Partida Rol por web

Indefenso por el veneno de aquella criatura, el bárbaro se pone las botas con un tremendo hachazo que alcanza de lleno en el torso del bribón, la hoja sale empapada de sangre fresca con gesto triunfal, el joven ya no era un peligro, y salvo bañar a todos con su sangre, pocas más cosas haría... a no ser que de algún modo el maldito cabrón se negara a morir. O aguantando el tiempo suficiente para que llegara en el último instante le luz de Hala, sacándolo de las puertas de la muerte... por el momento.

Los bárbaros habían desaparecido dándoles un breve respiro. Flame había conseguido mantener a los abrianes en la rampa, pero aquella oruga y sus tentáculos eran una amenaza lo suficientemente relevante como para considerar que el combate se estaba decantando a su favor.

Kaevhas evitaba los ponzoñosos ataques de la oruga mientras trataba de concentrar sus fuerzas y canalizar su poder. Un pitido remanente todavía resonaba de fondo por culpa del primer ataque de los pajarracos, pero un brillo relampagueante indicaba que aquello no afectaba en absoluto a su concentración... al menos por el momento. -¡Ieinium frictione!- Exclamó tras realizar unos gestos con su mano. Entonces esperó al ataque de uno de los tentáculos y dejarlo pasar de largo poder desatar su poder y dejar a la electricidad atravesar su carne.

Cuando el mediano escuchó a Flame ni lo meditó... era hora de huir. Dando saltos se dirigió a la salida. Sálvese quien pueda... pero antes de irse giró la cabeza para ver a Onfale derribado y bueno... el mediano era muy pequeño para poder con el cuerpo, igual podría llevar su lata con su pene, pero aún así le daría cierto asco y rechazo. Era mejor hacer caso a la rubia.

Aire se estremeció al contacto de la oruga, separándose con mucho asco. Pero el asco que sentía no superaba su enfado.

¡Oh, que groseros! gritó la muchacha al escuchar la respuesta de los cuak cuak.

¡No quieren negociar! Buscan venganza. ¡Y quedarse con nuestros objetos mágicos! ¡Flame, no dejes que te quiten tu pincho! ¡Uno de esos pajarracos está preparado para llevárselo en cuanto se caiga! Otro se va a llevar al bicho que casi matas, ¡y todos se van a esconder para que su gran mamá nos linche mientras ellos cantan por detrás! ¡Hay que huir! informó la muchacha, aunque a su manera. Básicamente, los abrianes se llevarían a su compañero caído e intentarían robar a Ayash, al mismo tiempo que se quedarían en segunda fila usando magia mientras el abrian mayor se enfrentaba cuerpo a cuerpo.

Aire intentó esquivar los tentáculos en su movimiento y se acercó hasta la cabeza de Alice. Con mucho asco, la agarró por la cabeza y, cuando se levantaba, tiró de la mano de Becky. ¡Muévete! gritó tirando de su compañera loca. ¿Y el cuerpo de Alice? ¿Se necesita para resucitarla? ¡Qué alguien se lo lleve! e intentó salir corriendo.

Flame miró a sus compañeros, hasta que ellos no estarían a salvo no dejaría de luchar. Aunque esperaba que Aire se equivocase y no quisieran robarle su espadón. ¡Aquello no pensaba consentirlo! Así que agarró a Ayash con todas sus fuerzas, negándose a soltarlo. Y entonces el brillo de su escama volvió a hacerlo con ese tono blanquecino que los ayudaba a curarlos a todos. Lentamente las heridas de los que aún seguían vivos se iban cerrando.

Y ella, mientras veía si sus compañeros huían o no, iba rebanando las cabezas de aquellas avestruces cantaoras. Si hacia falta no pensaba dejar a ninguna con vida.

