Partida Rol por web

Un paso tras otro el Karuth bajó las escaleras mostrando una sonrisa afable, allí había rostros que reconocía y saludó tanto a Vincenzo como a Zilla, Erik y Kenshi, con quienes no había podido cruzar muchas palabras el día anterior. La presencia de Dagmar le llevó también a inclinar la cabeza en su dirección con las palmas de las manos cruzadas sobre su pecho.

- Os saludo, Dagmar, soy el Karuth Moris, sanador de Wee Jas; espero vuestro destino sea uno a conocer en vida y a narrar en los salones de Aquerón, la Dama Roja celebra que las vidas sean provechosas.

Fue a sentarse junto a Thorgus y su lobo Darko, aceptando el desayuno tomando aire. Vivían para conocer un nuevo día y aquello merecía un momento de sobria celebración, como buena compañía y algo de comer.

- Espero descansaseis bien, druida, ¿cómo están las heridas que os provocaron los estirges?

    Socar abandonó la situación poco después que el clérigo dando por terminada su comunión con su deidad patrona. A diferencia de los blandos seres de piel rosada él no tenía la necesidad primitiva del sueño pero sí que requería meditar de lo acontecido el día previo. Por ello dedicó el amparo de la noche a meditar en torno a ello y a los pasos que daría tras aquello.

    A la mañana siguiente recogió sus armas y realizó un rezo en silencio para reunirse con sus compañeros en el salón. Al parecer no eran los únicos que ya se habían levantado, algunos de los aventureros de la noche anterior ya estaban allí e incluso creyó reconocer a algún otro.

    Ignorando tales distracciones pasó a reunirse con el druida y Moris. -Reponed fuerzas, si necesitáis más comida podéis repartiros mi parte.- El comer era otro de los hábitos que más repudiaba, sabía de otros forjados que llegaban a incluso sentir placer replicando aquel ignominioso acto pese a no tener necesidad alguna de ello y Socar los despreciaba por ello. -Deberíamos partir tras ello, el viaje podría ocuparnos la jornada.- Levemente giró la cabeza por encima del hombro en busca del resto de comensales, el día anterior se habían dirigido a ellos para buscar nuevos integrantes pero habían preferido refugiarse en su cobardía y su orgullo le llevaba a ni tan si quiera considerar a la piltrafa de rostro pintarrajeado, por el contrario consideró seriamente hablar con Dagmar, un hombre de armas les iría bien. Luego se aproximaría a él en cuanto confirmase que Moris y Thorgus se encontraban dispuestos.

Dagmar respondió a la inclinación de cabeza del hombre que, en un instante, la había asaltado con tantos nombres y apelativos desconocidos, mostrando los dientes en una sonrisa. Sanador, se denominaba, pero a juzgar por la palidez de su tez y su aspecto enteco, no se encontraba en el mejor estado de salud.

Saludos, Karuth Moris. Que vuestra patrona os mantenga el favor, y no falten en vuestro camino enfermos y heridos a quienes podáis liberar de sus cargas.

La siguiente aparición en el salón llamó con fuerza su atención. Una poderosa figura, casi un palmo sobre ella, en estatura y envergadura, enfundada en una pesada armadura metálica que no dejaba al descubierto ni un centímetro del cuerpo que había debajo. Si es que lo había, pues se movía dentro de esa cárcel de metal negro como una persona normal se mueve con ropajes holgados de lino.

¿Le traicionaban sus oídos? Ese sonido a metal, esa voz de tirano frustrado, ¿podía ser acaso...? Enzo se giró para confirmar sus sospechas y sonrió de oreja a oreja al ver que efectivamente su gran amigo Socar estaba allí.

 -¡Socar! ¡Amigo mío, qué alegría verte de una pieza! O con todas tus piezas, lo mismo da que da lo mismo, ¡jajajajajaja!

Dicho esto, el bufón se levantó de su taburete de un salto y fue corriendo hacia su amigo para darle un abrazo, teniendo cuidado de no tocar las púas de la armadura del forjado. Acto seguido fue a buscar lo que le quedaba de su desayuno y se sentó cerca de su buen colega para terminar de comer.

