Partida Rol por web

- Oh vaya, no sois de la ciudad señor? - dice Tinkle percatándose de que el humano sacaba unas monedas para pagar la entrada igual que él.

- Perdonad mi mala educación! Mi nombre es Tinkle Winterworth, y vos sois...?- dice haciendo una reverencia.

Al ver como los guardias abrían el acceso de nuevo a la ciudad, la elfa abandonó la compañía del fuego y se dirigió directamente al guardia, pagando el peaje y adentrándose en la ciudad sin perder más tiempo en sus afueras. El viaje había sido largo, y anhelaba poder descansar de forma tranquila y proseguir cuanto antes en su búsqueda.

El gargantuesco orco se colocó tras el humano y el gnomo, observando a éste último.... CARAJO si odiaba a los gnomos. Tenían un timbre de voz de lo más desagradable y su pequeña cabeza invitaba a ser aplastada entre muslos como cabeza de gorrión. La idea de saltarle encima y aplastarle era enormemente tentadora, una de las cosas más divertidas que hubiera hecho en las últimas semanas, pero sin sus compañeros de bravuconadas la idea se consumía como una cerilla.

Cabeza-de-gorrión - Dijo el orco señalando al gnomo y mirando al humano

El orco había pagado una pieza de plata, y esperaba ahora el cambio del guardia por sus miradas con la bolsa de éste.

Heian le responde al Señor Winterworth.
- Mi nombre es Heian. Y estoy aquí de pasada. No quería dar mucha información de su propósito en la ciudad, pues no sabía en quien confiar.
Era hora de entrar a la tan preciada ciudad. Antes de iniciar su marcha, le pregunta al guardia.
- Disculpe señor. ¿Pero me podría decir donde puedo hospedarme que sea de bajo costo? Ademas, ¿me puede indicar donde se encuentra el gremio de carpinteros? Mientras espera la respuesta del guardia se dirige a sus dos recién conocidos.
- Capaz nos encontremos adentro, quien sabe. Nuestros caminos se podrían volver a cruzar.

Tinkle oyó al orco hablar, y señalarle. Tinkle levantó las cejas mirando al orco:

- Cabeza-de-gorrión? Que demonios está hablando señor? No veo ningún gorrión por aquí... serán cosas de orcos.

Encogiéndose de brazos, miró de nuevo a Heian, inclinando la cabeza.

- Un placer señor Heian, parece ser que buscáis un lugar donde hospedaros. He oído que hay una taberna llamada  " El Lenguado Macerado" y es donde yo tenía intención de hospedarme. Si queréis podemos ir. Incluso podría venir este señor!- dice señalando al orco, sonriendo amistósamente.

Barrabás mira el cielo... los pieles pálidas eran muy extraños. ¡Aún era de día para ir a buscar sitio para dormir!

El humano debía ser carpintero, y el gnomo un charlatán. Pero Barrabás no conocía Tormentos, y no sabía donde ir, así que lo mejor sería seguir a alguno de ellos un par de días hasta conocer las principales calles de la ciudad.

El enorme orco viste un cuero, lleva a su espalda un gigantesco espadón y cayendo por sus hombros una inmensa cadena de púas. El color es de un verde apagado y sus ojos, como su pelo, es negro como el carbón

El guardia tomó las monedas de Tinkle y después le dio las indicaciones pertinentes que le solicitaba. En el Ayuntamiento se lo explicarán de mejor forma. Yo soy de aquí, por lo que nunca la he necesitado pedir y no estoy al tanto de la burocracia de la ciudad.

Después contestó las dudas a Heian. Hay varias posadas en la ciudad, la más cercana es La Pezuña en la boca, antes era la Cabra de Mimbre, pero algo sucedió hace unas noches que quedó reducida a cenizas. Pero es temprano para escoger una posada ya, será mejor que espere un poco antes de declinarse por un lugar para dormir. Y el gremio de carpinteros no queda lejos de aquí, está situado entre la catedral de Pelor y el cementerio, ambos lugares son fáciles de visualizar desde aquí. Dijo mientras te señalaba la catedral.

Luego tomó las monedas del resto de viajeros, dio el cambio pertinente a quien lo necesitase y abrió las puertas para dejarles paso.

-Ah entiendo entiendo caballero.- dijo Tinkle moviendo los dedos.- Bien pues como quiero quedarme mucho tiempo en la ciudad, habrá que preguntar por la residencia. 

Empezó a andar, y mirando al orco y a Heian, dijo:

- Si quieren podemos ir juntos...

