Partida Rol por web

- Para llegar al castillo tenemos que dirigirnos en direción este para vadear el río. Nos sacan cierta ventaja, no hay tiempo que perder. Partamos. Dijo eufóricamante.

Nueve jinetes atravesaron Fairhill al trote. Los dos guardias, armados y ligeramente adelantados, se abrían camino entre la gente curiosa que les salía al paso. Arue, a escasas cuerdas de distancia, cabalgaba a vuestro lado pendiente de cualquier pista que hubieran dejados los orcos.

Nada más abandonar el pueblo pusisteis los caballos al galope. El objetivo era hacer justicia en respuesta al robo cometido y lograr alcanzar a los orcos antes de que llegasen al castillo.

Con serias dificultades al principio, Rashaniel siguió a sus compañeros a buen paso. No fue hasta que Groland le sugirió un par de consejos para mantenerse erguido sobre la yegua que aprendió a azuzarla para que cabalgara tras sus compañeros. Se sentía incómodo, y sus muslos se lastimaban con cada bote. Esa noche sería dolorosa. ¿Tendrían algún remedio sus nuevos amigos para mitigar las rozaduras?

La noche se cernía sobre ellos como un manto, y las pequeñas criaturas nocturnas se escabullían en las sombras al escuchar el sonido de los cascos sobre el suelo de tierra. Las únicas capacidades de Arue, Brand, Lauriel y Rashaniel les permitían ver con facilidad por dónde iban, y el resto de miembros de la comitiva sólo tenían que mantenerse junto a ellos para no perderse. Los orcos se encontrarían con una desagradable sorpresa en cuando les dieran alcance.

Cabalgando con facilidad a la luz de la luna gracias a sus ojos de elfo, Brand iba planeando que estrategia usar en la inminente lucha contra los orcos para hacer el mejor uso de su repertorio de hechizos. Pese a estar sumido en sus pensamientos no se distraía del camino, y de vez en cuando alzaba la vista al cielo en busca de su familia sabiendo que cuando lo viera sus enemigos estarían cerca.

En silencio, sumido en sus propios pensamientos y plegarias a Lazhander, Rizzen esperaba ansioso la llegada del amanecer, pues la oscuridad es la antitesis de su dios y se sentia incomodo en la misma. En cualquier caso bien podria dar un poco de luz a los momentos de oscuridad que se le presenten en la aventura.

Cabalgaba junto al resto del equipo en la oscuridad de la noche solo iluminado por la luna, por lo que intentaba no perder el ritmo de sus compañeros. No estaba aconstumbrado a la monta, pero al menos al ver las molestias de Rashaniel se sintio aliviado al ver que no era el unico.

Con la chispa de inminente batalla brillando en mis ojos de color ámbar y una sonrisa un tanto malévola escondida bajo mi capucha, empezamos la persecución de los orcos. Montaba con soltura, no era la primera vez, aunque pude fijarme que no todos tenían esa habilidad.

"No sé si de verdad ha sido buena idea lo de los caballos..."

No tenía dificultades para ver en la oscuridad, aunque montada a caballo podía ser algo más difícil encontrar las pistas que buscaba, pues el paisaje pasaba con rapidez a medida que avanzábamos.

El paladin cabalgó cómodamente junto a sus compañeros, con gran expectativa de dar caza a los orcos.

Se mantuvo siempre cerca al inexperto jinete Semielfo, ayudándole a controlar su caballo, por momentos esbosaba una sonrisa burlona. -A esos orcos hay que aplastarlos como moscas! -Le dijo al mago con su fuerte tono de siempre. -No son mas que sabandijas que se alimentan del inocente pueblo!, allá en el norte, muy lejos de aquí, donde los orcos pululan en cada abertura de montaña, allá en la recién creada marca argéntea son cazados como es debido!, algún día te contaré historias de hazañas de grandes héroes del norte, donde la gente es dura y recia.

Algo de arrogancia reflejaba el paladin, con su cabeza erguida y su ancha y prominente mandíbula apuntando siempre al suelo.

