Partida Rol por web

La estirge es una criatura parecida a un murciélago que se alimenta de la sangre de los seres vivos. Aunque una a solas supone un peligro pequeño para la mayoría de los aventureros, en grupo pueden ser una amenaza formidable. La estirge ataca aterrizando sobre su víctima encontrando un punto vulnerable y clavando su aguijón en la carne para drenar parte de su energía.

Las estirges absorben la sangre haciendo daño directamente a la constitución de los enemigos. También poseen unas fuertes pinzas para aferrarse a sus enemigos e impedir que los aparten de ellos.

Socar trató de quitarse a la estirge de encima, pero estaba tan cerca de él que no fue capaz de golpearla sin dañarse así mismo, por lo que pudo sentir como ésta empezaba a drenar parte de su sangre. Moris había esquivado a la suya, pero ésta volvió a intentar aferrarse sobre él y ya no fue capaz de esquivarlo.

Finalmente Thorgus hizo todo lo posible por quitársela de encima pero no tuvo tampoco mucho éxito y la estirge también drenó parte de su sangre.

Moris trató de interponer el puñal entre aquel monstruo inmundo y su propio cuerpo pero la estirge se abalanzó sobre él una vez más, con aquel zumbido que atacaba los nervios y patas que se aferraron a sus ropajes cuales anzuelos de pesca.

- ¡Atrás! ¡Atrás! -gritó el karuth abrumado- ¡Yeeeeaaaargh!

    El paladín no había logrado impactar a la criatura y ahora esta se aferraba a él con mayor fuerza tratando de drenar su fuerza. Socar forcejeó con la bestia, pero no consiguió librarse de ella.

Ninguno de los aventureros era capaz de zafarse de las criaturas que se habían posado sobre ellos, pero la que estaba drenando la sangre a Socar pareció desengancharse de él y salir huyendo del combate. Parecía como si ya se hubiese alimentado por completo y no necesitara más.

El resto seguían sintiendo como tenían esos aguijones clavados a su cuerpo y como lentamente le iban succionando parte de su energía vital. 

Las mejillas del karuth se hundieron, dándole un aspecto cadavérico al ya nacáreo rostro de Moris, aquel taladro a modo de pico que el monstruo ostentaba en su cabeza había horadado en sus carnes y succionado copiosamente de su sangre.

Con un gesto cargado de ganas de luchar y vivir se revolvió tratando de zafarse pero aquella presa le tenía agarrado cual cruel padre a su crío. El sentimiento de impotencia y desvalidez eran aterradores, sólo un lánguido quejido salió de sus labios, fruto de su inútil esfuerzo.

- Aurghhh...

Thorgüs sentía que cada vez estaba más débil y trataba con todas sus fuerzas de quitarse ese bicho de encima sin mucho éxito. Hasta trató de arrancarle la cabeza de un mordisco.

Antes de que pudieran deshacerse de ellas, los mosquitos gigantes huyeron de allí. Parecía que su único objetivo había sido alimentarse y una vez que habían logrado saciar su apetito se desengancharon de sus víctimas y se marcharon volando.

Ahora por fin eran libres de seguir caminando por las Marismas, aunque por el camino habían perdido a un compañero y gran parte de su energía. Pero no podían tardar mucho más en llegar. Tarde o temprano tendrían que dar con el árbol misterioso.

   Airado por lo sucedido, Socar pateó el suelo sobre el que se encontraba, una vez más el éxito se le escapaba de otra de las pruebas que su señor había puesto en su camino y, por si fuera poco, en esta ocasión el enemigo se había dado a la fuga ante sus narices. Volvió la mirada, sus compañeros estaban débiles y sus rostros parecían mustios pero al menos aún se mantenían en pie. Sus deseos de hacer arder aquello hasta volverlo un erial incrementaban, pero no, eso no sería más que reconocer la derrota y dejarse llevar por la frustración. En su lugar volvió a ponerse en guardia y reabrió la marcha continuando por el camino que los había llevado hasta allí sin mediar palabra.

Por fin ese bicho se había ido. Thorgüs examinó por encima el pinchazo y supo que no era mortal, sobreviviría, al menos de momento.
Darko se le acerco preocupándose por él pero con un gesto y una pequeña caricia fue suficiente para hacerle entender que todo iba bien.
El enano vio como Socar emprendía de nuevo el viaje y lo siguió esperando encontrar pronto el dichoso árbol.

Tal y como les dijeron tras varios metros andando en la dirección que les indicaron llegaron a un extraño árbol que era sumamente diferente a los demás. No había duda de que debía de ser ése pues tenía el tronco más recio, sus hojas eran más prillantes y la altura de su copa era muchísimo mayor que el resto. Además sus frutos parecían mucho más apetecibles que el resto de plantas de la naturaleza.

Cuando llegaron al árbol pudieron ver como algo se movía por el suelo de las marismas, como si unas nuevas enredaderas tratasen de volver atraparles. La diferencia es que esta vez no les pillaban por sorpresa. 

Además, colgado de las ramas había dos mosquitos gigantes como los que les habían atacado antes con su aguijón clavado en una de las ramas. Afortunadamente ahora mismo estaban distraídas, pero si llamaban mucho la atención podrían volver a ponerse en peligro.

Pese a su estado debilitado, Morís guardó silencio mientras colocaba su ballesta entre sus manos para luego mirar a sus compañeros sin mediar palabra, aguardando una señal o instrucción.

Al fin se encontraban delante de lo que parecía el objetivo de su misión, estaba a unos pocos pasos.
Thorgüs comenzó a andar hacia el árbol, pero antes de dar un par de pasos pudo ver que el suelo se movía, parecían esas enredaderas de nuevo. Al mirar hacia las ramas del árbol la situación no mejoraba,un par de mosquitos, estos un poco distraídos, quizá debido al festín anterior.
Thorgüs calmó a Darko, que empezó a gruñir cuando vio a los bichos en el árbol, lo mandó a vigilar la retaguardia y tras eso sacó su espada lo más silenciosamente que pudo.

    Finalmente parecía que habían alcanzado su objetivo, nuevamente la maleza los amenazaba y la idea de prender fuego al lugar una vez obtuvieran la resina volvió a llenar su mente. Sin embargo, alejó tales pensamientos para reformar su guardia al contemplar a dos de las bestias idénticas a las que les habían atacado antes colgadas de las ramas, esta vez no lo cogerían por sorpresa. El clérigo parecía que igualmente había percibido la amenaza y ya estaba apuntando a uno de ellos, así que retrocedió hasta su posición a sabiendas de que si atacaba seguramente fuera el primer objetivo del restante si no se daba a la fuga. En un tono inusualmente cauto Socar se decidió a ordenar.

    -Asegura el tiro y acaba con ese bastardo, me encargare del que reste si se atreve a venir a por nosotros.- Si eso salía bien luego solo tendrían que acabar con las lianas o evitarlas para comprobar si en efecto la resina de aquel árbol singular era la que buscaban.

Mientras preparaban un plan de actuación pudieron sentir como la maleza que había bajo sus pies se movían y empezaba a crecer en torno a sus piernas. Esta vez estaban más preparados que antes, pero eso no les había evitado librarse de la extraña criatura y ésta trató de atraparles. 

De un brinco guiado por el instinto de supervivencia el karuth se echó a un lado y apretó el hierro de su ballesta liberando la saeta lo más certeramente que pudo. Aunque le quemaba las vísceras el vocear sus rezos y deseos guardó silencio y obedeció las instrucciones de Socar.