Partida Rol por web

Tras la última pregunta que Zila realizó, Kenshi se adelantó unos pasos y abrió la puerta mientras que con la otra le invitaba a pasar. - Es demasiado tarde para deambular por las calles, compañera. Tan solo tendremos que intentar conseguir lo que buscamos con mayor rapidez. - Después de que Zila pasase al interior de la taberna entró Kenshi, quien buscó una mesa que pudiese estar bien ubicada, con gente cercana que tubiese unas jarras vacias, de esa manera sus lenguas estarían más suelta que de costumbre.

Kenshi le señala la mesa a Zila y se acerca a su oido intentando evitar que otras personas los escuchasen. - Aquella mesa me parece una buena opción para sentarnos a cenar - Sin esperar su aprovación la cogió de la mano estirando de ella para que lo siguiera a la mesa.
 

Zila comprendió que debía disponer del dinero suficiente como para costearse una noche, así que entró, aunque o no se percató del gesto caballeroso del elfo o no le dio el más mínimo valor.

Kenshi propuso una mesa para tomar asiento y Zila asintió. Tenía tanta hambre que poco le importaba lo demás. La visión de algunos platos que eran devorados por otras bocas y el olor que desprendían las viandas le embriagaba. Tal vez por eso Kenshi la cogió por sorpresa al tomarle la mano y tirar de ella hacía la mesa que él había escogido. Zila caminaba con pasitos cortos y rápidos tras él, con el semblante de sorpresa que poco a poco fue mutando a uno de rabia.

Una vez en sus asientos clavó sus ojos en los de Kenshi y se inclinó hacia adelante como buscando confidencia.

-Ni se te ocurra volver a tocarme sin mi permiso. Si vuelves a hacer eso te cortaré la mano-

¡Bienvenidos! Dijo el enano que regentaba la barra. ¿En qué puedo ayudaros? ¿Deseais algo de comida o quizá una de mis maravillosas cervezas cuya fama está reconocida en toda la ciudad?

Al parecer Zila tenía problemas cuando la gente la tocaba sin permiso. Había intentado intimidarlo pero el hambre y la falta de recursos en la bolsa le preocupaban más que una intimidación de ella. - Calmate preciosa, que no te he tocado el culo, tan solo te he cogido de la mano. - Sonreía mientra le hablaba, pero al ver que no tenía intención de relajarse cambió su tono de voz a uno serio. - Ahora evitemos causar problemas si queremos llenar el estomago, y tampoco deberíamos llamar la atención para poder conseguir información. -

El tabernero llegó al poco rato de ellos estar sentados en la mesa preguntando que deseaban tomar. - Buenas noches caballero, la verdad es que venimos con hambre más que con sed. - Kenshi habló por los dos ya que no conocía a Zila como para saber que era lo que quería, además de que no sabía como podría contestar al tabernero estando enfadada. - ¿Que es lo que tiene para cenar? -

Lo de cortarle la mano querría que fuese cierto, aunque el elfo o bien vio el farol o bien creía que ella no lo conseguiría. Tal vez le daba todo igual. Cuando le dijo que se calmase Zila se cruzó de brazos y apoyó su espalda en el respaldo de la silla, mirando a su compañero a los ojos sin remilgos. Y es que era cierto, no le había tocado el culo, pero de aquella frase le había molestado que la llamase preciosa. Ella no quería ser preciosa, quería ser peligrosa, aunque faltaba mucho que hacer para serlo realmente, y eso le daba rabia.

No asintió ni respondió a la reflexión de que debían guardar las formas y no llamar la atención. Sencillamente él tenía razón aunque ella no pensaba reconocérselo abiertamente.

Apareció Blagh, dispuesto a atender los nuevos clientes, y ciertamente lo que ella necesitaba era comer. Sintió como su boca empezaba a salivar incluso antes de que Blagh empezase a recitarles lo que tenía disponible para llenar sus platos.
Su expresión cambio irremediablemente, y casi temía que se le viese en la cara que estaba realmente hambrienta.

Una buena carne y una buena cerveza, eso estaría muy bien

Este edificio de nueva contrucción se las arregla para tener una apariencia destartalada y decrépita. Un cartel que cuelga sobre su entrada muestra un burdo sátiro, con una de las pezuñas de sus pies introducida en su boca y una expresión de sorpresa y preocupación en su rostro.

Se trata de la taberna más reciente de Tormentos Cristalinos y en apenas cinco meses se ha convertido en un lugar popular entre los marineros y pescaderos locales.

Un excéntrico enano llamado Blahg dirige la taberna.

Blagh iba atendiendo uno a uno a los clientes que tenía en la barra y en las mesas, cuando se acercó a Zila y a Kenshi para hablar con ellos. La habitación cuesta 5 piezas de plata, y la cena 2. Pero si lo cogéis todo junto, os lo dejaría por 6 piezas de plata, incluyendo un ligero desayuno para mañana. Hoy para comer teneos estofado de jabalí con patatas y alcachofas y pan de semillas de amapola. El precio también incluye una jarra de nuestra famosa cerveza.

