Partida Rol por web

El gobernador escuchó atentamente a aquel hombre. No era ajeno a que aquello podía suponer un grave problema para toda la región e incluso también para toda Gea. No era gran conocedor de los dioses y sus tramas en busca de mayor notoriedad y veneración entre los mortales, pero si sabía lo básico. 

- Tengo entendido que ese Glubar no busca nada bueno. - Afirmó. - ¿Le llaman "el Perturbado", verdad? ¿Por qué un dios querría la destrucción de todo? Sin seguidores nadie le veneraría y él también sería... Olvidado. ¿Así llaman al hecho de que un dios muera, me equivoco? 

- El testimonio de la sagrada Tríada y de sus mismas víctimas, quienes ahora han de encontrarse descansando en nuestra iglesia sino es que en una cita con el mismo gobernador, con el fin de zanjar el trato que habían venido a realizar. - Le explicó con calma al jefe de la guardia. - Así como nuestros mismos invitados, quienes ya han confesado una vez. - Les miró a éstos, le parecía un poco cruel tenerlos amordazados, por más que decidiesen hablar sólo de sus blasfemias... Simplemente no le parecía justo. Esperaba pudiesen ofrecerles un trato relativamente digno allí, mientras se los llevaban. - ¿Permiten, bajo alguna ocasión, visita a los prisioneros? - Suspiró a modo de pregunta, una vez ya desaparecidos. Sin oscuras intenciones de por medio, sólo por saber cómo estaban, ocasionalmente.

- Así es. - Afirmó ante su siguiente pregunta. - Mi espada y la luz de Seyran, colaborarán con toda causa que sea justa. Y si en el proceso, he de brindar ante la justicia a los enemigos de Nocoavov, pues así sea. - Le explicó con cierta pasión en su labor, aunque recayendo en las posibles intenciones de su interlocutor más tarde. - No es nuestra intención, imponer ninguna autoridad por sobre la suya. Si nuestros fines convergen y desea que exista una colaboración mutua, será recibida con brazos abiertos. La Tríada siempre podría usar más aliados. - Le ofreció, sin ninguna intención de cuestionar ni destronar la autoridad del guerrero. Su colaboración era desinteresada, quizás hasta colateral. Pero también estaba abierto a mantenerla, si así el capitán lo deseaba.

Guideon negó con la cabeza.

—Glubar es uno de los Primigenios, un aspecto del cosmos cuya fuerza no depende de la fe de sus seguidores. Es por ello que no le importa un ardite aquellos que entonan hacia él sus plegarias. Sus fes son mercenarias, por interés, vacías de la reciprocidad que existe entre una deidad y un auténtico creyente. Concede poder y conjuros a aquellos incautos que le buscan, pero sus dones tienen un precio terrible. No puedes simplemente aprovecharte de una fuerza cósmica cuando necesitas magia, exprimir su poder y descartarla cuando has acabado. Este tipo de trato se vuelve contra ti: Glubar corrompe a esos insensatos y los vuelve locos, adictos al poder que ofrece. Los hace seguir un propósito singular: destruir nuestro mundo. Porque ese el propósito que encarna Glubar, él es el fin inevitable que supone las cosas que tienen un principio. Y el nuestro es retrasarlo lo máximo posible.

Guideon se detuvo un momento y se mesó las barbas cada vez más pobladas.

—Trash Ekulum, el arquitecto al cargo de los artesanos nos dijo que pensaba que estaban intentando desenterrar algo bajo la barbacana. Sea lo que sea lo que estén haciendo es imperativo evitar que lo consigan por todos los medios que estén al alcance de nuestra mano.

-Pergaminos de Silencio. Hemos encontrado a unos maleantes demasiado pesados y queremos callarlos -comentó la maga mientras contaba las moneditas-. Pues hablamos de gente preparada, no de cualquier mindundi con una espada. Gente con cicatrices, ya me entiende.

