Partida Rol por web

Había dos, matasteis a uno, y vuelve a haber dos, replicó Lucrecia. Ojalá sean los únicos, pero de donde haya salido el segundo, podrían haber salido más.

-Ah, ya veo! Mierda, entonces! En fin, esperemos que no se así. Tampoco es que tengamos mucha más elección. Zayus, tú aún puedes volverte invisible? Crees que podrías ser tú el que los tatrajera aquí?

Debían hacer algo, y que hubiera dos seres cuando ayer habían derribado a uno no ponía especialmente fácil su tarea. Sin embargo, así era el camino de los rectos: siempre cuesta arriba. Reunió algo de poder en una breve oración, lo suficiente para restañar buena parte de sus heridas, antes de opinar.

-Intentar atraer esas cosas suena bien. En caso necesario, seguramente soy la más resistente y que está en mejor estado... Si hay que contenerlos, digo. 

Namarra puso la pequeña mano en la espalda de Raellia.

-Nosotros estaremos preparados para derribarlos o para atacarlos a distancia. Es la mejor opción.

¿Entonces estáis todas listas? preguntó a quienes tenían músculos y armas y armaduras, e iban a cargar con el peso de la pelea.

Lucrecia bajó las escaleras pasito a pasito y, desde las últimos escalones, trató de llamar la atención de los dos monstruos haciendo sonidos con la boca:

Psst, psst. Al mismo tiempo, hacía gestos con las manos por encima de su cabeza, algo bastante inútil cuando una era invisible. En el mismo instante en el que las criaturas dejaran su comida muerta para ir a por la comida viva, Lucrecia pensaba subir las escaleras de dos en dos hasta encontrarse tras la reconfortante silueta acorazada de Raellia. 

Zarus escuchó el mensaje de Lucrencia y algo no le terminaba de encajar en relación a los números. -Ok Ok, pero alguien verificó si el que derribamos ayer aún esta en el piso?* Puede que se haya recuperado o algo así no? o tal vez son capaces de reproducirse de alguna forma- dijo con cierta ingenuidad.

Entonces sigamos ese plan, mejor si pudiéramos acabarlos uno a uno. Yo puedo a traerlos, claro y creo que puedo escapar mas rápidamente de ellos.

Lucrecia había visto a aquellas criaturas al final del pasillo justo donde habían dejado los cadáveres y se los estaban comiendo. La mujer, aún invisible aunque no por mucho tiempo, empezó a hacer ruiditos sin ningún éxito. Las criaturas o no la había oído, o parecían estar demasiado entretenida comiéndose la carne del último cadáver que quedaba en el pasillo.

No hay ningún cadáver, respondió Lucrecia por el canal mágico. Esa era la razón que hacía que todo aquello fuese tan siniestro.

Los dos desagradables antropófagos estaban tan entretenidos con su desayuno que no le hacían caso. O tal vez no la habían oído. Fuera cual fuere la razón de que le hiciesen menos caso que un ciego a un cartel, el conjuro de invisibilidad estaba a punto de llegar a su fin, y conjurarlo de nuevo le impediría usar las partículas rutilantes, que se habían mostrado efectivas para complicar la vida de esos monstruos.

¿Por qué no bajas y les disparas una flecha? preguntó a Zarus. Ya que se ha ofrecido para ayudar... Después, te vuelves invisible, yo aparezco y encuanto me vean, subo corriendo por las escaleras.

La muchacha estaba lista. Casi totalmente recuperada de sus heridas, se sentía a punto para afrontar el desafío que tenían por delante. Con la espada larga desenvainada, se situó cerca de las escaleras, aferrándola con ambas manos con gesto de decisión y asintiendo al resto: cuando quisieran podría empezar con aquello. 

El Kraken se colocó frente a la puerta pero un más retrasado, para aprovechar el alcance de su arma. Cuando el monstruo lo viera se precipitaría a por él, provocando que no sólo sus compañeros los sorprendieran, sino también que el Kraken aprovechara la oportunidad para atacarle con la alabarda.

Sanya optó por colocarse a la izquierda de la puerta con escudo y hacha preparados. Tenía pensado atacar con ambos en cuanto viera al monstruo. 

