Partida Rol por web

Cólera se posicionó para correr contra lo primero que quedase en pie al otro lado de la puerta una vez la abriesen.

Fue despacito para no llamar la atención y se relamió el hocico con expectación.

 Al ver a todos preparados y habiendo lanzado su conjuro sobre Filos, Huesos tomó la iniciativa de ser quien abriera la puerta.

- Dejadme a mí. A la de tres. Uno, dos...

Abrieron la puerta de aquella sala con la intención de realizar un ataque sorpresa y la sorpresa se la llevaron ellos cuando descubrieron que aquel lugar estaba sumido en la más absoluta oscuridad. 

El único que era capaz de ver algo ahí era Cólera...

Al entrar Cólera descubrió que aquella sala no era como las demás. Era una caverna natural completamente oscura llena de recovecos, estalactitas y estalagmitas. No podía ver a nadie allí, a pesar de que su oído le había dicho que el lugar estaba lleno de gente. Sin duda tendrían que estar escondidos y acechantes aprovechando la ventaja táctica que tenían en aquel lugar.

- Nuztán, nulozbeo - murmuró con algo de preocupación en su voz mientras su cabecita daba bandazos de un lado a otro, buscando con nerviosismo a los monstruos hasta ahora estúpidos a los que se había enfrentado con anterioridad -. Muzo hueko dunde azkonderce...

Buscó algún punto ciego donde las estalagmitas escondiesen su diminuto cuerpecito para luego arrastrarse hasta donde se sintiera oculta de otros ojos.

Cástor observó la oscuridad con el ceño fruncido, intentando vislumbrar algo en ella, sin éxito. Por un momento, valoró usar el cetro solar que portaba, pero eso le ocuparía una mano de la que no estaba seguro de poder prescindir ahora mismo, así que, en su lugar, lanzó un conjuro de luz sobre su escudo, buscando aportar más claridad a la escena. 

Filos esperó a que la luz de Cástor revelara lo que les esperaba pero, de mientras, se colocó con el hacha en una posición defensiva.

AAAAAAGH ¡MOLETO HUMANO! Una luz retumbó por toda la cueva sin que ninguno fuera capaz de averiguar de donde provenía. Y entonces se pudo escuchar como si algo enorme estuviera inhalando aire y después un potente chorretón de ácido salpicó a todos los presentes, menos al pequeño dragón que había logrado esconderse.

Tras aquello una lluvia de jabalinas les atacó, aunque solo una de ellas logró impactar sobre Filos, el resto lograron esquivarla.

Por último algo impactó de nuevo sobre él, aunque no terminó de saber qué era. 

Cástor vio perfectamente a todos sus enemigos escondidos. Estaban los cuatro trasgos que les estaban vigilando en la entrada, los dos grandes trasgos a los que se enfrentaron el día anterior, es decir, el guerrero y el hechicero que lo acompañaba.

Pero en el techo vio a una criatura que no había visto hasta ahora y que era muy similar a él. Era un dragón negro como él que quienes lo comparasen se darían cuenta que era tres veces mayor.

El ácido impactó de lleno sobre Huesos. Difícil esquivar para alguien tan ajado como él. Sin embargo apenas profirió un leve quejido. Aquel lamento, al principio sólo un murmullo, se convirtió en una letanía en un extraño idioma malsonante.

Filos recibió una serie de ataques y sintió el horrible mordisco del ácido. Aquello era un suicidio.
-AAARG! Atrás! Volved a la habitación anterior, a oscuras estamos muertos!

En la oscuridad parloteó, por primera vez, con voz temblorosa debido al miedo.

- ¡Grayún dragúnkomoyó! ¡Gramdegramdegramde! - miró en dirección a Huesos y de vuelta a la oscuridad.

El ácido calcinó a Cástor, hiriéndole de gravedad y arrancando un rugido de su garganta mientras las jabalinas echaban a volar, aunque por suerte ninguna logró alcanzarle a él. La luz de su escudo no era suficiente para iluminar la oscuridad, lo que no hacía más que poner peor toda aquella situación. Eso era lo primero en lo que seguramente todos estaban de acuerdo. Lo segundo era que tenían que salir de allí, y más pronto que tarde, o no lo contarían. 

-¡Hay que irse, no podemos aguantar!-coincidió el clérigo de Pélor, optando por retroceder con el escudo alzado, buscando salir de allí.

Cólera escuchó a Cástor y comprendió que su jauría se retiraba, tan asustada como estaba él.

Parloteó hacia la oscuridad y gruñó antes de salir por la puerta a toda la velocidad que le permitieron sus patitas.

- Eres muy requetegrande, dragón, pero algún día yo lo seré muchísimo más y no vivirás para verlo - dijo antes de gruñir y dejar escapar baba mientras huía con la cola entre las piernas, no la fuera a pillar un lanzazo - ¡Daré más miedo que tú!

- Únete a mi y deja a esos pieles blandas. Tú y yo gobernaremos este mundo, zámpatelos, cómetelos y juntos reinaremos sobre estos tristes trasgos y las aldeas de los alrededores. Además nos colmarán de tesoros y pronto serás tan fuerte como yo.

Tras el ataque sufrido los aventureros dieron media vuelta. Cástor sí que había conjurado un hechizo de luz, pero aquella cueva era tan grande y estaba repleta de puntos ciegos donde sus enemigos habían podido esconderse igual que había hecho su compañero dragón.

Filos volvió a cerrar la puerta y dijo:

-Vale, por ahí, NO!

Que Cólera confirmara que había un dragón como ella, pero grande, hizo que todos salieran corriendo.  Huesos apenas podía correr con la pesada armadura, pero es que además dudaba de que no hubieran podido vencerlo. De todas formas solo no podía, así que no le quedaba otra que retroceder. ¿Sería alguno de los progenitores de Cólera? La cría de dragón, que parecía considerarlos a ellos como su manada, no parecía haber echo esa asociación. Mejor.

Una vez pusieran algo de espacio entre ellos y su enemigo podría concentrarse en curarse las heridas.