Como dice un viejo chiste cormyriense: "Montar en la oscuridad es imprudente. Trotar en la oscuridad es peligroso. Galopar en la oscuridad es sacar a la pista de baile al propio Kelemvor y hacer un comentario desafortunado sobre su coqe a l'enveurs¹." Por eso Groland había mostrado cierta objección cuando la lugarteniente² Lauren lo propuso. Por suerte, no cabalgamos en la oscuridad, pensó el guerrero lanzando una agradecida mirada a la luna llena³ que iluminaba su camino. Tampoco iban galopando, exactamente, aunque el paso era rápido. Y no olvidaba a los elfos: Groland sabía por su experiencia en combate que los elfos podían ver en la oscuridad hasta cierto punto. No sabía hasta qué punto, pero rezaba a todos los dioses para que fuera uno muy pequeño y lejano, y que lo pudieran ver bien. La presencia de la hembra drow lo tranquilizaba más.

Mientras los tres elfos encabezaban el grupo, con Arue y Lauren al frente y Brand ligeramente detrás de la fairhilliana⁴, Groland se había mantenido en el centro del pelotón, junto a Rizzen, Greinh y Rash. El hombre y la mujer de la guardia cerraban la marcha.⁵ Groland miraba de vez en cuando a su derecha, al margen del camino (al parecer, los estúpidos orcos habían seguido el camino), y de vez en cuando a su izquierda, a Rash, a quien había instruido algo en la monta. Sigue montando con la agilidad de una talla de madera y esa horrible expresión de dios del pánico, se lamentó el guerrero... Greinh (al que la acción había soltado la lengua) gritaba como una verdulera, pero el factor sorpresa era algo a lo que el grupo, cabalgando al galope tendido cargados de ruidoso metal, claramente había renunciado. Apuesto mi culo a que esos monstruitos verdes están preparando ya un comité de bienvenida... Como los elfos se encargaban de la parte "técnica" del asunto, el hombretón se animó a intervenir en la charla.

-¡Qué curioso, paladín! ¡Mi abuelo fue un hombre del norte! -gritó Groland con diversión, mientras subían una cuesta-. De Vaasa⁶ concretamente, más allá de las Galenas. También él odiaba con alegría a los orcos... -Soltó una risotada, recordando una historia que le había contado su padre.- ¡Cada vez me caéis mejor!

Qué cosas, pensó. Habría dicho que ese acento es de Impiltur... Greinh le recordaba a un ex-cazador de sombras amniano que había conocido luchando en los Caimanes de Hlath: un moreno, pero devoto de Torm, y un cabezota engreído, pero buena gente. Al tomar una curva, el mago soltó un quejido.

-Sé lo que pensáis, Rashaniel: "¿me dolerá mañana?" -Negó con la cabeza.- Preguntaos mejor "¿cuánto me dolerá mañana?" -Se rió de nuevo, mientras Rash volvía a gemir, intentando que la cabalgada no lo desmontase.- No deja de doler con la práctica. Mañana os explico cómo tratarlo⁷.

Dos palabras: aloe vera. Para las agujetas no conocía cremitas.

Volvió la mirada hacia la silueta de Arue a la luz de la luna. ¡Es increíble que esté siendo capaz de guiarnos de noche y a esta velocidad!, se dijo, genuinamente asombrado. ¡Debe de ser una rastreadora increíble!

Las últimas comprobaciones de Arue hacían indicar que la distancia con los orcos se estaba reduciendo. Llegásteis a una zona más escarpada donde tuvisteis que aminorar la velocidad. Unos pasos más adelante empezásteis a escuchar un ronco rugido que aumentó en intensidad, anulando cualquier otro sonido, a medida que os acercábais. Al superar un recodo descubrísteis el río. El agua producía un eco curioso y contínuo.

- Ya hemos llegado al río. Su sonido es incomparable dado el enorme caudal que siempre lleva. Por allí está el vado. Explicó Lauriel. - Azuzad a los caballos, si mantenemos este ritmo caeremos sobre ellos antes de que lleguen al castillo.

Apretásteis el paso para salir de aquella zona de difícil marcha, entre musgos resbaladizos y piedras de peligroso aspecto, y poder ascender después por una empinada cuesta que se abriría finalmente en un llano que se encontraba a tan solo cien pies del vado del río. El rastro de los orcos fue perdiendo intensidad hasta que desapareció.

Apartando con dificultad la vista del encantador "paisaje" que tenia ante sus ojos, y consiguiendo a duras penas sacar de su mente algunos usos creativos del hechizo Grasa, Brand intento prestar atención a la conversación entre los escudos de carne -El termino educado es luchadores de melé, se recordó mentalmente- mientras seguía alternando la vista entre el cielo y el terreno por donde iba su montura.

