Partida Rol por web

Incrédula, se miró la ropa destrozada, que dejaba ver bajo la tela en proceso de desaparecer una excesiva cantidad de carne quemada y piel enrojecida. En realidad, era excesiva para los estándares de cualquiera, pero para ella, aquello era una de las peores cosas que la podían pasar. Y dolía, dolía muchísimo. 

Rechinando los dientes, soportando los agudos pinchazos que alcanzaban sus huesos y amenazaban con entumecer sus músculos y enturbiar sus pensamientos, tuvo que forzarse a mover los dedos de sus manos mientras sacaba uno de los virotes del estuche enganchado mediante una correa a su muslo, por suerte, ya que si hubiera estado en algún otro lado seguramente aquella gelatina corrosiva se lo habría llevado, igual que su armadura. Cuando lo logró, cuando la saeta encajó en la ranura de la ballesta y consiguió tensar la cuerda como debía, dio un nuevo paso atrás mientras apuntaba y, con un gruñido impregnado de ira y dolor a partes iguales, disparó.

En cuanto se recobró de la sorpresa, Groland reaccionó. Horrorizado por la imagen de Sirya casi siendo devorada -¡digerida en vivo y en directo!-, su impulso natural fue empezar a gritar a todos que salieran de la torre al espacio abierto del patio, donde la lenta criatura tendría mucho más difícil atraparles y podrían ocuparse de ella con más libertad, pero Rash había pedido que la entretuvieran y se había puesto a rebuscar algo en su mochila. «¡Maldito mago!» ¿Qué pretendía: sacar el yesquero y ponerse a hacer fuego? ¡La monstruosidad no iba a esperar! No podía dejar tirado a su compañero, así que, recordando lo que acaban de decir sus compañeros acerca de las vulnerabilidades de la criatura, Groland arrojó su maza a un lado y extrajo de su mochila, a su espalda, su hacha de batalla.

—¡EH! ¡EH, BICHO! —gritó acercándose al monstruo y arremetiendo con cuidado para no tocar aquellos bultos asquerosos—. ¡AQUÍ, MALDITO! ¡AQUÍ! —¿Tenían oídos las aberraciones hechas de moco corrosivo?— ¡Haz lo que tengas que hacer, mago, pero hazlo ya!

Me cago en la leche! exclamo sorprendida Jerinor ante el ataque sorpresa que casi devora a Syria. Ante las palabras y acciones del resto la avezada guerrera se preparó para el combate. El mayal que empuñaba no le serviría y por lo que veía, el contacto con el metal producía un sonido siseante, como si de ácido se tratara. Vio su oportunidad en sus flechas incendiarias, así que e con rapidez lanzó su mayal al exterior fuera de la criatura gelatinosa y extrajo su arco y una de aquellas fflechas incendiarias. Mirando al simplon de Esmar que había tirado la antorcha exclamo: Que alguien coja la antorcha y me de fuego. Vamos a quemarlo a lo bonzo! Siguiendo el plan de Rash, se movió un paso hacia atrás para evitar la explosión del fuego alquímico contra la criatura. Vamos chicos, si esto no funciona Groland y yo lo entretendremos en la plaza y que alguien dispare la balista..

Kerri en cuanto saco la espada de aquel maldito cubo y vio que se movía otra vez hacia Sirya Y ataque otra vez sin miramiento y sin pensar en la espada, solo rezando a Freya y diciendo:"Freya!, dame tu fierza, y ayudame a acabar con esta mostruosidad! y consigo atacarla, pero al sacar la espada veo como parte de ella ha empezado a deteriorarse a perder luminosidad, este bicho daña lo magico! me sorprendo pero al escuchar a Groland de que nos apartemos me retraso y guardo la espada esperando que no haya empezado un proceso irrebersible...

Tras la petición de Rash, todos actuaron intentando llamar la atención del monstruo. Una cacofonía de gritos, imprecaciones, sonidos de armas al ser desenvainadas, tintineos....el monstruo, aparentemente imperturbable a las llamadas y exclamaciones de todos, alargaba sus pseudópodos intentando agarrar una presa para devorarla. 

