Partida Rol por web

Por la estrecha rendija que dejaba el velo, los ojos de Onfale se fijaron en Leiath y en su fornido salvador.

Parecía tonta la beata...- No. Trató de luchar contra sus perniciosos pensamientos, frutos de cómo la vida le había tratado, pues Leiath suponía para él la diferencia entre la vida y la muerte y la tenía una gran estima en el fondo.

Como si la flaqueza fuera contagiosa él de pronto también se sintió desfallecer. Apoyó una mano en la fría roca que conformaba las paredes del pasadizo y llevó el dorso de la otra a su frente a punto de darle un vahído. La flojera era evidente en unas piernas que temblaban y amenazaban con plegarse pro las rodillas de un momento a otro. Se tambaleó y estiró el brazo en el aire, con la vista ya nublada, en busca de algún valiente y fornido compañero que pudiera servirle de apoyo en aquellos nefastos momentos. ¿Dónde estaban su fiel lacayo y su querido Perezoso? ¿Es que no quedaban ya caballeros dispuestos a prestarle su firme apoyo? No le importaba que fueran gentiles como el vetusto Nikeras o misteriosos sinvergüenzas como Tremens mientras fueran capaces de protegerlo. Pero el Destino se reía de él en su cara aún deformada, poniéndole delante el Harén del que había logrado escapar tiempo atrás. Un nutrido grupo de mujeres dispares, cada cual más peculiar que la anterior, rencorosas y amargadas como...como él.

- ¡Flame!- Dejó escapar en un suspiro llamando a la musculosa mujer. Alice había dado importantes pistas sobre lo que podía ser la cueva: un volcán con una segunda "chimenea", horadada por un escape de lava, que podría llevarles al cráter durmiente. Reunió las fuerzas necesarias para plantear su plan.- Tenemos que llegar al cráter y descansar...- Extendió el brazo indicando a la mujer que le ayudara a caminar por el pasadizo. Si lo que decía Tybalt era cierto tenían por delante unos escasos 200 pies hasta llegar a él. Allí podrían descansar y defender su posición si hiciera falta. Comenzó a avanzar a través del pasillo atento a cualquier cosa extraña que llamara su atención. Aunque no había detectado magia alguna sí podría haber alguna trampa en el camino. Avanzaba lento, sin poder evitar el tembleque se que apoderaba de su cuerpo a causa del frío por mucho que fuera tapado con la gruesa manta. Necesitaban una hoguera y el cráter sería un buen sitio para hacerlo.

Aire se puso de morros porque nadie le hizo caso a su sugerencia. ¿Por qué nunca la escuchaban? Abrazó con fuerza a Aristóteles, y quiso dar en la cabeza a los demás con su osito hasta que la hicieran caso. Pero su peluche no la dejó, la recomendó que no era algo prudente, pues podía hacerles daño

Ais... Eres un aburrido, Aristóteles dijo Aire, que se acercó sin preocupación hasta la primera estatua.

¡Hola bonita! ¿Llevas mucho tiempo aquí? ¿Quién te puso?

Flame miró con cara de pocos amigos a su inseparable compañero Onfale. No le hacía gracia que la llamaran a gritos, pero no tenía muchas ganas de andar peleando y mucho menos discutiendo. Desde que habían llegado a ese nuevo plano, estaba más silenciosa que de costumbre, e incluso de peor humor. Se sentía que viajaba de un lado a otro, perdiendo el tiempo y dando tumbos sin parar.

Frente a ella siempre aparecían nuevos retos, y aquel volcán le hacía desconfiar enormemente, igual que la presencia de las estatuas. Pero si los arcanistas decían que era seguro avanzar, así lo haría. Tomó del brazo a Onfale como si él fuera una señorita y ella su fornido caballero y lo acompañó hasta dentro del cráter. Mientras, su acompañante iba revisando todo a conciencia por si había alguna trampa en el camino. Claro... por qué gastar un conjuro creando a un sirviente invisible si ya están Onfale y Flame para comerse las trampas que le vengan.

