Partida Rol por web

Aire no miró atrás. El peso de la cabeza y de la mujer paralizada era más que suficiente para ella. Arrastró, intentando esquivar cada uno de los tentáculos que la podían atacar. Escuchaba muchas cosas, sonidos que la hacían presagiar el destino de sus compañeros... Pero ahora no podía ayudarles.

Aún no. Tenía que sacar a esos dos cuerpos inertes de allí. Después, podría atacar. Sí, la magia de su interior gritaba con furia por salir. Pero Aristóteles la sosegaba. No es el momento, no es el momento repetía una y otra vez para sí misma. Lucharía en cuanto saliera de aquel lugar.

Kaevhas se quedó perplejo ante lo que vieron sus ojos. Los rebotes de la cabeza de Artho al perderse en el sótano de aquella tienda retumbaron con cierto dramatismo en la mente del mago. También Flame caía, irónicamente, a causa de las llamas de la esfera invocada.

-No... es nuestro fin...- La cruda e implacable realidad les había golpeado como si de un mazo se tratase al caer presa de la avaricia. Su ánimo cayó de tal manera que los relámpagos que aguardaban a ser liberados no pudieron ser contenidos por más tiempo. Notó cómo el poder contenido se descontrolaba más allá de la voluntad del mago... 

Aire arrastró a Becky por el centro de la sala, recibiendo en su espalda los latigazos de los tentáculos de la oruga. Pero con coraje, con heroísmo, se sobrepuso al veneno y pasó por debajo de las piernas de Onfale hasta cruzar la ventana. Aire, Becky y la cabeza de Alice estaban a salvo. Tremens también, si cruzaba la ventana.

Kaevhas, poco a poco, también se iba retirando. Pero tener toda su atención en esquivar los tentáculos de la oruga resultaba mentalmente agotador, y su magia se resentía. Un nuevo conjuro suelta un montón de chispas que le electrocutan la mano. Onfale seguía siendo devorado poco a poco sin que nadie lograse herir a la aberración del techo.

Solo Fosco y Leiath se quedaban tozudamente aún en la retaguardia. Fosco clavó una flecha en el ojo del Gran Pollo Gigante. Leiath... Leiath, como siempre, salvaba la situación. Su conjuro aturdió a casi todos los abrianes del sótano, o si lo resistió alguno, por lo menos había suficientes pájaros por delante como para estorbar su paso. Eso sí, esta raza parecía tener cierta resistencia al sonido que los protegió del daño de la explosión sónica. Había ganado tiempo... quizás no el suficiente.

Bendita sea Hala! Había conseguido aturdir algunas de aquellas aves y asi ganar más tiempo. Buscó algun resto de Flame y de Artho; Lo iban a necesitar si querían recuperar a sus amigos (y si ellos querían volver). No se olvidó tampoco de Ayash,sabía que Flame no se lo perdonaría. Lo metió todo en su mochila.

Solo quedaba liberar a Onfale y salir de ahí corriendo.

- Centraos en la oruga y sacad a Onfale!

Kaevhas seguía abrumado tras la desagradable experiencia de ver cómo su magia escapaba a su control. Miró su mano chamuscada y humeante con perplejidad. Pero, una vez más, Leiath ponía esa gota de cordura y coraje que tanto se necesita en ocasiones como éstas. 

Apretó la dolorida mano en un puño y se centró en lo que la bruja de Hala pedía. Concentró de nuevo su poder para asestar un golpe a la molesta oruga en el techo y, mientras avanzaba lentamente, trató de atacar a la criatura. Pero, a pesar de haber mantenido bajo control su magia, la oruga resultó ser de lo más escurridiza... o el mago de lo más torpe. Todo según desde el punto de vista desde el que se observe la situación. -¡Yo me encargo de Onfale!- Le gritó a Leiath mientras forcejeaba con el odioso bicho. "Si consigo mantenerme con vida..." No pudo evitar pensar mientras combatía.

El mediano escuchó a Leiath, pero le importó tres pitos. Él seguía enfadado con la mama pollo. Ya le había sacado un ojo, pero ahora le sacaría los tesoros. Había perdido uno y había que reemplazarlo con otro...

