Partida Rol por web

Moris llevaba entre los dedos el colgante de Wee Jas, apretado contra su pecho y con los ojos ahumados por el sentimiento.

Respiraba de manera pausada, sonreíra un poco y profesaba su fe sin mediar palabra.

Quienes iban a luchar hablaban, él sanaría sus heridas.

- Lobos, lobos y otras bestias, todo parece tenernos manía en cuanto nos metemos entre los árboles del bosque- miró entonces con cuidado hacia el propietario del local y una sonrisa diabólica se dibujó en el rostro del elfo- ¡Oh, sí! Ese estofado para mí, jajajajajá -rió con delicia y satisfacción- ¿Quién acabó comiendo a quién, lobito?

He he - Barrabás rió ante el comentario de Phenios y asintió al posadero quien le mirara con desconfianza el primer día y ahora les invitara al delicioso estofado de lobo. Sería una noche de nervios antes del asalto al bosque. Si alguien deseaba contar una historia Barrabás escucharía con la atención de un niño. De lo contrario, dormiría como un tronco toda la noche

Viendo que los demás estaban indiferentes a su comentario excepto Dagmar que estaba en desacuerdo, decidió terminar de comer e irse a meditar buenas noches compañeros, que descanséis bien que lo vamos a necesitar mañana y sin más se fue a su habitación

El sabor del guiso, a pesar de la procedencia de la carne, no era muy diferente al de cualquier otro de aquellas tierras. No era delicioso, como los que todavía recordaba de tiempos mejores, pero su paladar había perdido el gusto por las especias tras su estancia en los calabozos del sátrapa, y las privaciones forzadas le habían enseñado a apreciar cualquier vianda más allá de su justa medida.

Despidió a Kalicalwe con un gesto cuando el elfo decidió marcharse a dormir. Todavía era temprano, y ella todavía no había terminado su bebida. Le hubiera gustado tener una pipa y tabaco, y unos dados para desafiar a sus acompañantes, pero en su ausencia, disfrutaba de la placidez de la velada con la espalda reclinada contra la pared y el ojo sano cerrado, perdida en ensoñaciones bucólicas.

Asintió y sonrió a su compañera. Quizás otro tipo de carne hubiese estado mejor, pero sabía lo que era pasar unos cuantos días sin comer y no iba a rechazar una comida caliente.

Ya que al parecer desconocían lo que era el vino por aquel lugar pidió una cerveza. Disfrutó de la cena y de la compañía, Y aunque pareciese raro agradeció la carne que había dado Barrabás para la cena.

Una vez acabó de comer y la jarra de cerveza decidió levantarse y seguir el mismo camino que Kalicalwe. - Preciosa, yo me voy a dormir que mañana nos espera un duro día. - Hizo una reverencia a la mesa y le guiñó el ojo a Zila. - Que descansen, mañana nos veremos al alba. -

El elfo pelirrojo siguió con la mirada como la despedida y partida de Kenshi antes de enarcar la ceja hacia Zila a raíz del guiño que le había lanzado su compañero.

- ¿Exclusivo o excluyente, hmmm? -sonrió con interés antes de volver a mirar en la dirección que había partido el rubio antes de resoplar, algo molesto- Debería haber pensado en ello antes, creo que se me acaba de escapar el postre. 

Aguardó respuesta un instante para luego decicarle unos burlonamente poco feroces puños alzados a Dagmar antes de emprender su huida a dónde pudiera dormir.

- Gracias por venir, jajajá- se llevó una mano al cuello como gesto inconsciente-; qué susto se van a llevar los lobitos cuando te vean -abrió la otra mano en generoso abanico a los que seguían despiertos-, cuando OS vean mañana.

Moris, por su parte, continuaba con sus rezos y felicidad manifesta tras haber recuperado su amuleto.

Dagmar, con los ojos entreabiertos —o entrecerrados, momento a momento—, dejó escapar algo a medio camino entre el bufido y la risotada ante el comentario del elfo.

Se hacía de noche, y sus nuevos compañeros iban abandonando la mesa para dirigirse a las habitaciones. Aunque todavía no tenía sueño, Dagmar se apresuró a acabar su bebida para imitarles.

