Partida Rol por web

El camino que atraviesa esta puerta conduce a la ciudad de Refulgir, a cinco días de camino. El capitán de la guardia es nuevo en este puesto, y al anterior no se le ha visto desde hace varios días.

Los guardias son malhumorados y de pocas palabras, se limitan a cobrar el diezmo de entrada, y apenas dan a los recién llegados algo de información sobre la ciudad.

Aunque por todos es sabido, que la guardia tiende a abrir más la boca, cuanta mayor sea la cantidad de oro que se le ofrezca, sobre todo cuando se quiere obtener algún tipo de información extra.

El pequeño bárbaro, al llegar a la puerta observó a los guardias e intentó pensar en algún plan para obtener la información que estaban necesitando. Sin embargo, lo cierto es que Zurkor estaba más acostumbrado a lidiar con animales salvajes que con guardias urbanos.

Si bien algo había escuchado en el pueblo respecto a que si les entregaban algunas monedas, los guardias podrían llegar a brindarles algo de información, el mediano no estaba preparado para hacer un ofrecimiento. En su aldea esas cosas no pasaban. Es más, si alguien le ofreciera una recompensa económica a alguien por informar sobre lo que deberían haber informado sin más, seguramente recibiría un castigo solo por intentarlo

Sin embargo, quedarse en la puerta de la aldea, en silencio y mirando a los guardias, probablemente no sería algo bien visto, por lo que intentó averiguar lo poco que pudiera - Buenas tardes - trató de iniciar la conversación amablemente - Lord Nanzber nos pidió que hablaramos con vosotros respecto a su hijo y sus compañeros. Nos pidió que los buscaramos y nos explicó que vosotros nos podíais informar cuando fue que salieron del pueblo, para saber cuanta distancia nos llevarían y que equipo llevaban con ellos - comentó dando por seguro algunos datos que el solo suponía

- Obviamente no es vuestra responsabilidad saber exactamnente hacia donde se dirigieron, pero quizás habeis visto en que dirección lo hacían - añadió como al pasar - NO dudeis que vuestra ayuda será debidamente informada, tanto a Lord Nanzber como a los padres de todos los jóvenes desaparecidos - completó sin terminar de dejar en claro si se trataba de un agradecimiento por adelantado o de una amenaza

-Aquí teneis una nota que os garantizará la importancia de nuestra misión, para que hagais un esfuerzo al recordar a los chicos... -dijo Jed.

El mago extendió una nota plegada que, en realidad, estaba en blanco pero envolvía nada menos que diez monedas de plata (5 para cada uno).

-Me han recomendado que ambos compartais la información que viene en la nota y que guardeis discreción con respecto a las desapariciones.

Viendo la situación Demetrio procuró posicionarse en paralelo a Fausto Marín, encontrándose ambos detrás de Jedemiah y Zurzor, para representar el papel de guardaespaldas. El célebre temperamento de los guardias de Vérmont le obligaba a dejar claro que no sería buena idea propasarse con sus compañeros. El apotecario jamás había ejercido de matón pero esperaba que la cara de pocos amigos del guerrero y su propio porte militar cumpliesen su función.

Por el rabillo del ojo miró a Eulendileas y, en cuanto sus miradas se cruzasen, pretendía hacer un discreto gesto de firmes. Si los dioses se ponían de su parte quizás el mediano lo entendería.

Fausto aguardó la resolución del soborno. Por sus trabajos normalmente había tenido que utilizar esas artes para introducir en las ciudades parte de su contrabando, sólo esperaba que no les tocara el típico guardia novato que quiere cumplir sus órdenes a rajatabla.

El matasanos se puso a su lado, Fausto le dedicó una mirada cómplice y otra preocupada al mirar al pequeño Eulendileas. Con esa bocaza podía estropear cualquier tipo de transacción verbal con los guardias.

El guerrero estuvo atento y dispuesto a agarrar al pequeño antes de que lo hiciera y si fuese necesario.

