Partida Rol por web

Estaba concentrada en pisar las huellas del que había delante de ella mientras se golpeaba los brazos para que no se le congelasen, cuando le llegarón las palabras alarmadas del anciano sacerdote. Pero qué había dicho Onfale? Había oido que hablaba sobre la Rosa de Laón pero no le había escuchado por completo. No habría dicho que eramos enviados de un demonio o algo asi? Si es que Hala no repartía el don de la sabiduría a todos por igual, estaba claro.

- Mi Señor, no se altere se lo ruego, lo que dice maese Onfale fue la atimaña que nos vimos obligados a aceptar para poder conseguir ayuda extra durante la misión de liberar las almas. El Demogorgon extrañamente desea lo mismo que nosotros, romper ese artilugio. Supongo que él lo querrá para vengarse de algún enemigo, mientras que para nosotros es simplemente lo se ha de hacer. O no ayudariais vois a liberar las almas más puras que se encuentrar retenidas en este horrendo plano si se os diese la oportunidad?

Ahora era el momento de devolver la mirada de suspicacia por parte de la bruja de Hala hacia el grupo de ancianos. Si bien parecían buenas personas, en realidad no sabía nada de ese tal Jyroneius. Podrían ser lobos disfrazados de corderos.

- El fin justifica los medios.- Es lo único que acertó a decir en su defensa. Su subconsciente le había traicionado y quien podía culpar al bueno de Onfale. Tiritaba de frío, estaba cansado, su poder mágico casi consumido por culpa de Kahevas y su ejército de "huesitos", los labios amoratados...

- Dicen que el frío es bueno pa-pa-ra la pi-pi-el.- El perfumista abatido observó a Flame negando con la cabeza. Le daba miedo quedarse pegado a la balista de tanto frío que hacía si la tocaba.

Aire se levantó ante la petición de Flame

¡Aristóteles y yo os ayudaremos! dijo participativa. Se remangó, aunque rápidamente sus ropas volvieron a su posición original. Se escupió en las manos y se frotó, y lo mismo hizo con las de Aristóteles. Se acercó hasta la balista y se balanceo de derecha a izquierda, buscando cuál era el mejor punto para empujar. Pero ella no es lo que se podía decir una chica fuerte. Inteligente, astuta, bella y atractiva sí, pero con poca fuerza.

Venga, Aristóteles, tú y yo podemos.

La maga estaba demasiado preocupada en no congelarse como para preocuparse por los comentarios de los viejos. Viejos estúpidos y fanáticos. Se repetía mientras se arrebujaba entre las mantas. No veis que si destruimos esa vidriera aremos un gran daño al mal, lo único que importa es el resultado. Dijo reforzado las palabras del perfumista.

Lady Arquette sonrió a Aire sin responder. Había vivido muchos años, pero a pesar de todo ello jamás había visto un dragón, y aunque lo viese, no estaba segura de querer calentar sus manos en unas fauces enormes. Por otro lado, el resto de gente que la rodeaba era más problemática. Fray Sébastien frunció el ceño desde el suelo, mientras Tybalt estaba en la lometa ayudando a anclar el aparejo de poleas que Flame encontró entre los cascotes del Barco del Caos.

De verdad... os pido a toutes que lo de la Rose de Laón lo hablemos luego. Centrémonos en...

Un gran estruendo interrumpió la frase. En lo alto de la colina, a Tybalt y a Flame, por culpa de la pérdida de sensibilidad en las manos debida a las bajas temperaturas, se les resbalaba la manivela de las manos. Las poleas giraron sin control por el peso del paquete, y la balista se despeñó cuesta abajo atropellando a la pobre Aire, que solo trataba de ayudar empujando desde abajo. La balista se golpeó en varias rocas antes de estrellarse definitivamente contra el suelo. Tanto el mástil como la cabeza arqueada se partieron en el intento, echando por la borda cualquier intento disuasorio que su presencia pudiese tener.

Uf... Está droite, lo hemos intentado y no nos han salido droites las cosas. Esta pendiente de pierres de hielo es un desafío para algunos de nosotros, centrémonos en subir. Treparemos por la corde del aparejo uno por uno. Aquel que se sienta lo suficientemente jeune y lozano para trepar sin cuerda, que suba sin esperar su turno. Vamos, chicos... nous pouvons lograrlo.