- Bien, de ser así, serán juzgados. - Respondió el capitán. - Los pondremos a disposición del magistrado y el Corregidor. - Indicó mientras los guaridas se hacían cargo de los prisioneros y se los llevanban en dirección a las celdas. - Supongo que el Magistrado y el Corregidor querrán escuchar el relato de esas personas de las que habla y el suyo propio. - Le dijo muy serio. - Manténganse localizables. Supongo que hoy mismo o mañana a más tardar tendrán lugar las comparecencias. 

Para cuando acabó de decir aquello, los cuatro cultistas ya se habían perdido de vista en el interior del edificio. Fercas avanzó hasta donde se encontraba Florian y posó una mano sobre su hombro. 

- ¿Alguna medida que tomar con ellos? - Le preguntó. - Si no es intención la suya la de dinamitar mi autoridad en favor de una autoridad moral y religiosa suya, podemos ser buenos amigos. ¿Un poco de vino? - Le preguntó de manera amistosa. 

- Comprendo que se trata de u no problema urgente y de difícil solución, que se escapa a lo que yo, como humilde Gobernador de Nocoavov, puedo llegar a hacer. - Dijo preocupado. - Como mucho yo podría proteger la villa de ese mal que se cierne sobre la misma. - Propuso entonces. - Los asuntos de religión, los tienen que tratar aquellos que son los baluartes de la fé. - Le indicó haciendo clara alusión a él y a los otros miembros de la Tríada y otras iglesias en la villa. - Deberíamos poner en conocimiento del Corregidor tales asuntos. ¿No cree? - Hizo una pausa, pero no dio tiempo a responder. - Asuntos que afectan a la integridad del Imperio, son asunto de estado y es el Emperador o los designados por él quien deben tomar las decisiones. 

- Muy bien dicho Gobernador. - Intervino entonces el lameculos del mayordomo. - El Gobernador ya tiene los suficientes problemas tratando de gobernar sobre esta villa y los asuntos que respecta a la fe, son asunto suyo. - Señaló a Guideon. - Le estamos muy agradecidos por la información y la administraremos de forma sabia. Se lo aseguro. - Asintió con la cabeza. - Iré a informar al Corregidor del asunto para que vaya tomando cartas en el asunto. 

Bomber miró al Gobernador y éste asintió con la cabeza. Parecían haber comprendido el alcance de la situación y quizás por eso mismo o puede que porque no le daban la importancia suficiente, decidieron eximir la responsabilidad y entregarle la patata caliente al Corregidor.

- Creo sinceramente, que es necesario actuar con inmediatez. - Replicó el hijo del gobernador de forma sorprendente. - El Corregidor puede que tenga que enviar mensajeros a la capital y eso podría retrasar el asunto varios días o incluso semanas. - Dijo ciertamente indignado. - Si están buscando algo allí abajo, como parece que es el caso, creo que es mejor ir hasta allí cuando antes. ¿No creen? - Miró con severidad a su padre. - Y no creo que ahorrar esfuerzos en esta empresa sea conveniente. - Miró a Guideon. - ¿Me equivoco? 

- Bueno, sus asuntos no son asunto mío supongo, aunque en parte si, si afecta a la villa... - Se llevó la mano al mentón pensativo. - Creo que tengo uno de esos pergaminos. Aunque es divino, no sé si usted puede usarlo. - Se ensortijó el bigote con los dedos. - Podría conseguirles alguno más, supongo. - Se encogió de hombros. - Doscientas coronas de oro los arcanos y ciento cincuenta los divino. - Le ofreció. - ¿Cuántos necesita?

- Haremos lo posible. Sería un honor el poder participar del juicio, y estaríamos agradecidos si el mismo pudiese realizarse con premura. - Asintió el joven con compromiso, aunque a sabiendas que tenían otro de no menor urgencia. - Éstos hombres eran seguidores de una deidad oscura. Estaban obligando a los enviados del gobernante a reconstruir una fortaleza, según ellos albergando una siniestra armada en sus niveles inferiores, posiblemente dormida o cautiva y aguardando a ser liberada... O manipulada. - Le relató brevemente, si bien era un testimonio a explayar durante el juicio, le pareció menester cuanto menos brindar una advertencia. Con calma, su intención no era esparcir el miedo. - Al menos nosotros, consideraremos hacer algo al respecto tan pronto se nos sea posible. Lo mínimo podemos hacer, es verificar sus palabras. - Se excusó, de ahí su relativa prisa, refiriéndose a nosotros como la Tríada y no necesariamente la guardia de la ciudad.