-Amigo Greinh, si algo he aprendido en mis viajes es que en todas partes la gente se considera "dura y recia", y que sus vecinos por alguna extraña razón no suelen estar de acuerdo. -comenta el elfo en toco jocoso, sin intención de ofender a nadie.- Pero supongo que serán un buen entretenimiento durante las largas horas de viaje, o en las comidas. Y sobre los orcos... si, supongo que yo también los odio, pero me gusta pensar que juzgo a las personas por sus acciones y no por las de su raza, y que si alguna vez me encontrara a un orco que no intenta matarme yo le devolvería el favor... algo que reconocidamente aun tiene que pasar.

-No me malinterpretéis -añade rápidamente antes de que puedan entender mal sus palabras-, se perfectamente que los orcos que estamos persiguiendo se merecen su castigo, pero también conozco historias de valerosos semiorcos. Sin ir mas lejos la raza de nuestra compañera exploradora no se suele tener en muy alta estima, y sin embargo no tengo razones para dudar de sus intenciones.

Dicha su parte el hechicero se queda en silencio no queriendo decir algo que ofendiera las sensibilidades de sus compañeros, pero sin avergonzarse de sus palabras. Esas eran sus morales al fin y al cabo, y dejaría que le guiasen en su camino sin dudar ni un instante.

En todo momento había continuado su vigilancia del cielo nocturno y del camino frente a el, sabiendo que en cualquier instante podrían encontrarse con los orcos y en su caso la mejor forma de saber cuando sería la presencia de su familiar. Desgraciadamente eso significaba que su atención no podría desviarse a otras vistas mas agradables al ojo, pero era su deber y no se dejaría distraer... al menos no demasiado.

El joven mago asintió a las amables palabras de Groland mientras murmuraba para sí cómo era posible que la gente cabalgara a caballo día tras día. Aquella sensación era insoportable, pero decidió no quejarse en voz alta para no dar la impresión de ser débil y patético. Al menos, no demasiado. Para distraerse, se concentró en las conversaciones que mantenían sus compañeros a su alrededor. Todos parecían haber visitado decenas de sitios, alejados y peligrosos. La mayoría conocían el norte, pero apenas nadie le había comentado nada a él. Y considerando que el Bosque de la Luna era uno de los bosques más norteños que se conocían, le sorprendió. A menudo se contaban historias en su comunidad sobre el Espinazo del Mundo, y las terribles leyendas sobre gigantes altos como montañas que allí moraban. Cuando era más joven pensaba que todo eran habladurías, pero cuando puso sus pies a disposición del camino, empezó a pensar que detrás de cada leyenda había una gran verdad.

También le sorprendió la manera de pensar de Brand. Para él, la mayoría de las veces todo era blanco o negro, bien o mal, luz u oscuridad. Si pensaba en orcos, pensaba en criaturas nacidas para y por el mal, y no se había parado nunca a pensar en un orco amable. No, tenía cabida en sus pensamientos. Los mestizos eran otro tema. Él mismo no era ni elfo ni humano, y sin embargo tenía rasgos y costumbres de ambas razas. Estaba seguro de que los semiorcos, o por ejemplo los semidrows, no tenían por qué parecerse a sus congéneres. Arue era una prueba de ello, aunque aún se sentía algo avergonzado por su primera impresión. La joven cazadora había demostrado tener muchas ganas por agradar al grupo.

Las palabras de la elfa le habían extraído de la conversación y le habían puesto en modo profesional, alerta ante posibles emboscadas, preparado para la acción. Sin embargo, las palabras de su amigo elfo le hicieron pensar.

Hm... Juzgar a los orcos según sus acciones, comenzó a barruntar... ¿¡Qué clase de pensamientos son esos, Groland hijo de Grogere, hijo de Grovald!?, resonó la voz de su padre en su cabeza. ¡Los orcos son el mal! ¡El enemigo del buen hombre! Groland sabía que en muchos lugares del mundo los orcos eran acogidos entre las razas superiores, y también había escuchado historias sobre orcos nobles y valientes. Su padre le había prevenido contra ese tipo de chorradas: "Los drow son una cosa, hijo. ¡Son elfos! Su naturaleza es benévola, pero sus corazones están corruptos. Hay gentes a las que la vida o la historia les vuelve locos y malvados. En el caso de los orcos, ¡su locura es volverse buenos y civilizados! Los orcos son malignos, hijo. Recuérdalo." Pese a todo, Groland no eran tan estúpido como para matar a un orco pacífico que quisiera parlamentar. Siempre se puede sacarles información antes de matarlos.

