Partida Rol por web

Lucrecia siguió avanzando paso a paso, con la ballesta firmemente sujeta. Levantó el arma hasta colocar la culata contra su hombro y apuntó entre los cuerpos de sus compañeros, siguiendo con el punto de mira la maldita rata que brincaba con los colmillos en huesos, en busca de las gargantas de sus compañeras.

No os forcéis si estáis heridas, dijo, resoplando por el cansancio que le provocaba la tensión del combate. Podemos retirarnos arriba y descansar, mientras ellos están atrapados aquí abajo como ratas... Y entre ratas, añadió.

La mitad de los ladrones habían huido para reagruparse. Probablemente ya estaban listos para tenderles otra emboscada más adelante. Y ahora, los guerreros del grupo estaban heridos. 

Eran realmente como ratas. Cuando caía una aparecían otras dos.

—Yo todavía puedo durante un buen rato— informó Elianne, consciente de que eso se debía sólo a que no le había tocado ser primera linea.

Preparó otro virote y lo disparó contra aquella horrenda rata con gigantismo. Cuanto menos golpes tuviera que esquivar Raellia, mejor, y sabía que no iba a poder eliminar al ladrón con un solo virote.

Raellia gruñó al sentir aquel impacto, incluso a través de la cota. Las heridas empezaban a acumularse, y aunque aún podía mantener el tipo algún tiempo, era igualmente cierto que era la única con alguna capacidad de sanación. El Kraken tenía razón en eso. Sin embargo, no podía fallar a sus compañeros. Ni permitir que aquellos rufianes siguieran aprovechándose de los indefensos, ya puestos. 

Así que, antes de retroceder, soltó un golpe bien enfocado. Si se iba, se iría cumpliendo su deber. 

Zarus intentaba apuntar a la rata y al bandido que luchaban muy de cerca junto a sus camaradas, pero no lograba encontrar un buen ángulo. Debía esperar a que este llegara o que la amenaza se dispara, pero las heridas de Raellia eran de cuidado. Debía intentar acabar con todas las amenazas posibles antes de que ella cayera.

Sanya empezaba a sentir la presión del momento y cuando fue a golpear al ladrón sintió como su hacha se le resbalaba de las manos y encima golpeaba a su compañera provocándole un horrible corte en uno de sus hombros. Después Namarra atontó al ladrón que estaba junto a la enana recurriendo a los escasos conjuros que le quedaban. 

Lucrecia y Elianne cargaron su ballesta para disparar a la rata y juntas, lograron acabar con ella. Finalmente Raelia acabó con el ladrón que tenía junto a él cercenándole la cabeza de un solo impacto. 

El Kraken y Zarus no tuvieron tiempo de hacer nada más, pues todos los enemigos que tenían delante habían sido eliminados.

Pero segundos después, las puertas que estaban al fondo del pasillo se abrieron como por arte de magia, y un par de humanos con la piel moteada, putrefacta y tirante se lanzaron corriendo hacia los enemigos que tenían de frente. Afortunadamente una de ellas, se paró al encontrarse con la rata y le arrancó la cabeza de un mordisco para después comérselo. La otra se abalanzó contra Sanya, pero por suerte para la enana fue capaz de bloquear el mordisco.

Lucrecia se alegraba de que todo el mundo estuviera atento al combate para no verle la cara. En un instante, había adoptado una expresión triunfante cuando, casi al unísono, los dos virotes habían alcanzado a la enorme rata saltarina, acabando con su miserable vida; había levantado las cejas casi hasta el nacimiento del cabello, abriendo la boca como si pretendiera meter en el interior un pollo entero, cuando el hacha de Sanya se había clavado en el hombro de Raellia. Una mueca del más puro alivio había relajado sus facciones cuando la paladina, sobreponiéndose al dolor, decapitó al último de los ladrones que no había huido.