- Algunos de ellos, parecían poseer capacidades sortílegas. No es un área en la que pueda considerarme un experto, mas sugiero ciertas precauciones. El padre Guideon insistió en que estén atento ante símbolos sagrados, libros o posibles componentes que puedan servir para canalizar sus conjuros. - Explicó luego con mayor naturalidad, estaba bastante seguro de que el mismo sacerdote ya se habría asegurado de ello, por lo que podría resultar algo anecdótico. Mas por si acaso y ante su ignorancia de su funcionamiento, supuso, sería mejor hacérselo saber. Por otro lado, era consciente de que el saulita había sugerido también amordazarlos... Mas aquello, permanecer así durante todo el día, le parecía un trato demasiado inhumano y cruel. En especial porque deberían quitárselas inevitablemente a la hora de comer o testimoniar. Prefirió omitirlo. 

- Y... Puede que ésta sea una petición más personal. Pero les he prometido que recibirían un trato justo, si ofrecían su rendición y testimonio. Si fuese posible, le estaría agradecido si en estos días, pudiese asegurarse de que no pasasen frío, sed o hambre durante su estancia. - Le solicitó a un nivel más de favor personal, apelando un poco a su buena fé en las personas. Sí, quizás ya fuesen todos fanáticos cultistas sin retorno, pero el caballero había dado su palabra y cuanto menos quería ofrecerles una puerta abierta hacia otra realidad.

- No veo por qué no. Aceptaré su ofrecimiento con gusto. - Le sonrió el aasimar, aceptando aquel trago, preferiblemente en una copa si se la ofrecía. Bebería poco y con moderación, al fin y al cabo las bebidas no eran su mayor pasión, mas sí valoraba el gesto que ello representaba. Y mentiría si diría que no tenía un poco de sed.

Guideon negó con la cabeza antes de dirigirse de nuevo al mayor de los Docpher.

—Si un horrible peligro se esconde en vuestra bodega, la cosa más estúpida que puede hacer es sentarse en la puerta y desear que nunca salga... Gobernador —dijo Guideon—. Este no es un problema que pueda arreglarse por burócratas, sino por guerreros. No va a solucionar nada enviando cartas al Corregidor. Debe sentarse a la mesa con el resto de facciones y ayudar en todo lo posible, en mediación y en hombres. Es preferible coger el toro por los cuernos, y vencer la guerra de forma rápida, fulminante y definitiva en la Barbacana en vez de esperar a que lleguen aquí.

- Solemos tratar bien a los reclusos. - Respondió sonriente. Florian no llegó a alcanzar a adivinar si hablaba en serio o con cierto sarcasmo. - Venga conmigo. Bebamos algo mientras conversamos. Por aquí... - Señaló hacia el interior del cuartel.

Hadon Fercas hizo pasar a Florian al interior del torreón. Dejando atrás la sala de guardia se internaron en una escalera de caracol y subieron hasta el primer piso, donde se hallaba una puerta de madera reforzada. Hador sacó por el cuello de su camisa una llave que pendía de un colgante y abrió la puerta dando paso a un humilde despacho.

En el suelo una alfombra de muy buena manufactura y de un color rojo con motivos geométricos ocupaba la mayor parte del suelo. en la pared este se encontraban varias estanterías repletas de libros y carpetas de archivos. En la pared oeste, se encontraba una vidriera donde se guardaban algunas copas y botellas de licor, además de lo que a su lado parecía ser una caja fuerte. En la pared del frente un escritorio de buena calidad con varias sillas de apariencia cómoda y tras éste una ventana por donde se colaba la luz del día.

