Partida Rol por web

Estaba claro que el cambio de actitud de la hembra conseguía mantenerme lejos de hacerla claudicar. Aunque seguramente sólo se mantendría así mientras se dedicara a evitar mis ataques y un simple desliz me haría salirme con la mía.

-Tranquila, pronto encontraremos nuestro hogar. El problema, es que ha pasado tanto tiempo desde que partimos, y esta ciudad ha cambiado tanto, que aún estamos algo desorientados. Pero, estoy seguro que la encontraremos. Creo.. que debemos de ir por acá- digo señalando hacia un callejón paralelo- aunque por este otro lado podríamos encontrar indicaciones, si como he dicho, alguno de nuestros antiguos amigos sigue aquí, ellos podrán decirnos.

Que Turin nos guíe

- No te haremos padecer mucho más, Angélica, buscaremos una casucha vacía en la que refugiarnos para que descanses y purificaré sobras para que podamos comer. Una vez estés recuperada, y si deseas seguir en nuestra compañía, partiremos hacia el El Bote del Lagarto para reunirnos con nuestros amigos y de allí a La aldea del Loto

-¡Vale!- la mediana está contenta con la atención brindada por Melor, así que está dispuesta a seguir en compañía del padre y el hijo de momento.

Las calles y caras largas se sucedieron en trágica secuencia, a cada amistad y vecino de antaño cuyo destino se descubría lejos de donde sus vidas se había cruzado, ya fuera el cementerio, enrolado en los ejércitos de la corona u otros poblados de la comarca, las arrugas de Melor se profundizaban, sus labios se apretaban y sus manos se cerraban en puños.

El golpe que cerró el asunto fue cuando un crío del puerto les contó el cuento de cómo Adam había cortejado a la primogénita de los Kurtevitz, narrando entusiasmado como los festejos de la boda habían durado toda una semana donde se habían decorado las calles con motivos pesqueros "¡Pues menuda pesca la de Adam!" y que, para rematarlo, el obsequio de los padres había sido una chalupa llamada La Brava, con la que el jovencísimo capitán hizo fortuna comerciando (o traficando) con mercancías de río arriba. Hacía pocos años toda la familia se había mudado a la costa donde se rumoreaba que el Capitán Adam Kurtevitz era el "El valiente" de los mares, honrado corsario y despiadado comerciante.

El colorido relato hizo que al abad le apareciese una sonrisa en el rostro y los ojos se le humedeciesen. Apretó el brazo de su hijo y asintió decidido.

- Allí lo tienes, Vladimir, no hemos de estar tristes porque nuestra casa haya desaparecido, siempre la hemos llevado con nosotros ¿no es así? Ahora toca sudar y sangrar para levantar fortuna, solo así seremos merecedores de una casa para nosotros y un templo para Turin.

Con decisión Melor dejó en el suelo su petate, extrajo sus mudas de ropa, las tendió alargadas en el suelo contra una pared tras barrerlo con la suela de su zapato, luego enrolló el petate y lo situó al final de la improvisada cama a modo de almohada. Por último sacó de uno de los bolsillos de su capa un envoltorio menudo con raciones para un día y se lo ofreció a Angélica.

- Ten, pequeña, sé que dije que no nos quedaban pero solo lo hice porque tenemos apenas las suficientes como para aguantar unos días más. Sin embargo, si gustas de aventurarte con nosotros, hemos de cuidarte como a una más de la familia. Una vez hayas comido túmbate y duerme, que este anciano velará tu sueño y Turin velará por tu descanso a la intemperie.

La mano de Melor se alzó al cielo, donde se iluminó brevemente, sus labios murmuraron un rezo hacia Turin y, al tocar la frente de Angélica, todo frío abandonó el cuerpo de la mediana para encontrarse cómoda como lo estaría frente a estufa casera.

- Esta bendición durará un día entero, aprovéchalo para descansar.

Tras esto el buen creyente desenvainó su Filo del Profeta, plantó la punta contra el suelo y se apoyó sobre el pomo, buscando la postura más cómoda para montar guardia mientras trataba de pensar qué querría hacer Vladimir mientras tanto, pues bastaba con uno para guardar a su agotada compañera. Miró a ambos y sonrió afablemente, sus ojos quedando eclipsados por sus mejillas.

Esta vez hubo un claro ganador. El pequeño demonio y su compañero orco parecían tener más éxito que sus archirrivales. Pushgolug logró clavar una vez más el aguijón a la mujer contra la que estaba luchando. Pero el veneno ya estaba inoculado por lo que no le causó más dolor. Pero el que sí que causó dolor, y mucho, fue Barrabás, pues Boudiko dejó erróneamente un hueco en su férrea defensa y él le clavó el espadón en pleno abdomen. Para cuando lo quiso retirar, estaba cubierto de sangre y el fuerte y robusto Boudiko había caído al suelo gravemente inconsciente. O Zynna se encargaba de estabilizarlo rápidamente, o pronto moriría.