Becky se acercó a los restos de la balista y unió con las manos dos de los trozos rotos.

Ains... Si al menos supiese algún conjuro para encoger los objetos, podría repararlo con un truco de remendar. Pero esto es demasiado grande y está demasiado destrozado para arreglarlo con remiendos.

Aunque la colina ofrecía puntos de apoyo resbaladizos y traicioneros, tras varios intentos y con mucho cuidado, hasta el más torpe fue capaz de coronar la diminuta cúspide y descender del otro lado. Allí un nuevo problema desbarataba sus planes de huir por zona pedregosa para no dejar huellas: entre la colina en la que estaban y la siguiente había un amplio corredor de nieve blanda.

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A la orden de las palabras mágicas de Becky, un disco flotante de tenser se formó al pie de la colina, un par de pies por encima del nivel del suelo. De nuevo por turnos, y lentamente, cada uno de los viajeros hizo su peregrinación: subirse en el disco, cruzar al otro lado y esperar en la nueva loma de hielo al resto del elenco.

Esa nueva colina mantenía continuidad por varios cientos de pies, en una modesta cordillera baja. Así es como llegaron a la base de una montaña. Lo habían logrado: habían llegado hasta allí y ninguna huella permitiría a Kaevhas seguirles el rastro. Tan solo tenían que rodear la montaña por su falda y dejarían atrás las Colinas Finales. Y aquello era solo el principio.

Opcionalmente, unos minutos después de ascender por la pendiente de la montaña, los aventureros también hallaron la entrada a una cripta incrustada en la roca. Con columnas sencillas, un friso decorado con figuras macabras cometiendo actos impíos de canibalismo, tímpano carente de decoración y un frontón coronado a izquierda, derecha y centro por tres diminutas estatuillas demoniacas, no inspiraba mucha confianza. Sin embargo, su umbral carecía de puertas, con lo que se podía ver la oscuridad infinita, y al fondo un punto diminuto de luz de luna ténue.

¿Creéis que atravesará la montaña de lado a lado? ¿Como... como si fuese un túnel?

Los ancianos se encogieron de hombros. Normalmente, debido a su movilidad limitada, caminaban por valles y eludían las zonas montañosas, así que esta era la primera vez que veían el exterior de aquel pasadizo. Podía ser un atajo muy valioso si se atrevían a cruzarlo, y seguro que no sentirían tanto frío como en campo abierto. Además, el elefante de hueso no podría seguirles por un paso tan estrecho (pero el ettin verde sí podría escurrirse a gatas por el interior del túnel). Los contras: la agobiante sensación de que en ese espacio reducido tendrían menos posibilidades de maniobra que si siguiesen tratando de bordear el perímetro de la montaña por espacio abierto.

En ese grupo parecía que ayudar no estaba bien remunerado. Bueno, o sí, todo dependía del gusto que le tuvieras a sufrir algún tipo de daño, ya fuera por algún tipo de conjuro fallido, bichos chupacaras o, en el caso de la dulce y pobre Aire, de una balista rota que, sin control, atropellaba el pie de la joven sin ningún tipo de consideración ni permiso. ¡Ni educación, claro! Porque la balista no la pidió perdón.

Dolorida y cojeando, Aire se acercó hasta la balista con Aristóteles en alto, dispuesta a darla con toda su fuerza. Pero el propio osito pareció detenerla. ¿Y si la balista hablaba otro idioma, y por eso no se había comunicado con ella? Así que Aire probó y dialogó en todos los idiomas que conocía, en alguno inventado, incluso escribiendo sobre el cuerpo del arma. Pero no, el artefacto era duro de roer y no estaba dispuesto a hablar con ella. Se enfadó. Y le dio una patada. Con el pie malo. Estuvo cojeando durante más tiempo.