Groland lanzó su arma a un lado, sacando un enorme hacha y atacando sin dudarlo a la criatura, interponiéndose entre esa cosa y el mago, que frenético, estaba sacando algo de su mochila. El tajo del guerrero penetró con facilidad en el cuerpo gelatinoso del monstruo, atravesándolo y saliendo sin problemas, pero la cabeza del hacha comenzó a sisear inmediatamente, apareciendo miles de burbujas por toda su superficie. Esmar se agachó rápidamente a por la antorcha, siguiendo el grito de jerinor y dando un par de pasos a un lado para acercarse a la mujer, blandió la antorcha como si fuera una cachiporra, pero la criatura encogió el cuerpo con facilidad, alejándose del fuego. El guerrero alzó la antorcha hacia Jerinor contribuyendo con sus gritos a la algarabía general - ¡Corre! - dijo, mientras sostenía la antorcha a escasos centímetros de la cara de la Fairhilliana permitiéndole prender la flecha a la vez que intentaba protegerse de aquello con su escudo. Wick subió unos cuantos escalones, intentando coger altura y ángulo para disparar. Ésta vez sí, gracias a su movimiento, ahora tenía vía libre y la flecha penetró con facilidad en el cuerpo del monstruo. Todos pudieron ver como la cabeza de la flecha desapareció apenas pasaron 6 segundos tras entrar en aquel cuerpo, mientras que el cuerpo y las plumas de la flecha permanecían en su interior, como flotando. La flecha de Jerinor, tras encenderla en la antorcha extendida de Esmar, penetró con facilidad también, con un ligero siseo al golpear y pudieron observar que en el punto de impacto apareció un punto negro, como quemado. La gelatina verdosa comenzó a temblar y a retorcerse, moviéndose más frenéticamente. La operación con la flecha de Jerinor, una vez dentro del cuerpo de la criatura, fue idéntica. Ambos ástiles, junto a sus correspondientes emplumados, flotaban dentro de él, como mudos testigos de los ataques recibidos. 

La criatura lanzó sus tentáculos verdosos atrapando el escudo de Esmar, que intentó, frenéticamente resistir. La antorcha cayó de sus manos mientras el guerrero ponía todas sus fuerzas en aguantar el tirón. Su mano derecha cogió el escudo por el borde y su rostro se puso rojo como la grana en una lucha titánica. Aguantó el tirón, pues el escudo bajó unos centímetros evidenciando que el monstruo ya no estaba haciendo fuerza, o al menos así parecía. Esmar ladeó la cabeza hacia los compañeros y exhibío una sonrisa - ¡Está chupa...! - dijo, justo antes de que otro tremendo tirón de la criatura lo atrajera hacia ella y, abriéndose como una manta, lo engullera por completo. No le dio tiempo ni a gritar. Mientras era engullido, tres tentáculos lo rodearon y empezó a escucharse de nuevo ése sonido siseante mientras la armadura y ropas del guerrero desaparecían a ojos vista. Su piel comenzó a agrietarse y aparecieron pústulas sangrantes por todo su cuerpo, al igual que había sucedido con Sirya, pero Esmar no era tan diestro como ella y había acabado siendo engullido por completo. El hombre flotaba dentro del cuerpo gelatinoso, moviendo los brazos con desesperación como si estuviera dentro de un río, mirandoos con verdadero pánico y terror en sus ojos completamente abiertos, ojos que comenzaban a desaparecer también con rapidez. Sus brazos se extendieron hacia Kerri y Groland, en  una muda súplica de auxilio...para permanecer lánguidos unos segundos más tarde. - ¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!! - gritó Wick, con su penetrante voz nasal. 

Sirya apuntó y disparó, sin pensar en otra cosa que en destruir aquella cosa que casi la devora en el sitio. Su virote entró en el cuerpo de la criatura, flotando al lado de Esmar. Kerri, alarmada por la voracidad y letalidad de aquel monstruo, no lo pensó dos veces y tajó a diestro y siniestro con la espada donada por la sacerdotisa, retrociendo tras el grito de Rash para poner distancia entre ella y la criatura, a la expectativa de lo que el mago iba a hacer. La espada comenzó a bisbisear y a burbujear por toda su superficie, pero Kerri no pudo apreciar los daños sufridos porque envainó rápidamente la espada. 