La situación de Flame es dramática. Desde el suelo acaba con otro abrián. Los abrianes de seis pies de altura se retiran y vuelven a chillar. Otro de los abrianes se aleja, el del cetro de la torpeza que trataba de desarmar a Flame, y que deja la esfera del ineficaz y patético martillo espiritual al compañero de la varita de esferas flamígeras antes de irse.

El Gran Abrián se aproxima un poco y lanza un ataque triple: su bisarma, su pico y una patada. Parece que está muy magullada, y no da señales de vida, aunque la esperanza es lo último que se pierde. Para ejemplo, Tremens, que despierta con la angelical imagen de Leiath inclinado sobre él (y unos tentáculos infernales ondulando desde el techo, como contrapunto).

Kaevhas no logró transmitir su conjuro por muy poco, y poco más pasó en la tienda a parte de que Aire se había hecho con una cabeza de muñeca rota y una muñeca entera e inmóvil.

Flame es derribada por los ataques de la enorme criatura que tiene frente a ella y es víctima de sus embates,  poco queda sino huir y dejarla morir, la sangre corre en todo su derredor y se trata de la de sus compañeros, poco queda por hacer excepto defender a la mujer que bien ha demostrado su valía, sin apenas inmutarse mueve el hombro a la izquierda quitando de su piel el contacto de uno de los tentáculos de la oruga, aprovechando el impulso para intentar clavar la punta de su estoque en el abdomen de la criatura, sin embargo sus habilidades en aquel combate eran las mismas que las del mago en el piso. –Mejor servir por lo menos de escudo para quien si ha ayudado a sobrevivir.– Sin importar el riesgo, se mueve cuan ágil es directamente hasta el frente del enorme pollo de lenguaje raro, por lo menos hasta donde los tentáculos de la oruga y el enorme pico se lo permiten. –¡Levántate y aléjate de aquí guerrera, tu vida vale más que la de los hombres que intentas salvar!-

Paralizado y elevado en el aire como si fuera un manjar que la oruga se llevara a la boca, Onfale no era consciente de todo lo que pasaba alrededor. Tan solo soportaba el dolor deseando estar fuera de aquel inútil cuerpo suyo, demacrado ya por todas las aventuras corridas desde que apareció en las tenebrosas nieblas. Sólo deseaba caer al suelo y que sus compañeros lo llevaran en brazos a un lugar seguro.

Según iba el mediano moviéndose, vio que sus compañeros no salían tras él. Tentado estuvo de seguir a Mané...pero, pero la rubia había roto esa trampilla por él y ahora desde el suelo luchaba con gran fervor... Con lágrimas en los ojos, el mediano cogió su arco...y los ojos empañados no le dejaron ver muy bien. Ni si quiera sabe que pasó...

Kaevhas maldice para sí al ver cómo el tentáculo se escapa de su alcance por a penas unos milímetros. Pero no podía ignorar a aquella bestia pues ponía en riesgo su huída. Con un esfuerzo titánico, el mago se concentra para mantener el conjuro en su puño y poder liberarlo en un segundo intento. Ya casi lo tenía... pero el estridente alarido de los abrianes le hizo pestañear y provocar que su nuevo intento de ataque fracasara.

La situación no mejoraba y el grupo se encontraba en medio de una situación realmente peliaguda. -¡Salid de aquí y sacad a los que podáis!- Gritó mientras forcejeaba con la oruga para evitar ser alcanzado. -¡Flame, Arthos, retroceded vosotros también! Voy a reducir este lugar a cenizas...- Les advirtió a sus dos compañeros. Ya estaba cansado de aquella situación y, a pesar de que necesitaban los pergaminos, de nada les servirían si costaba la vida de todo el grupo. Debían escapar de ahí a toda costa.

Quería hacer tantas cosas simultaneamente que por un segundo la jóven bruja no sabía que dirección tomar.

Podría usar magia disipadora con la oruga que tantos problemas estaba dando, pero no. Realmente los guerreros del grupo como Artho, Tremens e incluso Fosco, deberían acabar rápido con ella. Usar ese mismo hechizo contra la enorme ave que se abalanzaba sobre ellos y quitarle todo aquello que le diese fuerza? Una opción a tener en cuenta.