Y, aunque al rato ya se le había pasado, ahora le tocaba enfadarse con Flame y Tylbat. Son los fuertes y no son capaces de hacer nada por su culpa, ella tenía el pie dolorido, atropellado y destrozado. Seguramente, o al menos así lo pensaba ella, miles de fragmentos de sus huesos se habían separado y empezado a hablar entre ellos. Y, como era normal, no volverían a formar un pie normal. Ahora tendría forma de flor; O de osito; O de piedra. Que sí, que ahora sería mucho más bonito. ¡Pero a ver dónde encontraba ella un calzado con esa forma tan distinguida!

Pero todo eso dejó de importar al llegar a la entrada de la cueva. Los ojos de Aire se iluminaron con gran ilusión. ¡Un misterio, un tesoro!

¿Entramos? Aquí hace frío y os vais a congelar. Y seguro que ahí dentro hay muchas habitaciones, camas bonitas, juegos y muchos tesoros. ¿Entramos, sí? Yo puedo hacer luz y dispararla a quien se porte mal conmigo, sí, sí, sí.

A pesar del llevar el rostro tapado por un velo, Onfale tenía una gran capacidad de expresión. Sus ojos azabache eran grandes, y más lo parecían pues de ello se encargaba siempre que podía. Con mucho tiento y mimo se perfilaba las cejas, eliminando cualquier vello que se saliese del fino camino que el perfumista delimitaba con esmero. El resultado era majestuoso. Una mirada felina, acentuada con la raya se pintaba con bistre. El caso es que cuando a Aire se le cayó encima la balista sus ojos se abrieron de par en par haciendo que el contraste del blanco de la cornea se hiciera más evidente.

Qué se mata...- ¿Le había echado mal de ojo a la niña del grupo? No, Onfale no era tan mezquino. Pero sí es verdad que, tras comprobar que la muchacha sobreviviría al accidente, pensó que una cura de humildad no le vendría mal.

- ¿Estas bien guapa?- Se apresuró a preocuparse por su estado para suavizar la metedura de pata anterior al mencionar al Demogorgón. La travesía no estaba siendo nada agradable. Estaba agotado y casi sin fuerzas. El frío le atería los músculos y tenía una constante sensación de sueño. Sin embargo, al igual que cuando se perdió entre las brumas, no iba a dejar que la situación pudiera con él.

Si te duermes no te levantarás jamás de aquí. Y si lo hicieras...mucho peor sería- Aunque la gente pensaba que Kahevas era un temible enemigo ahora que estaba muerto, no podían imaginarse cuán terrible sería Onfale resucitado de entre los muertos para vengarse de las múltiples rencillas que tenia con sus compañeros.

- Uff.- La visión del disco de Tenser de Becky le sacó de sus cavilaciones. La magia de la rubia era tan...aburrida. Tan aburrida como útil. Sonrió a la maga de endeble memoria y se subió al disco cuando llegó su turno. Estaba demasiado cansado para hacerse el orgulloso y subir por sus propios medios. Ya llegaría su momento. Mientras se dejaba llevar pensaba en si aquel disco mágico soportaría el peso de algunas de las mujeres de aquel peculiar harén suyo. Ni fuerzas para sonreír de su propio chiste tenía. Todas le parecían vacas-burras comparadas con su cuerpo delicado y creado para el placer y la admiración. Al llegar, ante la pregunta de la mujer se apresuró a responder.

- Nn-nn-no creo q-q-que tengamos m-m-m-más opción.- Decía con los dientes castañeando con fuerza. Odiaba el frío. De hecho su magia funcionaba mucho peor con las bajas temperaturas. En su tierra natal los efluvios se elevaban hasta la Divina Esencia por efecto de un sol inclemente. Aquí, donde estaban, sus aceites se endurecían en su bolsita de componentes. Entre eso y el dolor, como miles de cuchillas que sentía en los dedos veía que no iba a ser capaz ni de realizar el más básico de los conjuros.- Nn-no creo que e-e-estos ancianos puedan seguir nu-nu-estro ritmo.- Dijo escudando su debilidad en la de los demás.

