Partida Rol por web

Turno 517

La noche seguía cerrada amparada por la luna y las estrellas que dominaban en el firmamento, pero que eran de poca ayuda para cualquier ser humano. La ventaja de Gwalin es que no era humano, era un naugrim, acostumbrado a la oscuridad, moverse y ver a través de ella. Lo malo es que a pesar de que podía ver mejor es que no estaba habituado a realizar la acción que había propuesto: poner una cuerda a modo de trampa.

Más de una vez habían usado esta táctica para cerrar el camino a salteadores o incursores que les rondaban por la noche, pero él no había sido nunca el encargado de montar aquella trampa, que era muy práctica a la par de sencilla. Menos más que la propuesta la refrendó Leofred con sus conocimientos de cordelería y su capacidad para ver, asimilar y poner en marcha lo que el enano le transmitió.

Al final, los dos se combinaron a la perfección, dejando todo preparado para tirar de la cuerda cuando el oriental pasase por allí... si es que tenía que pasar. Esto era más un deseo y una suposición que Gwalin tenía, más que una verdad indudable.

El veterano guerrero se alejó unos metros y se escondió tras unos matorrales cerca de la trampa, apretando su hacha y el embrazo de su escudo con impaciencia. Pese a la baja temperatura reinante y un viento que no ayudaba a guardar el poco calor que su cuerpo conseguía generar. Y es que Gwalin estaba expectante. Concentrado miraba el camino que llevaba hasta ahí con ansia, como si cada segundo que pasara fuera el último de aquel drama y, tras un recodo, apareciera su deseado objetivo cabalgando.

-Grrrmmm Aparece ya, maldito oriental -gruño en un susurro el enano combatiendo la espera como podía.

Turno 517

Se demoraron más de la cuenta en recogerlo todo.
Grimbeorn no podía hacer mucho en su estado, y Edan, ante el camino que les quedaba por delante decidió tomar la via de la practicidad.

Poco podían hacer ya por ayudar en la caza del oriental huido, pero más adelante quizas el grupo necesitase de su ayuda de modo que se tomó su tiempo para recoger el campamento. Antes de nada se preocupó por el brazo de su compañero.

¿Hay algo que pueda hacer por ti amigo? si alguien sabia que hacer en una situación como aquella ese sería el bosquimano.

Tras ayudar a su compañero, se dispuso a ponerse la armadura, pero antes le entregó la suya a Grimbeorn.
Ten, yo te ayudaré a vestirla.
Era poco probable que se cruzaran con los orientales a corto plazo, pero la experiencia le había enseñado que las situaciones improbables eran más comunes de lo que su nombre parecía indicar, sobre todo en misiones como la que les ocupaba ahora.
Unos minutos más no supondrían ninguna diferencia para sus compañeros ahora, y les esperaba una larga jornada por delante, quizas no tuviesen una ocasión mejor para ponerselas. Además asi tendrían menos fardos para cargar en los caballos. No sería fácil disponer todo para no dejar nada esencial atrás.

Después de vestir al curandero, Edan se puso su cota. Eso le llevó algo más de tiempo, pues el aninista no podia ayudarle, por suerte ya tenía el jubon puesto y la práctica le había dotado de cierta habilidad en el desempeño de aquella tarea.

Cuando todo estuvo dispuesto, algo más tarde de lo previsto, Sven ayudó al norteño a subir a su caballo y abrió la marcha por el sendero. Iban al trote para no forzar el brazo del aninista. Los caballos iban cargados y ambos se encontraban extenuados.

Levantó la cabeza y Miró al cielo por debajo del visor metálico. La luz del alba empezaba ya a despuntar y un cielo gris, carente de nubes se abría como un páramo ante los dos viajeros. No se veía ni un ave, aunque algunas estrellas eran todavía apreciables en la lejanía. El rohir se preguntó que les depararía aquel nuevo día, rezaba por que sus compañeros hubieran podido dar alcance al oriental y reducirlo sin mayores perdidas. Necesitaban un buen descanso si querian afrontar la parte final de su cometido con garantías, y él queria estar preparado para ese momento.

