Partida Rol por web

Cada cual se acomodaba en la casa como podía, el mas adaptado era Sapo que siempre tenía la habilidad de que todo se lo sudara, y Quiora cuyo cuerpo parecía reaccionar sin necesidad de sinapsis nerviosas.

Viendo que Alarico había tomado una decisión racional decidió apoyarla.

- Si, es muy descortés entrar en la casa y que no te reciban adecuadamente.

Como una rata atraída por una flauta mágica, Genann siguió el llanto que su oído alcanzaba a escuchar y paso a paso fue acercándose a la salita de té donde Sapo degustaba con evidente placer una taza de té. Miró a un lado y a otro, y su vista completó lo que el oído había iniciado.

-¡Una pared secreta! -murmuró para sí, tras retirar aquel volumen y ver el ojo de una cerradura cuya llave a saber dónde se hallaba. Y era tras ella que se escuchaba un sollozo que no alcanzaba a determinat si era de hombre o mujer. Nervioso, quiso reclamar la atención de sus compañeros pero Sapo, feliz con su nueva nariz, no parecía especialmente receptivo y Alarico y Menon parecían obsesionados con conocer al dueño de la casa. Heian y Fedora parecían ausentes y tan solo le quedaba Quiora cuyo trasero estaba siendo ventilado por lo extraños sirvientes, quizás ofendidos por el olor que desprendía.

Corrió hasta ella, reclamando su atención.

-¡Quiora! ¡Necesito tu ayuda! -le pidió. Ignorante de dónde podía estar la llave que abriera aquel pasaje secreto, solo la fuerza se ofrecía como una buena alternativa-. Creo que hay alguien encerrado tras una pared. Ven conmigo. Te lo muestro. Quizá puedas hacer algo -pidió suplicante y en un susurro, avanzando hacia la sala de té y esperando que le siguiera. Al paso de Alarico y Menon, les hizo señas para que le siguieran y finalmente se detuvo junto a Sapo.

La mestiza se sentía incómoda en aquel ambiente tan pulcro. Le daban ganas de arrasar con todo pero se contuvo.

Casi dio un salto del susto cuando Gennan se acercó a ella, pues se hallaba concentrado en la tetera y sus posibles usos.

Tras una pared, dónde? Hay que tirarla abajo?- Quiora fue más que dispuesta a ayudara resolver el misterio.

¿Tirarla abajo?

Realmente no sabía si eso sería posible o si se lo permitirían, pero en aquel momento parecía que era lo mejor que podían hacer. Tras aquella falsa pared había alguien sollozando. ¿Qué había llevado a encerrar a alguien allí? Lo ignoraba. Quizá hubiera una poderosa y adecuada razón para ello. Quizá lo que fuera que allí estuviera era peligroso. Quizá, simplemente respondía al sadismo del dueño o dueña de aquella extraña casa.

No sabía cuál era la mejor solcuión, pero asintió.

-Sí, Quiora. ¿Crees que puedes hacerlo? -murmuró para no llamar la atención de los sirvientes-. Tal vez yo pueda distraer a los sirvientes estos y que no se fijen en lo que haces.

Miró a un lado y a otro. Romper algo era sin duda lo más fácil. El juego de té por ejemplo. Pero tampoco quería enfadar antes de tiempo a nadie, así que situándose en el codo de la U que formaba aquella planta, se metió los dedos en la garganta hasta provocarse una arcada y vomitó profusamente en el suelo.

Aún absorta en su miedo interior, la asustadiza Xandra tuvo tiempo de calmarse lo justo para escuchar las conversaciones de sus acompañantes, en especial el ofrecimiento de la mestiza. Aunque le daba pavor el físico musculoso de la semiorca y sus colmillos, dedujo que sería una buena guardaespaldas si tenía que buscar ayuda de alguien.

- Si, Quiora. Si puedes echar esa puerta abajo yo te seguiré. Prefiero estar ahí dentro que aquí fuera. Que miedito... Yo iré contigo si me defiendes... Tengo miedo... - Volvía a balbucear, secándose las lágrimas.

Corvino había entrado con parsimonia a la casa tras los demás. La guerrera del norte seguía de cerca a la pareja formada por Corvino y su hija. Aunque extrañado, Corvino no le dio da demasiada importancia, más aún tras comprender que la joven tenía algún tipo de trastorno que la hacia cambiar de personalidad a cada momento. 