Hador se acercó a la vidriera, la abrió y agarró dos copas que situó sobre el escritorio. Acto seguido se hizo con una botella de vino y sirvió las copas hasta algo más de la mitad de su capacidad, facilitándole una a Florin y quedándose él con otra. La alzó para proponer un brindis.

- Por que este sea el inicio de una larga colaboración entre la fé y lo marcial. - Chocó la copa de Florian y bebió un largo sorbo de vino. 

Dejó la copa de nuevo sobre la mesa y le acercó una silla al caballero de los ojos de fuego. Acto seguido él dio la vuelta al escritorio y se sentó tras este colocando las piernas sobre el canto de la mesa, adoptando una posición cómoda.

- Por lo que me ha contado, que no es demasiado, parece que tenemos un problema cerca de Nocoavov. - Dijo ya algo más serio. - ¿Cómo plantean abordar el asunto? ¿Necesitan algún tipo de... ayuda?

- Comprendo... - Dijo mostrando su cara más agria. - ¿Y a quien se supone que tenemos que...? - Murmuró algo por lo bajo inaudible para todos. - ¿A qué facciones se refiere? - Preguntó. - Puedo convocar una reunión de urgencia del consejo si realmente lo cree necesario. Puedo convocar al jefe de la guardia, a los diferentes sacerdotes de los templos y buen... - Se encogió de hombros. - A quien crea conveniente...

- Señor. - El mayordomo llamó la atención de su amo. - Puedo encargarme de redactar y enviar las misivas a las diferentes casas si así lo cree conveniente, no obstante, creo que es muy precipitado y...

En ese momento el heredero de la casa Docpher se puso en pie mirando desafiante a Narcil. Éste cerro el pico entendiendo a la perfección lo que le había dicho Widrum únicamente con su lenguaje corporal. A él nadie le había dado vela en ese entierro y tampoco le interesaba para nada lo que él opinara sobre aquel asunto.

-Dame uno arcano y dos divinos, de momento. Eso es todo, ¡gracias!

Con todo el dinero, Nindra fue hasta la taberna más cercana para poner un anuncio en el poste de anuncios. Escribió, con caligrafía perfecta:

"Se buscan aventureros experimentados.

Misión peligrosas contra sacerdotes locos. Se ruega seriedad. Contactar en la Iglesia de la Triada"

Puso el pergamino junto al resto de anuncios. Luego le lanzó un conjuro para que las letras brillasen de forma dorada y relucieran con la luz del sol, creando un efecto mágico de arcoiris. Se marchó se vuelta a casa, a ver si alguno de sus compañeros había vuelto ya de sus menesteres.

Nindra regresó finalmente al templo de la Tríada. Lo hizo con un pergamino divino de silencio en su estuche para pergaminos y otros dos, un divino y otro arcano, encargados, pues el señor Church no tenía en stock más de esos pergaminos. Por suerte al día siguiente estarían listos ambos. Un total de quinientas cincuenta piezas de oro gastadas en dichos tres pergaminos era el precio que había pagado por poder silenciar cuando fuera necesario a aquellos cultistas extremadamente locuaces y agoreros a más no poder.

Tras un tedioso ascenso por la carretera llena de socavones, llegó a la cima de la colina. Sudaba y estaba cansada, quizás sería interesante comprar un caballo o algún tipo de carruaje para realizar aquel trayecto. O quizás incluso no sería mala idea trasladar la sede del templo a un lugar más accesible, aunque ciertamente las vistas allí arriba estaban muy bien y la paz que se respiraba, hacía que valiera la pena el ascenso.

Una vez arriba, fue recibida por varios novicios, los cuales le informaron de que Guideon y Florian no habían llegado todavía, lo cual era algo esperable, pues sus misiones en Nocoavov eran algo más complejas que la suya, aunque en realidad, pasó un buen rato en la tienda del señor Church vendiendo todo aquello que habían obtenido en la Barbacana del Foso y comprando los pergaminos.