Rash sacó un frasco que lanzó con la mayor rapidez que pudo hacia el monstruo. El frasco explotó casi a los pies de la criatura, extendiendo un líquido que estalló en llamas cubriendo gran parte de aquella cosa, que comenzó a moverse frenéticamente intentado huir, sin éxito, del fuego que la cubría prácticamente por completo. Todos pudieron ver, horrorizados, como la carne de Esmar desaparecía con rapidez, a pesar de sus esfuerzos, apareciendo aquí y allá el blanco hueso. 

La criatura comenzó a plegarse sobre sí misma, lanzando tentáculos cubiertos del fuego de alquimista sin ton ni son, a la vez que se ennegrecía con rapidez. Cuando terminó de moverse, el esqueleto de Esmar flotaba en su interior, junto con algunas de sus pertenencias.*

Poco a poco, la criatura parecía perder consistencia y convertirse en un charco, con lo que en poco tiempo, el esqueleto y los restos del Fairhilliano estarían a su disposición. 

El joven mago no era un atleta. El único ejercicio que realizaba asiduamente eran los ejercicios y estiramientos matutinos que despejaban su mente, abrían sus pulmones y tonificaban su delgado cuerpo. No tenía una musculatura firme como Groland o un brazo robusto como Jerinor, así que cuando sostuvo el frasco en sus manos una oleada de pánico le recorrió de arriba a abajo. La idea era buena, más que bueno, magnífica. Pero, ¿y si fallaba su lanzamiento? ¿Y si no tenía la suficiente fuerza? ¿Y si el recipiente se resbalaba de sus dedos manchados de tinta, envolviéndole a él y a sus compañeros en una bola de rugiente fuego?

Así que dedicó una última mirada a la gelatinosa criatura que había devorado a Esmar - que los Dioses lo tuvieran en su gloria - y cerró los ojos antes de lanzar el Fuego de Alquimista. Segundos después, vino el sonido del cristal al romperse, seguido del característico siseo de los componentes alquímicos reaccionando entre sí con el aire ambiental. Y luego, el infierno desatado. Fue entonces cuando Rashaniel abrió los ojos y vio cómo la criatura se retorcía y agitaba, envuelta en las letales llamas. 

No parpadeó hasta que no quedó más que un charco burbujeante de sustancia verdosa y los restos del difunto guardia de Fairhill. Y entonces, Rashaniel deslizó la espalda por la pared de piedra, dejando caer sus posaderas en el suelo con la frente perlada de sudor.

Todo había pasado rápido, demasiado rápido. Su piel aún siseaba allí dónde la ropa se había disuelto, producto del corrosivo contacto con aquella criatura, cuando el gelatinoso ser volvió a la carga, imperturbable antes los ataques de sus compañeros y ella misma. Atrapó a uno de los dos guardias de Fairhill, lo atrajo hasta si, ella disparó, y el virote acabó flotando junto al cuerpo en descomposición de Esmar. 

El hombre jamás le había caído bien, pero verlo allí, convertido en una masa de carne descompuesta y poco después en un esqueleto desnudo, la hizo dar un paso atrás, nerviosa, asqueada, terriblemente asustada de golpe una vez rota su coraza. Era más que lástima, era puro miedo, porque podía haber sido ella. Todo podía haber acabado ahí, de una manera horrenda que no habría deseado ni siquiera al brujo que la perseguía. 

Cuando las llamas se alzaron desatando un infierno sobre el monstruo, la ola de calor repentina la hizo dar varios pasos atrás, hasta golpear la pared con su espalda. Desde allí, observó con los ojos abiertos, brillantes a la luz del fuego, como el flan se consumía y crepitaba, ennegreciéndose como la madera en la chimenea, hasta acabar convertido en nada más que un burbujeante charco que pronto quedó inerte.

