabras sueltas: era la preparación para el siguiente. Era el fuelle y el impulso para llenarse de emoción, para compenetrarse con Angie, para dar lo mejor de ambas. Y ahora sólo podía buscar en La Tempestad el material para una última demostración. Una que les dejase bien claro a aquellos dos que si había que darle un calificativo a Angie no era precisamente el de zángana. Podía ser que la chica no supiera hacer mucho, pero lo que hacía lo hacía bien. Y más con su ayuda.

Una vez todo acabó Elie casi podía agitar los brazos, celebrándolo. Ni siquiera había un resultado que festejar, pero no sería descabellado pensar que ni siquiera en tiempos de Shakespeare habría habido una declamación como aquella. Elie sabía mejor que nadie que no había sido la tensión del momento, ni la adrenalina, sino su ayuda, pero Angie no podría haberlo hecho mejor en toda su vida.

- Has estado increíble. - Susurró. Y si hubiera que localizar esas palabras en algún lugar de la cabeza de la chica habrían estado en la cara interna de su oído. - Sonríele un poco. - La invitó entonces, refiriéndose claramente al oriental. - Pero no te pases. Tímida y nerviosa, como si no supieras que eso ha sido la leche. - Sugirió, antes de decir dos palabras más. - Sabes hacerlo.

Cargando editor
20/06/2015, 18:55
Narración

Durante unos instantes, el silencio. Incluso las mortecinas luces de la calle, las putrefactas luces emitidas por las farolas parecían bañarte a ti y solo a ti, mientras tus palabras salen fortalecidas en medio del aire enrarecido de aquella Liverpool más negra, más envejecida, más moribunda de lo que recordabas.  Los reflectores están sobre ti, regando el brillante icor que brota de sus bombillos rotos.  El público está escuchando y aunque los transeúntes no escuchen los gritos, de seguro escucharán tu interpretación. En tu interior, algo te da la fuerza que necesitas para concentrarte, como si estuvieses en alguna suerte de trance... y un estremecimiento preternatural parece agitarse en tu interior, empleando esa fuerza que parece provenir de algún rincón muy oscuro y perdido de tu interior. Algo no estaba bien al emplear tal don, a pesar de que  habías logrado dar un espectáculo digno de un gran actor, precisamente, gracias a ello.

Cuando acabaste, sentías la mirada de ambos jóvenes en ti, una mirada entre sorprendida y estupefacta. El primero, el pálido, tiene la boca abierta y el oriental parece bastante satisfecho e impresionado, aunque sonríe muy poco. Los únicos que parecen ajenos e indiferentes, son los esclavos que jala el de aspecto asiático: Sus miradas perdidas, embebidos en sí mismo, no expresan ni el más mínimo ápice de emoción, de protesta, de grito. En sus rostros sólo hay la vacuidad más absoluta. Aquellos rostros no expresan vida ni siquiera.

Un nuevo escalofrío te recorre al ver a esos pobres desafortunados, encadenados como tú, pero sin ninguna voluntad de luchar o resistirse ya.

Cargando editor
20/06/2015, 19:55
Desconocido

El chico le da un codazo a las costillas a su compañero oriental, su rostro muta de una expresión estupefacta a una sonrisa de oreja a oreja. Sus dientes blancos parecen perfectos, impolutos -Vaya que es buena la tía esta.- dice con un tono eufórico - Tenías razón. No vale la pena vendérsela a la Legión Esmeralda, tío. Sería un desperdicio que la convirtieran en un cojín o algo así- dice con emoción mientras jala la cadena, forzándote a dar dos pasos hacia adelante para no tropezar y caer de cara al suelo de nuevo. Está alegre y no puede disimularlo.

-Creo que te mereces un mejor futuro, ¿eh?- dice mirando a su compañero, quien de nuevo retoma su aspecto serio sin dejar de mirarte.

Cargando editor
20/06/2015, 20:19
Lee

-No te pases tío. Trátala bien... no la maltrates con las cadenas- dice acercándose a ti y mirándote, ayudándote a acomodar las cadenas para que no se hagan demasiado incómodas. -Lo siento Angie. Creo que no has tenido una bienvenida muy agradable... mi compañero y yo nos olvidamos de lo... complicado que es esto para los recién llegados.- dice, con un aire severo. Su asociado tan solo bufa y gira los ojos. Masculla algo entre dientes que no alcanzas a escuchar.

-Angie... estás muerta. Estás en la Tierra de las Sombras... a donde van a parar los espíritus de los que mueren. Los Wraiths- dice dando la noticia con serenidad, como si se tratara de algo mundano. -Yo soy Lee, y mi compañero es Jonathan. Y nuestro trabajo consiste en recoger las almas que podamos y llevarlas de regreso a la ciudadela de los muertos. Somos...- y parece sentirse incómodo por un instante -... segadores a sueldo- explica tras, aparentemente, buscar la palabra adecuada.

Cargando editor
20/06/2015, 20:27
Jonathan

-Bah. Nos pagan por llevar esclavos a la Necropolis, tío. No le des vueltas. No hay ninguna vergüenza en ello. Mejor los zánganos que nosotros- dice señalando a los esclavos que están detrás de su compañero. Acto seguido hala la cadena, por diversión, lo que es respondido con una protesta de Lee.