Tremens paso por sobre el marco de la ventana haciendo unos gráciles acrobacias, eludiendo el contacto de los malditos tentáculos venenosos de aquella aberración, una vez fuera. Libre del acoso de la oruga, y durante el movimiento su mano voló hacia el arco , encocó una flecha en su arco y la disparó contra la oruga...

Pero la flecha salió muy desviada, tal vez por la inercia que había adquirido su cuerpo con las acrobacias.

Leiath arranca un mechón de pelo de Flame, que se desprende con facilidad de su cabeza quemada. También mete el mango de la varita de curación en la herida del cuello sin cabeza de Artho, y urga hasta que se queda pegada un trozo respingón y pringoso de las cuerdas vocales del defensor de doncellas.

En el techo, la oruga mordisquea a Onfale un ratito más. Luego lo suelta, de modo que el cuerpo paralizado del eunuco queda tendido en el suelo. Con la tripa bien llena, el carroñero desciende por la pared de la habitación y alza uno de sus apéndices, agitándolo como si se despidiese con un adiós y una carita sonriente con algunos restos de Onfale entre los dientes.

Seguro que piensa: "qué simpáticos estos humanos, que se dejan comer sin darme con sus flechas ni sus conjuros". La criatura se esfuma, de nuevo a su plano, ahora que la magia que lo invocó se ha extinguido. También desaparece la esfera flamígera, y el martillo espiritual, tras un último y patético intento de aplastar al escurridizo Fosco.

La segunda flecha de Fosco también impacta en el avestruz gigante, pero algo ocurre en la oscuridad que hay tras el monstruo, porque sus heridas se cierran ligeramente. El Gran Abrián es un estratega de primera, así que se sigue centrando en los humanos de lo alto de la rampa en vez de ir directamente hacia el peligroso Fosco. Su bisarma atraviesa el santuario de la diosa, asegurándole a Leiath que Hala brilla un poco menos en la oscuridad del Abismo.

El resto de abrianes normales, suben correteando por la rampa a gran velocidad. Uno se estrella contra la barrera mística que protege a Leiath, otro le da un picotazo en un ojo al indefenso Onfale y otro se agita con grandes aspavientos frente a Fosco. Un coro de cuatro pajarracos se coloca en la pared del fondo y se pone a canturrear, en la misma frecuencia que hirió los tímpanos de Leiath y Kaevhas.

Leiath tenía bastante claro que habían perdido la batalla. Había que salir de ahí si querían resucitar a sus compañeros caidos. Ella portaba lo necesario para devolver a la vida a dos de sus amigos, debía retirarse, pero antes, ayudaría a Onfale ya que parecía que nadie más se ocupaba de él, ni su mismisimo lacayo que tan empeñado estaba en acabar con el gran ave que tenían en frente. Es que no se daba cuenta de los otros 'miles' que andaban por la zona?

La jóven bruja se retiró, quizás recibiese más golpes, pero esperaba aguantarlos mientras arrastraba el cuerpo paralizado del enjunto mago a lugar seguro.

Por Hala cómo pesa este mago! - pensó mientras se le ocurría qué hacer para sacarlo de ahí.

Fosco se queda pasma o mirando a la oruga gigante. Le fascina su contoneo, quizás era la música, pero él veía como aquel bicho captaba toda su atención con su lento e imparable movimiento.

La sentencia estaba echada. Estaban más allá de cualquier posibilidad de sobrevivir. La mitad del grupo había caído, y los que no estaban en vías de hacerlo. Pero Tremens no pudo emprender la marcha sin más, no sin intentar dar algo de cuartel a Leiath.

Encocó una nueva flecha y la descargó contra el gran Abrián, si terminaba por caer tal vez se lo pensaran antes de perseguirles... esta vez si alcanzó impactar al maldito ser. Pero tras el disparo el joven retrocedió unos pasos más, quedando cerca de una bocacalle que en caso de que la cosa se complicara le permitiera emprender la huida.

La técnica del conejo. ¿Esa es la que estaba usando el poderoso mago eunuco conocido como Onfale? Quedarse paralizado de miedo, haciéndose el muerto para no ser atacado pro el enemigo. Ojalá fuera así. Pero no. El veneno de la oruga se había extendido pro su cuerpo paralizándolo por completo, aunque dejando libre su mente. Si hubiera estado en perfecta condiciones mentales hubiera hecho lo mismo que mientras caía interminablemente a través de las insondables brumas. Sin embargo su mente estaba castrada al igual que su cuerpo y, a pesar de que lo intentaba con todas sus fuerzas, no conseguía vencer al veneno. No era fácil concentrarse cuando sentías el dolor de ser comido en vida.

