Partida Rol por web

-Es cierto-replicó al pequeño dragón, alzando levemente las pobladas cejas-trasgos "caca". Pero siguen siendo peligrosos en números elevados, además de astutos.

Ante las palabras de Filos, asintió levemente.

-Si estáis en condiciones de seguir, puede que sea lo mejor. Quitarnos esto de en medio y asegurarnos de que no vuelvan a atentar contra nadie nunca más. 

La cabeza del dragón asomó de entre los escombros acumulados, sonriendo con todos los dientes ante el cumplido del paladín. Era obvio que apreciaba la adulación tanto como odiaba todo lo que le contrariase. Volvió a desaparecer bajo aquel montón de basura, revolviéndola toda y haciendo un estropicio mientras esperaba la señal de partida.

Los aventureros seguían debatiéndose sobre sus pasos a seguir en aquel momento. Pero lo cierto era que cuánto más tiempo pasaban en esa cueva, más cansados estaban. Tarde o temprano tendrían que echarse a dormir, o allí, o en el pueblo, pero si seguían a ese ritmo terminarían fatigados.

Filos escuchó a todos y acabó coincidiendo con Cástor. Para él, acampar en medio de una mazmorra de trasgos era la peor idea. era mejor forzar un poco más y acabar de limpiar aquel lugar. La pocion del clérigo lo había sanado considerablemente, asi que el guerrero agarró maza y escudo y salió de la sala.

-Tienes razón. Acabemos de una vez!

-Adelante entonces-dijo Cástor-aunque no perdáis de vista que deberemos descansar dentro de no mucho. Y la capilla sigue siendo una opción aceptable...-añadió el clérigo, con la esperanza de que tuvieran aquello en cuenta. De todos modos, suponía que aún les quedaría algún tiempo antes de que sus cuerpos empezasen a ser castigados por tanto esfuerzo. 

- En algún momento necesitaremos descansar. De eso no cabe duda. Yo me ofrezco a hacer las guardias. Apenas pego ojo, estoy acostumbrado.- Huesos tenía aspecto de anciano, desde luego, y éstos solían dormir poco, o eso decían, porque luego se pasaban todo el día echándose siestas.

Con una explosión de escombros la fiera salió del último de los montones de basura, cargando en la boca una piedra rota sin valor alguno que escupió al suelo a mitad de camino hasta sus compañeros. Se sacudió el polvo y de un par de brincos se metió en el saco de Ramase, listo para partir.

Si Filos se animaba a seguir seguro que era porque alguna de esas pociones era un reconstituyente.

- Entonces, ¿has podido identificar alguno de los viales?- El esquelético hombre de aspecto anciano embrazó el pesado escudo que habían encontrado, de excelente factura enana, cambiándolo por el suyo propio. Percibió el movimiento de la cría de dragón que cargaba un poco más de peso a su retorcida columna vertebral. Ahora que el pequeño decía algunas palabras quizá fuera hora de preguntarle el nombre.- ¿Cómo te llamas?- Sería mejor que se pusiera su propio nombre qy no dejar esa tarea en las manos de Ramase.

Filos se los devolvió al extraño monje.

-No. Toma. A ver si a tí te suenan -dijo mientras avanzaba con todos los sentido alerta.

La bestia asomó su cabeza y entrecerró los ojos un momento, mirando penetrantemente a Huesos asintiendo al fijarse en sus extremidades, pasando la mirada luego a Filos, a su armamento, pico y garras de su familiar también; por último miró a Cástor, echando la cabeza de un lado a otro intranquilo, como si el clérigo no tuviese sentido.

- Nor meh yamoh, ya estoi commigoh, nor puehdo irmeh de ió -trató de explicarse la bestia, escuchándose a sí misma con orgullo por su rápida comprensión a través del saber infuso de la lengua humana-; tú erez Uezoz porke huezudo, Filos pohr cortah y Cáztor... Cáztor no zé -miró de nuevo al seguidor de Pelor para preguntarle directamente- ¿Por ké túh nommbre Cáztor?