Deberíamos retro…

No fue capaz de terminar de hablar. La visión de las dos repugnantes criaturas que salieron de la cámara al fondo del pasillo estuvo a punto de hacerle vaciar el estómago. El de arriba no dijo nada de esto… Si se acercaban más, no estaba segura de ser capaz de contener dentro la comida.

Están… ¿Están muertos? preguntó, quizás para sí, aunque habló en voz alta, con una voz dos octavas más aguda de lo habitual. Claro que están muertos, tonta, pero se mueven. ¿Dónde hay un clérigo cuando hace falta? ¿No puedes ahuyentarlos como un sacerdote, Rae?

Sanya gruñó cuando su hacha resonó en el suelo. Al principio, en seguida pensó en recogerla pero entocnes apareció aquella especie de muerto viviente que se abalanzó sobre ella y tuvo que conformarse con la maza que llevaba colgando del cinturón. La enana golpeó a la criatura en pleno pecho con ella pero sospechaba que tendría poco efecto sobre alguien que no necesitaba ya sus pulmones para respirar.

El kraken repitió casi las mismas palabras.

-RAELLIA, MISMA ESTRATEGIA! PEGA Y RETROCEDE Y EL KRAKEN OCUPARÁ TU LUGAR!

El kraken se cambiará por Raellia, soltará un puñetazo terrible que podría arrancarle la cabeza al ser repugnante 2 y luego preparará su alabarda para defenderse si el otro ser se lanza sobre ellos.

Namarra soltó una pedrada con su honda  y luego gritó:

-Zarus, si puedes, recoge tú el arma de Sanya y dásela, así el maldito zombi no podrá sorprenderla mientras se agacha! 

El mal de aquellas ruinas no tenía fin. No solo estaban los ladrones, las ratas, el hurón y el extraño hombre rata... Ahora dos cosas putrefactas habían salido a la carrera como locas a por ellos, de la nada como quien dice. Aquello convertía aquel asalto en algo cada vez más difícil, y puede que incluso fuera buena idea retirarse... Pero un vistazo a su espalda le bastó para comprobar que tenía poca ocasión de hacerlo. Aquel estrecho pasillo había hecho poco por ayudarles y mucho por ponerles las cosas más difíciles. 

Pero debía hacerlo. Estaba herida, mucho, y aquel falló de Sanya no había ayudado precisamente a mejorar su estado. Así que, llamando a los poderes superiores, intentó descargar un ataque sobre la cosa putrefacta antes de ceder su posición. 

—¡Creo que hemos mordido más de lo que podemos tragar!— dijo Elianne preocupada, echando institivamente una mirada furtiva a las escaleras que los sacarían de ahí. Pero nadie había ordenado la retirada todavía y ella no iba a irse sola.

Así que preparo otro virote y disparó a aquella cosa monstruosamente parecida a una persona.

Tal vez todavía enardecidas por el combate, la enana y la humana persistían en intercambiar golpes contra lo que fueran aquellas criaturas no muertas. Así que Lucrecia, todavía a salvo tras los cuerpos vivos de sus compañeras y compañeros, imitó a Elianne y disparó de nuevo su ballesta.

Sanya desenfundó su maza para golpear en el pecho a aquella criatura, tal y como  había sospechado, a pesar del fuerte golpe, la criatura no se inmutó lo más mínimo y seguía babeando un líquido repugnante por sus fauces.

El arma de Raelina se iluminó por unos momentos, el ser cerró por unos momentos los ojos como si aquel ataque divino lo cegase por unos instantes y después lo golpeó hiriendo su putrefacto cuerpo. Después dio un paso hacia atrás para retirarse del combate.

Luego el Kraken golpeó con su puño la cabeza del ser repugnante, pero el impacto no fue tan fuerte como él pensó y no logró hacerle ningún daño. Namarra intentó usar su honda para golpearlo pero tampoco tuvo ningún éxito. Lucrecia y Elianne dispararon, la primera falló, pero la segunda impacto en el cuerpo del ser, pero a pesar de ello, la criatura ni se inmutó, como si no le hubiese provocado ningún daño.