Leiath agradeció la ayuda brindada por el semiinfernal. Se agarró de su brazo todo lo fuerte que pudo para no caerse mientras se adentraban en aquella oscura cueva. Miró de reojo las estatuas que la rodeaban sin tener la menor idea de lo que éstas podían significar. Lo bueno es que parecía que nadie había cuidado de ellas en mucho tiempo. Quizás el pasadizo estuviese deshabitado. Nah, eso no se lo creía ni ella. Seguramente había otras criaturas que, como ellos, se resguardaban del frío y la tempestad ahí dentro. Aunque lo lógico era que cualquier habitante saliese espantado por el ruido y la luz que ellos portarían, también cabía la posibilidad que pensase en ellos como un almuerzo que llamaba a sus puertas.

Pero ella estaba tán débil, no creía poder enfrentarse ni a un raton en aquel estado. Debía confiar en los fuertes del grupo hasta recobrar el aliento. Para dar énfasis a su propio pensamiento se agarró con más empeño al brazo de Tybalt y avanzó entre las extrañas estatuas.

- No os alejeis demasiado, debemos volver para ocultar la entrada.

La jóven bruja se sorprendió pues el castañeo le había abandonado con rápidez al absorver parte del calor de su compañero.

La maga tras contemplas las extrañas construcciones no eran nada del otro mundo, pero cuando volviera a su plano natal escribiría un tratado sobre lo que había visto. Puede que el libro fuera un superventas entre los magos y que ganara mucho dinero con el que comprar una torre con un gran laboratorio donde continuar su investigación sobre las bolas de fuego, o puede que la pelirroja estuviera delirando a causa del fio extremo de plano.

Yo no tengo ningún hechizo que pueda bloquear la entrada, habrá que hacerlo a mano, podríamos provocar un alud en la ladera del volcán y que la nieve cubriera la entrada. Aunque después no habría marcha atrás. O si, la maga podría fundir la nieve con una bola de fuego.

Joder, Alice. Solo pensar en quedarme encerrada en esta montaña con estas estatuas tan raras me da repelús...

La revisión de Onfale al primer juego de dos estatuas dió negativo. Cruzaron entre ellas y Onfale y Flame quedaron en el cruce de los dos primeros túneles, a izquierda y derecha, perpendiculares a la galería central. La inspección a la intersección no reveló nada más, es decir, no había trampas para poder entrar en esos dos ramales. Pero al revisar la tercera y cuarta estatua, las que flanqueaban las entradas laterales del lado del cráter, el eunuco descubrió un fino sedal enroscado a los cuellos de las gargantúas creando un cordel tenso a la altura de la cintura (y es que las estatuas no son demasiado altas).

Una revisión más a fondo permitió discernir el material del que estaba hecho el sedal: cabellos humanos, largos, de mujer, atados uno a continuación de otro. Empujar el cordel seguramente activaría algún tipo de mecanismo que no interesaba. Por otro lado, una vez localizado no costaba nada seguir a gatas por el pasadizo unos cuantos pies y ponerse en pie para continuar hasta el cráter central.

Onfale también se fijó que, pasados los cuellos de las estatuas, el sedal de pelo humano ascendía a mano derecha, hacia atrás, colándose entre las piedras irregulares que formaban el arco de medio punto como hilo dental entre los dientes, hasta perderse por el primer túnel derecho. Por el lado izquierdo lo hacía hacia delante, perpendicular al suelo, hasta formar una segunda trampa entre los dos cuellos de dos de las estatuas que flanqueaban la segunda salida por la izquierda. Desde allí, el sedal seguía hacia el cráter cerca del techo, tras ascender hasta el dintel de la tercera entrada por la derecha y volver a emerger después de un par de "ladrillos" del mismo arco de medio punto.

A pesar de estar agotado, el perfumista ayudado por Flame logró detectar la trampa que los aguardaba al superar los dos primeros bustos.