Tomó su cena y su cerveza sin prisas. Se despidió con un gesto de cabeza de Kenshi, preguntándose si nunca se cansaría el elfo de ser zalamero con ella. No era necesario, y estaba convencida de que él era así con todas. Sin embargo ella no era todas, era ella, y esas cosas la enervaban, cosa que seguramente resultaba divertida a su compañero,  pero Zila no podía evitar que le afectase así y caer una y otra vez en el mismo juego.

-¿Sois pareja?- preguntó cuando se quedaron solos el karuth y ella -El enano que se quedó fuera, digo- le parecía que aquel colgante pudiese ser una prenda. Una promesa de reencuentro o una especie de nomeolvides.

Los rezos pararon y el karuth parpadeó, habiendo quedado en un trance del que recién salía a raíz de las palabras que se le dirigían. La sonrisa, sin embargo, no abandonó sus labios bajó la cabeza en dirección a Zila, admitiendo haber oído su pregunta.

- Thorgus es un aliado de buen corazón, Dagmar es muy valiente y creo haber cantado las alabanzas de Socar en vuestra presencia, les haría sentir queridos si me lo pidiesen o llegase a creer que lo necesitan -elevó el medallón entre sus dedos para que la humana pudiese apreciarlo mejor-; Wee Jas me guió hasta Tormentos Cristalinos, allí me perdí con una de sus vivas imágenes de cabellos carmesíes, la Brisa de Puerto Calim, Samira- su cabeza giró hacia las escaleras un instante, pareciendo recordar algo antes de negar y devolver su atención a Zila-. Cuando me crucé con el druida y el paladín supe que tenía que partir con ellos, así que dejé atrás mis monedas y me embarqué en un desastre tras otro, mh-mh-mh -rió bajito, no queriendo perturbar el sueño de los que ya dormían-. Cuando llegó el hambre me pagaron la comida, cuando llegó el cansancio me pagaron el hospedaje; de manera que le hice entrega de mi medallón como símbolo de mi agradecimiento y compromiso, de allí que signifique tanto para mí el que me lo haya devuelto.

 Aprovechó entonces para ponerse en pie, acercarse a la mesa donde se sentaba ella y pedir permiso con un gesto de la mano antes de sentarse; todavía quedaba comida y bebida para aprovechar, mañana sería un día largo y no era de sabios despertar sin energías.

- La Bruja Roja conoce los deseos del corazón, los guarda secretos pues son las intimidades de todo el que ama -dijo con las manos cruzadas sobre su propio pecho-, por ello no puedo adivinar los romances que existen a mi alrededor (ay, aunque bien sabe ella que lo intento) pero procuro estar allí por aquellos que creo que lo sienten ¿No se te hace raro como al amar perdidamente uno se siente morir? Por algo son sus dominios y me corresponde velar por ellos.

Dagmar se despertó con el ojo sano legañoso, casi ciego. Cada vez que sucedía, era difícil contener el pánico que crecía en su pecho, como una vejiga hinchándose entre sus pulmones. Solo unos segundos, hasta que se limpió los ojos con los dedos y abrió las contraventanas para que pudiera entrar la luz del sol, el disco dorado colgando apenas sobre los tejados de la aldea amurallada.

Se quedó allí un rato, acodada en el alféizar, disfrutando del resplandor cálido y el frescor del aire mientras observaba cómo el pueblo empezaba a despertar, aunque no hubiese gallos para cantar al alba.

Después de lavarse con el agua tibia de la tinaja, bajó al salón, ya enfundada en sus ropas y armaduras, con la espada atada a la espalda, lista para ponerse en marcha en cuanto todos estuviesen preparados.

Kalicalwe llevaba ya un rato despierto, el ser elfo hacía que con pocas horas de meditación estuviera totalmente descansado. Cuando ya empezaba a amanecer comenzó a moverse, poniéndose la armadura y enfundando sus armas, una vez listo para la aventura que les aguardaba fue al salón de la posada y esperó que le sirvieran el desayuno.