Sólo la luz cálida y esperanzadora de Hala le dio las fuerzas necesarias para seguir luchando.

Aire, libre de los latigazos y fuera de esa tienda extraña, resopló. La cabeza de Alice y el cuerpo de Becky se le estaban haciendo pesados, así que los dejó en el suelo. Hizo que Becky agarrara con abrazo protector la cabeza de la bruja y sonrió

Qué guapas están, Aristóteles. Pero hay que hacer más dijo, mirando al interior.

Los ojos negros aparecieron otra vez, acompañados de una sonrisa sarcástica. Entró como pudo en la tienda de nuevo y se acercó lo máximo posible a la mamá pato.

¿Alguien quiere pollo frito?  susurró, al tiempo que soltaba palabras en el lenguaje extraño de la magia y un rayo abrasador salía de su mano, directo al pollo.

Leiath, vigorizada por la diosa, logra arrastrar a Onfale hasta la ventana a costa de un profundo corte de la bisarma del Gran Pollo en el costado de la bruja. Ella logra pasar, pero Onfale es más aparatoso para levantar por encima del alféizar.

Los disparos mundanos y mágicos tanto de Tremens como de Aire no alcanzan al Gran Avestruz por muy poco, ya que al tener medio cuerpo bajo el nivel del suelo, se convierte en un blanco más pequeño. Cuando sube una zancada más, y ya lo véis en todo su esplendor, sus heridas se han vuelto a curar. Trata de derribar a Fosco, pero no lo logra por culpa de uno de los abrianes que hay en medio y que le estorba en la maniobra, así que frustrado le da un picotazo a Kaevhas.

Kaevhas y Fosco se atolondran por el sonido de los pájaros y no logran reaccionar. Dos de los pájaros les rodean hasta Onfale. Uno de ellos le pega otro picotazo al mago paralítico paralizado. El otro canta, proyectando su trino por la ventana al grupo que está en la calle.

En el interior de la casa-concha la maniobra es similar. Un pájaro se queda atrás para cantar mientras los otros intentan picotear al escurridizo Fosco. El mediano nota el pico agudo en su espalda, más un proyectil mágico que sale desde la oscuridad del sótano.

Leiath, demostrando una entereza nacida de la desesperación y la pena, sacó a Onfale de la tienda y se alejó de aquel maldito lugar, intentando buscar un lugar seguro donde no peligrase la vida del mago.

Joder con el puto pájaro, ¡qué ganas de dar por culo que tiene!

La flecha se había clavado en el alfeizar de la ventana tras la que estaba el maldito pajarraco... quien por lo visto se había sanado de parte de los daños recibidos. La cosa pintaba mal, y todo apuntaba que si se mantenía por la zona era buscarse que le mataran. Le sabía mal por los caídos del cielo, pero le importaba más su pellejo que el de ellos. Le sabía mal por Leiath y Onfale especialmente... pero era cuestión de priorizar. Tomando de la mano a Becky tira de ella hacia las calles que tiene tras la bocacalle.

El mediano que quería escapar se encuentra mareado y algo inestable.

La oscuridad no abandonaba a Aire que, frustrada, volvió a alzar la mano, cubierta en llamas. Hizo un gesto con la mano y apuntó al pollo gigante de nuevo.

¡Muere, pollo asqueroso!
 

El intenso sonido producido por las mil veces malditas cuerdas vocales de aquellas criaturas era demasiado intenso como para que los oídos de Kaevhas fueran capaces de soportalo. Instintivamente el mago se llevó las manos a los oídos tratando de mitigar, inútilmente, el lacerante efecto del extraño cántico de los abrianes.

Casi todos se habían logrado retirar hacia la ventana, pero la fortuna no sonreía al mago de guerra pues se estaba quedando solo en medio de unos comerciantes del plano abisal que ya habían dejado bien claro el protocolo a seguir para invitados no deseados en el interior de su tienda...