- ¡Alto!- Acercó la cara a la altura del hilo hecho con pelo de mujer. Pasó la mano por el suelo manchándosela de polvo y luego la frotó en el aire, sobre el hilo, para que todos pudieran ver mejor al trasluz su presencia.-A gatas podréis pasar sin problema.- Dijo dejando que los demás cruzasen y continuasen su camino. Sin embargo, él se detuvo.- Creo que puedo desactivarla, al menos en este pasillo. En los otros el hilo está a suficiente altura como para no molestarnos.- Miró a Tybalt estimando su su gran altura le supondría un problema.-Necesitaré ayuda. Sí, eso es. Poneos aquí chicas. Por orden de altura.- Alice, Aire, Flame, Leiath, Becky y la anciana Arquette. Tenía pelos largos de todos los colores y finuras. Descartó a Aire y a Lady Arquette. El pelo de una era débil y ajado por lo que podría romperse. La otra era tan mentalmente inestable que, si le arrancaba un pelo, puede que lo friera con un rayo. Disfrutó arrancando de un tirón rápido y seco el pelo rojo de la maga de fuego. Igual iba a hacer con Flame pero se lo pensó dos veces y eligió a Leiath en su lugar. De todas formas el pelo de la mujerona se le antojaba grueso, basto y grasiento.- Disculpa Leiath. Tienes un pelo lustroso y fuerte y bendecido por Hala.- Como se había saltado a tres de ellas al volver a pasar junto a Alice le arrancó dos pelos más en caso de que necesitara una reserva de material. Esta vez no se disculpó. Y por supuesto faltaba Becky. Otro pequeño tirón y ya tenía lo que necesitaba. Cuando iba a disponerse a trabajar duro, se paró y volvió a dirigirse a los demás.- ¿Qué opináis? Quizá nos convenga más dejarla como está. Si Kahevas nos persigue hasta aquí puede que la active.- Si eso pasaba no sólo podría llevarse un buen susto sino que les alertaría de su presencia. Quedaba otro asunto en el aire. Si alguien se molestaba en proteger la zona implicaba que querrían defenderla y que no andarían demasiado alejados de allí.

Aú- se quejó débilmente la bruja cuando Onfale le arrancó un pelo. La persona delicada por la que había tomado al perfumista, se desintegró en su cabeza, dejando la bruda imagen de un bruto con larga melena. Es que no sabía acaso que tan solo con pasar los dedos entre sus cabellos, seguramente se hubiera desprendido uno o más con la caricia? Hombres!

Yo creo tambien mejor no desactivarla - dijo mientras se rascaba el picazón dejado por el cabello arrancado.

¡Au! ¡Eso ha dolido! Dijo la maga acariciándose la cabeza en el sitio donde Onfale le había arrancado el pelo. Seguro que lo has hecho a propósito, al resto no le has hecho tanto daño. Pero la contestación de Onfate fue volver a arrancarle varios ¡Au!, ¡Au! ¿Por qué a mí otra vez? Alice estaba trataba de recordar algún conjuro cuyo componente fuera pelo púbico de eunuco para poder vengarse, y no escucho la pregunta del mago.

Aire estaba hablando con la estatua, que le estaba contando una historia tremendamente interesante sobre los titanes que habían sido en el pasado. De hecho, las cabezas le estaban contando cómo estaban dirigidos por una mujer tan bella y atractiva como ella cuando Onfale la movió para ponerla en fila.

Perdiendo el hilo, la joven no dejaba de mirar a Onfale, girándose una y otra vez, obligando al mago a ponerla correctamente en su lugar. Pensando que estaba buscando a la elegida para darla un regalo, la muchacha se emocionó. Se agarró al brazo de su abuela mientras daba pequeños saltos, hasta que...

¡EH! ¡Y MI REGALO! ¡¡¡¿DÓNDE ESTÁ MI REGALO?!!! gritó, muy enfadada, cuando vio que el que ya no era hombre había elegido a otras antes que a ella. ¡YO QUIERO MI REGALO! se preparó para darle con el oso de peluche, pero Aristóteles la detuvo con palabras sensatas. Miró a su peluche con el ceño fruncido y poco a poco se fue suavianzando su gesto, comprendiendo todo lo que su acompañante la susurraba.

Totalmente relajada, acarició la cabeza de Onfale con una sonrisa en los labios, y se puso a gatear para pasar por debajo del pelo de mujer.

Jijijiji-rió, cuando vió el sufrimiento de Leiath y Alice-. ¡Ah-ay! ¡¿Pero a ti qué te pasa?! Juro que cuando me arrancaste el pelo te he visto sonreír. ¡Pero si tú tienes los cabellos más largos que nosotras tres!

Onfale ya tenía su material, y lo había obtenido antes de decir si necesitaría usarlo. Miró de nuevo la trampa. Podría ser cualquier cosa. En el peor de los casos, el hilo podía estar untado con veneno para que alguien a pecho descubierto se emponzoñase. En el mejor de los casos, tan solo unas piezas metálicas más adelante en el cordel sirvan para anunciar la llegada de un intruso. O tal vez los extremos de aquel sedal tirasen de un segundo mecanismo en la lejanía de alguno de los extremos, o de ambos: podría encerrarles en aquel túnel, hacer que las estatuas disparasen un gas somnífero, o abrir un foso a sus pies.