 -Y cuéntame, ¿qué tal tu viaje? ¿Has encontrado algo interesante? ¿Quieres que te cuente lo que he estado haciendo yo? Porque tengo muchíiiiisimo que contar.

En poco rato el salón se había llenado bastante. A muchos de aquellos hombres y no hombres ya los había visto antes, pero también había alguna cara nueva.

Zila no era muy dada a asociarse con desconocidos. Aquella mujer, Dagmar, se vendía como una experimentada guerrera y buscaba formar un grupo para llevar a cabo a saber qué trabajos.

Dio un sorbo a su copa mientras la examinaba con la mirada.

Puede ser que sus excelentes habilidades le hayan salvado la vida. O también podría ser que resulte ser una charlatana y su torpeza le costase un ojo

Pensó al verla con el parche y tal vez alguna que otra cicatriz.

Una historia distinta era la del forjado. Una figura que le resultaba inquietante y que, según había apreciado aquella noche, había fracasado de algún modo, volviendo con los bolsillos vacíos.

Al menos él sigue con vida

Y para su sorpresa aquello le satisfacía.

Se metió un poquito de pan en la boca con la presentación de Moris, mientras lo escuchaba y contemplaba sus movimientos y gestos.

¿Dónde lo tiene?

Pero no era el momento de satisfacer su curiosidad.

-¿Y bien?- se dirigió de nuevo a su compañero elfo -El plato ya casi está vacío y el estómago se prepara para volver a rugir en un rato-

Había que poner remedio a eso, pues sabía lo que era el hambre y no había visto gorrinos a los que robarles la comida.

Tampoco es que tenga ganas de volver a repetirlo

Las palabras de Dagmar iluminaron el rostro de Moris, denotando el aprecio del Karuth por las formalidades y cumplidos; tanto fue así que se levantó para ofrecerle con el gesto de sus manos un hueco entre su grupo, extendiendo aquella invitación hacia Zila, Erik y Kenshi pero extrañamente no hacia Vincenzo.

- Espero consideréis aventuraros con nosotros, en nuestro número habrá fuerza y con esta prosperidad, de esto no me cabe duda - con la palma abierta presentó a sus compañeros y medio -. Del Azote de Hextor Socar encontraréis arrojo en acto y dureza de palabra, Thorgus y su noble lobo Darko son entrañable compañía y en mí hay un alma entregada a salvaguardar vuestras vidas.

Thorgüs estaba desayunando y cuando levantó la mirada la comitiva había aumentado, saludó a todos levantando la cabeza y tras esto tomo el último trago de su vaso. Lo que parecía haber pasado desapercibido a la mayoría fue lo que acercó a Darko, tras un pequeño susurro de Thorgüs, al plato de Socar, del que obtuvo una parte de la ración del caballero.

-Parece que todos hemos descansado y saciado el apetito en la medida de lo posible. Como bien dice Moris,el que se quiera unir es bienvenido,así que cuando Socar decida partiremos. Echó una mirada al caballero esperando una respuesta.

Dagmar observó divertida cómo el hombre maquillado revoloteaba alrededor de Socar. Un tipo curioso, también, que parecía fuera de lugar en el mismo escenario que el imponente acorazado. Su aspecto extravagante, sus aspavientos, su voz, calculados para llamar la atención sobre sí. Puede que fuera precisamente por ello, como muestra de rechazo, por lo que el sanador lo excluía de forma evidente en sus palabras y gestos.

Dagmar se acercó a la mesa, sonriendo con los labios y el ojo, sin enseñar los dientes.

Señores, saludó. Mi nombre ya lo saben, y lo había de contar sobre mí ya ha sido relatado. Que sean mis actos los que terminen la historia.

No hacía tantos años, Dagmar había sido una saqueadora brutal que no había tenido más contacto con la civilización que el pillaje de sus riquezas. Encontrarse a sueldo de los amos de la tierra la había transformado en otra cosa. A cambio, le había dado prestas riquezas y fama, y se las había arrebatado con mayor facilidad y rapidez. En aquel lugar, tan lejos de su tierra, se encontraba usando lo que había aprendido mamando de las tetas de las ciudades, en lugar de lo que había aprendido durante su infancia, como si ellas hubieran sido sus verdaderas madres.