Clem Stochire salió al encuentro de Nindra. Clem era uno de los primeros hombres en unirse a la causa de la Tríada. Clem era un seyranita al que le asaltaron ciertas dudas al leer las sagradas escrituras y que a punto estuvo de renegar de su fe. De hecho, cuando conoció a Gudieon y Nindra, rápidamente logró encauzar su vida, dedicándola por fin a una nueva fe que si le llenaba y que lograba explicar, bajo su punto de vista, algunos de los misterios más relevantes de la creación.

Clem se había convertido en uno de los miembros más importantes de la comunidad y de hecho, se trataba del sacerdote de mayor rango en la orden, tras los tres miembros fundadores de la misma y sus tres principales pilares. De hecho Stochire fue abad de una iglesia dedicada al dios solar durante casi cinco años y todo lo referente al funcionamiento interno de un templo, era algo que tenía más que asumido. Ayudó a los tres principales miembros de la iglesia a cimentar su templo y cuando éstos se ausentaban de la misma, era a quien solían dejar al mando de la misma.

- Mi buena Nindra... - Se acercó el veterano sacerdote. - ¿Ya han regresado a Nocoavov? - Preguntó. - ¿Ha ido todo bien? ¿Dónde están el saulita y el seyranita? - Preguntó en referencia a sus dos compañeros de aventuras. - Aquí todo correcto, mi señora. No ha habido nada reseñable, salvo por el bueno de Matthias, que ha vuelto a emborracharse y hemos tenido que encerrarle el los calabozos...

Guideon ignoró a Narcil.

—Todas aquellas facciones que en su día aunaron fuerzas para neutralizar la amenaza de Glubar el Perturbado, así como cualquier otra que tenga a día de hoy poder militar, mágico o simplemente económico que aportar a la causa.

El joven lo acompañó con pasos calmos y respetando la armoniosa distancia para con el general. Para ser un vistoso caballero, y uno muy bello, solía ser bastante sutil y respetuoso para con las figuras de mayor autoridad, por muy fácil que le pudiese resultar opacarlas. Era parte de la educación que había recibido en la iglesia desde niño, algo quizás muy estricta para su nueva forma de intentar interpretar el mundo. Pero algunas costumbres simplemente eran inevitables.

Aceptando la copa de vino, acompañó también el gesto y brindó junto al hombre con buen ánimo. - Y que en su final no haya más que paz y gloria. - Sonrió genuinamente, antes de también tomar un muy calculado sorbo. No le disgustaba el trago, mas siempre trataba de cuidar su santa sobriedad tanto como pudiese.

- Desconocemos cuán veraces podrían haber sido las palabras de sus sacerdotes... Mas los mismos aseguraban albergar grandes números. - Sopesó en voz alta Florian, perdiendo su mirada en lo bajo. - Mis compañeros estaban planteando dicha posibilidad. Mentiría si no dijera que ninguna ayuda sería poca. No obstante, los peligros hasta ahora han demostrado ser bastante severos. No quisiera exigir la colaboración de nadie que no se sienta lo suficientemente capacitado, es nuestra intención salvaguardar vidas y no arriesgarlas. - Planteó el paladín, sin ánimos de subestimar la ayuda el capitán le estuviese ofreciendo, mas queriendo dejar en claro que el desafío sería serio y el riesgo más que presente. No quería llevar consigo a meros milicianos nomás para que terminasen sacrificando su vida por una causa noble, pues no veía nobleza alguna en ese tipo de innecesario sacrificio.

- Mi señor, ¿cree realmente que tanta molestia es necesaria? - Intervino de nuevo el mayordomo. - Piense que unos pocos locos que han decidido actuar en nombre de un dios maligno, no deben constituir en si mismos un problema. - Trató de razonar con el gobernador. - Puede que si enviamos un contingente de milicianos sea suficiente y no tenemos porque involucrar al resto de autoridades en ésto. Causaría mucho revuelo y... - De pronto Bomber fue interrumpido por el hijo del gobernador.