Parecía que la balista se estaba convirtiendo en otro temible rival en el páramo helado que el grupo estaba cruzando. No solo no tenía la intención de dejarse levantar en contra de su voluntad, si no que aprovechó el menor descuido para atacar a la pobre y desquiciada Aire. Evidentemente, Tybalt no pensaba que la balista hubiese tomado consciencia de si misma; pero sí creía en nefastas casualidades. Su primera reacción al notar cómo el armatoste se le escapaba de las manos para deslizarse pendiente abajo, fue mirar a Flame en busca de una confirmación de que realmente se habían llevado por delante a la joven maga.

Por suerte para todos, el suceso no pasó de ser un pequeño accidente que generó más desaires que daños físicos. -Ha sido sin querer.- Se disculpó al ver el rostro malhumorado de Aire aun sin estar seguro de que ella estuviese dispuesta a escuchar. Todavía le costaba acostumbrarse al carácter impredecible de esa mujer. Finalmente con aquel estrepitoso fracaso en el intento de entrenar a sus perseguidores, el grupo continuó su marcha por aquel ingrato paisaje. A pesar de la existente tensión entre el fraile y el tiflin, no hubo nada más preocupante que alguna mirada desconfiada durante el trayecto. Parecía ser que el frío era incluso capaz de congelar el fervor de Sébastien. Tybalt esperaba que después de su breve pero sincero discurso, el anciano cambiase de parecer. Pero deber ser difícil cambiar las convicciones de alguien que ha vivido tanto tiempo odiando a seres como él. Aunque tampoco es algo que le importase demasiado al espadachín.

La penosa travesía comenzaba a complicarse significativamente al llegar a pendientes heladas y pasos traicioneros. Pero con cuidado y con la ayuda de algún que otro conjuro, pudieron salvar toda clase de obstáculos. Así avanzaron hasta llegar a lo que parecía alguna clase de paso subterráneo con una decoración nada alentadora que dio comienzo a un debate sobre qué camino tomar. Por una parte, podrían estar metiéndose en la boca del lobo; pero si continuaban viajando a merced de este implacable clima no tardarían en sucumbir. Tybalt no sentía mayor cansancio que el provocado por la caminata y Aire contaba con la protección de la anciana; pero el resto no parecía llevarlo igual de bien. Sobre todo Onfale, que parecía querer combinar la lengua común con el código morse mientras daba su voto para internarse en aquella cueva. -Estoy de acuerdo. No creo que el clima vaya a mejorar y creo que nadie hasta ahora haya podido viajar estando congelado.- Comentó con un tono sarcástico ante el torpe intento del perfumista por ocultar su debilidad. Tybalt se acercó hasta el umbral de la entrada para otear en el interior de aquella insondable oscuridad esperando poder ver a qué lugar se estaban planteando acceder.

Flame se acercó a Aire para pedirle disculpas y después alegó que tenía las manos demasiado frías como para poder cargar con aquella monstruosidad de aparato.

Continuó el resto del camino guareciéndose del frío gracias a la manta del barco, y en cuanto vio el túnel comprendió que el resto de sus compañeros querrían viajar por dentro. No podía creerse que una vez más fueran a ser testigos de una nueva trampa, o de un nuevo enemgio que seguro que les estaría esperando en el interior de aquella montaña. Todo lo que implicara oscuridad, poca movilidad y poca visibiidad, era un claro paradero para el grupo al que acompañaba. ¿De qué serviría tratar de explicarles que por fuera estarían más seguros si en el fondo tarde o temprano morirían congelados? Ellos no tenían esa manta tan calentita que tenía ella, y que además nadie le había pedido, y tampoco tenían la sangre de dragón que corría por sus venas. Así que no les quedaría más remedio que viajar por ese pasadizo oscuro y donde lo más probable es que se encontrasen con algún demonio de oscuridad...

Estaba aterida de frio. Sus dientes no hacían más que castañear sin control y notaba los músculos rígidos. Cada paso era un esfuerzo para ella. Necesitaba descansar y entrar en calor.

Y como un regalo de Hala, apareció ante ellos una cueva. Pese a los frisos del la entrada que no animaban mucho a meterse, se dió cuenta que era su única posibilidad para no morir congelada.

- Po-po-podemos al meenos meeternos dentro y encender una ho-ho-hoguera? Caalorr.