El clérigo no pudo evitar reírse levemente ante la pregunta del dragón, una risa profunda y sincera. En aquella criatura, de algún modo, habitaba también la inocencia de un niño. Un ser sintiente que descubría el mundo por primera vez, cargado de preguntas, algunas tan extrañas como esa.

-Yo me llamo Cástor porque mis padres me pusieron ese nombre, pequeño. Y Huesos no es el verdadero nombre de tu porteador, solo un apodo-explicó con paciencia, listo para seguir cuando estuvieran listos. 

- Komprendoh -dijo la fierecilla procesando visiblemente toda aquella información.

Durante un momento mientras avanzaban por el pasillo pareció considerar muchas cosas, moviendo la cabeza de lado a lado para luego contar cosas con sus garritas. Llegando a su destino sus ojos se iluminaron y meneó el cuerpo con orgullo ante su conclusión antes de tomar aire para anunciar.

- Mi apodo es...  

Gubradghorosuthwixsventardisheshunointipersvekuvelucalsho'vothardibredvurrhyaexnocudishouldasbitdianklasprofadirivekipabsearcrubdiverdishioharkaj, loh ke em buestra yengua ze traduzeh em -aquí mascó bien las palabras para decirlas como había preparado- El Que Escucha Antes De Nacer, Destructor De Cortezas, Ungido En Ácido, Devorador De Pan Y Carne Seca, Conquistador De Hombros, Mordedor De Tobillos, Profanador De Cadáveres, Buscador De Agua, Cavador De Escombros Y Señor De Gran Cólera.

Jadeó ilusionado por apodarse a sí mismo para luego mirar a Huesos cuyo rostro estaba en las alturas en comparación con el suyo.

- Papah Huezoz, ¿Kual ez mih mombre?

-Bocazas - dijo Filos, molesto por la verborrea de la criatura.

Mientras continuaban charlando sobre nombres y sobre el nombre del dragón y a pesar de que empezaban a estar ya muy fatigados por un duro día, decidieron dejar atrás la capilla y continuar por el pasillo de antes. 

La morada que antes parecía estar compuestas de paredes y techos e incluso de antorchas para iluminar el camino, ahora se convertía en una cueva natural que descendía sinuosamente a cada vez más profundidad. Llegó un momento en que la poca iluminación de las antorchas que había atrás dejaba a oscuras la caverna dificultando el movimiento de los héroes a través de ese agreste camino.

Filos recurrió a su magia y su hacha se iluminó con el fulgor de una antorcha. 

Esto es ya pura cueva. A saber hasta donde llega. Sigamos unos minutos más y, de no encontrar nada, nos volvemos. ¿De acuerdo?

- Cólera.- Respondió a la cría de dragón cuando le pidió un nombre, obviando la propuesta de Filos. Le quedaba como anillo al dedo y era mucho más corto que la retahíla que había soltado por la boca el dragón. Tras la pequeña charla siguieron caminando viendo que la estructura dejaba paso a una cueva natural. Eran incapaces de saber hasta dónde llegaría la misma.

- Somos sólo tres hombres. Si volvemos creo que nuestros clientes entenderán que demasiado hemos hecho ya para ser tan pocos.- Tenían algo de botín que podían vender y quizá volver con un equipo más grande. La cueva prometía e incluso habían dejado atrás lugares sin explorar.- O descansamos y continuamos mañana, o nos vamos.- No le importaba seguir unos minutos como decía Filos, aunque le parecía sólo retrasar la decisión un poco más.

A Filos le dolía ya todo de tanto andar perdido por la puñetera cueva.

-Creo que tienes razón, Encerrémonos en la capilla a descansar. Yo no puedo con mi alma. ¿Cástor? Tu qué crees?

Encantado con su nuevo nombre, Cólera miró alrededor, la oscuridad no siendo mucho problema para su vista.

- Buedo velarrr bueztro zueño -gorgoreó-, glitarrr zi biene algoh.