Temblorosa, vio como Rashaniel, cubierto por un sudor sin duda frío pese al caldeado ambiente, se dejaba caer, deslizándose por el muro, hasta el suelo. Ella, sin saber que hacer, estuvo a punto de imitarle, pero al final empezó a caminar con pasos vacilantes hacia lo que había quedado de todo aquello. Se acercó hasta casi pisar el líquido verdoso, única prueba de que ahí había habido algo, y se puso en cuclillas para observar más de cerca lo que había quedado. 

No había mirado como había quedado la espada y casi ni quería verlo después de ver como se disolvía el hacha de Groland, pero no podía pararme, si esa criatura seguía con vida mas tiempo otro de nosotros caería y eso mermaba nuestras posibilidades tanto contra el Linch, como contra el malvado mago que había venido a por el.
Asi que una vez alejado me concentre y lance el hechizo de piedra mágica para después sacar la honda y preparar la primera piedra a ser lanzada contra el cubo gelatinoso.

El combate había sido rápido y brutal, los aventureros atacaron al unísono dando lo mejor de ellos. Para sorpresa de Jerinor el bruto de Esmar había luchado con valor y lo que parecía una batalla ganada en un momento se torno en horror cuando los inexorables tentáculos de aquella criatura capturaron al grandullón fairhalliano y lo engullo para su sorpresa muriendo entre terribles sufrimientos. Gracias a la rápida actuación de Rash con su fuego alquímico habían conseguido acabar finalmente con la criatura.
Tras quedar los huesos pelados de Esmar, Jerinor musitó una plegaria a Freya: Freya! Escucha mi ruego, acoge en tu reino a Esmar el cual murió luchando con honor por Fairhill. Que descanse en paz en tu reino. Soltando una ligera lágrima por el grandullón a pesar de haberlo considerado un idiota en más de una ocasión. Mirando a su compañero consternado, exclamó :
Wick, envolvamos su cuerpo para darle una sepultura digna. Vengaremos su muerte! Acabaremos con el mal que aquí habita. Quitándose su capa y colocando sus restos para llevarlos de vuelta a la villa cuando salieran de allí.
Posteriormente se dirigió a recoger su mayal y con rostro adusto cogio la antorcha que yacía en el suelo y mirango a sus compañeros, exclamo: Entremos y limpios este lugar! Venguemos la muerte de nuestro compañero.

Concentrado en sus fintas y envites, y luego espantado por el escalofriante destino de Esmar, Groland fue sorprendido por la bomba de Rash, y sólo gracias al grito del mago pudo interponer a tiempo su escudo entre las llamas mágicas y él y dar un salto atrás. El tremendo calor chamuscó su vello y enrojeció la piel en las zonas expuestas, pero eso fue todo.

La refriega había sido un visto y no visto: tan pronto estaba el monstruo cayendo del techo sobre sus cabezas como siendo consumido por el fuego. De hecho, casi lo habían visto arder más tiempo del que lo habían visto atacando. Aún así, Groland no se confió, y tan pronto vio la amenaza neutralizada cogió su maza del suelo y corrió hacia el umbral que daba al exterior, buscando cualquier indicio de peligro. Incluso en el techo.

—Dejad a Esmar ahora: aún puede que le acompañemos —indicó a los demás. Aunque sabía que Vortigern y su otro socio (si es que el muerto de las monedas era realmente el tercero) probablemente estuvieran ya abajo, no podía permitir que bajaran la guardia.

En el umbral, Groland dedicó un segundo a contemplar el filo de su hacha. «¿Es posible que este moco del infierno pueda consumir también el metal?», se preguntaba, confundido. Hecho un vistazo atrás, tratando de responderse a aquellas preguntas, y así vio a Rash, recostado contra la pared, pálido. Y a la hija del magistrado, cubierta de llagas, grietas y ulceraciones, aunque de pie, con su ballesta, observando el charco. «Tiene actitud y es muy rápida», anotó, gratamente sorprendido. También vio a Jerinor, tratando de mantener los espíritus altos. Y a Wick, ojiplático y paralizado. Y a Kerri. Y... lo que fuera que quedara de Esmar. En los últimos días, Groland había luchado cuerpo a cuerpo con un oso-búho, un ogro y no una, sino DOS mantícoras, pero ahora estaba aterrorizado. «¿Y se supone que nos vamos a enfrentar a un liche?» Tuvo ganas de vomitar. Se contuvo.

