Partida Rol por web

-Debemos entrar por la puerta contraria a la que nos indicó.- quiso aclarar Zila. No deseaba que ninguno muriese, no podían permitirse aquel lujo.

Esperó al resto. Entrar la primera podía ser demasiado arriesgado en sus circunstancias, sabía que estaba débil y que no podía exponerse.

Hizo una mueca parecida a una sonrisa de medio lado a Kenshi. De nuevo la llamaba preciosa. 

No tiene remedio. 

- Ya estamos aquí, el castillo es diminuto y ni los lobos ni los osos nos han detenido - bravuconeó Phenio, respondiendo a la pregunta de Dagmar -. Yo digo que entremos, demos somera paliza al alborotador de bestias y le llevemos a la Aldea del Loto - miró en dirección a su hermano de otros padres y levantó el mentón hacia él para llamar su atención - ¿Qué opinas tú, Kalicalwe?

Kenshi siguió a Phenios por la misma puerta que había entrado él. Confiaba en Zila y cuando pasó delante ella le guiñó un ojo - Bien hecho -

No sabía que les esperaría al otro lado de la puerta y decidió posar su mano sobre la empuñadura de su estoque para poder intentar reaccionar rápido en caso que algo los asaltase.

Moris se movió entre temblores, dando pasitos cortos para no llamar la atención sobre su precario estado. Su deseo era el de ver aquella empresa llegar a buen puerto, de manera que escondió lo mejor que pudo su piel descascarillándose y avanzó tras los demás. Tan sólo le peocupaba el resultado del próximo enfrentamiento, sin hechizos curativos no tendría manera de devolverle a nadie la salud si caía.

- Tened cuidado, por favor - su hilillo de voz recordaba a un fuelle roto, falto de energías y con dificultad para respirar -; sólo me queda un conjuro más.

 - ¿Qué opinas tú, Kalicalwe?

Opino como tú Phenios, debemos ir cuanto antes, pero no pienso dejar con vida a ese que: ha atentado contra nuestras vidas, ha acabado con Socar y ha tenido en jaque a toda una aldea. Nuestros rostros será lo último que vea. Tras responder al elfo pelirrojo, se dirigió como los demás a la puerta contraria a la que señaló la esfinge mientras desenvainaba sus dos armas por lo que pudiera pasar.

Thorgus cerró la comitiva que cruzaría la puerta sin dejar de echar rápidos vistazos a sus espaldas sin terminar de fiarse de aquellas dos figuras ni tener claro que iban por la puerta segura aunque parecía que todos estaban de acuerdo con la elección. 

-Esperemos que no tenga demasiados aliados ahí dentro con él. 

​​​​​El enano no tenía nada claro que fuera a estar solo en el castillo, pero parecía que sus compañeros eran diestros con las armas, así que si estaba solo no debería ser difícil acabar con él. 

Entró Zila con el grupo, ni la primera ni la última, y con su arma de filo lista. Parecía poco probable que el arco pudiese serle de mucha utilidad en el interior del castillo. 

Observaba, pues mucho se temía que lo más difícil estaba por llegar. El enemigo había demostrado astucia y maldad al enviarles a los osos y los lobos, pero sobre todo con aquel ser deforme, el que había acabado con Socar, que no era poco. No era tan ingenua como para no estar segura de que encontrarían trampas y enemigos que no les darían descanso.

-Vigilad dónde ponéis los pies. Que esas esfinges hayan indicado que esta puerta no lleva a la muerte segura no significa que no estemos en peligro de muerte aquí-

No pudo evitar una mirada a Moris y otra a Kenshi. Él la había felicitado, y el grupo por completo había confiado en su decisión, eso le hacía sentir bien. Esperaba que lograsen llegar al objetivo y terminar con éxito la misión.

Barrabás tan solo siguió al grupo de jóvenes exploradores al interior del Castillo, mirando con desconfianza a las esfinges... él hubiera optado mejor por destrozar las estatuas y la puerta, pero para eso tenía una nueva tribu. Y debía confiarles todo aquello de lo que él desconociera por completo

Todos se adentraron en el castillo por la puerta que habían elegido y dieron a un pequeño hall. El castillo parecía bastante viejo y decrépito, pero sin ningún tipo de vegetación por ninguna parte. Lo que sí que tenía es una extensa alfombra roja que llevaba desde la puerta hasta unas escaleras que había al findo. 

