Partida Rol por web

El grupo de aventureros seguía avanzando en más o menos silencio. Filos y Cólera se habían escondido y los trasgos de la cueva parecían seguir sin verles. Así que parecía que podría tener una oportunidad para realizar el plan que tenía en mente.

Filos respiró pesadamente, preparándose para el inicio de las hostilidades. Tení aun plan en la cabeza y, si Huesos podía ayudar a distraerlos, mejor pero, a esa distancia, el guerrero ya podía poner su plan en práctica.

Esperando que sus compañeros jugaran un papel más importante que él en aquella batalla, Huesos mantuvo su lento avance.  Poco a poco veía que quedaba a una distancia donde podría usar alguno de sus conjuros.

Cástor siguió avanzando con precaución, con las armas preparadas. El combate empezaría en pocos segundos, y solo podía esperar que en aquella ocasión tuvieran tan buena fortuna como en el anterior intento. La primera patrulla había caído rápidamente y sin tener que lamentar grandes contratiempos, y con los números reducidos que debían tener a esas alturas, que eso se repitiera sería lo más deseable para zanjar el asunto de una vez por todas.

Tanto cuidado puso de los nervios a Cólera, quien apretó su cuerpo contra el suelo y tensó sus patas, listas para saltar a la carrera en el mismo instante en que su manada atacase. El ansia le consumía por dentro y si en breves no comenzaba a regar sangre por doquier cargaría hacia delante para meterles el miedo en el cuerpo a quienes osaban interponerse a un dragón negro.

- Jrlrlrlrlrl---- gorgoreó en bajito, incapaz de comprender los vacíos de su plan que podrían acabar con su cuerpo magullado de nuevo o peor aún.

Filos decidió ejecutar su plan. Lo primero que hizo fue moverse a gran velocidad hasta el interior de la cueva para pillar desprevenidos a los cuatro trasgos que había en su interior y al lobo que los acompañaba. Lanzó sobre ellos una rociada de color que dejó a dos de ellos y al lobo lo suficientemente aturdidos como para no poder reaccionar. Los otros dos fueron capaces de sobreponerse al ataque, pero aún seguían lo suficientemente confusos para no comprender qué estaba pasando.

A la carrera se lanzó el dragoncito sobre el lobo, aprovechando que estaba demasiado aturdido como para sacudirle al echársele encima, sus pequeñas fauces cerrándose como un cepo sobre su pierna y que no pudiese escapar o moverse del sitio.

- ¡Graaargh! -le gruñó con ganas de verlos a todos hechos trizas.

Había llegado el momento. Si eran lo suficientemente contundentes en la primera embestida, la réplica sería débil y solucionarían aquello rápido. Por ello Cástor aferró su maza con fuerza y, tras susurrar una breve oración pidiendo fuerza, cargó hacia el combate, intentando derribar a uno de los confusos trasgos.

El acorazado viejo empezó a acelerar el paso al ver que el veloz Filos tomaba la delantera. Era un avance pesado, torpe y lento, aunque poco a poco iba cogiendo más velocidad.

Cástor y el dragoncito cargaron contra uno de los trasgos aturdidos para acabar con él antes de que se les pasase el efecto. En cambio, Huesos cargó contra otro de los trasgos que a pesar de todo no fue capaz de impactar.

Aún quedaban un lobo y un trasgo aturdido, pero los dos trasgos que estaban allí aprovecharon para dar media vuelta y salir corriendo al interior de la cueva. Estaba claro, esta vez iban a dar la alarma.

Filos utilizó su velocidad para interceptar a los fugitivos y descargó un golpe de hacha contra uno de ellos 

Debían seguir adelante y no cejar en su empeño, todos los trasgos que mataran antes de que el resto se dieran cuenta eran enemigos que no les emboscarían o usarían artimañas en su contra, trucos a los que sin duda estaba acostumbrada aquella especie. Por ello, volvió a blandir la maza, en busca de más objetivos para su furia. 

Sabíendose todavía de tamaño menudo y pateable después de que aquel trasgo de ayer casi le rebanase en dos, Cólera aguardó a que todos hubiesen corrido y arriesgado su pellejo antes de lanzarse a morder el siguiente tobillo. Una vez creyó encontrar su oportunidad se lanzó a ataque, fauces abiertas y hambrientas.

- ¡Temezmeee! ¡Jraaargh!- gruñía y bufaba

Huesos no podía perseguir a nadie embutido en la pesada coraza. Si alguien podía interceptar a aquellos trasgos que podían dar la voz de alarma esos eran Filos y Cólera. Resignado se dispuso a acabar el trabajo y una maligna sonrisa se perfilo en su ajado rostro. Ya que tenía que hacerlo iba a disfrutarlo.

Los trasgos no fueron capaces de dar la alarma. Los aventureros acabaron con ellos antes de que pudieran lograrlo y los eliminaron de un plumazo. Habían dejado la primera sala libre de enemigos y se habían cargado a todos los trasgos que tenían delante.

Frente a ellos estaba la puerta que sus enemigos habían querido tomar y el lugar que dirigía hacia las profundidades de la morada de los trasgos.

El regocijo que exudaba Cólera haría envidiar al más dichoso, pues brincó en círculos alrededor de los enemigos caídos, mordiqueando con saña a aquellos que había participado en tumbar y agitando la cola cual cachorro emocionado.

Se detuvo para rasgar con sus garras el hocico del lobo muerto, mirándose pata con extrañeza antes de volver a su carnicería particular y detenerse de nuevo para mirar alrededor.

- Mi guzta, ezuaaave, jur jur jur- se subió y acomodó sobre el pelaje del animal muerto, la noción de que le serviría de lecho en el futuro germinando en su mente.

Filos registró rápidamente los cuerpos.

Huesos sorió al ver que nadie escapaba y se detuvo a acariciar el lomo del una extasiada Cólera. Se acuclilló junto a ella para registrar los cadáveres e indicarle las partes más blandas de los cuerpos, donde podría hincar con más facilidad el diente.