Turno 517

Cubrir la distancia que les separaba del campamento tras su caída supuso más tiempo aun del que les hubiera gustado a ambos norteños. Incluso con el brazo inmovilizado y envuelto con la capa, a veces se producían movimientos que despertaban una punzante sensación de dolor. En esos momentos, Grimbeorn había de detener el paso hasta que el rictus de su rostro demostraba que la sensación remitía.

Si el animista se había sentido inútil durante ese trayecto, ya en el campamento la cosa no mejoró mucho. Con el brazo lesionado, poco podía hacer las más de las veces. Muchas ocasiones, tenía que conformarse con ver cómo Edan recogía las tiendas o algunos pertrechos olvidados por sus dueños. Todo aquel trabajo, sin duda, no beneficiaba nada al rohir; pero éste, a pesar del cansancio que asomaba en su rostro, seguía como si nada. Lo más sensato hubiera sido descansar lo que quedaba de noche. De ese modo, el rohir recuperaría fuerzas y él tendría la mente fresca y despejada para implorar ayuda a Araw. Pero la persecución parecía no dar tregua.

Así que subir al caballo para reanudarla le costó al hombre del bosque más de un imprecación por el dolor. Y ya sentado a lomos de la bestia, Grimbeorn desconfiaba absolutamente de su estabilidad, pues sólo tenía un brazo para sujetar las riendas y equilibrarse. Mientras avanzaban al paso, no dejaba de preguntarse si nadie se habría lesionado o matado yendo al galope, en plena noche, tras el oriental. Desde luego, sería todo un milagro que no hubiera habido más lastimados a consecuencia de aquella excursión nocturna.

Turno 517

Nada más terminar de asegurar la trampa, Leofred se agazapó tras su escondite, con el corazón latiéndole desbocado ante la expectación de que apareciese el oriental. Comenzaron a pasar los segundos con extremada lentitud; el bardo llevaba la cuenta del pasar del tiempo, interrumpido por algún pensamiento extraviado que intentaba convencerlo de que habían cometido una equivocación. Intentó deshechar esos pensamientos, pero volvían con tanta insistencia que terminó perdiendo la cuenta

- ¡Que llegue alguien ya! - pensó para sus adentros con furia contenida. Un sudor frío le recorría la espalda y acusaba la incomodidad de permanecer tanto tiempo inmóvil y agazapado en la misma posición - El oriental o nuestros compañeros, pero alguien tiene que llegar pronto. -

Turno 517

Hallfrid veía con claridad como un jinete emergía del bosque de rocas. No sabia quien podía ser, pero su intuición le decía que podía tratarse del oriental. Aceleró su caballo para ponerse a la par de Larrid

- Ahí delante - susurró mientras señalaba con el dedo y, con gestos, pedía bajar el ritmo. El propio ruido de los caballos le impedía comunicarse con su compañero.

- Un jinete, allí delante, saliendo de entre las rocas - añadió cuando se hubieron detenido. Quedó mirando la reacción del guerrero, tenían que ir a por el antes de que huyera.

Turno 517

- Yo no veo nada - dijo el etheod susurrando tras detenerse - Pero avancemos, despacio, demos tiempo a que salga de las rocas para no perderlo.

Espoleo a su caballo para que se moviera, pero despacio, son trotar. A un paso lento. Trataba de adivinar lo que el campesino había visto, comenzaba a fiarse de su agudeza visual.

RESOLUCION TURNO 517
 

Hallfrid le indico a su compañero que se detuviesen, el ruido del propio galope no dejaba contarle lo que había visto. Larrid le hizo caso y cuando se hubieron parado, escuchó al campesino. Había visto algo mas adelante, un jinete saliendo de entre las rocas. Él no podía verlo aún, pero comenzaba a confiar en la perspicacia del endoriano.

Avanzaron despacio, querían sorprender al jinete, confiando que la cercanía les ayudaría a descubrir si realmente se trataba de él. El lento trote te que llevaban no era suficiente, tuvieron que aumentar ligeramente el ritmo para no perderlo. Cuando ya estaban lo suficientemente cerca, pudieron diferenciarlo. No es que lo vieran en la noche con total claridad, pero aquellos pertrechos, aquel yelmo, no podía ser si no un maldito oriental. Ambos, sin necesidad de dar orden alguna, se lanzaron a por él.