En los laterales había algo de decoración, un cuadro de un matrimonio entre un rey y una reina, un banco, un par de mesas con algunas sillas. Un mueble con un reloj de pie y un candelabro. Al otro lado había unas tazas de té, junto a una tetera. Ambas parecían estar llenas, pero la infusión estaba fría.

El único lugar por el que investigar era las escaleras que daban a la parte superior de la estancia. 

Zila se movió cautelosa, no se fiaba ni un pelo, pues estaban en la casa del enemigo y era muy sospechoso que estuviese tan tranquilo todo, más si esperaba su llegada como Zila creía que era. Aquel hechicero malvado sabía bien que ellos ya habían llegado.

Observó a ver si encontraba alguna cosa que pudiese darles una pista de por dónde seguir o de qué podían esperar, también si hubiese algo de valor, por supuesto.

Moris se quedó en la retaguardia del grupo al acceder y sus ojos procuraron prestar atención a los alrededores. Cualquier cosa podía sorprenderles en aquel lugar pues se decía que los magos siempre tenían trucos bajo la manga y este ya había demostrado tener unos cuantos a su disposición.

Pasitos cortos, que no le costasen mucho esfuerzo en su precario estado, y escondiendo su cuerpo de las miradas de los demás.

A pesar de sus reticencias, Dagmar entró al castillo junto a sus compañeros. Hubiese preferido que quienquiera que les estuviese esperando en el interior, si es que había alguien, se estuviese cociendo en su impaciencia, en lugar de dejarse caer en su regazo. Más reconocía que la noche se les echaba encima, y no podían permitirse aguardar eternamente a las puertas.

En el vestíbulo, avanzó lentamente hacia las escaleras, mirando a ambos lados, con curiosidad, la decoración de la estancia. Se detuvo junto a la tetera y la tocó con las yemas de los dedos, para comprobar que estaba fría.

El té frío identifica a un mal anfitrión, dijo. En algunas de las tierras en más que había guerreado, asesinar a un invitado estaba mejor visto que ofrecerle el té frío. 

Kalicalwe observó con detenimiento lo que había a su alredor y buscó activamente pero con cuidado algo de valor.

Al escuchar el comentario de Dagmar sonrió quiere matarnos seguramente y ¿lo que te preocupa es que sea un mal anfitrión? jaja demos le lo que se merece terminó diciendo mientras le guiñaba un ojo.

Phenios se acercó a la mesa, tiró de la tapa de la tetera y olisqueó el contenido, pues bien pudiera estar frío pero todavía bebible. La verdad es que ya iba con sed y cansancio así que una tacita no estaría de más y encantado las serviría rápido mientras iban de paso a la próxima estancia.

- Snif snif snif, a ver, a ver - curioseó, nariz por delante, antes de añadir - ¿Algo de esta estancia tiene valor?

El hall estaba en silencio cuando todos entraron, había algo de mobiliario y un cuadro. Tenía intención de desenfundar el arma pero decidió mantener la mano en la empuñadura y seguir en alerta por si algún ruido o un movimiento el las sombras le avisaba de algo.

No aportó ningún comentario al grupo y se mantuvo cerca de Zila, pero según avanzaban miraba las paredes y el mobiliario en busca de algo escondido que les pudiese ser útil.

Tiene toda la pinta de ser una trampa. Pensaba Thorgus mientras se adentraban lentamente en el hall. No quiso expresar sus pensamientos en alto para no incomodar más aquella situación, así que siguió andando lentamente mientras oteaba los rincones en busca de algo que no debiera estar allí. 

Zila no vio nada relevante en aquel castillo, pero sí que tuvo una extraña sensación. Cuando estaba mirando los objetos que allí había, le pareció como si el reloj y el candelabro hubiesen cambiado de posición. 

Moris no encontró nada relevante en aquel hall del castillo. Pero sí que vio un par de puertas en lo alto de la escalera. Una llevaban hacia el lado este del castillo y el otro hacia el oeste.

Cuando Dagmar tocó la taza con el té frío, sintió como si esta se hubiera contraído durante unos segundos. Incluso le pareció oír un leve quejido por parte del objeto. Además, también juraría haber visto los ojos del hombre del cuadro moverse.