También podría dar uso de aquel conjuro al que estaba cogiendo especial cariño e intentar aturdir al máximo de 'tenderos' posibles y asi facilitar la huida.

Pero ante todo, y por lo que se decantó, fue por ayudar a la valerosa Flame. Ella estaba dando la cara por todos y llevándose una lluvia de golpes. Tenía que aguantar.

Dió un paso y activó el poder curativo de su varita mágica sobre la mujer dragón.

En mitad de ese mar de sensaciones que experimentaba el joven bribón, la que le llegó más nítidamente fue la de la gracia de Hala a través de Leiath. Sentía que poco a poco, tal vez a la bendición de la diosa, volvía a tomar el dominio de su cuerpo paralizado. Sería le momento de luchar para salvar la vida...

Artho corrió en ayuda de Flame, pero en cuanto puso un pie en la rampa, el filo de la bisarma pasó como una guadaña cercenando el cuello del prófugo del Cárceri. La cabeza bajó rodando por la cuesta. Leiath también hacía lo posible por salvar a la chica dragón, pero solo prolongaba su agonía. El martillo espiritual, el pico del Gran Abrián y su poderosa lanza eran suficiente para devolver a Flame a la inconsciencia. Y mientras, el fuego mágico de la esfera flamígera se dedicaba a cocer sus órganos internos hasta que el aura de la mujer se apagó como una vela.

Con dos muertos más en sus filas, y sin saber si podrían salvar a Onfale, o sin saber si quiera si alguno saldría vivo de esta, los dedos de Tremens temblaron sobre el suelo. Había recuperado la movilidad, y estaba junto a la ventana. Si alguien tenía una mínima posibilidad de huir era él.

Pero Fosco no se daba por vencido. Sacó su arcó, tensó la cuerda... El cristal mágico ensartado en su arma volvió a brillar para cargar la flecha con su poder. Pero entonces se abrió una pequeña fisura, y del cristal salió un humillo rosa con chispitas. La mala suerte también confabulaba contra la banda de ladrones de tiendas mágicas.

Nada más pudo mover los dedos el joven Tremens lanzó una estocada a los tentáculos de la oruga para que se retiraran y así poder levantarse, presto para alejarse de la maldita tienda. No podía hacer nada en esos momentos, tal vez cuando las cosas estuvieran más calmadas podría intentar regresar a por los supervivientes cautivos.

Era ese el destino del que les había hablado la vidente? 'Permaneced unidos' decía el libro de Becky. Todos se habían equivocado, ellos no eran los elegidos al que el destino les había guardado una misión importante.

Alice, Flame, aquel jóven extraño de la capucha, todos iban cayendo. A Onfale le faltaba poco. Quizás el pequeño Fosco fuese el único en poder escabullirse de la matanza, pero qué le esperaba en aquel mundo inóspito sin amigos, rodeado de maldad por todos lados?

Leiath lloraba, una lágrima por cada víctima inocente que había caido delante suyo sin poder hacer nada; y eran muchas.

Malditas criaturas! Les había ofrecido la opotunidad de comerciar y parar aquella matanza, pero parecía que la sed de venganza estaba por encima de su deseo de intercambiar favores u objetos.

La jóven bruja de Hala se plantó delante de las aves, interponiendose entre el resto de sus compañeros y la ira de las criaturas mágicas. Sabía que sería su fin, pero moriría con dignidad.

Rozó el símbolo de su diosa para que le diera el valor suficiente en aquellos últimos momentos. Sacó su silvato y sopló con fuerza.

El cristal de Fosco parecía haberse perdido, pero no sin antes dar toda la furia del fénix al mediano. Al romperse el cristal provocó que sus ojos estallaran en furia. De su arco salió una flecha destino al pajarraco mami con la intención de acabar con él.