La pelea, si es que se podía llamar así a lo que había sucedido allí, había terminado casi tan rápido como había empezado, dejando atrás un montón de huesos inertes, coronados por una calavera cuyas cuencas oculares límpidas de carne y restos miraban hacia el grupo acusadoramente, varias monedas extremadamente limpias y unos pocos utensilios más*. 

El olor a quemado era penetrante en ése momento, mezclado con otro que no supieron identificar, y ni siquiera el viento gélido que penetraba por la puerta conseguía disiparlo con suficiente rapidez como para que dejara de ser desagradable. El peligro parecía haber pasado, aunque algunos, como Groland y Kerri, siguieron muy atentos y pendientes de su alrededor por si había alguna otra amenaza....pero no parecía haberla. 

Mientras Rashaniel se deslizaba por la pared para tomar aire y recuperar el pulso que se le había acelerado al máximo, Sirya se acercó al charco burbujeante, que lanzó, para su sorpresa, un mini-tentáculo hacia ella en cuanto estuvo al lado, pero sin mayor efecto que darle un susto de muerte, pues el tentáculo era como un estertor de un animal que muere y se mueve después de muerto, pero el susto a la Fairhilliana no se lo quitó nadie. Entre el líquido pudo ver, además de los restos de Esmar, varias monedas de oro, plata y cobre, unos pocos abrojos de hueso, y una pócima de cristal que los dioses no habían querido que se rompiera que más tarde Wick les dijo que servía para restañar heridas superficiales.

Wick, con la mirada dura, pero haciendo caso a Jerinor, ayudó a envolver los huesos de su amigo en una manta, que se guardó en la mochila con sólo un ligero temblor y reclamó todo lo que quedó de Esmar para pagar un entierro digno y usarlo él, como parte del equipo de la guardia que era. 

Mientras tanto, Groland y Kerri habían tenido tiempo de examinar sus armas, ambas estaban dañadas y aunque no requerían de una reparación urgente, sí que era posible que, si volvían a sufrir un daño similar, quedaran arruinadas para siempre. En el caso de la espada que portaba Kerri era una pérdida significativa. El arma de Groland se podría reparar en un armero convencional, pero...¿dónde se podría reparar un arma mágica?.**

Mientras tanto, en medio de la habitación, el negro agujero que conducía hacia la estancia donde el sello estaba les contemplaba impertérrito, preguntándose porqué aquellos seres hacían tanto ruido a su alrededor. 

En un movimiento rápido, apartó el rostro del charco y su contenido, que aún parecía tener vida propia. Tardó casi medio minuto en recobrar el aliento, entrecerrar los ojos, y volver a acercarse, consciente, o más bien suponiendo, que aquello estaba del todo muerto y no podía hacerla ya daño.

Después recogió las monedas, los abrojos, y el vial, se puso en pie, y se alejó un par de pasos. Tras querer guardarse las primeras, Wick la increpó, tal vez de malos modos, y ella no respondió. Le tendió el dinero sin rechistar, y en cuanto se lo quitaron de las manos, pensó en lo siguiente. Las pequeñas bolsas de abrojos las identificó rápido, y se las colgó del cinturón aún intacto, en espera de que pudieran ser útiles. Fue a hacer lo propio con la poción, cuya función explicó el otro guardia, pero en el último momento la destapó, la olió ligeramente –no fuera a ser algo diferente a lo que decía–, y se la bebió de un trago.

Todo fue mecánico, para ella casi como si estuviera viendo las cosas desde lejos, en un sueño, pero la agradable sensación de la energía curativa cerrando las heridas de su malogrado cuerpo la hicieron volver a su ser, a la realidad. Tras un segundo acostumbrándose a ser ella misma de nuevo, abrió mucho los ojos y, lentamente, sonrió.