Aventurarme es justamente lo que busco, asintió. Si no les incomoda la presencia de una desconocida.

La taberna se había llenado. Los que estaban en la posada habían bajado a desayunar antes de ponerse en marcha. - Así que aquí es donde la gente recluta a otras personas para irse de aventuras - Kenshi entendió porque su maestro le dijo que si buscaba un grupo debía acudir a una taberna al amanecer.

Saludó a Moris y declinó su invitación con educación. Y se centró en las palabras de Zila.

- Tienes razón. Es hora de ponernos en marcha. - Kenshi terminó lo poco que le quedaba del desayuno, se levantó y se aseguró de tener todas las correas y equipo en orden antes de dirigirse a la puerta. - Caballeros, suerte en vuestro camino. Espero verles pronto. - Dijo al grupo de aventureros con una reverencia a modo de despido.

Esperó a su compañera y se dirigieron a la calle.

    Con gesto amenazador y tono desafiante, Socar se giró hacia Enzo justo antes de que este le asaltase tratando de rodearlo con sus brazos. -Guárdate tus patrañas para el que desee perder el tiempo con ellas, bufón.- Le espetó con crueldad. -Decidiste no seguirnos cuando se te ofreció un sitio en nuestra compañía y ahora pretendes hacer como si nada, siempre te había tenido por un descarado, pero no tanto por un estúpido, así que aléjate y no me hagas perder más el tiempo con tus falsos cantos, no lo volveré a repetir.-

    Tras ello asintió a las palabras del resto de asistentes. Al parecer se había equivocado con su primera valoración de Dagmar, no era un hombre, si no una mujer, pero tanto daba, aquellas diferencias solo eran relevantes entre los seres de su especie, lo que Socar buscaba era integrantes fuertes para su grupo y ella tenía potencial para serlo.

    -Tal y como dijo Moris, soy Socar, campeón de Hextor. Mi intención es dirigirme hacia Oasis Salino en busca de la señora Hielosagrado, aquellos que deseen unírsenos serán bienvenidos.- Una fría y acerada mirada se dirigió hacia Vincenzo antes de volar hacia Dagmar con un carácter algo más conciliador, si es que eso era posible, desde el exterior el rostro del forjado se limitaba a un yelmo de armadura con dos brillantes rubíes luminiscentes a modo de ojos. -Una buena espada siempre será bien recibida, especialmente siendo acompañada por un brazo fuerte que la empuñe.- Inclinó levemente su cabeza haciendo un gesto conciliador para finalmente dirigirse al enano.

    -Por mi parte, Thorgus, ya estoy listo, podremos partir de inmediato, debemos aprovechar la jornada, el viaje no parecía largo pero nos llevará unas horas completarlo.- Dicho eso se aseguró de que sus armas y equipo estuviesen listos y se dirigió hacia la salida esperando por que el resto lo siguiera.

Guarde la bebida, tabernero, pidió Dagmar al enano tras la barra. Cuando regresemos, será una ronda para todos. 

Había hecho bien en acercarse de inmediato a la taberna en lugar de perder más tiempo recorriendo la ciudad. Jugarse la vida junto a unos desconocidos sin referencias no era la elección que hubiera hecho años atrás. Pero en aquel momento, en aquel lugar, le daba la bienvenida a la oportunidad. 

No conozco ni a la mujer ni el lugar, pero podemos hablar de ello mientras caminamos, si desean partir sin demora. 

- Socar, sabéis que me ata la promesa de ver a la dama de cabellos carmesíes a mediodía en la fuente de la sirena; -le expresó con ambas manos cruzadas sobre su pecho- faltar a mi palabra para con ella no solo iría contra todo lo que se me ha inculcado desde nacimiento pero también sería mácula sobre este grupo a ojos de Hextor y Wee Jas. -ofreció las palmas abiertas en gesto conciliador- Os juro que no habrá encanto o ternura que me retenga a su lado más alla del saludo y recuperación de mis bienes, confiad en que una vez los tenga partiré de inmediato a alcanzaros; con la fortuna de mi lado, no acudiré solo.