Barrabás echó a caminar, fascinado por el ideal tamaño de la cabeza de aquel gnomo. Se giró hacia su amigo el carpintero e hizo un ademán de que les siguiera, pero no las tenía todas consigo. - Yo Barrabás, ¿Donde orco vive en pueblo de muchos pueblos? - Preguntó al charlatán gnomo esperando que hablara claro y terminara por pedirle amablemente que le aplastara la cabeza entre sus fuertes muslos. - ¿Orcos aquí ? - Querría oír algo acerca de orcos que vivieran en Tormentos, así que prestó atención a su entorno esperando ver alguno a quien preguntar, o oír algo acerca de ellos

Heian rechaza amablemente la oferta de ir a la posada, pero ahora necesitaba ir a hablar con unos colegas.
- Si me disculpan, antes de ir a la taberna debo resolver algunos asuntos en la ciudad.
- Si quieren nos podemos reunir ahí al anochecer.
Después empezó a caminar adentrandose en la ciudad.
Mientras camina se asegura tener todo su equipo.

- Como quiera señor Heian, espero que coincidamos de nuevo.- dice despidiéndose con la mano del hombre.

Mientras andaban hacia el ayuntamiento, el orco le hizo unas preguntas, a las cuales encogiéndose de hombros, contestó animadamente:

- No lo se señor Barrabás, soy nuevo aquí como parece ser usted, pero por lo que he oído aquí hay gente de todo tipo, probablemente hay gente de su raza que habrán formado una comunidad o algo por el estilo.

Por cierto, que asuntos le traen por aquí. A mi me traen negocios, pero bueno, es empezar de cero mi idea, así que ahora mismo, no tengo nada.- y lanza una risita sarcástica.

Barrabás golpeó la palma de su mano izquierda con su puño derecho - ¡Budah! negocio Tú-vender ¿Qué-tú-Vendes?

Pueblo-Martillo muerto, Barrabás y Torconudo venir a pueblo de muchos pueblos. No-casa. No-pueblo.

Oyó entonces acerca de orcos en cementerios y un barco de orcos - Barco-Orcos ¿Oído? - Preguntó curioso al gnomo para corroborar lo que había entendido. Esta era una gran oportunidad, otro orco que poseía un barco y que ahora no tenía a su tripulación.... podía haber encontrado la oportunidad que buscaba.

Cabeza-de-gorrión duerme en lenguado - Repitió Barrabás, entonces dió una fortísima palmetada en la espalda del gnomo a modo de despedida - Yo Barco Orcos, si yo-no-pueblo, yo-Lenguado. Si yo-pueblo, Cabeza-de-gorrión puede vender.

otra vez ?.Creo que es la tercera vez que pago esa tasa en dos dias y algo me dice que me saldría más barato hacerme residente .Gruño al tiempo que saco una moneda para pagar lo mío y lo de mi acompañante .Decidido,  me niego a volver a pagar por entrar así que fijare aquí mi residencia ...Bueno , busquemos a los demás y a ver cuantos hemos conseguido volver con vida 

Dimdel observó como Uffern pagó con el dinero de Mordrogah por los dos. Lo habían conseguido y no se lo creía. Estaba malherido, necesitaba atención y descanso.

-Vayamos a la catedral de Pelor, si han llegado, seguro que están allí- además, él también quería ir allí.

Por un día más, parecía que Dimdel iba a sobrevivir, y para su pesar, a su mente llegaban nuevos nombres que añadir a su lista.

Un lugar u otro me es indiferente .Respondo encogiendome de hombros.Supongo que los heridos habrán ido a buscar curación al templo y si no han ido aun lo harán mas tarde .

Sin dudas era inmenso, sus pequeños ojos no dejaban de ver aquel lugar de forma extraordinaria. Rápidamente su mirada fue a la de su hermano que muy probablemente pensaba lo mismo. - Oromentedelicioso - surgía aquella extraña palabra inventada por el dúo.
El comentario del guardia los había tomado por desprevenidos, no le agradaba aquel pedido de dinero y menos aun a el par de ambiciosos.

- Buenas señor. No somos residentes y nos toma desprevenidos un precio para la entrada a la cuidad, pensábamos que la entrada a la zona baja y de comercio era libre y no hemos venido con tanto dinero - comento intentado aminorar la suma pedida. Sin embargo su pie se atoro con la mochila de su hermano dentro de la carreta y ademas de un tropiezo con un gran golpe en la cabeza, el saco de monedas cayo al suelo dejando expuesto la suma de dinero que poseía.

- Auuuchhh!! - recriminaba en el piso frotando su cabeza de la cual un moretón se asomaba. Al escuchar el ruido del metal, supo enseguida lo que significaba aquello, por lo que junto su dinero, mientras echaba una mirada de auxilio a Lylo.