La jóven bruja, acostumbrada a dar largas charlas ahora ya no podía apenas articular palabra.

La maga seguía tiritando sin parar, no recordaba haber pasado nunca tanto frio casi prefería que un ejército de hombres lobo la estuvieran persiguiendo. Aunque si moría congelada dejaría un bonito cadáver y no un montón de huesos roídos, que sería lo que pasaría si muriera a manos de hombres lobos.

Aliece miro la cueva con ansias y a punto estuvo de entrar corriendo en ellas, solo la detuvo la imposibilidad de correr, tenía los pies congelados. Creo que deberíamos de descansar un rato, tengo mucho frio.

La buena vista de Tybalt sacó a relucir nueva información que podría o no decantar la elección de aquel túnel. La perspectiva focal hacía que el suelo confluyese hacia la salida, pero también le permitía ver los laterales del pasillo. Allí, cada cierto número de pies se habrían a izquierda y derecha varios túneles perpendiculares. Unas toscas estatuas mal labradas se repartían también a izquierda y derecha a medio camino de las puertas, como hitos. Calculando la distancia entre él y la primera estatua, y multiplicándolo por el número de estatuas, Tybalt supuso una distancia de tan solo doscientos pies entre las dos salidas del túnel. Demasiada poca distancia para cruzar toda la montaña. Eso significaba que el pasadizo llevaba a un... ¿cráter? Si se trataba de un volcán, con este frío sin duda estaría apagado.

Tybalt explicó a todos lo que había visto en el interior de aquel túnel. Su supervisión hacía que pudiera ver cosas que el resto no veían, y en cierto modo era algo sumamente útil. Cuando le explicó la existencia de aquellas estatuillas, la chamán se dio cuenta de que no estarían colocadas ahí por fruto del azar. Así que, por puro instinto miró a Alice, y torciendo el rostro cambió su mirada hacia Lady Arquette, mi lady, le dijo tratando de sonar de forma respetuosa, vos tenéis capacidad para comprobar si las estatuas de las que nos ha hablado Tybalt son mágicas o no. Algo me dice que puede que sean gólems de piedra o cualquier cosa peor. No me fío de ellas, y entrar en un espacio tan reducido, atacado por semejante ristra de enemigos, puede que sea muy peligroso.

Luego se quedó pensando que alguien podría hacer de señuelo, activar la supuesta trampa que podrían ser aquellas rocas, y actuar en consecuencia.

Cuando a Aire le hablaron de las estatuas, empezó a dar saltos de emoción. Serían como muñecas de piedra. Podría ponerles algo de ropa, y pintarles. ¡Oh, oh! ¡Sí, pintarles la cara! Su madre jamás le había dejado usar unos polvos que tenía ella escondidos, que sólo utilizaba cuando estaba con su padre a solas. ¡Ella quería jugar a ser mayor! Pero claro, no sería como su madre. Si esas estatuas fueran sus hijas, les dejaría pintarse. Bueno, no. Ella les pintaría. Las pondría muy guapas. Los labios amarillos, los ojos rojos y los mofletes azules. ¡Sí, sí! Estarían guapísimas.

¿Y si las saludamos? A lo mejor no tienen a nadie. ¿Y si se aburren y sólo quieren hablar? Quizá nos cuenten algo de la cueva que nos pueda interesar.

Onfale escuchó de boca de Tybalt lo que éste tenía que decir sobre lo que había visto en el interior del túnel. Al perfumista le daba igual lo que hubiera dentro con tal de que fuera más cálido que lo que tenían en el exterior. Como si acababa sus días en un fuerte, pero cálido, abrazo de oso.

- Déjame echar un vistazo.- El perfumista se internó lo más sigilosamente posible en la cueva para examinar las estatuas.

Podría ser que el cerebro de la bruja se hubiese quedado medio cogelado, o por el contrario era ese mismo órgano el que le indicaba que su único medio de seguir con vida era aquella cueva? El caso es que de todo lo explicado por el semiinfernal solo le llamó la atención lo del volcán. Dentro se estaría más calentito sin duda.

- Y-y si aalmenos nos metemos, taapamos la entrada, la camuflamos, y deescansamos caalentitos dentro esta no-no-che? 

