Partida Rol por web

Genann se arrodilló ante al jaula de la fata y descorrió el cerrojo que lo mantenía encerrado. Acto seguido se puso en pie, dejándole paso libre.

-Eres libre, Gorro Rojo. Has cumplido con tu palabra y yo cumpliré con mi parte del trato -le dijo amablemente, aparentemente inmune al calificativo de abrzárboles que este le había aplicado. Sin duda, no era la primera vez que lo oía ni sería la última vez. Gajes del oficio de druida, sin duda-. Cuida de tus heridas. Aún no están completamente curadas y podrían volverse a abrir -le aconsejó al tiempo que le ofrecía una mano para despedirse, muy consciente de que lo más probable fuera que la fata pasara de él o le volviera a insultar-. Suerte en tu camino, Gorro Rojo.

Se volvió hacia sus compañeros, interrogante.

-¿Seguro que queréis volver? Alarico, recuerda lo que dijo Madame Eva. Todo acto cometido ha de enfrentarse a sus consecuencias, bien en forma de recompensa... o de castigo... -reprodujo impostando la voz de la vieja con bastante acierto-. ¿Es lo correcto dejar aquí al verdadero Malocchio y que su reflejo viva en el mundo real? La verdad es que yo no tengo ni idea de qué es lo mejor, pero quizá deberíamos reflexionar un poco sobre ello y no ir a tontas y a locas.

Alarico sonrió ante las palabras de Gennan.

- Nos contrató Malocchio Aderre. En concreto, el reflejo que ahora existe en este mundo que resulta ser mucho más... tratable que su contrapartida. No veo qué motivo puedo tener para no cumplir con el encargo que me hizo, e informarlo de lo ocurrido. Ya lo que él decida hacer con esa información, será cosa suya. Por lo demás... lo que dijera esa racista insoportable endiosada y falsa me resulta completamente indiferente, la verdad. 

El Gorro Rojo salió despacio de su jaula, como un cervatillo criado en cautividad y puesto en libertad en un entorno con el que no estaba familiarizado. Miró la mano tendida de Genann, y luego cómo se estrechaban las de Rebecca y Menon. La fata dió un saltito y chocó la mano del druida de modo amistoso.

Por ahora sé que voy a abandonar Invidia para siempre. Lo que pase después dependerá del destino: si estamos predestinados a volver a vernos, nuestros caminos se cruzarán.

Aunque Alarico se quejaba del racismo de Madame Eva, él no se quedaba atrás revisando sus pertenencias. Ni Gorro Rojo ni la vistani Rebecca le habían robado nada.

Las dos figuras se alejaron hacia las Brumas.

¿Sabes, guapa? Dicen que la Fosa de las Sombras está preciosa durante esta época del año. Creo que este puede ser el comienzo de una gran amistad...-dijo el Gorro Rojo, poniendo su mano en el muslo de la muchacha.

Eso no va a pasar. Retira tu mano antes de que te la llene de ampollas y verrugas con una maldición.

Gorro Rojo retiró la mano. Ambos siguieron caminando juntos hasta que sus siluetas se difuminaron en la densidad de las Brumas. El resto del grupo cruzó el bosque de nuevo hacia el Castillo de Loupet. Escucharon aullidos de lobo a cada paso, pero Genann lo interpretó como voces de advertencia a otros lobos, una manera de advertir al resto de la manada que no se metieran con los dos piernas, que estos eran de los peligrosos.

Al llegar al castillo de Malocchio, aún de noche, no vieron a nadie con luces en la muralla ni en las torres. Si se escuchaban numerosos graznidos de pájaro provenientes del patio de armas. Genann precisó que se trataban de halcones. Recordaron que el primer día de aventura el mayordomo les informó de una sala en lo alto de la torre en la que había halcones que Quiora imaginó asándose en sus espetos.

Por lo demás no había manera de acceder al castillo. La entrada principal consistía en un rastrillo de metal tras el que había unas puertas dobles tras lo que podría haber una viga asegurando la puerta. Incluso usando el rastrillo a modo de escalera, lo más alto que se podía llegar era a dar con la cabeza en un matacán que sobresalía del muro e impedía seguir trepando. Algunas medidas como "llamar a voces a ver si venía alguien a abrirles", o "mandar al búho de Genann a sobrevolar el castillo" también fueron de las primeras en tomarse. El muy pájaro regresó tras su reconocimiento sin tener un modo de explicar a los demás qué había visto, pero Genann notó a su compañero animal bastante inquieto por lo que había visto.

Quiora había gritado a pleno pulmón y nada. Seguro que se habían corrido una juerga y ahora estaban todos groguis!

Les tocaba, o esperar a que se despertaran, o intentar meterse dentro. Esto último no era muy razonable ya que podía ser tomado como un allanamiento, pero pasar la noche a merced de los lobos que no paraban de aullar en el bosque, tampoco parecía una buena opción.

Por qué tenía todo que ser tan difícil? Ay, si no hubieran vendido el dragón volador podrían haberse metido dentro sin problemas.

- Tor Uthgard! Kulknej ayh doomed! Jiak urro gith! Jiak hope u gith dijak un skator!

