Partida Rol por web

Pues finalmente no parecía que fuera a abrir nadie. ¿Quizás Filos se había equivocado? El clérigo observaba ceñudo la situación, aunque por el momento sin intervenir, pues la paciencia era una gran virtud que a veces tenía su recompensa... Y quizás otro de sus compañeros tuviera algún plan, o mayor interés en golpear hasta la extenuación aquella puerta del que tenía él en aquellos momentos. 

Huesos miró a los demás para luego hacer un amago con la intención de comprobar la robustez de la puerta. Después, al igual que Cólera, se puso a empujar apoyando todo el peso de su escuálido cuerpo, pero pesada armadura.

Filos se encogió de hombros y se preparó para destrozar la cerradura de una sola embestida, con la ayuda de sus compañeros. El Filo del crepúsculo cogió carrerilla y arrancó como un elefante, empotrándose con el hombro por delante contra la madera de la puerta.

A pesar de los fuertes golpes que dieron una y otra vez los aventureros, no fueron suficientes para echar la puerta abajo. Parecía hecha de un material bastante resistente que no caería tan fácilmente.

Quien estuviese detrás volvió a repetir las mismas palabras que había dicho antes.

Filos se encogió de hombros y miró al resto. 

-Si nos ponemos, podemos echarla abajo pero a saber a cuantos más atraeremos. Investiguemos la puerta de la derecha...

Huesos se quedó preocupado por el hombro de Filos y también, quizás, por su orgullo herido. Asintió  con resignación a la propuesta de su compañero y, sin dejar de vigilar la puerta cerrada a cal y canto, se fue hacia la otra con escudo y lanza en ristre.

Dado que al final la puerta no cedía, Filos llegó a la conclusión de que más valía dedicarse a la exploración del resto, una conclusión bastante sensata siendo sinceros, a la que el clérigo asintió. Maza en mano, se preparó para seguir a sus compañeros. 

Cólera no sabía administrar los fracasos y aquella vez no esa excepción pues golpeó una vez tras otra contra la puerta con su frente, la arañó y tras un par de arcadas vomitó su bilis contra ella con rabia, lágrimas de impotencia recorriendo sus mejillas, por último tomó grandes bocanadas de aire para llenar sus pulmones.

- ¡Rataaah! ¡Abrebrebréee! ¡Tedeskuageringoooaaargh! -chilló de puro disgusto contra la puerta y profiró horribles amenazas en el común que aprendía y en el dracónico con el que nació.

Sólo cuando su manada comenzó a alejarse tembló ante la miseria de tener que dejar con vida a otra criatura a la que quería hacer daño para al final trotar para reintegrarse en el grupo.

En dracónico:

- ¡Te mataré si no abres, te mataré, te dolerá mucho, gritaras y gritarás y yo reiré y reiré! ¡Aaaaaaaargh!

Los trasgos de esta habitación se dieron cuenta de la llegada de los aventureros. Unos pequeño trasgos empezaron a gritar al tiempo que salían en todas direcciones aterrorizados. Filos fue capaz de entenderlos, estaban pidiendo ayuda a otros trasgos que parecían habitar por ahí.

Los trasgos adultos ya estaban preparados con las armas, habían hecho mucho ruido en la puerta de al lado y estaban prevenidos para lo peor. Era un grupo bastante numeroso de ellos, al menos una docena de trasgos protegían la sala que parecía ser la zona común, pues estaba llena de literas donde descansaban.

Una de ellas les gritó tratando de avisarles de algo. Pero solo Filos fue capaz de entenderle.

¡No dejaremos que hagáis daño a nuestros cachorros y aún menos que tratéis de robar nuestras escasas pertenencias! ¡Largaos de aquí!

Filos alzó la mano para detener a los trasgos.

-¿Cómo, cómo, cómo? -Contestó Filos en su idioma. No hemos venido aquí a matar niños y a robar (si bien lo segundo era falso). Hemos venido para acabar con vuestros ataques a los humanos de Acantilado Verde!

¿O es que os pensabais que no iba a haber represalias?

Filos se quedó en el umbral de la puerta, con la mano levantada hacia los trasgos y comenzó a hablar en su idioma. Parecía preguntarles algo.

¿Y ahora qué hace este?- Filos tenía suerte de que Huesos fuera un viejo decrépito y cargado con una pesada armadura. El humano parecía hablar con los trasgos por alguna extraña razón.

Tienen miedo de que vengamos a exterminarlos y a robarles lo "poco que les queda". Estoy tratando de aprovecharme de ese miedo -susurro.

La fierecilla quería sangre, vísceras y tesoro que apilar bajo sus patas pero hasta su papá adoptivo estaba quieto, de manera que guardó silencio y se escondió doblando la esquina más cercana o detrás de algo lo suficientemente grande. Si comenzaba la carnicería quería estar al acecho para mascar tobillos sin compasión alguna.

Cástor había entrado preparado para todo en aquel lugar... O eso creía. Pero entonces llegó la reacción de los trasgos, el "diálogo" con Filos y las palabras que les dedicó este, y no pudo evitar mirar a su compañero, confuso.

-¿Cómo que exterminarles? Se supone que atacaron a los hombres del pueblo, que han aterrorizado a esas gentes. ¿Qué hay de todo eso?

Eso es lo que les acabo de preguntar.

- No parece que tengan tanto miedo si aún siguen aquí.- Huesos pensaba que si tanto miedo tenían se hubieran ido de allí sin mirar atrás. Se quedó a la expectativa.

Efectivamente los trasgos no atacaron a los intrusos sino que parecieron responder a Filos.