Partida Rol por web

Filos dio un paso atras y lanzó su último conjuro poderoso para tratar de deshacerse alguno de aquellos mastodontes.

Cólera aguardó a los efectos del hechizo para saltarle a algún goblin al cuello, morder y rasgar tejido hasta que dejasen de moverse. Pese a que la situación era peligrosa y todos estaban cansados el pequeño eclosionado de dragón se mostraba ansioso de hacerle daño a otros seres vivos.

La inminente señal de debilidad de su guadaña, símbolo inequívoco de que Nerull parecía enojado con él, hizo a Ramase prepararse. Pronunció unas palabras ininteligibles, pero que sonaban pérfidas y desagradables, pidiendo piedad a su Dios para que no le abandonara en aquel preciso momento. Para su alivio, de una fétida y espesa niebla apareció el cuerpo sin carne y ajado de un esqueleto humano.  El castañear de sus dientes y el traqueteo de sus desnudas articulaciones hicieron a Ramase estremecerse de placer. Sumergido en aquel éxtasis que provocaba la comunión con Nerull, apenas se dio cuenta de que tenía encima a dos trasgos. Empuñó su lanza y pasó al ataque.

Una vez encontró un goblin inconsciente por el efecto del conjuro o herido por sus compañeros, Cólera se abalazó pegando brincos en zig zag y con las fauces salivando ácido. Su gruñidito de guerra dejaba mucho que desear pero su fiereza era genuina.

El combate daba comienzo y la lucha iba a ser a muerte. Los aventureros no tenían lugar hacia donde escapar, estaban encerrados en la capilla y los trasgos había taponado la salida impidiendo que pudieran huir.

Cástor fue el primero en sacar su maza a pasear pero el trasgo contra el que la quiso dirigir se agachó en el momento del impacto impidiendo que le golpeara. 

Filos optó por lanzar el último conjuro que tenía disponible, impactando de lleno tanto en adversarios como en acompañantes. Estaba en una posición muy céntrica y el efecto de su magia se había expandido por todo el campo de batalla. Todos los trasgos cayeron al suelo inconscientes, menos uno, que logró resistirse en pie. Los dos grandes trasgos contra los que se estaba enfrentando Filos también resistieron el conjuro. Huesos por el contrario se quedó aturdido debido a los colores que pudo ver sin poder hacer nada más... Por suerte, antes de recibir el fogonazo pudo acabar con la vida del último de los trasgos.

El esqueleto que conjuró Huesos apareció dando la espalda a uno de los grandes trasgos con los que se estaba enfrentando Filos, pero justo cuando fue a atacar tuvo la mala suerte de que su arma se le resbalase perdiendo un tiempo muy preciado. Especialmente en un ser cuya no vida estaba limitada en el tiempo.

El pequeño dragoncito al que habían bautizado como Cólera se abalanzó sobre uno de los trasgos inconscientes con intención de devorarle tranquilamente y así saciar su apetito.

Aún así los dos grandes trasgos aún se mantenían en pie, pues habían resistido la magia de su contrincante y juntos dieron un paso lateral para flanquearle y combinar de esa forma sus ataques. Filos fue capaz de esquivar uno de los ataques, pero el que le vino por la espalda no lo vio venir y sintió como la espada larga de su rival atravesaba parte de su armadura y le provocaba una herida bastante grave. Por suerte, el guerrero era mucho más duro que eso y aún se mantenía en pie dispuesto a seguir luchando.

Extasiada de poder bañarse en la espesa y caliente sangre de un enemigo tirado en el suelo, Cólera rasgó armadura, carne y vísceras con avidez a base de mordiscos y garrazos. Sus ojos brillaban ante el griterío del trasgo cuyo gorgoreo y estertor final no podía llegar lo suficientemente pronto.

- ¡Majajajaja! ¡Majá! ¡Majá! ¡Majá! -reía entre gruñidos y ladridos agudos.