Miró durante un momento a Brand, pero rápidamente volvió su vista al camino. No es mala gente... ¡Sólo un hechicero loco con ideas de hechicero loco!, pensó de manera condescendiente. Al guerrero le cansaban este tipo de "disquisiciones filosóficas". Decidió concentrarse en algo relajante. Como la salvaje cacería de orcos por territorio enemigo en las tinieblas de la noche.

El paladín soltó un bufido ante las palabras del hecicero y sonrió de manera arrogante, como era habitual en él.

-Dejame decirte, amigo mio, que la gente del sur no tiene que soportar los duros inviernos que congelan los huesos sin importar cuannto abrigo lleves contigo, inviernos que azotan en los pasos de las montañas, cerrando caminos y ocasionando derrumbes. A eso añadele que cada vez que te alejas unos metros de cualquier muralla o resguardo, tienes que estar con los sentidos bien alerta, o un oso terrible podria convertirte en tu cena, un gigante en su juguete, podría aparecer un Dragón volando sobre tu cabeza y congelarte con su aliento. a eso añadele, amigo mio, que las montañas están invadidas por crueles orcos y malvados trasgoides. -Realizó una pausa antes de continuar, mientras bebió de su odre un gran trago de agua que alivió su garganta reseca. -Así que no me digas que juzgarás a un orco por sus acciones porque mis ojos han visto un centenar de ellos y mis oidos han escuchado mas de mil historias de ellos y NINGUNO!, escuchaste bien?, NINGUNO! es bueno, no son de confiar esa apestosa raza maligna, que desafortunadamente se reproduce como los ratones en sus pútridas madrigueras.

-Aún sobre la tenue luz de la luna llena, se notaba como su tez del rostro se iba enrojeciendo de ira, sus manos apretaban fuertemente las riendas del caballo y su mandíbula se apretaba fuertemente -No existen tales cosas amigo hechicero, me niego a creer que existan orcos buenos!, la balanza de Tyr los ajusticiará al final!..... En cuanto a los mestizos orcos, bueno, hay que tenerles siempre un ojo encima.

Suspiré al ver que mi idea del sigilo, sobretodo al acercarnos, había sido ignorada. No jugaríamos con el factor sorpresa, definitivamente, y puede que incluso nuestros enemigos sí lo hiciesen. Orcos, amantes de las emboscadas. Se lo estábamos poniendo fácil. Me limité a escuchar en silencio las conversaciones que mantenían el resto de la cuadrilla, pues no serviría de nada pedir silencio, pero tampoco quería hablar. Prefería concentrarme en encontrar el rastro de esos hijos de la horda, aunque cada vez era más difícil.

"Aún no conozco estos terrenos, mierda..."

Compartía en cierto modo el punto de vista de Brand: yo juzgaba por acciones, no por la superfície. Pero a decir verdad, en mis años de perseguir y estudiar a los orcos aún no había visto nada de "bondad" en ninguno de ellos. Les gustaba pelear y matar, incluso entre ellos si se aburrían y no encontraban con quién hacerlo. Además, entendiendo sus conversaciones, este hecho se veía ratificado.

Dejé de pensar en cosas irrelevantes y de prestar atención a las palabras del resto para concentrarme en lo que tocaba, buscando con intensidad alguna marca que nos diera la pista que necesitábamos.

Arue con una habilidad digna de los mejores rastreadores recuperó el el rastro de los saqueadores. Habíais dejado atrás un cruce de caminos y continuásteis por una vereda que se introduce en una densa arboleda, oscura y opresiva.

El cuervo apareció entre la espesura del bosque dando unos pequeños círculos sobre vuestra cabezas. Era buena señal, los orcos se habían internado en él. El terreno que os separaba de los orcos se reducía gracias a la velocidad de los caballos.

- Vamos por buen camino. Dijo Lauriel a la vez que estiraba la espala apoyando los puños en la cintura. - Esta vereda lleva directamete al castillo cruzando el bosque. Nuestras sospechas eran correctas, se dirigen hacia él. Hay que poner los caballos al 100% para darles alcance antes de que lleguen. Si no, nuestras posibilidades de recuperar el crisol se verán drásticamente reducidas.