Eulendileas estaba enfurruñado tras la convesación con "el viejo rico que quiere ser más rico y que seguro que raptaba a otros ricos para ser más que ellos". No entendía por qué sus compañeros no le dejaban hablar. ¡Si sólo decía verdades! Pero claro, no todo el mundo era capaz de aceptarlas. Eulendileas se propuso un reto: Hacer entrar en razón a los demás. Tarde o temprano, verían que su forma de hacer las cosas era la correcta.

Por suerte para el cuervo, el mediano no le hizo caso. No le gustaban mucho los pájaros, porque cuando jugaba con ellos al escondite, esos animales salían volando y hacían trampas. Así que, tras recibir algún picotazo por querer coger una de sus plumas, Eulendileas se lo devolvió a su dueño.

Caminar hacia la Puerta del Norte hizo que al mediano se le olvidaran todas sus preocupaciones. Iba de un lado para otro, mirando piedras, paredes o árboles, todo lo que estuviera a su alcance. Haciéndose el interesante, soltaba algún Mmm o Por supuesto, como si estuviera descubriendo cosas que a los demás no les quisiera contar.

Y llegaron ante los guardias. Eulendileas supuso que llevaría mucho dinero encima, porque lo recaudarían de los visitantes. ¿En qué parte de su armadura lo llevaría? Sabía que si se lo preguntaba, podría terminar en la cárcel. ¡Ah, claro! Era un juego. Si era suficientemente rápido, podría encontrar la bolsa de oro y, como premio, se quedaría con ella...

Pero la mirada de "Apo-Apo" se interpuso en sus pensamientos. Frunció el ceño, intentando desubrir qué quería decirle, y pareció entender...

Eulendielas se quedó rígido como una estatua y se llevó la mano a la cabeza, a forma de saludo militar.

¡Señor, hola, señor! gritó. Miró a sus compañeros, que no estaban imitando sus actos. ¿A qué estáis esperando? ¿Dónde está vuestra doctrina militar? negó con la cabeza. Si querían hablar con un militar, tendrían que imitar a uno de ellos.

- Buenas tardes - trató de iniciar la conversación amablemente - Lord Nanzber nos pidió que hablaramos con vosotros respecto a su hijo y sus compañeros. Nos pidió que los buscaramos y nos explicó que vosotros nos podíais informar cuando fue que salieron del pueblo, para saber cuanta distancia nos llevarían y que equipo llevaban con ellos - comentó dando por seguro algunos datos que el solo suponía

- Obviamente no es vuestra responsabilidad saber exactamnente hacia donde se dirigieron, pero quizás habeis visto en que dirección lo hacían - añadió como al pasar - NO dudeis que vuestra ayuda será debidamente informada, tanto a Lord Nanzber como a los padres de todos los jóvenes desaparecidos - completó sin terminar de dejar en claro si se trataba de un agradecimiento por adelantado o de una amenaza

El soldado negó con la cabeza. Era más que probable que no supiera de lo que estaba hablando el mediano, ya fuera porque era relativamente nuevo en el puesto, o bien porque no supiera nada de todo aquello. Fuera por lo que fuera, el joven se limitó a negar con la cabeza y a no aportar ningún tipo de información al respecto. Así que, si sabía algo, tampoco quedaba suficientemente claro.

Después pudo ver el intento de soborno de Jed:

El soldado se echó a reír y tiró el papel al suelo desparramando las escasas monedas de plata. No sé que pretendes con esto. Dijo mirando con cara de muy pocos amigos al arcanista. Si crees que dispongo de algún tipo de información, no voy a ofrecérosla por un soborno inferior a mi salario de un día. ¡Jamás me jugaría el puesto por semejante ínfima cantidad!. El soldado estaba ofreciendo una información contradictoria, parecía decir que no diría nada, aunque quizá quedaba más claro, que no diría nada por tan poco oro. ¡Aquello suponía menos del jornal de un día, y nadie en su sano juicio se jugaría su puesto de trabajo por tan poco! Sobre todo cuando quizá estuviera escondiendo algo de información. 

Luego miró como el mediano se cuadraba, y simplemente no se limitó a decir nada más. Aunque por si acaso si vigiló sus pertenencias, aquellos pequeños tenían las manos más largas que el resto de su cuerpo.