Esperaba que sus compañeros entendiensen su urgencia, pese al incontrolable castañeo de dientes.

En ese momento las piernas de la debilucha jóven flaquearon y a punto estuvo de caer al suelo. Se agarró al primero que encontró para no caerse.

- Pe-perdón.

Fille...-dice a Leiath tras sentir su peso en el brazo-no te agarres de semejante manera, te llevo tantos annes que podría ser tu père. Un poquito de bienséance.

Alice, sin ver ni torta al interior de la mazmorra, se fija en la cresta de la montaña y decide que efectivamente pueden estar ante un volcán. El hecho de que la cresta esté tan erosionada indica que no hubo lava solidifcándose durante los últimos diez siglos. Es decir: no hay erupciones. Sin duda esas estatuas estaban allí porque el magma no había inundado el túnel. Sin embargo, es imposible saber desde fuera si hay un magma calentito de lava en el interior para calentarse (volcán inactivo) o todo ese magma está petrificado (volcán extinto).

Con la descripción de las estatuas que le da Tybalt, Alice saca más conclusiones. Primero, ningún constructor de mazmorras que se precie sería tan estúpido como para construir gólems sin brazos. Sería una defensa bastante aburrida. También es cierto que convertir todas esas estatuas en trampas sería un coste espectacular, prácticamente como tirar el dinero, pero no puede decirse categóricamente que ninguna de las estatuas tiene trampas.

Onfale es el valiente que da el primer paso: lanza un conjuro de luz y entra en la galería. Sus bastos conocimientos en mazmorras, cadenas y sadomaso le permiten darse cuenta de las paredes escamadas como en sucesivas oleadas. Este pasillo ha sido formado por la fuerza de la naturaleza: hace muchos siglos, la presión de la lava encontró un punto débil en la pared de roca y lo horadó hasta convertirlo en una chimenea secundaria del volcán.

Al llegar a la primera pareja de estatuas a izquierda y derecha, descubre que no son mágicas, aunque eso no significa que no tengan trampas artesanales. Sin llegar a dar ni un paso más desde ahí, tiene visión del comienzo de las dos primeras galerías secundarias. Esas sí están labradas con herramientas. También se fija en algo peculiar: el arco que apuntala cada entrada es un arco de medio punto, con rocas oscas en lugar de finos ladrillos. Es un contrasentido manejar una tecnología como la del arco de medio punto, y no haber descubierto que con moldes y un poco de... (por ejemplo, un material que abunde mucho en Thánatos) hielo, se puede obtener un acabado mejor. Una posible explicación es que están ante una obra de ingeniería hecha por seres que no disponían de las herramientas adecuadas.

El primer tramo de túnel es lo suficientemente amplio como para albergar a todos los viajeros sin explorar más, aunque por la forma alargada no podrían calentarse todos alrededor de una hoguera dispuestos en un círculo. De todas formas, no debe de haber transcurrido más de cinco horas desde el "desayuno", aún es pronto para pensar en dormir.

Tras compartir con el resto lo que había logrado vislumbrar desde la entrada, Onfale y Alice fueron los primeros en adelantarse a inspeccionar y sacar a relucir sus conocimientos. Finalmente pudieron llegar a la conclusión de que no había un peligro inmediato si decidían refugiarse en la cueva. Y estaba claro que necesitaban un descanso después del extenuante viaje. 

Al ver que Leiath casi se desvanecía, Tybalt se apresuró a ayudarla a mantenerse en pie. Enseguida notó lo helada que estaba y lo mucho que tiritaba por lo que le cedió su manta para que recuperase la temperatura. -Entremos de una vez. Esperar aquí fuera no hará más que minar nuestras fuerzas todavía más.- Se apresuró a decir todavía sujetando a la bruja de Hala. -Una vez dentro ya exploraremos esos túneles para evitarnos sorpresas mientras los más cansados se reponen.- Sugirió tratando de aportar alguna idea para decidirse rápidamente. Quizás Tybalt pudiese aguantar el inclemente frío, pero no podía dejar que la ferviente seguidora de la diosa que lo había ayudado a obtener su libertad.