– Vaya, estoy mucho mejor – dijo moviéndose de manera similar a un pequeño calentamiento, comprobando que sus quemaduras no eran ya más que pequeñas rozaduras superficiales, y su piel, aunque tirante y algo rojiza, había recuperado su aspecto.

Al sentirse mejor, carraspeó, estiró los brazos, y asintió. Con paso decidido volvió al agujero que marcaba el lugar dónde antes había habido una trampilla –no sin antes echar un vistazo al techo, por si acaso–, y miró de nuevo al interior. La oscuridad le devolvió el gesto mientras inspeccionaba la abertura, y al final, tras un momento de meditación se giró hacia el resto. 

– ¿Me dejáis una de las antorchas?

Su voz, lejos de estar asustada como unos momentos atrás, había vuelto a serenarse, recuperando la confianza que, en ocasiones, demostraba, cuando no era, exactamente, ella misma.

Groland suspiró resignado y se apartó de la puerta. Poco a poco, su corazón y su respiración iban recuperando su ritmo normal.

—No veo nada afuera. Sin duda están ya abajo.

Mientras se reunía con los demás, guardó su hacha a su espalda y su maza al cinto. También observó brevemente con incredulidad los esfuerzos de Wick para guardar los restos de su amigo. «Esos huesos no se iban a mover de ahí… Creo». Por lo demás, se tomó un momento para comprobar que todos estaban más o menos bien.

—Te moviste rápido ahí atrás —fue todo lo que Sirya conseguiría sacarle al guerrero, a pesar de su proeza.— Bien hecho. Esperemos encontrar algo con lo que puedas cubrirte.

Mientras sacaba la cuerda, echó un breve vistazo por el agujero de la trampilla.

—El camino sigue hacia abajo —comentó lacónicamente, dejando clarar sus intenciones.— ¿Veis algo donde debería estar el sello? —La pregunta era para Kerri, Rash y Jerinor, que eran quienes conocían el lugar, aunque Sirya ya estaba investigando. El guerrero comenzó a hacer nudos en la cuerda y a buscar un lugar al que atarla.— ¿Alguien tiene más cuerda?

El mago se tomó unos segundos para recuperarse, aunque el afán con que Wick recogía los restos de su compañero le rompió el corazón. Jerinor los conocía desde hacía bastante más tiempo, y no dudaba que, aunque hubieran tenido sus roces, estaría sufriendo por dentro. Pero era una mujer fuerte, y no dejaría aflorar esos sentimientos hasta que no estuviera a solas, o quizás, sólo con Groland. 

Así que Rashaniel se acuclilló, ordenó las cosas dentro de su mochila y se incorporó. Fue justo cuando Sirya cogía el frasco de poción curativa y se la bebía de un trago. Había algo en la escena que le chocaba enormemente, y supo rápidamente qué era: Sí, la joven había resultado herida. Sí, era lógico y evidente que, si alguien debía hacer uso de dicha poción, tendría que ser ella. Pero eran las formas, como todo lo que la muchacha hacía, lo que le molestaba. Lo había hecho sin preguntar al resto, sin decir siquiera "eh, como comprenderéis, tengo que recuperarme". Rashaniel habría sido el primero que le habría invitado a hacerlo. ¿Pero así? ¿Como si fuera... suya?

Escuchó cómo Groland aplaudía la forma en que había acabado con la masa gelatinosa y se giró para agradecérselo, pero se quedó con la boca abierta, sin llegar a responder, cuando vio que estaba hablando con Sirya. Otra vez. No le estaba reconociendo que había hecho un buen lanzamiento, o que había sido rápido de pensamiento al saber qué debía hacer para reducir a la criatura a una masa borboteante. De hecho, nadie lo había hecho.

Pero la última vez que había reprochado a alguien que no reconocieran sus habilidades, había terminado en discusión. Y no era momento de hacerlo. Así que cerró la boca, frunciendo el ceño, y recogió su báculo del suelo. No tenía muchas ganas de ponerse a mirar el sello. Kerri podía encargarse. El halcón peregrino, más tranquilo y seco tras las murallas, le recibió con una suave carantoña de su pico. Al menos, se dijo, siempre tendría a su familiar consigo.