Filos dudó entre  conservar la posición y defenderse o tratar de acabar con sus rivales rápidamente. Quizás tomó la decisión equivocada porque su golpe, durísimo, salió muy desviado y erró al GT1 de lejos. Tras falla, el guerrero dió un paso hacia la puerta

Pero...- Apenas le dio tiempo a reaccionar cuando la extraña luz entró en su campo de visión. Estaba disfrutando ya de retirar la lanza ensangrentada del insignificante cuerpo inerte del trasgo cuando sintió un tremendo vértigo que le hizo tambalearse.

A pesar de que su amo estaba en otro mundo ahora mismo, el esqueleto estaba obligado a cumplir el contrato que bajo el auspicio de Nerull había establecido con Ramase. Las inexpresivas cuencas de sus ojos obviaron la cimitarra en el suelo y se centraron en el gran trasgo. Los husos sucios y afilados de sus manos eran un arma casi igual de efectivas que la oxidada espada

Clac,clac,clac.

La situación iba a ponerse peor antes de mejorar, especialmente dada la situación en la que se encontraba Filos. A solas contra los dos grandes trasgos, no aguantaría. Por eso el clérigo tomó una decisión, aprovechando la temporal invalidez de los trasgos provocada por aquel conjuro. 

Avanzó con paso firme hasta uno de los enemigos que atacaba a su compañero y, con una expresión de justa furia, descargó un terrible mazazo contra él. 

Mientras todos se enfrentaban a los grandes trasgos que aún quedaban en pie, Cólera se dedicaba a devorar a uno de los trasgos caídos al suelo por culpa del conjuro de Filos. 

El filo del ocaso se enfrentaba a ambos grandes trasgos a la vez, trató de golpear a uno de ellos con su máxima fuerza, pero eso dificultó su precisión y lo esquivó sin problema alguno. Al moverse un paso de forma lateral, el esqueleto perdió su oportunidad de flanquear al trasgo contra el que se estaba enfrentando. A pesar de ello, el muerto viviente logró rasgar la carne de su rival con sus dos garras. Por último Cástor se unió al combate golpeando fuertemente con su maza en la cabeza de uno de los grandes trasgos. La cabeza de su enemigo estalló por el fuerte impacto y su rival quedó completamente muerto.

Por último, es gran trasgo se sentía rodeado, solo y gravemente herido, pero ya no tenía opciones para huir de allí. El combate iba a ser a muerte, por lo que pensaba darlo todo para salir de allí.

Bajo una película pegajosa y densa de sangre asomó el hocico de la entusiasmada fiera olisqueando el aire, el tufo que le llegaba era del miedo que comenzaba a sobrecoger al gran trasgo restante.

Con garrazos rápidos logró resbalar desde el cadaver que acababa de devorar hasta el suelo, donde arañó las baldosas para propulsarse hacia delante y morderle la rodilla al bicho.

- ¡Comeeerrrr! -farfullaba mientras patinaba torpemente por el suelo, incapaz de contener su emoción y sadismo infantil- ¡Teh via comeeerrrr! ¡Raaarrrgh!

Cástor había reventado limpiamente la cabeza de su objetivo, demostrando que el clérigo era algo más que un sanador. Su aspecto recio y curtido no era solo una fachada después de todo, a juzgar por como había acabado el objetivo de su ataque. Sin perder más tiempo, se centró en el segundo objetivo, volviendo a alzar su maza para golpear.

Filos, muy malherido, se apartó otro paso mientras se sostenía las costillas rotas. En medio de aquel dolor, el filo del ocaso aún encontró fuerzas para lanzar un débil conjuro que podia confundir al gran trasgo. Filos canturreó palabras de poder y sus dedos se agitaron en al aire. Unos extraños brillos rodearon la cabeza del trasgoide tratando de despistarlo.

La sensación de vértigo se había ido , pero por mucho que parpadeaba, no conseguía recuperar la vista. Cubriéndosle los ojos con una de las manos, Ramase empuñó la lanza previendo que pudiera ser objeto de algún ataque.