Por contra, podría asegurar que los arcos de medio punto no se caerían: los espacios entre sus piedras tan solo eran rieles para conducir el hilo, como lo eran los cuellos de las estatuas.

A mí desactivar la trampa no me inspira ninguna confianza. Recuerdo una leyenda según la cual la muerte estaba formada por tres ancianas: una estiraba el cordel, la otra lo sujetaba, y la última cortaba el cordel con unas tijeras, haciendo que esa vida se sesgase. ¿Y si el pelo que cortamos es la vida de una persona, en algún lugar y algún tiempo?

Más allá de la tonta superchería de Becky, pasar arrodillado para evitar la trampa podría suponer que si necesitaban correr y salir del cráter, el hilo de cabellos supondría un escollo.

Flame miró con cara de muy pocos amigos a Onfale cuando éste hizo el amago de arrancarle un pelo a ella, y resultó efectiva, pues al final no lo hizo. La chamán se quedó mirando al arcanista que tras tanto tiempo con él se había dado cuenta que tenía dotes "Fosquitas", algo que había dejado siempre a su lacayo, pero que ahora al no haber nadie que cubriera ese puesto, no le quedaba más remedio a él.

La mujer desenvainó a Ayash, estaba siempre más cómoda con él respirando que si lo tenía encerrado. Todo aquello no le olía nada bien, tenía todo bastante mala pinta y se temía lo peor. Pero a pesar de ello se mantuvo callada, sabía que por mucha opinión o idea que diera, no la harían mucho caso. Todo dependía de lo que la bruja de Hala decidiera.

Tybalt contempló con curiosidad la trampa que Onfale había descubierto. Sin duda el perfumista parecía tener una vista muy aguda para haberse percatado de algo tan ínfimo como un cabello en una cueva oscura y helada. Y no solo eso, parecía saber lo que hacía al proponer desactivarla. Hasta este punto, el eunuco se había ganado el respeto del espadachín.

Pero entonces contempló un tanto confuso cómo ponía a las mujeres en fila para arrancarles cabello como herramienta para luego decir que a lo mejor era más adecuado no desactivar la trampa. Tybalt se cruzó de brazos, deliberando si todo aquello había sido una estratagema para satisfacer alguna clase de fetiche secreto o si realmente no había pensado en esa opción hasta haber recolectado el pelo de las mujeres del grupo. -A mi, personalmente, me da igual.- Intervino finalmente. -Supuestamente, ese Kaevhas no debería poder seguirnos hasta aquí. Pero si la dejamos activada, será mejor que no nos olvidemos de ella si tenemos que volver por aquí.- Dijo sin ofrecer nada en concreto. Realmente cualquiera de las dos opciones podría ser tan perjudicial como beneficioso dependiendo de lo que se encontrasen allí y de lo bueno que fuese aquel viejo conocido de Leith rastreando.

Desde luego que no había considerado la reacción de Aire al no arrancarle un cabello. La mujer era imprevisible y no quería ni pensar qué hubiera pasado si lo hubiera hecho. 

Los ojos del perfumista se entrecerraron ante la inestimable ayuda de sus compañeros de fatigas. unos decían que sí y otros que no. Ya iba a lanzar un comentario envenenado cuando le vino a la cabeza una grandiosa idea.

- Se me ocurre algo mucho mejor.- Sin decir nada más se acuclilló junto a los extremos de la trampa y se puso manos a la obra. Sus ágiles manos, de dedos largos y finos, se movían con precisión, aunque tomándose su tiempo para no activar la trampa. Con el cabello de mujer aseguró primero la tensión del hilo atando dos extremos a un punto fijo. Ahora sólo tenía que cortar el sedal con su daga y ya no tendrían nada con lo que tropezarse.

Hasta aquí todo bien.

Sin embargo, le pareció mejor idea dejar un señuelo. Una pseudo-trampa, en caso de que alguien entrara allí persiguiéndolos. Por lo tanto el mago cortó el hilo por los dos extremos y con el resto de cabellos de las mujeres de su harén volvió a ponerlo en su sitio sin activarlo a ningún mecanismo.