Genann parecía haber encontrado a alguien a quien ayudar tras una pared y pidió ayuda a la dama verdosa, pero entre las flatulencias de una y los vómitos del otro aquello se estaba poniendo bastante desagradable. Corvino lanzó una mirada hacia la pequeña salita en la que el gnomo estaba desgustando el te y decidió dejarle tomar el te tranquilo.

Descartando así otras opciones, hizo una seña para que su hija le siguiera hacia el comedor. Supuso que la norteña les seguiría pero no lo dió por sentado. Al ver a Menon allí Corvino  le hizo un gesto de saludo con la cabeza. Luego le indicó su hija que se sentara frente a él en la mesa del comedor.

Una vez acomodados, Corvino apoyó sus codos sobre la mesa y entrelazó los dedos de sus manos en una pose de oración, apoyando finálmente la barbuda barbilla sobre sus nudillos. Entonces, habló:

—Estoy ante una enorme tesitura, querida niña. He estado pensando qué hacer y me gustaría saber tu opinión.— Hizo una pausa antes de presentar su alegato: —Llevo mucho tiempo vagando por el mundo, buscando a los culpables de tu crimen en un intento de, no sé, vengarte y quizás liberar tu alma. Pero no estoy seguro del todo de si eso, vengar tu muerte o llevar a los culpables a la justicia, pudiera funcionar, aunque quisiera.—

—Ahora, he encontrado a uno de los culpables, pero no podré volver para castigarle hasta que acabe con esta misión para Lord Aderre. Temo que no pueda terminar esta misión con vida y volver al castillo de Loupet. O que si vuelvo no pueda derrotar a Gramley la Garra cuando me enfrente a él en duelo. Y aunque lo logre, no se si eso ayudará realmente a que tu alma siga su camino hacia... donde debe ir. Lo intuyo, pero no lo se a ciencia cierta.  No se. Quizás sea mas un deseo de mi corazón que una realidad. —

—Me he planteado quedarme aquí contigo, para siempre. Seguramente al hacerlo moriré, pero no veo le realmente un sentido a mi vida sin ti ni sin tu madre. Estos años sin vosotros han sido muy duros. —

—Pienso que si me quedo, al menos estaremos uno junto al otro en esta oscuridad eterna. Si vuelvo al mundo de los vivos para intentar salvar tu alma, si, pero la posibilidad de que lo logre es muy remota. Y aunque no temo morir intentándolo, tengo miedo de que mi alma vaya a otro sitio y tu quedes aquí, en este oscuro lugar, sola y lejos de mi para siempre.—

Miró de reojo a Menon y a Fedora. Seguramente lo habían oido todo, pero eso no le preocupaba demasiado.

—No sé muy bien qué hacer. ¿Qué opinas, hija? ¿Que te gustaría que hiciera? — Sus hijos se clavaron en el rostro de su hija. Este reflejaba el estado torturado, pálido y horrible del cuerpo de su hija tras el brutal ataque de aquellos hombres. Intentó rememorar el gesto risueño y vital que ella tuviera en vida, pero le era imposible. Hace años que él lo había olvidado.

Mmmh... ¿Y qué pasa con mamá? ¿Está esperándonos en el cielo? ¿O va a venir a unirse aquí con nosotros?

La niña había dado en el clavo. Corvino podría ser egoísta y negarle a su hija la posibilidad de volver a ver a su madre. Pero si conseguia vengar la muerte de su hija, ella podría ir al cielo con mamá, y Corvino se podría unir a ellos más adelante, siempre que el avejentado padre de familia siguiese un camino recto y bondadoso. Solo así la familia volvería a estar unida.

Me da un pelín de miedo pensar que si tú has podido llegar aquí, los hombres malos también puedan alcanzarnos, o puedan alcanzar a mamá.

Si Corvino se quedaba, y era la vejez la que ajusticiaba a los asesinos, ¿vagarían como espíritus por el mundo etéreo o se pudrirían en el infierno? Otra ventaja de ponerse a salvo en el cielo es que allí seguro que los fantasmas del pasado no podrían alcanzarles.

Cuando Alarico pidió audiencia, uno de los sirvientes invisibles hizo un ademán para que tomase asiento y esperase. A continuación, el sirviente invisible se esfumó para atender a la petición. Un par de sirvientes más empapaban paños en el vómito de Genann para que chupase la inmundicia. Aún así, el olor era molesto para la nueva nariz de Sapo.

Quiora zarandeó la estantería empotrada, y cayeron algunos libros, pero no logró llegar a ninguna habitación secreta. Eso sí, con los ruidos, Genann dejó de oír el llanto de mujer.