- ¡Acaba con ellos!- Gritó tanto a Cólera como al esqueleto convocado, al que aún le quedarían algunas fuerzas antes de regresar al plano de donde lo había sacado.

El pequeño dragón tomó la decisión de dejar de comer trasgos inconscientes y centrarse en el que aún seguía vivo. El gran trasgo vio como aparecía ante él la criatura y por instinto trató de golpearla. El golpe fue tan devastador que Cólera quedó gravemente herido pero por suerte aún tuvo suficiente fuerza para darle un fuerte mordisco y desgarrar su cuello.

Instantes después el dragón tenía la boca ensangrentada y terrible tajo en su abdomen y junto a él un cadáver de gran trasgo. 

Entre todos lo habían conseguido. Habían sobrevivido al ataque que los trasgos les habían realizado. ¿Podrían descansar ya tranquilos en aquella capilla o vendrían más trasgos a por ellos?

Sobrecogido por el intenso dolor del costado Cólera perdió la razón para desgarrar tejido y carne entre la barbilla y la armadura del gran trasgo. Los gritos de pánico de la criatura pasando a gorgoreos sanguinolentos, los espasmos a quietud, pero Cólera no cejó en su carnicería hasta que escuchó las voces de sus compañeros cerca. Sólo entonces, empapada de fluidos propios y ajenos, la fiera se detuvo para mirarles con vergüenza de chiquillo.

- Auuuurrr... -sollozó con voz queda, su orgullo aún más herido que su cuerpo, y comenzó a moverse torpemente hacia Huesos, su pierna trasera derecha arrastrando por detrás de las otras tres.

Filos cerró el puño cuando vió que el gran trasgo caía y suspiró aliviado. Una ojeada al dragón lo dejó de nuevo preocupado, sin embargo. No por su bienestar, sino porque valía mucho oro con vida. El guerrero se volvió hacia los dos sacerdotes. Seguramente habían agotado sus reservas mágicas pero quizás pudieran sanarlo mínimamente.

-Buen trabajo todos. Echadle un vistazo a Cólera. Yo voy a meter esos cadáveres aquí dentro para que no nos pase lo mismo una vez más.

Un agitado Ramase contempló aliviado cómo caía el último de los trasgos, justo en el momento en el que su esqueleto convocado regresaba a su plano. Antes de poder tomar aire tranquilamente remató al resto de los trasgos que aún estaba inconscientes con la lanza. Dejó que Cólera buscara cobijo si quería en su zurrón, poco más podía hacer por él, y luego recuperó los restos de su guadaña rota. Negó con la cabeza contrariado por ver en aquel lamentable estado su guadaña ritual.

- No sé si eso es buena idea.- Indicó a Filos. - Si vuelven más estaremos acabados...- Sin embargo huir de allí tampoco iba a resultar sencillo. Si los trasgos los perseguían a través del bosque también sería su sentencia de muerte. Al menos allí podían atrincherarse.- ¿Quién tiene esos viales que encontramos aquí? Quizá sean pociones curativas...no tenéis buen aspecto.- El humano de aspecto anciano sólo estaba cansado, pero nada más.

Cástor se apoyó en una pared, para retomar el aliento después de aquella batalla. Durante un momento había parecido imposible, pero lo habían logrado. Estaban enteros. Mucho más de lo que había supuesto que podrían estarlo. Aunque el joven dragón había recibido un muy mal golpe, y Filos también se había llevado lo suyo. Ahora llegaba el momento de decidir qué hacer.

-Lamento decir que no dispongo de más capacidades curativas, al menos de momento. Puedo echar un vistazo a vuestras heridas, pero poco más. Y quizás no sea buena idea quedarse aquí, pues si vuelven estaremos aún más expuestos. Dicho lo cual, ¿qué queréis hacer? Volver al pueblo podría ser una idea mejor, aunque no exenta de riesgos, y daría tiempo a los supervivientes a reagruparse.