Con formalidad le devolvió el saludo militar al mediano, puño derecho sobre pectoral izquierdo, había que reconocerle el esfuerzo y alegría al pequeño. Quién sabe si pudiera obrar como forrajeador, gastador o tamborilero de proponérselo. Quizás se lo comentaría más adelante.

Sin embargo el gesto del guardia le hizo reaccionar, le molestaba cómo el guardia había reído de sus compañeros pero sabía que, de tener alguna información, esta sería vital para el cumplimiento de su encargo. De manera que le devolvió la mirada a Fausto y se cubrió la mano con el puño para toser cortésmente.

Fausto intercambió la mirada con el matasanos. Al instante supo que probaría fortuna con el guardia. Fausto echó mano de su bolsa y sacó cinco monedas de oro.

Era mucho más de lo que recordaba que cobraba un guardia diariamente.

Me lo devolveréis de la recompensa, no os quepa la menor duda. 

Pensó mientras deslizaba las monedas a su mano y la extendía para dársela al guardia al mismo tiempo que el matasanos se dirigía hacia él.

Tras su propio intento, quizás algo infantil y el intento de Jed de obtener los datos por medios algo menos legales que los propios, estaba claro, por lo menos para Zurkor, que tratar con los guardias seria un arte mucho más complejo que combatir con los orcos

El mediano miró a Apotecario y, recordando cuan hábiles habían sido sus palabras en la casa Natalí sonrió mientras lo presentaba a los guardias - Nadie pretenderá que os jugueis ningun puesto - comenzó antes de señalar al curandero - pero nuestro amigo, quizás, pueda explicaros mejor que yo la importancia de que obtengamos esta información -

Por un momento pensò en aportar alguna moneda de oro para ayudar a Demetrio a realizar su tarea... hasta que recordó que, tras comprar su nueva alabarda, apenas si le habían quedados algunos cobres. Zurkor dio un paso atras y se apoyo en su nueva arma, mientras esperaba que su compañero tuviera más suerte que ellos en el interrogatorio de los guardias

Jed recogio las monedas con humildad. Otro, quizas se hubiera ofendido o sentido insultado pero no Jed. Se habia equivocado con la cuantia del soborno. Bien, aprenderia de su error y no volveria a repetirse. La vida era cambio, aprendizaje, adaptacion... Y nadie lo sabia como el bueno de Jed.

Cuando hubo acabado, Jed le dio las monedas a Demetrio y le guiño un ojo.

-Os pido perdon si os he ofendido. Soy nuevo en estas tierras y mi juicio no es el mismo que el vuestro. Creo que mi camarada, aqui presente, sabra mejor como tratar con hombres de vuestra valia.

Tomó las monedas de Fausto y de Jed, asintiendo al primero y poniendo una mano sobre el hombro del segundo, algo había sido herido en su orgullo con el gesto despectivo que habían tenido hacia su compañero de las dunas, una herida que tendría que cerrarse sola pues las lecciones de modales no sentaban bien a quien sabe que tiene la sartén por el mango.

Sin embargo él tenía el oro en mano y el abolengo corriendo por sus venas, dos cosas que aquella gente querría y solo una que podrían llevarse consigo. El sargento apotecario de los Dragones Púrpuras se giró hacia el capitán de la guardia y caminó hasta él para saludarle, con el debido respeto que se le concede a quien guarda las puertas de una cuidad para todos los que en ella habitan.

- Capitán, como sabréis los orcos más allá de estas murallas han llevado a cabo varios ataques, sobre las rutas comerciales y granjas cercanas, secuestrando a gente que creyesen importante. Antaño estas fechorías habrían sido castigadas de inmediato por las fuerzas de Mélvont pero esta vez no ha podido ser, las muertes de los diplomáticos en Mulamo son indicios de una posible guerra y ni un solo hombre armado puede ser destinado fuera de la ciudad, pues cada espada leal cuenta a la hora de defender la capital mercantil del mar de la Luna.