Tras los ataques del grupo de aventureros, el ser repugnante que se había comido la rata, salió corriendo para morder al Kraken que se había puesto en frente de él. Y ambas criaturas atacaron a el Kraken y a Sanya. El primer cayó inconsciente y la segunda quedó muy malherida.

Por desgracia para los aventureros, y con la cobertura de los dos seres repugnantes, los ladrones que se habían escondido salieron de nuevo al pasillo para empezar a lanzar flechas a los que tenían delante. Por suerte para ellos, y gracias a la cobertura que le aportaron aquellos dos seres, ninguna de las flechas que les dispararon impactó.

Al ver al kraken caer, Elianne se tapó la boca, y dio un par de pasos hacia atrás. Apenas podía pensar en nada que no fuera huir.

—¡No! ¡Raellia!— Elianne no sabía ni que pedirle. Que se retire, que tuviera cuidado o que curara a su amigo. Estaba todo poco claro y la cabeza le iba a mil. Lo que era seguro era que necesitaban ocultarse.

—¡Den boró na do!— conjuró, recordando de repente un hechizo que podía comprarles algo de tiempo. Una niebla espesa comenzó a emanar de ella, inundando todo el pasillo. Tenía la certeza de que disparar a algo que no podían ver iba a dificultar la tarea de los ladrones, y la esperanza de que aquellas criaturas descerebradas se orientaran solo por la vista, y decidieran atacar a las únicas otras presas visibles: sus dueños.

Zarus abrió los ojos de par en par al ver las horrendas criaturas que se acercaban a atacarles. Qué rayos son esas cosas? pero no terminaba ahí... Algunos bandidos regresaron para atacar desde lo lejos. Las circunstancias no eran favorables, varios de sus compañeros estaban con heridas de cuidado y el Kraken había caído inconsciente.

Debemos emprender la retirada. propone abiertamente, mientras se esforzaba por contener las náuseas que provocaban aquellas repulsiva criaturas.

Zarus se movió tan rápido como pudo para tomar el arma de Sanya y ponerla en su mano. Esperaba que esa hacha pudiera hacer alguna diferencia en vista que ni el martillo, ni las otras armas, salvo por la de Raellia, habían logrado herir al extraño sere, a pesar de haberlo golpeado de lleno.

Vio desplomarse al Kraken como el tronco de un roble bajo los hachazos de un leñador, y al otro monstruo abalanzarse sobre Sanya antes de que la niebla conjurada por Elianne lo cubriera todo.

Su primer instinto fue el de usar el resguardo de la niebla para dar media vuelta y marcharse de allí corriendo. Pero algo le decía que, con el Kraken caído, Raellia no iba a retirarse del combate, aunque los demás sí lo hicieran.

Haciendo de tripas corazón, volvió a conjurar una nube de polvo enceguecedor sobre las dos criaturas putrefactas. La situación todavía no era tan desesperada como para que la huida fuera la única opción. Al menos, eso se decía a sí misma, para mantener los pies plantados en el suelo.

Sanya dejó caer el inútil arma contundente y agarró su hacha de manos de Zarus. La enana, muy malherida, sabía que era posible que muriera en breve pero, malditos fueran sus antepasados si iba a rendirse. Sabía que la paladín no lo haría y Sanya no seria la primera enana que huyera antes que un humano del combate!

Con esa furia presente, la exploradora lanzó un tajo que, si bien no iba muy bien dirigido, cargaba una fuerza considerable y podría herir de forma importante a aquella cosa repugnante.

Namarra es consciente de que las cosas se han puesto muy complicadas ya piensa en la retirada. Pero antes, trata de aprovechar la confusion del combate para meter la mano y llevarse la bolsa de Elianne.