Sonrió con sinceridad, su fe indicándole que hacía lo correcto aún a riesgo de incurrir en la furia del paladín; su destino estaba escrito aunque Moris todavía no pudiese leerlo con claridad, sólo seguir con el dedo la escritura presente.

- Faltando todavía horas para el mediodía, ruego me permitáis acompañaros hasta que el tiempo me apure hacia el mercado -esperaba que aquel gesto pudiese expresar su compromiso para con su causa y que aquello no era deserción por su parte.

Thorgüs recoge lo poco que queda del desayuno y prepara todo para la partida. Escucha las palabras de Moris mientras ve el brillo de su cara y se dirige a Socar.

-Permite que vaya y luego nos alcance en el camino, no creo que nos demoremos mucho.

    Socar volvió la mirada al enano, satisfecho, si él apoyaba mantendría la unidad del grupo por lo que no le haría falta tener que perder más tiempo en aquellas discusiones vacuas.

    -De a cuerdo, clérigo, conoces hacia donde nos dirigimos por lo que partiremos ahora en busca de nuestro objetivo, podrás unirte cuando termines.- Y sin más se dispuso a iniciar la marcha.

Dagmar se despidió del ceremonioso sacerdote y siguió al extraño acorazado. 

Este edificio de nueva contrucción se las arregla para tener una apariencia destartalada y decrépita. Un cartel que cuelga sobre su entrada muestra un burdo sátiro, con una de las pezuñas de sus pies introducida en su boca y una expresión de sorpresa y preocupación en su rostro.

Se trata de la taberna más reciente de Tormentos Cristalinos y en apenas cinco meses se ha convertido en un lugar popular entre los marineros y pescaderos locales.

Un excéntrico enano llamado Blahg dirige la taberna.

El vanara se adentra en la taberna y observa a los parroquianos con curiosidad, esperando quizá ver alguna cara conocida. Hacía días que había abandonado la ciudad y muy poco parecía haber cambiado en su ausencia. Arrimando un taburete Shi-Hou se acomoda junto a la barra.

- Buenos días, posadero - saluda con cortesía - Seguí su consejo y me dejé caer por Recados de Tormentos Cristalinos. Pero un anuncio en particular me hizo volver sobre mis pasos y regresar a este lugar. Creo recordar que en su momento mencionó ciertos problemas que los habitantes de Puente Brandon estaban teniendo con un grupo de bandidos. ¿Podría darme algún detalle sobre ese asunto?

Meses habían pasado desde la última vez que el monje tuvo que sacar a pasear su bastón y su cuerpo le pedía a gritos algo de actividad. Es lo que pasa cuando se viaja a través de tierras civilizadas.

El bufón se hallaba en aquellos momentos tremendamente contrariado. Y no era para menos, ¡la situación en la que se encontraba era indignante! ¡Que todas las personas con las que había estado conversando se habían largado y le habían dejado más solo que la una! Pero bueno, ni tan mal, al menos podía terminar de desayunar y ponerse con sus asuntos después.

O eso pensaba hasta que aquel curioso individuo entró en la taberna. Nada más verlo, Enzo se echó a reír.

 -¡Jajajajajajajaja! ¡No me lo puedo creer! Mira que he visto hombres con cara de mono, pero, ¿monos con cara de hombre? ¡Eso no se ve todos los días! ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!

¡Qué bien sentaba reírse a costa de otros! Ay, ya se sentía mejor y más que dispuesto a seguir con su misión. En cuanto pensase qué iba a escribir en la nota que pensaba darle al alcalde, claro está.

Blagh rechazó con la cabeza las palabras de Shi-Hou. La verdad que para Puente Brandon ya se dirigió un amplio número de aventureros. Al menos una decena de ellos. Dijo encogiéndose de hombros. Aún no he recibido la noticia de que ya esté solucuinado el problema, la verdad. Así que no sé si sería la mejor opción a tomar. Concluyó volviéndose a encoger de hombros.