Sonrío, al escuchar la suerte de aquel "pescador", ahora capitán. Sus sueños, ahora eran un hecho. La felicidad y abundancia, eran un hecho. Por eso, cuando mi padre nos lleva a descansar en un borde de la calle, los puedo asentir, limpiar el suelo antes de que el coloque el petate, y me siento abrazando mi espada, junto a la mediana.

-Hay que descansar. Cuando la guardia de mi padre pase, sera mi turno. Tu estas bajo nuestro amparo y el de Turín "El Infinito". Tú debes descansar.

Apoyado en mi espada, encomiendo mi ser a Turín, y sueño con la vida que llevamos antes; cuando recorríamos los caminos, cuando partimos de nuestra casa, cuando vivíamos los tres junto a los muelles. Sueño, y espero a que Turín me guié en el sueño.

El tiempo pasa, y la guardia de mi padre ha acabado. Ahora yo velo y cuido. La voluntad de Turín, nos respalda

La cadena armada no está lejos, ¿Verdad? No me llevo ataque de oportunidad ni nada por cogerla y además me quedaría al pie de la escalera entre Boudiko y Zynna

El orco había conseguido acabar con el hombre, pero era evidente que la mujer se me resistía al no estar al máximo de mis capacidades. No obstante, impedía que esta se pudiera concentrar en ninguna otra cosa que no fuera eludir mi aguijón.

Ver a Boudiko caer al suelo hizo que Zynna reaccionara. De repente, fue como si algo se rompiera en su interior y toda aquella furia, toda aquella rabia que habia parecido aletargada durante aquel combate por fin salio de ella, en un intento a la desesperada por llegar hasta su marido.

-¡No! - exclamo, mientras, se lanzaba a por aquella criatura que la habia herido, a pesar del cansancio y el debilitamiento.

Zynna volvió a esquivar el ataque del diablillo, mientras que Barrabás buscaba su cadena que había quedado a sus pies. Tan solo tendría que agacharse para recogerla, y Zynna no tendría ni por qué hacerle daño, pues se encontraba a pocos metros de él.

Y entonces la mujer que acababa de perder a su marido, ensartó con su lanza al pequeño diablillo, lo que pasó es que estaba muy cansada, y a pesar de que logró alcanzar una zona vital, la herida no fue muy profunda y el diablillo siguió tan molesto como de costumbre.

El espadón cayó sobre el cuerpo de Boudiko, las cadenas tintinearon al volver a levantarse del suelo, y cuando Zynna podía creer que celebraba su victoria, tuvo que echarse a un lado para evadir el titánico cadenazo que ahora se le echaba encima, quiso interponer su lanza entre el fornido orco y ella... pero la cadena era tan larga como su asta, y no era problema alguno para el piel verde vengador.
 

Angelica se queda pasmada ante el despliegue de amabilidad de Melor. Acepta el lugar de reposo que le ofrece, aunque se ve forzada a no permitirle que gaste sus raciones con ella.

-Muchas gracias, pero ahora que lo pienso, creo que tengo algunos restos de la comida que traje del viaje por aquí.- Después de rebuscar en su mochila, extrae un poco de comida. -Dormiré un poco y después seguiremos buscando. Gracias también por el conjuro.

La mediana le dedica una sincera sonrisa antes de echarse a dormir.

- ¡AAH!

Chillé al sentir como la humana conseguía clavarme la lanza gracias a la rabia de ver al hombre ser abatido por el orco. Defintivamente había dolido, más de lo que podía esperar y me hacía dudar de si en verdad íbamos a poder con ellos.

Iluminado por la primera sonrisa genuina de Angélica Melor le dio una palmadita sobre el hombro una vez se arrebujó en aquella cama improvisada.

- Descuida pequeña, que Turin te obsequie con hermosos sueños.

Tras esto asiente a su hijo, a quien deja sestear un rato y, cuando este despierta, no estando él mismo cansado,  se queda junto a su él a ver pasar a los transeúntes, bestias de carga y el ocasional ratón huidizo.

Con el ayuno en ciernes, pero ne actitud firme, observo pasar al tiempo y las personas, como si fuera una estatua.

Un gesto satisfecho se dibujo durante un instante en el fiero rostro de la mujer, quien seguia con medio ser puesto en aquella pelea, y el otro medio con su marido, sin saber siquiera si aun seguia con vida.

Y, aprovechando que habia conseguido herir a aquella molesta criatura, volvio a intentar clavar su lanza en cualquier cosa que se le pusiera por delante, al tiempo que veia como aquel orco la atacaba, viendo acercarse a aquella cadena hacia ella.

En un intento por esquivarla, Zynna se doblo, felina, intentando esquivar el ataque. Solo la Diosa sabria si era posible que saliera de alli con vida.