Lauriel cazó de nuevo a Brand mirándola desconsideradamente. - ¿Pero que le pasa a este tipo?. Pensó. Tenía un rostro agradable aunque su arrogancia le hacía perder puntos. Las escasa probabilidades de que alguien le considerara guapo se habían esfumado con las pinturas que llevaba en la cara. Lauriel supuso que eran para llamar la atención.

El Caballero seguía cabalgando su corcel, apretando el paso, pero siguiendo en todo momento a sus compañeros, le era imposible penetrar la oscuridad de la noche a mas de unos cuantos metros de distancia, y el sonido metálico de las escamas de su cota raspandose entre si, le hacia imposible escuchar palabras que no fueran pronunciadas con un volumen considerable.

La verdad es que Rizzen cas tenia bastante ya con mantenerse sentado en el caballo. Su dolorido trasero estaba pidiendo un descanso, sin duda no estaba hecho para estas travesias a caballo. Supongo que llegara un momento en que el dolor desaparecida.

La conversacion de sus compañeros de fatigas, le atraia mucho su atencion. la verdad es que Rizzen poco habia salido de Cormyr, de los muros del templo de Lazhander, y salvo por libros, no conocia mucho del mundo mas alla de los territorios circundantes. Por eso le parecia fascinante la conversacion, de la que sin duda podia aprender. Su unica experiencia con los orcos ha sido la reciente, y en eso tenia que apoyar al paladin, pues no habia sido nada agradable. Pero no podia emitir un juicio tan versado como el de sus compañeros. 

Asi que siguio prestando atencion.. atento a lo que ocurria en su deambular, la conversacion subia de tono y cualquier posibilidad de sorpresa se iba a ir a la mierda. Pero la oscuridad de la noche no le permitia ver mas alla de su propia nariz.

Parecía que por fin nos acercábamos y que mis sentidos no me engañaban, así que una vez me puse manos a la obra para seguir el rastro. No me pareció tener problemas, pues rápidamente encontré lo que quería. Con un gesto a los primeros jinetes del grupo les indiqué el camino que debíamos seguir.

Mi sangre ya hervía y mis ojos centelleaban ansiosos por batallar. Me aseguré de que mi espada estaba lista apretando la empuñadura con una mano, para después pasar a asegurarme de que mi arco y carcaj estaban aún en su sitio. Siempre estaban ahí, pero siempre lo comprobaba también. Por ultimo apreté entre mis dedos por un par de segundos el colgante que llevaba atado al cuello. También eso era una comprobación de siempre.

Los estaban alcanzando. Estaban alcanzando a ese grupo de sanguinarios orcos que habían robado el preciado objeto y que se dirigían a un bastión para reunirse con sus congéneres. ¿Llegarían a tiempo? Y si era así, ¿sobrevivirían a un enfrentamiento directo? A la entrada del pueblo se habían manejado bien, aunque no gracias a él, pero ahora era otra cosa. La mayor parte de los miembros del grupo no veían bien en la oscuridad, y eso significaba que no podrían contar con Groland, Rizzen, Greinh ni con los soldados, excepto Lauriel. Eso dejaba a Arue, Brand y a él mismo para doblegar a los orcos. ¿Se quedaría paralizado otra vez? Apretando con fuerza los dientes, y con ellos, también las riendas de la yegua hasta que los nudillos se le quedaron blancos, se prometió que no dejaría que le salvaran el pellejo otra vez.

Cuando Laurel animó a todos a poner sus monturas "al 100%" (lo que aparentemente significaba "a correr al máximo"), Groland no pudo evitar gruñir un varonil:

-¡Nos vamos a matar...! -mientras tiraba de las riendas de su montura -que relinchó asustado- para evitar una raíz (¿o era una sombra?).

Quizás Groland fuera el único suficientemente ducho en eso de cabalgar como para estar preocupado. Obviamente Lauren, Brand y Arue (elfos), y sus caballos (¿caballos-elfos?), no tenían ese tipo de pensamientos. De Greinh, Rizzen, Rash y los soldados no podía decir los mismo... Sea como fuere, Groland iba tan concentrado en no matarse que apenas pudo echar un rápido vistazo al entorno. Tratando de salvar el pellejo, poco a poco fue quedándose a la cola de la partida, aunque sin desprenderse del pelotón. Si sus compañeros no se caían, el seguiría aquel camino sin problemas. Pero si se caían, iban -como solía decir el viejo Rannagh Cascabel- "a ser las risas".