Sapo hizo bien en disfrutar de su taza de té. Cuando dió el último sorbo, el sirviente invisible de la tetera se inclinó en una reverencia y sacó de entre sus ropas una medio-llave que tendió al gnomo por sus exquisitos modales. Sapo podría servirse más té levantando la taza para que el sirviente se la volviese a llenar. Examinando la medio-llave, podría encajarse con otra pieza para hacer la llave completa.

Heian se quedó mirando a Gennan trastear con la estantería y se acercó a ver qué estaba pasando. Le escuchó pedir ayuda a la semiorca y no pudo evitar llevarse las manos a la cabeza. ¿A quién se le ocurría tratar de liberar algo o a alguien que estuviera encerrado en aquel plano de existencia y después encerrado dentro de una casa mágica? No tenía ningún sentido lo que iban a hacer, pues podrían estar liberando a un demonio o a un espíritu que había sido tan difícil de derrotar que no había quedado más remedio que encerrarlo.

Heian como siempre era excesivamente precavido para todo. Si por él fuese no se moverían del sitio y se quedaría quietecito a ver qué pasaba. Por eso a veces le gustaba ir con ese grupo, y a veces no. Por norma general terminaban desesperándole, pero lo cierto es que había vivido miles de aventuras desde que estaba junto a ellos. 

Por eso, y a pesar de que su instinto le gritaba que les dijera que no lo hicieran, se negó a hablar y se quedó esperando a ver qué liberaban de aquel lugar. Hasta que el druida empezó a vomitar y no pudo evitar voltear la cabeza desagradado por la visión.

Aquello no había funcionado. Las fuerzas de Quiora no habían sido las suficientes para derribar aquella falsa pared y su vomitona no había supuesto distracción importante alguna. Solo trabajo para los sirvientes, algo que le avergonzó.

-Perdón -les dijo, con la boca amarga por la bilis-. Algo no ha debido sentarme bien. ¿Podríais indicarme dónde puedo conseguir un vaso de agua?

Que hubiera dejado de escuchar el llanto era resultado de los esfuerzos de la semiorco. Quien fuera que estuviera al otro lado, había oído sus intentos de forzar la pared. Cuando bebiera, iría hasta allí para tratar de hablar a través de la pared.

Alarico asiente al gesto del sirviente invisible y, tras un instante de duda, consultó las estanterías, viendo si había algún libro de interés. Hecho esto tomó asiento en uno de los sofás y, de haber visto algún libro de interés, empezó a leerlo mientras esperaba.

Al intentar derribar el muro, la mestiza había vislumbrado algo que podría parecer una cerradura. Lástima que nadie hubiera encontrado una llave, o dos pedazos de una llave quizás, que usar para abrir la puerta secreta.

Quiora no se iba a dejar amedrentar por una pared de nada, era o eso o cargarse la tetera que lo estaba pidiendo a gritos.

Tomó carrerilla para una nueva embestida.

Sapo lanzó una mirada asesina, con esos ojos dispares, a la pareja formada por Genan y Quiora. Le estaban dando vergüenza ajena, y eso que él era un gnomo con problemas para los relaciones sociales. Afortunadamente, como ya habíamos indicado, su maestro le había enseñado unos "trucos" para salir airoso en según qué situaciones donde una falta de modales podía ser comprometedora. Y había dado resultado. Sapo examinó la mitad de la llave que le tendía el sirviente y la identificó de inmediato. Había visto la otra mitad colgada en la cocina, en la pared del fondo, en un gancho a veinte pies de la puerta.

- Gracias.- Despidió con un elegante gesto de la mano al sirviente y se dispuso a acabarse el té. Sin embargo la peste del vómito de Genan le hizo cambiar de opinión y levantarse para reprender a sus compañeros.- Un poco de por favor.- Utilizó la frase que su maestro.- ¿Se puede saber que es todo este jaleo?- Guardaba las distancias con el druida por si le contagiaba una gastroenteritis. Seguramente Quiora le había pegado algo. Aún recordaba las comidas malsanas del cocinero semiorco con el que había compartido camino. Nunca más. Se había dicho.

Dado que Alarico se había sentado a esperar y el druida y la semiorca estaban atareados haciendo lo que fuera que estaban haciendo... Menon se dispuso a sentarse y que los acontecimientos acudieran a él.

- Hay alguna bebida que no sea té? - pregunto al sirviente más cercano, tenía curiosidad de experimentar los sabores en este plano.