Jerinor dándole una palmada al mago en el hombro -al verlo cabizbajo- le felicito por su idea y acierto. ¡Muy bien! De no ser por ti Rash, lo hubiéramos pasado mal. A continuación, asintiendo a las palabras del grandullón, asió la antorcha acercándola al pozo intentando ver su fondo, para vislumbrar si el sello seguía intacto o no. Mmmh, me parece que alguien va a tener que bajar para comprobarlo. Venga pásadme la cuerda y bájadme despacio. Si algo va mal os avisaré a no ser que se os ocurra algo mejor. En ese momento en el que se disponía a abajar, Sirya se encontraba mirando hacia el interior y le pidió la antorcha, la guerrera al ver que está hablaba con decisión le paso la antorcha - pensando que quizás ella tuviera mejor suerte que ella. ¡Toma, toda tuya! Haciendo una pausa, prosiguió. - Si no estas segura, bajare yo primero.

No correspondió al guerrero sus palabras, en gran medida porque no se las esperaba y el hombre fue rápido en pasar a otra cosa, pero sus ojos brillaron durante un segundo con el elogio y sonrió levemente, prueba de que agradecía que se la tuviera en cuenta. Tampoco se fijó en Rash, que estaba o bien decaído o bien enfadado, ni prestó más atención a Wick, ocupado este en su amigo, o lo que quedaba de él.

Cogió la antorcha que Jerinor tendía, sin mirar, demasiado atenta a la oscuridad bajo ellos, y antes de que esta –o nadie– pudiera decir algo, la tiró hacia abajo. Las llamas titilaron al verse sometidas a la presión de la caída, hasta caer al suelo, dónde palpitaron durante un instante antes de, finalmente, iluminar su alrededor, lo suficiente al menos como para descubrir la distancia que les separaba de lo que hubiera abajo –más o menos– y para saber que les aguardaba en el siguiente piso. 

– Puedo bajar yo – dijo al cabo de un momento –. No me importa. Pero si quiere ir otro, de avanzadilla, tampoco voy a impedirlo. 

Se encogió de hombros, se apartó un poco, para dejar ver a los demás pero no perder ella atención de nada, y esperó a ver, cosa rara en ella, que decidían los demás. Tal vez, aquella experiencia, la estaba haciendo recapacitar acerca de la importancia de ser un equipo, y no solo un grupo unido por las circunstancias... O tal vez simplemente era lo suficientemente lista como para no volver a meterse en la boca del lobo la primera y sin pensar.

Groland sólo cayó en la cuenta de que no había dicho a Rash ni una sola palabra de elogio cuando Jerinor le felicitó.

—¡Uhm! Sí: buen trabajo, mago —dijo, escuetamente. Era su forma de ser.

Luego, antes de que pudiera opinar sobre quién debía bajar primero, o comprobar si tenían suficiente cuerda para hacerlo, Groland contempló boquiabierto, ojiplático y paralizado como Sirya lanzaba una antorcha en el hoyo. El recuerdo no tan lejano de aquel mismo sótano convertido en un mar de llamas le atenazó el corazón.

—¿¡Estás loca, niña!? —estalló de pronto, abroncando a la muchacha a la que acaba de felicitar. Poco había durado la paz.— ¿¡Y si hay cosas importantes que pueden arder!?

Antes de caer en la cuenta de que aquel otro incendio seguramente ya lo había consumido todo allá abajo, Groland se arrodilló, se asomó bruscamente y contuvo la respiración.

Levantó la cabeza, y el gesto de confianza que mantenía rieló para, en apenas unos segundos, ser sustituido por el rostro irónico y la sonrisa asqueada que era más habitual en ella cuando... Ella, la otra, tomaba el control de la situación. Durante un instante, no dijo nada, simplemente se limitó a mantener la mirada a Groland, hasta que este se arrodilló para ver que ocurría allí abajo. 

Al asomarse el guerrero, ella se apartó y chascó la lengua con malicia. 