La puerta de 18 metros sin duda era muy alta, más aun para el tamaño de los hermanos. Su mirada se poso en la de su hermano que seguramente pensaba lo mismo que el. – Si un enano salta un día de viento desde lo más alto de la puerta, ¿caerá parado?  - Si seguramente ambos pensaban lo mismo, por lo que Lylo asintió.

Los guardias de la puerta pretendían que los hermanos pagaran una suma de 5 piezas de cobre “Están drogados, de seguro…” pensó el menor de los hermanos, por suerte estaba Milo, el rey de los engaños, si alguien podía evitar que pagaran aquella descomunal suma de dinero, ese era su hermano mayor.

Milo empieza a hablar pero cae de un porrazo de la carreta por culpa de su mochila. La risa monstruosa brotó instantáneamente de Lylo, burlándose de su hermano.

Tomó la mochila entre sus manos, estirando sus pequeños brazos – Noooo, ¿¿¿por queee??? ¿¿¿Por qué mochila??? Casi te lastiman…  - Asomó su cabeza desde la carreta  - Oye primo,  me has ocultado que tenias dinero… ¿Verdad? – Una sonrisa se dibujo en su rostro.

Se paro e irguió como un soldado golpeándose el pecho, bueno, al menos lo intentó – ¡Auch! ¡Señor guardia! *cof-cof-cof* - Me golpeé muy duro - Aquí empiezan nuestra nueva era, ¡la gesta nos espera! Y por lo tanto, como heroicos y valerosos comerciantes que somos, ese de ahí en el suelo, pagara lo que haya que pagar, por ambos y ¡por la gesta!

Volviendo a tirar se cuerpo sobre la carreta y asomándose para ver a su hermano en el suelo, colocó la mano derecha al costado de su mejilla para que solo Milo escuchara.

- Listo, solucionado… creo que los engañé.

Rudolphus observaba con ojos cansados la imponente mole de piedra que servía de protección a la ciudad. Se trataba sin duda de una obra prodigiosa. Pasmosa. Quizás la construcción más impresionante que el viejo vagabundo hubiera visto en su vida… al menos hasta donde alcanzaba su memoria.

Lo cual, en definitiva, no era medida de nada. Pues el propio Rudolphus, más que nadie, era amargamente conciente de lo poco fiable que se habían vuelto sus recuerdos de los últimos años.

En cualquier caso, si bien en otro momento el veterano viajero probablemente se hubiera pasado horas fascinado con aquella extraordinaria visión, o quizás incluso se hubiera demorado todavía un poco más recorriendo las inmediaciones de la muralla para apreciar mejor su factura, lo cierto era que el viaje lo había dejado exhausto, y solo quería encontrar lo más pronto posible un lugar donde arrojar sus achacosos y molidos huesos.

Por ello mismo, la interminable hilera de personas que aguardaban con abatida resignación su turno para ingresar a la ciudad se había vuelto todo un calvario. Uno que ni siquiera toda la inveterada paciencia que solo los viejos suelen tener resultaba suficiente para tolerar. Por fortuna el clima le sonreía, y solo tenía que preocuparse por una brisa fresca y ligera que llegaba de tanto en tanto por el Norte. Luego de tantos días durmiendo a la intemperie, soportando aguaceros y escarchas, aquello era toda una bendición.

Sin embargo, cuando parecía que por fin podría poner un pie en la ciudad, cuando ya casi había llegado su turno de de aproximarse al guardia que custodiaba la puerta, un repentino suceso lo apartó inesperadamente de su meta, liberándolo de forma igualmente brusca de su somnolienta modorra. Un pequeño que iba por delante suyo en un carro trastabilló con algún bulto y dejó caer su bolsa al piso, que de inmediato esparció su valioso contenido por las cercanías.

El veterano viajero conocía de sobra las miserias que asolaban el mundo, y sabía bien lo que una torpeza como aquella podría desencadenar ante semejante tumulto. Aunque de todos modos el hecho no había resultado demasiado notorio, y el niño parecía poder manejar por si solo la situación, así que decidió mantenerse al margen de momento. Sin embargo, casi por puro acto reflejo, su cuerpo se puso de inmediato en tensión, y se mantuvo alerta a cuanto ocurriera a su alrededor.

- Visitante. – dijo mientras se acercaba al guardia de la puerta, aprovechando para avanzar en la fila mientras el niño se hallaba enfrascado recogiendo sus pertenencias.

Rudolphus había extendido una moneda de plata al guardia, pero ni siquiera miraba a su interlocutor mientras se dirigía a él. Por el contrario, sus ojos estaban centrados en el pequeño que acababa de sobrepasar, y en todos aquellos que lo rodeaban. El ceño fruncido del viejo amenazaba con gesto reprobatorio a todo aquel que pretendiera aprovecharse de aquel accidente.