La semiorca daba hachazos a las sombras mientras desfogaba su frustración contra las plantas más cercanas.

La inmensidad del castillo hacía que Sapo viera imposible penetrarlo de otra manera que no fuera que les abrieran la puerta. No pagaba su frustración con las plantas, como Quiora, pero también parecía abatido. Necesitaba un descanso.

- ¿Y ahora qué?

 En el norrrte las murrrallas las derrribamos con cataplumtas que lanzan los cadáverrres ensangrrrentados de nuestrrrros enemigos-propuso Suse-. Perrrro una cuerrrrda y un garrrrfio también podrrrría serrrrvir. ¡MUEEEEEERRRRTEEEE!

Genann tenía una cuerda de cáñamo. Era el único (¿qué clase de aventurero va por ahí sin cuerda?), pero no tenía gancho para encajar en las almenas. Aún así se podría hacer un lazo.

Sin mucha confianza Menon se enfrentó a la cuerda, no estaba hecho para las actividades físicas pero al encarar la pared parece que no va del todo mal.

- Estoy hecho un aventurero del copon.

Sapo se quedó mirando a Suse, tras su propuesta, como si estuviera planteándole un problema matemático sin solución. Algien tendría que trepar primero y subir a Sapo porque si esperaban que él trepase, con sus piernitas y bracitos, podían esperar sentados.

Habiendo dejado claro a flora  del lugar su estado de ánimo la guerrera consiguió calmarse un poco. Lo suficiente para escuchar la brillante idea de su compañera de armas.

- Sí, podría atar la cuerda al hacha y lanzarla hacia las almenas. Debería servirnos. Yo subiré primero.

Después de un par de intentos, el arma no volvió a caer al suelo, parecía que se había enganchado con algo. Quiora probó a tirar con fuerza de la soga y esta parecía firme así que se dispuso a trepar por ella.

Genann puso al alcance de todos ideas, búho y cuerda, pero cuando intentó trepar por ella fue incapaz de subir más allá de un par de metros para acabar nuevamente en el suelo, con las manos peligrosamente calientes por el roce de la soga en sus palmas y la sensación de que trepar era cosa de ardillas pero no de él. 

Además, estaba preocupado. Su búho se mostraba agitado como si lo que hubiera visto dentro del castillo, más allá de los altos muros, no prometiera nada halagüeño. Y el druida confiaba en su animal. ¿Qué podía haber pasado? ¿Un ataque? ¿Gabrielle habría entrado a sangre y fuego? ¿O la imagen de Malocchio no era la versión amable del monstruo sino todavía una peor? Cada vez se arrepentía más de no haber cogido aquel espejo. LLevarlo con ellos no hubiera implicado problema alguno. Usarlo hubiera sido una opción que ahora, sin embargo, no disponían.

-No sé si llegaré a conseguirlo. Quizá Menon pueda abrirla desde dentro. 

El nudo de Quiora aguantó bien, pero no era tan firme como para facilitar la escalada. Solo Menon logró llegar a lo alto. Allí vió los cadáveres de los guardias en las murallas y el patio, y los halcones que como cuervos picoteaban los ojos de los muertos y carroñeaban la carne. Uno de los cuerpos al lado de Menon se movió y le agarró de la manga.

Malocchio enloqueció y empezó a matarnos a todos... Huid... Ugh...

El guardia, tras dar la advertencia en su último suspiro, murió. Estaban en un castillo lleno de muerte, sí, pero también era una fortaleza sin guardianes y con sus tesoros intactos listos para ser tomados. El único obstáculo era el reflejo de Malocchio Aderre.

Los demás intentaron trepar con éxito dispar. A Quiora se le resbaló la cuerda de la mano. Genann fue más tenaz, pero con su peso la cuerda se balanceó a izquierda y derecha. El druida terminó soltándose a media altura, haciéndose algo de daño. Suse apartó a todos y empezó a trepar sin tan siquiera quitarse la armadura. Con su rabia logró coronar las almenas y llegar hasta Menon.

Un extremo de la muralla terminaba en el matacán cubierto bajo techo, en el que estaba el rodillo de la cadena que podía subir el rastrillo. Dos halcones embravecidos picoteaban un cadáver junto a la cadena. Sería necesario ahuyentar a los dos pájaros o enfrentarse a ellos para facilitar la entrada en el castillo.

Mientras, treinta pies más abajo, el grupo podía volver a intentar trepar la cuerda. Si se la ataban y Menon traía a Fedora de vuelta, podrían aupar a los más livianos: Sapo y Quiora. Y una vez llegada Quiora arriba de todo, la semiorca podría ayudar también a Alarico y Genann. Pero todo dependía de que lograran un buen nudo que aguantara el peso en cada intento de auparles.

Mierda, el castillo está jodido, no necesito que le pobre hombre se lo dijera antes de morir, el loco de Malocchio había perdido el control, y encima estaba aislado, sólo la peligrosa Suse había subido, necesitaba a los demás pronto, antes de que esos pájaros tuvieran la idea de mirar hacia él.