Dejó que la idea horadase en la cabeza del joven capitán, era importante que comprendiese la gravedad de la situación si iba a darle legitimidad a su petición de información y subsiguiente transacción.

- Pero hay algo que sí que hay en esta cuidad en abundancia, el poder e influencia de las familias mercantes, quienes se han visto obligadas a recurrir a los servicios de quienes no presentarían batalla ante una flota enemiga pero sí estarían dispuestos a llevar a cabo una investigación en las afueras.  Es aquí donde entra nuestra poco ortodoxa compañía.

Dicho esto abrió los brazos, presentando en una mano a la guardia de Mélvont, uniformada y reconocible, y en la otra a su grupo, heterogéneo donde los hubiera. Bajó los brazos una vez creyó ver el entendimiento en los ojos del oficial.

- Nuestras patrias están lejos de aquí y cuando esta ciudad sea atacada no serán nuestros hogares los que habrá que defender, pero estamos dispuestos a buscar a los desaparecidos y nos gustaría recompensar vuestra ayuda, y la de vuestros subalternos, por cualquier pista que nos pudieseis facilitar.

Palmeó las monedas de su bolsillo y se encogió de hombros.

- Capitán, para nosotros es oro pero para vos puede ser la diferencia entre el hambre y la saciedad si el futuro se tornase desafortunado para esta ciudad. Permitidnos hablar de esto en un lugar apartado si así lo preferís, pero no rechacéis nuestra oferta sin antes considerarla.

Con esto le mantuvo la mirada al capitán, mostrándose comprensivo de soldado a soldado. La última palabra era suya y para nada envidiaba su posición en este momento, pero el tiempo apremiaba y a las posibilidades de seguir un rastro se desvanecían a cada hora pasada.

El capitán de la guardia siguió muy atento el discurso de Demetrio. Estaba de acuerdo en casi todo lo que dijo, y tras recoger el ínfimo soborno que le estaba ofreciendo, comprendió que ayudar a aquellos aventureros no parecía ser peligroso, pues parecía que querían ayudar.

Guardó el oro entre sus pertenencias y se dispuso a aflojar la lengua, no sin antes bajar la voz y mirar a todas partes temeroso de que alguien pudiera escucharles:

Yo llevo muy pocos días en este puesto, pero.. susurró mientras señalaba a su compañero, él si que me ha contado algunas cosas, no sabemos mucho sobre lo que pasa, pero sí que sabemos que un grupo de aventureros de rostros bien cubiertos y que parecían estar dirigidos por Dorn Escudoorona ha estado saliendo de la ciudad a través de esta puerta a altas horas de la noche, salian todos los meses al menos una vez. La última fue hace cinco días, que coincide también con la desaparición de Dorn que dijo que iba a llevar a "sus cachorros" a su primera aventura "real" en Zhar.

Por si no le conocéis, Dorn es un renombrado cazador de orcos, y un líder que muchos quisieran tener en su grupo. Concluyó sin poder aportar más información al respecto*

- Zhar? - casi sin darse cuenta el mediano preguntó sobre la palabra que no conocía, suponiendo que se trataba de un lugar - Eso es algun lugar? Muy lejos de aquí? -

Jedemiah dejó escapar un profundo suspiro. Su mente intentó recopilar lo que sabía de aquel lugar...

Satisfecho con el resultado, Demetrio saludó formalmente al capitán y se retiró con sus compañeros, dirigiéndose en primer lugar a Fausto, quien había aportado la suma más importante de oro.

- Muchas gracias, Fausto. La costumbre en mi tierra es la de devolver favor por favor pero, si prefieres oro en mano antes que promesas de un desconocido, dímelo.

Tras recibir su respuesta trató de ayudar a aclarar la información recibida.

Fausto sonrió para el mismo. Orcos, si había algo que le gustara más que matar orcos era que le pagaran por ello. 

No te preocupes Matasanos, estoy seguro que me cobraré ese oro con creces más adelante. 

Le contestaba mientras trataba de recordar algo que hubiera oído sobre el lugar que había mencionado el guardia.