-Tío, calma. Me has convencido, no la llevaremos con la Legión. La llevaremos con Chamberlain. ¿No es eso lo que proponías originalmente?- dice sin tratar de ocultar un aire codicioso en sus palabras. -Sabes que paga oro por cada alma con talento que se le lleve fuera de registros. Angie no es nadie, nadie la ha visto morir y tendrá una mejor existencia que como un ladrillo o un pisapapeles para la oficina de algún burócrata- explica él.

-Jo, no te me pongas blando, luego de tanto tiempo en el curro. No cuela- finaliza jocoso.

Cargando editor
20/06/2015, 20:33
Lee

-No lo sé...- te mira dubitativo. -... no creo que no podamos tener nosotros un esclavo. ¿No nos lo merecemos? Todos los días buscamos almas para las legiones, les llevamos materia prima para las espadas que usan. Creo que si nos cobráramos teniendo a Angie con nosotros, a nadie le importaría. Nadie se preguntaría de dónde la habríamos sacado... ¿me sigues?- explica seriamente.

-Está fuera del registro. Ya lo has dicho. Y podemos hacer que haga lo que quieras tío. Incluso...- dice frunciendo el ceño y dudando -...incluso lo que no hacían las tías en vida contigo- espeta con cierta dureza, lo que es recibido con una señal de disgusto por la parte de Jonathan.

Cargando editor
21/06/2015, 03:15
Angie Doyle

Mis labios se estiraron con una leve sonrisa tímida ante la sugerencia de aquella voz. Sabía que lo había hecho bien, había estado increíble. Y los halagos que resonaban en mi cabeza producían una sensación cálida que suavizaba muy levemente el horror de la situación más extraña de toda mi vida. Ni siquiera con el peor viaje de esas pastillas que a veces traía Luka había nunca experimentado algo tan raro. Definitivamente algo debía haberse roto en mi cerebro. - Tú... ¿También actúas? - Sentir esa voz tan sólo debía ser otra parte de eso que no estaba funcionando bien. Pero los psicólogos existían y también los neurólogos y todas esas movidas. Claro que para poder ir al médico, antes tenía que escapar.

Esperé con expectación, envuelta en el torbellino de mis pensamientos y en la adrenalina tras la que quizá hubiera sido la mejor interpretación de mi vida y mis ojos se detuvieron en esos dos zombies. Porque no se les podía llamar otra cosa, eran como zombies. Un escalofrío me estremeció y aparté la mirada rápidamente, pestañeando. 

La primera exclamación del tío de gafas me saca de mi ensimismamiento y apenas me da tiempo a empezar a caminar a trompicones cuando da un tirón de la cadena haciéndome fruncir el ceño. Escucho atentamente lo que dice, tratando de retener alguna pista de lo que piensan hacer conmigo. Aunque nada tiene mucho sentido en esa jerga de mierda. Miro al oriental con agradecimiento cuando se acerca a ayudarme y su explicación cae como una losa sobre mis hombros. Frunzo el ceño con incredulidad. - ¿M-muerta? - Susurro, mientras de repente todo empieza a encajar como un puzzle. Mi cerebro se resiste a creerlo, pero mis ojos se dirigen hacia la ambulancia, hacia la gente distorsionada que no me oye y de repente empiezo a sentir un frío intenso. 

Sé que el de las gafas está hablando de nuevo. Justificándose. Tan sólo me quedo con un nombre: Chamberlain. No consigo prestarle mucha más atención mientras las imágenes de mis últimos momentos de vida pasan por mi mente una y otra vez. - ¡No te quedes atrás! ... No me dejes ir... - Mi propia voz, la de Edith y la de Josh se mezclan en mi cabeza. - Muerta -me repito a mí misma-. Muerta.

Pestañeo de nuevo, tratando de asimilarlo. Escucho al chico oriental convencido de no venderme a nadie y al menos me siento aliviada por haberme librado de convertirme en un cojín por ahora. Sea lo que sea eso para esta gente. Sin embargo sus últimas palabras insinuando que pueden utilizarme como esclava sexual son el clic que necesito para hablar de nuevo, dubitativa. - ¿Estoy muerta? ¿Muerta de verdad? ¿Qué es eso de la Tierra de las Sombras? - Pregunto rápidamente, antes de que esa idea pueda llegar a calar en el tipo de las gafas. Sin embargo, me callo de nuevo enseguida. Me aterra la idea de ser un coñazo y que cambien de opinión de nuevo ahora que parece que he convencido al menos a uno. 

Vuelvo a mirar hacia el grupo de gente, recordando aquella moñada de película que me hizo ver Beth hace un par de meses. Una del año de la polca con un tipo que se moría y se quedaba atascado por su mujer. Ella actuaba muy bien y me vi varias veces la escena en la que lloraba para intentar copiar su expresión en el espejo. Pero el caso era que el tío podía ver su propio cadáver en el suelo y a pesar de lo dolorosamente morboso del asunto, yo quiero ver el mío. Lo necesito para sentir que esto de verdad es real. - ¿Estoy ahí? - pregunto, entrecerrando los ojos y buscándome en el suelo, entre la gente. - Q-quiero decir... Mi cuerpo... ¿Está ahí?