La asustadiza Xandra seguía absorta en sus pensamientos y sus miedos, alejada de aquellos seres, espíritus o lo que fueran, pues le daban pavor. Más aún se alejó cuando sintió el olor del vómito del druida, que la repugnaba cual damisela de palacio acostumbrada al aroma de lavanda. Fue así que llegó a la espalda de Quiora, que trató inútilmente de derribar un muro, sin mucho éxito.

- ¡Ánimo, Quiora, lo conseguirás! - La animaba desde su posición.

Aquel momento bastó para que Xandra dejase sus miedos a un lado. Y tal como se fueron sus miedos, otra psique aprovechó su oportunidad para hacerse fuerte y ocupar el lugar que le correspondía.

- ....Aaaaaaahhhh.... Mía cabesa.... ¿Dónde estarrrr? Quiorrrra... ¿Serrrr tu? ¿Qué haserrrr con murrrro? Parrrese que irrr ganando.... ¿Nesesitarrrr ayuda? - Ofreció su ayuda la norteña, algo desorientada.

Quiora empezaba a pensar que detrás de la estantería empotrada había una pared sólida.

Mientras, las preguntas de Genonn y Menon no fueron exactamente contestadas. Los sirvientes no les llevaron hacia el lugar en el que había agua, ni le ofrecieron una carta con las bebidas disponibles. En lugar de ello, plof, un sirviente invisible apareció con un vaso de agua sobre su bandeja, plof, y otro sirviente llevaba tres vasos: leche (que a saber de qué criatura planaria había sido ordeñada), vino y un líquido amarillo que resultó no ser pis ni champán, solo limonada.

Alarico solo encontró tres títulos afines a sus gustos: "Diplomacia y protocolo: antología del embajador"; "Recopilatorio de leyes de Invidia - siglo VII"; y "Libro de Salmos de Ezra".

Y en cuanto a los sirvientes, cada vez se acumulaban más y más en la salita del té. En total seis: el que servía el té, dos que limpiaban el vómito, dos que trajeron nuevas bebidas y uno que empezaba a recoger los libros que los golpes de Quiora hacían caer de la estantería.

- ¡Ahorrrra Quiorrrra! ¡Esta ves Fedorrrra estarrrr lista! - Ánimo la norteña a su camarada mestiza, al tiempo que la empujaba para que cogiera más fuerza en su carga.

Era curioso. Cada nueva petición iba acompañda de un sirviente y eso es algo que no pasó por alto el druida. Era como si cada vez que pidieran algo, en vez de responderles, se materializara uno de aquellos extraños seres para cumplir con lo pedido. Pero a aquel paso, pronto se verían desbordados y la casa entera se llenaría de sirvientes. Así pues, se decidió a hacer una prueba. Bebió el agua, se la devolvió al sirviente que se la había servido y le dio las gracias, con la esperanza de que desapareciera.

A un tiempo, observaba cómo los esfuerzos de Quiora parecían vanos aunque ahora Fedora se sumaba a ella en el intento de derribar la pared.

'A falta de pan, buenas son tortas'. La llave no aparecía así que Quiora, envalentonada por la ayuda de Fedora, se tiró de cabeza de nuevo sobre el férreo muro con todas sus fuerzas.

El sonido que se escuchó tras el tremendo golpe no sonó a pared rota...

Menon escogió el vaso de vino que le ofrecían, un vino del plano astral le afectaría la mente, sólo su representación valdría para ello? Esta locura de viaje le podría valer para estudiar los efectos de las interacciones del plano, por lo que mientras los sirvientes no les presentaran iba a estudiar todo lo posible, incluido el errático comportamiento de sus compañeros.

Sapo se estaba empezando a agobiar y no sólo por la falta de modales de sus compañeros. La casa se estaba llenando de gente y no se encontraba a gusto en situaciones así. Giró sobre sus talones ante la falta de respuesta de sus compañeros y se dirigió hacia la cocina. Allí había visto la media llave que le faltaba y con ella podrían abrir la puerta que Quiora y los demás intentaban tirar abajo de forma infructuosa. El gnomo no quería soliviantar a su anfitrión , fuera quien fuera, pero le habían puesto media llave en las manos, así que ¿por qué no coger la otra? Sin entrar en la cocina, desde fuera, buscó un sitio discreto para poder manipular el éter a su antojo y fabricar unas pinzas extensibles invisibles, patente gnómica, que le permitieran hacerse con la media llave.