- Lo dejaré puesto pero sólo nosotros sabremos que no activa ninguna trampa. En caso de tener que huir podremos romperlo a voluntad.- Además podría servir para que, si alguien los seguía y detectara el sedal, tuviera que detenerse a pensar un poco.- Si tuviera más pelo podría poner algunos más para dificultarles la tarea.- Soltó en un tono dulce y conciliador, poco acostubrado en él a no ser que deseara algo.

Parecía que el estilizado perfumista se le había pasado el cansancio; se lo estaba pasando bomba, en su salsa, entre tanto sutil mecanismo. Pero, en cambio, Leiath seguía igual de fatigada y con cero ganas de pasarse el día atando pelos a las rocas.

Querido- dijo, refiriendose al afanado Onfale- no perdamos más el tiempo y sigamos adelante. Seguramente, si el ejercito de muertos nos siguiese, tan solo dejarían pasar a uno de sus esqueletos por delante para desactivar posibles trampas, o quizás enviarían seres de sombras a los cuales cualquier disuasión de este tipo le pasaría desapercibida. Sigamos el camino y encontremos un sitio donde hacernos fuertes para descansar.

Volvió a coger el brazo de Tybalt para prepararse para seguir la marcha mientras con la mirada taladraba al enjunto mago por si este decidía seguir jugando con la dichosa, y ahora inútil, trampa.

¿Más pelo? Y que seria los próximo, un látigo y ponerse a cuatro patas. La maga tenía la teoría de que el eunuco disfrutaba torturándolas. Leiath tiene razón, pueden mandar a algún esqueleto para que vaya activando las trampas. Deberíamos de seguir adelante.

Si es necesario, puedo lanzar un detectar magia, puede que haya algún tipo de trampa mágica o que la cueva este imbuida por algún hechizo. La pelirroja solo tenía un hechizo de detectar magia y prefería dejarlo para más adelante o antes de descansar, pero si el resto del grupo lo consideraba necesario no dudaría en lanzarlo.

- Muy bien, pues así se queda.- Satisfecho por el trabajo realizado pero sintiéndose tan desgraciado a causa  del cansancio físico y la mala suerte que no pondría la mano en el fuego porque sirviera de algo aquello.

Aire estaba casi arrastrandose por el suelo mientras los demás seguían hablando. Miró a uno y a otros, y suspiró.

Aristóteles dice que si vais a estar perdiendo mucho más el tiempo o venís ya dijo la mujer, algo cansada por lo lento y torpes que eran sus amigos.

Mire... Lord Sauvage... ¡Qué capable es ese joven!-dijo la ancianita, señalando a Onfale.

¡Bétise! Mañas de malfaiteur-bufó, quitándole importancia-. Vamos... Ya alzó mucho la voix la petit del osito con lo del regalo, no quiero estar ici si algo de los pasillos viniese a voir.

Como Onfale se entretuvo demasiado con lo de la trampa, no pudo mantener la concentración en su conjuro de detectar magia. Le suplió esta vez Becky, que caminaba detrás del eunuco pensándose si advertirle de trampas mágicas después de lo que le hizo a su pelo.

El grupo logró cruzar toda la galería central, sin inspeccionar aún los túneles laterales. Desde el otro extremo del pasadizo principal pudieron observar algunos iglús en el centro del cráter nevado. Alzando la vista también vieron pasarelas hechas con un material totalmente exótico en Thánatos: madera. Las pasarelas recorrían el muro opuesto del cráter, y aprovechaba algún que otro saliente para acompañarse de pequeñas cabañas de más alto estatus que los iglús. Las pasarelas inclinadas en la roca suponían una pequeña rampa que trazaba una espiral hasta alturas elevadas.

A la vez, más perturbadoras, no fueron las cosas que vieron sino las voces que escucharon fuera del campo de visión, en dirección a la izquierda del cráter. Parecía una pequeña muchedumbre discutiendo; una asamblea. Entre los murmullos de aprovación o rechazo se imponían con fuerza otras dos voces:

¡Debemos ir a ver!

Que es lo mismo que estarán pensando todos los muertos vivientes en cien millas a la redonda.

¿Y qué propones? ¿Que el pueblo renuncie a todos esos materiales?

Existe pueblo porque hemos sido discretos. Si no somos discretos, no existe pueblo que necesite materiales.

¡Un barco! ¡Un barco volador! ¿Cómo podemos ignorar eso? Mandemos un explorador, al menos.

¿Y quién será ese explorador? ¿Tú, Hanuatu?