Namarra  se apartó de la zona de melee y sacó otro puñado de mantequilla de su bolsa de componentes y se preparó para tartar de hacer resbalar al monstruo en cuanto cruzara el umbral.

Zarus, llamó de nuevo al joven, pero él no bajaba por las escaleras. 

No estaba aún impaciente Lucrecia, pero el conjuro tenía menos aguante que ella, así que no podía esperar a que Zarus se decidiera a responder. En cuanto se se vio los pies, y las piernas unidas a ellos, y los brazos y manos, aparecidos literalmente por arte de magia, puso los brazos en jarras y miró a los dos monstruos.

¡Eh, glotones! les llamó, con más ímpetu. No comáis demasiado, que no tendréis hambre para probar un bocado de carne de persona viva. Que no es porque lo diga yo, pero tengo mejor pinta que ese cadáver. Y seguro que mejor sabor. 

Expuesta como estaba, se dispuso a salir corriendo escaleras arriba en cuanto los desagradables antropófagos dejaran al cadáver medio devorado para luego. El muerto no iba a moverse, así que era razonable que fueran a por la mujer todavía viva, con dos piernas funcionales, además de estilizadas y hermosas, capaces de alejarla fuera de alcance, si no acababan con ella. 

Zarus se había queda entretenido pensando en lo valiente que era Lucrencia, al bajar ella sola. Esperó su seal y fue apenas pudo.

Tomó arco en mano y hizo lo que la rubia le pidió, solo esperaba que esto no se pusiera peor de lo que ya estaba.

Y fue en ese momento cuando Zarus decidió aparecer con su arco, y disparar, y desaparecer de nuevo. Si la voz no llamaba la atención de los comilones, una flecha enterrada entre los omóplatos debía ser más elocuente. 

Elianne estaba arriba, apuntando directamente al hueco de las escaleras tratando de afirmar el pulso y contener los nervios. Tenía que esperar a que Lucrecia pasara antes de apretar el gatillo de la ballesta, pero entre que no creia que aquellos monstruos fueran a verse afectados por su magia y que sabía que lejos estaba de ser una buena tiradora, no podia evitar notar como el extremo de la ballesta cabeceaba al mismo ritmo que llevaban los latidos de su pecho.

Respiró hondo, como para intentar serenarse.
—Paciencia— se dijo a sí misma.

Zarus bajó las escaleras para después disparar una flecha fallida y volverse invisible justo en el momento en que Lucrecia se hacía visible y salía corriendo escaleras arriba.

Aquellos comedores de cadáveres alzaron la vista al oír las palabras de los aventureros pero siguieron alimentándose del cuerpo que yacía bajo sus pies. Después uno de ellos hizo una especia de ruido extraño con diferentes entonaciones y sonidos.

Apenas quedaba ya nada, por lo que pronto lo terminarían y quizá fuese entonces cuando se molestasen en atacarles.

Les interesa más lo que están comiendo que nosotros, dijo Lucrecia cuando estuvo claro que los monstruos no les seguían, reprimiendo una arcada. Y creo que uno estaba "hablando", lo que le da fuerza a la idea de que haya más por ahí abajo...

Echó un vistazo, de reojo, hacia las escaleras.

No les queda mucho más que comer. Podemos esperar a que acaben, o bajar a por ellos. Pero si hubiera más, estaríamos adentrándonos en aguas profundas, porque todavía no estáis recuperadas del todo.

Todo aquello confundía bastante a la muchacha, no entendiendo qué hacían los ladrones allí abajo. ¿Acaso no conocían a los otros ocupantes? No lo sabía, pero desde luego dudaba que les hubiera ido muy bien contra aquellos seres. 

-¿Qué hacemos entonces? Me resulta raro que los bandidos se refugiaran aquí a sabiendas...

—Si son una "enfermedad" quizás hayan contagiado a los bandidos...—con algo de suerte, simplemente se habría atragantado con algo, si esos monstruos hablaban, eran inteligentes. Y si eran inteligentes, quizás fueran aún más peligrosos de lo que ya habían demostrado.—Prefiero esperar aquí fuera unos minutos más, a ver si vienen después de comer. El embudo de la escalera es útil, sean solo esos dos o sean mil.