Partida Rol por web

La pregunta pilló a Cólera por sorpresa, como a un estudiante que no supiese que hoy tocaba examen. Su cabeza se meció de izquierda a derecha con los ojos cerrados, esforzándose por recordar todo lo que había visto. No le era nada fácil pues se emocionaba con facilidad ante la posibilidad de violencia, griterío y sufrimiento... Pero aquello era importante para uno de sus papás así que se esforzaba.

- Jratrazgúncama, zízizi, cezcritoriuportasdosdosdos... -se rascó el hocico con la zarpa, haciendo me moria- Armazí, zikelasái, macurdé-macurdé-macurdé -canturreó orgullosa de sí misma, sonriente y babeando copiosamente tras aquel esfuerzo mental al que estaba poco acostumbrada-; lazví, zízizi, mikrees ¿vurdáaah?

Aquellas fauces en desmedida expresión de felicidad no siempre causaban el efecto deseado pero el monstruo parecía genuino en su interés por demostrar que quería agradar al clérigo de Pelor.

Igualmente -interrumpió el guerrero arcano- yo iré con la cría, Cástor. Si esta durimiendo, cogeré sus armas y le daré la opción de rendirse.

A Cólera le hacía ilusión ir acompañada pero temía que Filos se encontrase con una desagradable sorpresa de manera que, antes de partir de nuevo, parloteó una vez más en su atropellolés ininteligible.

- Jrantrazgúnodorme, nónono; dezpiertomiramira pirunomiramí, nónono -orgullosa de su sigilo rió bajito- kij kij kij.

A menos que alguien la retuviese comenzó a indicarle a Filos por dónde había pateado hasta llegar al lugar, evitándole cascotes y piedrecitas suertas que pudieran hacer ruido para así hacerle de guía lo mejor que sabía. Colaborar no estaba tan mal si la recompensa eran gritos y dolor con los que... No ilusionarse delante de Cástor.

-Adelante entonces-replicó Cástor. Si Filos intentaba una rendición antes de pasar a todo a cuchillo, al menos ese ser tendría la oportunidad de demostrar sus intenciones. 

No te preocupes, Cólera. Aunque esté despierto y nos detecte, es sólo uno. Lo haremos pedazos -dijo sin el más mínimo atisbo de emoción.

Cólera era un pequeño dragón y podía esconderse perfectamente, pero Filos era de tamaño mediano y no había nadie que al bajar unas escaleras pudiera esconderse especialmente si no había nada de cobertura. Así que cuando descendió por ellas pudo ver al gran trasgo que había frente a él. 

El humanoide no tardó ni un momento en agarrar sus armas y prepararse para el combate, además de que llevaba la armadura puesta. A pesar de todo ello, pareció sorprendido de verle pues no se había percatado aún de la presencia de intrusos en la sala.

Cólera gruñó con desagrado al ver cómo se desvanecían sus expectativas de mordisqueo indiscriminado y garrazos por sorpresa, ahora habría de combatir contra aquel monstruo junto a su cuadrilla, encontrar por dónde colarse de su defensa y así cerrar sus fauces contra su talón.

El clérigo no sabía como iba a resultar aquella idea de la pequeña avanzadilla, pero poco podía hacer más allá de esperar que todo fuera bien. Por si acaso, tenía las armas en la mano y estaba listo para acudir en ayuda de la cría de dragón y Filos, pero con un poco de suerte aquello no haría falta y lograrían terminar con aquel asunto. 

Filos cargó en cuanto vió al trasgo. Sin embargo, el encontrárselo en pleno pasillo lo había sorprendido. No había entendido que estaba ahí en medio cuando Cólera se explicó. La sorpresa lo desestabilizó mientras corría hacia él y el golpe de hacha falló por mucho.

Cólera se movió con brincos raros, casi juguetones, hacia el gran trasgo. Una especie de maniobra infantil para colarse bajo guardia para poder morderle el tobillo si que le cayese encima un porrazo soberano como la vez del día anterior en que quedó tiritando.

-Graaaaargh -gruñó con los dientes al aire, ansiosa ya de hincárselos a aquel monstruo.

Cólera bajó la guardia para atacar al gran trasgo, momento que aprovechó para intentar cercenarle la cabeza pero la férrea piel del dragoncito lo impidió aunque sí que se llevó una horrible herida en el cuello. Mientras Huesos y Ramase guardaban las distancias, Filos trataba de cargar para enfrentarse al enemigo, pero bajar las escaleras a tal velocidad era algo complicado y el imponente trasgo logró esquivar el envite.

Tras aquellos intentos de sus enemigos, el enemigo volvió a mover su hacha de batalla para golpear de nuevo al dragoncito y profundizar un poco más en la herida que ya le había hecho.

Después dio un paso hacia atrás para salir del espacio en el que se encontraba Cólera, y ya de paso ponerse contra la pared y así evitar cualquier intento de flanqueo por parte de sus rivales.

Filos dió un paso adelante y descargó un nuevo tajo con su hacha pero le imprimió tanta fuerza que se vió venir y resultó fácil de esquivar.

-Retírate, Cólera! Ve a por los otros.

Una vez pudieron escuchar los ruidos del combate no había razón para esperar más. Miró a Castor y emprendió el lento avance armado con lanza y escudo.

Coordinarse con el resto era algo que Cólera alcanzaba a comprender y cuyos resultados celebraba macábramente pero hacer caso, aún cuando se trata de lo más favorable, lo llevaba mal, muy mal; en especial cuando estaba frustrada o dolida y, en este caso, ambas condiciones atormentaban su mente. Aquejaba mucho la herida del cuello y el espadazo sobre su lomo, tanto que casi se le escapaban las lágrimas de pura rabia.

- ¡Jraaaaaarghkkk! -ladró con espíritu feral al lanzarse de nuevo hacia delante, sus fauces abriendo el camino mientras sus patas describían un recorrido errático contra el gran trasgo.

Cástor avanzó con decisión, en especial cuando vio a la cría de dragón herida, y empezó a darle vueltas a la maza con el objetivo de tomar inercia en el golpe antes de cerrar distancia suficientemente con aquel enemigo. Si de él dependía, pagaría amargamente haber atacado así a la criatura. 

Cólera volvió a abalanzarse sobre el gran trasgo volviéndole a encajar un corte donde ya había sufrido daño antes. Aún así, se llevó el fuerte mordisco que la criatura le endiñó. Filos dio un paso al frente para rodear al trasgo, pero quiso darle con tanta fuerza que el golpe fue poco preciso y logró esquivarlo. 

Después Ramase y Cástor rodearon al Gran trasgo para dejarlo encerrado en una esquina y que no pudiera huir. La criatura estaba rodeada y ya solo podía luchar y vencer o morir en el intento. Así que, con gran fuerza volvió a apuntar sobre el dragoncillo para esta vez golpearlo definitivamente y dejarlo inconsciente.

De pronto otro gran trasgo apareció por las escaleras por donde habían venido el resto y sobre ellos lanzó lo que parecía ser un cono de fuego que dañó a Filos y Ramase.

De tamaño porrazo que se llevó Cólera quedó aplastado contra el suelo, con gran esfuerzo se incorporó sólo para ser recibido por el arma del monstruo en el costalar de tal manera que salió despedido contra la pared aledaña, soltó un chillido cuando se le escapó todo el aire de sus pulmoncitos y cayó como un muñeco de felpa empapado contra el suelo para quedarse allí sin moverse más que para respirar.

Filos se estaba preparando para soltar el hachazo definitivo cuando un chorro de llamas lo sorprendió por la espalda, distrayéndolo.