– Está claro que, quien sea, habrá decidido inundar el piso inferior de aceite – dijo con marcado sarcasmo –. O tal vez le haya dado al dueño por poner una mesa con viales alquímicos justo debajo de la entrada. No, no... – negó, haciendo, una pausa mientras simulaba tener una idea –. ¡Mejor! Seguro que hay un manto de hojarasca ahí, impregnada en brea, por si a alguien se le cae una antorcha que arda todo el castillo desde sus cimientos. 

Al final, sentada en el suelo mientras esperaba que el hombre se tranquilizara y volviera a respirar, divertida ante sus propias y descabelladas ideas, sonrió. 

– Al menos piensa que si incendio el torreón, a lo mejor acabo yo sola con el liche y el brujo – terminó, bromeando, para después callarse del todo, evitando pinchar más a su compañero, y aguardando que se decidiera quien bajaría primero.

Wick contempló boquiabierto a Sirya cuando ésta cogió y se apropió de parte de los objetos de su compañero Esmar, pese a que él había pedido claramente quedarse con todo. Su sorpresa fue mayor cuando la joven, sin darle ninguna importancia al asunto, se bebió delante de todos la poción sin nisiquiera pedir permiso. - Pe...pero... - balbuceó el hombre, a punto de estallar de colera. Su rostro se congestionó, pero mantuvo la boca cerrada, mirando a la joven con cara de muy pocos amigos.

Groland compuso varios nudos a una cuerda y encontró una anilla de hierro en una de las paredes donde poder atarla, afianzánzola lo suficiente como para poder trepar, mientras el resto se recomponían de la breve, pero mortal, pelea. Jerinor le tendió la antorcha que Esmar había dejado caer a Sirya, que, ni corta ni perezosa se asomó al agujero y con un simple movimiento de su mano, consistente en ponerla encima del agujero y abrir la mano, la dejó caer.....mirando como era engullida por la oscuridad

Groland se lanzó adelante, y todos, excepto Rash y Wick, pudieron ver como la antorcha iluminaba brevemente un agujero justo debajo de donde estaban, a unos tres o cuatro metros*, por donde se coló limpiamente, bajando y bajando e iluminando cada vez menos debido a la fricción del aire. Nada más colarse por el agujero, la antorcha golpeó contra el borde de algo con un ruído de madera contra madera, rebotando y quedando fuera de la vista durante unos momentos, tras lo que se escuchó con claridad un ruído de algo de cristal romperse.

Segundos después, pudieron ver mejor el agujero que tenían justo debajo, porque estaba siendo iluminado desde más abajo por una suave luz amarillenta que parecía hacerse más intensa por momentos. A pesar de ello, lo único que pudieron ver del siguiente sotano, a duras penas en el límite de su visión, fue lo que parecía ser otro agujero negro como boca de lobo que se abría hacia las profundidades.

Los que ya habían estado allí abajo, cayeron en la cuenta de que el agujero abierto que tenían justo debajo era donde debía haber estado el sello...y que ahora ya no estaba, no se veía rastro de él por ningún sitio.

La clérigo, que tras guardarse sus armas y comprobar que todos seguían más o menos enteros, excepto el pobre Esmar, se asomó y miró por el agujero, parpadeando mientras intentaba profundizar con su mirada privilegiada ante la oscuridad. Fue apartarse Sirya y comenzar a sobresalir una luz anaranjada, muy similar al principio de un fuego o incendio.

- Sirya....creo que le has dado a algo que prendía. - comentó, señalando con una mano hacia la oscuridad.

Con naturalidad, sacó una pieza de cobre de su monedero y, tras concentrarse un momento en ella, se iluminó proporcionando una suave luz dorada. Agachándose y apuntando un par de veces, la lanzó al piso de abajo, hacia un lateral. La pieza de cobre cayó, rodó apenas un poco sobre una superficie grisácea y ligeramente polvorienta, dio una vuelta y se paró, iluminando el sótano donde, apenas un tiempo atrás, unos aventureros casi mueren abrasados por las llamas.

El lugar tenía restos de madera quemada, brasas frías y grises, que permanecían en su lugar, allí donde antes habían restos de trozos de muebles rotos por los orcos. Nada más había en el sótano de abajo...tan sólo un agujero del cual surgía una ligera claridad en aumento.