El joven entra un poco cansado a la taberna, y espera a que el tabernero enano este disponible para pedir la llave de su habitación, como no tenía todavía hambre, podía irse directo a la cama "ya he vuelto, vengo a pedir la llave de mi habitación para irme a dormir" le dice al tabernero.

La palabra jabalí resonó como un eco en la mente de Zila. La boca se le hacía agua.
-Yo tomaré la cena y una de esas jarras de cerveza. También pasaré la noche en una de las habitaciones, gracias-
Respondió sin poder evitar una chispa en sus ojos por ver el momento de tomar la sabrosa y necesaria comida.

Miró a Kenshi, ¿Qué tomaría él? Si quería le cambiaría el pan por su carne, si es que era de esos que se alimentaban a base de verde y flores.

La taberna se iba llenando cada vez más, quizás de haber llegado un poco más tarde se hubiesen quedado sin sitio.

Antes de que el tabernero se fuese a atender a otro cliente, Kenshi le pidió lo que quería. - Agradecería una botella de vino tinto para acompañar el esquisito guiso que han debido preparar en la cocina. Quizás pruebe más tarde esa jarra de cerveza tan famosa. Y también pasaré noche aquí. -

Una vez se hubo alejado el tabernero se inclinó sobre Zila y le comentó en voz baja una posiblidad. - Ya he visto que no te gusta el contacto con la gente, pero quizás podríamos ahorrarnos una moneda de oro cada uno si pedimos una habitación con dos camas y ahora mismo esas monedas nos hacen bastante falta. Cada uno por un lado, está claro. - No estaba en aquel lugar para pasar una noche de placer, y quería que Zila lo supiese.

El enano vio llegar a Erik, le saludó con la mano y le invitó a cenar algo. ¡Pero muchacho, quédate y cena algo, no te vayas a la cama con el estómago vacío! 

Después escuchó al elfo: ¿Vino tinto? ¡Pero qué dices! ¡Los elfos siempre con sus remilgos y excentrecidades! Aquí se bebe cerveza, y de la buena! Dijo mientras se marchaba para ponerles dos jarras de cerveza oscura y un buen parte de piezas de jabalí.

La promesa de tener pronto comida en la mesa la impacientaba, tal era el hambre que tenía que no pudo evitar que su estómago emitiese un sonoro rugido. Kenshi se había pedido vino, a parte de todo lo demás, y aquello hizo pensar a Zila que seguramente el chico no fuese tan parco en monedas como le había parecido en un principio. Pero en cuanto desapareció el enano le lanzó la propuesta de compartir habitación para ahorrar en gastos. Zila clavó sus ojos en los del elfo y le sostuvo la mirada mientras pensaba. No sabía cuántas monedas le quedaban a él, pero sabía cuántas tenía ella. Aquello de compartir habitación le parecía una idea nada atractiva, aunque también era cierto que si no tenía un golpe de suerte terminaría durmiendo en la calle más pronto que tarde.

-Así que quiere compartir habitación...- Dijo mientras se acariciaba el mentón pensativa y mirando al elfo con los ojos entrecerrados en un gesto de cierta desconfianza -... antes debería conocerte mejor, saber más cosas de ti- Y se reclinó sobre el asiento de su silla, balanceándola un poco hacia atrás aunque sin exagerar, no deseaba caerse de espaldas y dar con sus huesos en el suelo, aquello resultaría demasiado ridículo. Mientras jugaba de ese modo con la silla le hizo un leve gesto con la cabeza, levantando la barbilla y las cejas, como diciendo "adelante, te escucho"

Al parecer la idea le había llamado la atención, pero como era lógico Zila desconfiaba de él, o simplemente quería saber más cosas sobre Kenshi y era la manera de sacarle información sin que ella tuviese que hablar de su vida.

La verdad es que no le importó hablar de él y de su vida. - Lo primero que deberías de saber es que seguramente nací cuando tus abuelos todavían eran unos niños. - Le contó como fue su infancia y las dificultades que había tenido por sus habilidades hasta que salvó al que sería su maestro de una emboscada en los bosques donde vivía. A causa de ese encuentro, en cuestión de unos 5 años atras pasó de llamarse Helian a Kenshi como principal nombre. - He salido en busca de aventuras para cambiar mi tipo de vida y hoy ha sido la primera vez que piso una ciudad. -

Esperó que fuese suficiente información para que se replantease la opción de dormir los dos en una misma habitación, aunque si no era posible intentaría convencer al tabernero de que les redujese el precio de la habitación al menos por esa noche.