- Están todos muertos! - grita hacia el grupo , y mientras ve a su Suse se lanza un hechizo protector y la ayuda con el último tramo y señala a los pájaros - hay que hacerse cargo de ellos.

Mientras la norteña mira en esa dirección, aprovecha y le aprieta la nalga derecha suavemente dos veces para traer de vuelta a Fedora y que ayude.

- Fedora coge esa cuerda y ayuda a los demás!- en el tono mas autoritario que pudo encontrar.

Vaya, otra cosa que se complicaba. Bueno, pues sólo quedaba una opción posible para la semiorca: saquear el castillo y largarse de ahí. Pero antes tendría que superar la muralla.

Quizás lo lógico habría sido descansar primero, entrar con la luz del día, cuando las criaturas de la noche tienen menos poder, pero Quiora no era de mucho pensar. Agarró la cuerda e intentó trepar de nuevo por ella.

Sapo se quedó mirando con un ojo la cuerda y con el otro la altura de la muralla. Hacía cálculos mentalmente, sopesando todos los posibles factores. Peso, fuerza de la gravedad, velocidad del aire, torpeza de los que sujetaban el otro extremo...

Al final resolvió la ecuación favorablemente, así que se ató la cuerda a la cinturita, pasada pro debajo de las axilas y tiró un par de veces para que lo subieran.

Genann fue izado sin problemas. Alarico se lió un poco con el nudo, pero dedicándole un poco más de tiempo el sacerdote consiguió atarse de manera segura. Una vez que todo el grupo estuvo arriba, prestaron atención a los pájaros. Los halcones se limitaban a comer, y solo graznaban a los bípedos cuando se acercaban a los cadáveres.

El druida dió la vuelta al torreón para comprobar el estado de los perros: la jaula estaba abierta, y los pájaros se alimentaban de los cadáveres de los cánidos de igual manera que con los soldados. El cadáver del perrero lo vieron en una de las habitaciones del servicio en la planta baja, con la puerta entreabierta. En las escaleras encontraron el cuerpo fallecido de Gramley la Garra. Subieron el torreón, en dirección a la sala del tesoro. En el dormitorio de Malocchio Aderre encontraron al difunto mayordomo.

La puerta del último tramo de escaleras les llevaron a la pajarería. No había halcones allí. Las jaulas estaban abiertas y había unas pocas plumas en la habitación. También había allí un amplio balcón. La figura de Malocchio Aderre, vestida con camisón blanco, miraba al exterior mientras resoplaba con fuerza, hinchando y deshinchando su caja torácica. Sus manos estaban ensangrentadas, como si se hubiera cortado las venas, o hubiera usado sus dedos para clavarlos en el corazón de sus sirvientes. En el otro extremo de la sala estaba la última puerta cerrada: la del tesoro del castillo.

No hubo oportunidad de atacarle por la espalda, o avanzar a hurtadillas hasta el botín. En cuanto coronaron las escaleras, Aderre se giró como si supiera de la llegada de los forasteros.

Jujujuju... Vosotros sois los responsables de todo este desastre. Me alteré en cuanto noté lo que tú traías-señaló a Sapo-. Las perturbaciones del portal... las siento tan cerca... Es cómo estar sumergido en ellas. Me ahogo. No puedo nadar con suficiente fuerza, la corriente de la vorágine me arrastra. La locura... Jujujuju... Y ahora todos están muertos. No puedo comprenderlo. ¿Por qué no puedo comprenderlo? Quisiera saber si vosotros lleváis la respuesta dentro. Quisiera saber si abriéndoos en canal entendería mejor lo que me está pasando.

Malocchio se agazapó hacia ellos, como un león a punto de abalanzarse sobre su presa. El noble iba a atacarles.

La masacre que vieron de camino a la torre hasta no hacía más que confirmar la locura homicida de Aderre y ahora iban de cabeza a por él, a por el hombre que había asesinado a todo un castillo el sólo... Menon no pudo evitar sentir un escalofrío mientras avanzaban, pero tenían que cerrar este capítulo, después de tanto camino terminar el círculo y el ciclo de muerte.

- Lo único que verás sera tu fin Malocchio!

Menon se concentró en la torturada mente del hombre para impedirle hacer daño a sus amigos.

Sapo estaba pálido. Toda aquella masacre, los cadáveres, los pájaros picoteando ojos, las sangre y las vísceras...No era un plato agradable al gusto. Pero aún más pálido se puso, blanco como la leche, cuando Malocchio lo  interpeló directamente, señalándolo con el dedo.

-¡Gulp!- Las piernitas le temblaban.

Maldito Malocchio! No iba y se interponía entre ella y su tesoro?! Ahora tendrían que acabar con él. El pobre no conocería nunca a Firulais ni sabría que su madre en realidad le quería. Qué vida tan triste la de aquel noble.

Quiora se apartó de la línea de ataque del enajenado 'señorito' para poder acceder a su mochila. No abandonaba la pelea ni mucho menos, pero conociendo la inmunidad del padre de su contrincante, prefería preparase para combatir a su hijo con todo lo que tenía que no era mucho a estas alturas.

Untaría el arma con el lustre de plata para asegurarse hacerle toda la pupita posible.