Escuchó toda la historia de Kenshi sin interrumpirle ni una vez. No conocía muchos elfos de los bosques, aunque en su tierra se había cruzado con alguno.
Le resultó realmente curioso que aquel fuese su primer día en una ciudad. Poco, o podría decirse que nada, sabía ella realmente de las sociedades élficas, sus costumbres y cultura, no es que se hubiese preocupado demasiado por eso hasta el momento. Pero ahora tenía a un auténtico elfo sentado frente a ella, no un semielfo criado entre humanos, un elfo cien por cien y además nuevo, recién salido del bosque. Aquello despertó su curiosidad.
-¿Y es verdad que os pasáis el día bailando, corriendo en pelotas y comiendo flores?- preguntó sin tapujos y aparentemente sin ánimo de ofender, pues eso era lo que muchos de sus compañeros, allá en su tierra, le habían contado.

-¿Que te parece la ciudad?- le preguntaría después. ¿Cómo vería todo aquello un elfo que había crecido y vivido entre hiedras, robles y lobos?

La pregunta que le hizo Zila le sorprendió tanto que se quedo boquiabierto, y acto seguido rompió en carcajadas. Zila lo había preguntado de la misma manera que un niño pregunta a un paladin si ha derrotado él solo una horda de muertos vivientes. Sabía que no había maldad en sus palabras sino curiosidad.

- Ni que fuesemos ninfas. - Dijo con una sonrisa. - Si que nos gusta bailar, pero no de normal. Cuando hay alguna celebración se realizan banquetes, el vino nunca falta y bailamos al lado del fuego por las noches con mayores y pequeños, pero siempre vestidos. - Kenshi sintió algo de morriña y un pequeño suspiro salió de sus labios. No sería fácil el camino que había emprendido pero no se veía viviendo una vida de nómadas entre los bosques.

Tras responder a la primera pregunta no tardó en llegar una segunda. - La verdad es que he llegado aquí en el ocaso y no he podido ver la ciudad en su pleno explendor, pero antes de llegar se presenta una vista imponente. Para mi pueblo estas construcciones son impensables, nosotros usamos la naturaleza como nuestro refugio y nuestra aliada, pero no construimos fortificaciones. - Antes de que volviese a preguntar decidió que era hora de que él también supiese algo de su compañera.

- Creo que ahora te toca a ti contarme un poco tu vida y el como has llegado hasta aquí. - Dijo con una sonrisa e interesado en saber la vida de su compañera.

Las cosas que le explicaba Kenshi le resultaban interesantes, aunque pronto se dio cuenta de que preguntar a otros por sus asuntos es un arma de doble filo.
La curiosidad mató al gato se recordó entonces.

Hizo una breve pausa mientras se acomodaba en la silla antes de responder.

-Bueno, mi padre era un mercader- (sí, podría decirse así) -y viajábamos a menudo por el desierto con el carromato que nos hacía las veces de almacén y hogar. No estábamos mal, ahí dentro solo nos metíamos a dormir y cobijarnos de las escasas lluvias que puedan caer en el desierto- su mirada entristeció por un segundo ¿O fue un efecto de la luz de las velas? - Éramos cuatro, pero después solo tres- clavó la mirada en la mesa, tratando de ni pestañear, concentrada en vencer y eliminar aquel sentimiento doloroso que todavía le abordaba al recordar el pequeño cuerpo sin vida de su hermano, todavía un niño, no hacía mucho que había sido tan solo un bebé.
Ya hace mucho de aquello. Además no paraba de tocar mis cosas y hacer travesuras. Siempre molestando. Recordó para intentar recomponerse. Cómo si pudiese llegar a convencerse de que estaba mejor sin él. Sin duda algo absurdo.

-¿Es que nunca va a llegar esa cerveza?- dijo dando un golpe seco con la mano en la mesa y frunciendo el ceño. Nada mejor para dejar atrás la pena que cambiar de tema, nada mejor que enfadarse por otra cosa, aunque fuese una tontería.

Tras la palabras del enano, el joven se sienta en una de las sillas y pide un estofado de jabalí para comer algo antes de irse a la cama, no iba a beber nada porque quería levantarse temprano y poder llegar al sitio a por el trabajo y no le interesaba quedarse dormido.

El enano llegó con los pucheros de jabalí que habían solicitado y las jarras de cerveza negra y se las sirvió a todos los comensales mientras miraba con desconfianza a Kenshi. Y sin decir absolutamente nada, volvió a colocarse tras la barra para recibir a los nuevos clientes que llegaban a la posada.

Este edificio de nueva contrucción se las arregla para tener una apariencia destartalada y decrépita. Un cartel que cuelga sobre su entrada muestra un burdo sátiro, con una de las pezuñas de sus pies introducida en su boca y una expresión de sorpresa y preocupación en su rostro.

Se trata de la taberna más reciente de Tormentos Cristalinos y en apenas cinco meses se ha convertido en un lugar popular entre los marineros y pescaderos locales.

Un excéntrico enano llamado Blahg dirige la taberna.