Pero el sagath los descubrió, ya estaba en el camino cuando lo alcanzaron, apenas les separaban una cuarentena de metros. El soldado se puso tenso, creía haber despistado al enemigo y no esperaba que pudiesen llegar por el camino. Rápidamente instó su montura huir con un fuerte golpe de talón.

Larrid y Hallfrid comenzaron una persecución, los tres jinetes comenzaron a galopar por el camino. No podían dejarlo escapar. Además, no habían visto a sus compañeros, por lo que lo mas probable es que estuviesen por delante. Si ellos no iban tan rápido, les darían alcance también.

Los caballos, ya algo cansados, sorprendieron con una veloz carrera. Larrid no reaccionó tan rápido como Hallfrid, cuya maniobra logro exprimir la potencia del animal al máximo. Por su parte el sorprendido oriental tampoco reacciono todo lo rápido que debiera. Aun así, los tres magníficos ejemplares mantuvieron las distancias, aunque Hallfrid la había recortado mínimamente.

RESOLUCION TURNO 517
 

La tensión por la espera era desesperante, quietos y en silencio, guerrero y bardo aguardaban en la quietud de sus escondites. Amparados por la noche, por su oscuridad, acechaban a un enemigo que no terminaba de aparecer y del que no sabían si realmente haría acto de presencia.

El cielo estaba algo nublado, pero la luz de la luna iluminaba radiante cuando una juguetona nube no la ocultaba. El gélido aire del norte soplaba insistente, con ráfagas cortantes que hacían desear un buen fuego en el que calentarse. La humedad de la noche acrecentaba la sensación de frio, y el suelo comenzaba a acumular algo de escarcha en algunas zonas, sobre todo en la escasa vegetación que había a ambos lados del camino.

Gwalin y Leofred no se veían entre sí, pero ambos sabían donde se encontraba el otro. En naugrim estaba agazapado, con el escudo embrazado, y su hacha presta para el combate. Sus manos apretaban los pertrechos, en parte por nerviosismo, pero también buscando que no se le congelasen. El dúnadan también estaba agachado, ambos tras secos arbustos, esperando. Su ballesta descansaba cargada cerca de suya, pero sus manos agarraban la cuerda que habían tendido por el camino. Si tensaba aquella soga, y el enemigo no la veía a tiempo, el caballo tropezaría, jinete y montura caerían estrepitosamente. La cuerda estaba como mojada, y más fría de la cuenta debido a esa humedad, no podía evitar acercar la boca para inhalar un poco de su propia respiración para hacer a sus dedos entrar en calor.

Todo parecía tranquilo, nada se veía a lo lejos, tan lejos como su propia visión les permitía observar en la noche. Ahí el enano tenía ventaja, la visión de aquella raza en la oscuridad, era conocida por casi todo el mundo, le permitía ver allí donde ningún otro era capaz. En este caso, podía ver a una mayor distancia que el Edain. Paso un buen rato, no sabrían decir si fueron dos minutos, o cuarenta, pero al fin escucharon algo acercarse. No podían verlo aún pero el acompasado sonido de los cascos y el bufar de un caballo, podían escucharse sobre el silencio de la noche. Ya estaba cerca y todo estaba preparado.

RESOLUCION TURNO 517
 

Edan y Grimbeorn terminaron el camino que les separaba del campamento caminando. Cuando llegaron al campamento, y sin perder demasiado tiempo, se dispusieron a recoger. Lo primero que Edan fué colocarse de nuevo su armadura, con ella era más ligero, pero había echado de menos la protección que le ofrecía. Con ella, casi seguro que no hubiese recibido ninguna herida. Grimbeorn ya llevaba puesto su peto de pieles de huargo bajo la capa, el aspecto animal que le confería era algo común entre los de su raza, aunque no todos podían presumir de llevar semejante armadura. Cuando se ponía el yelmo, cubierto por los pellejos de una cabeza de lobo, casi podía pasar por un verdadero animal salvaje.

Ya con la armadura colocada, Edan llevo el peso de la recogida. Grimbeorn no pudo mas que recoger cosas pequeñas, terminar de apagar el fuego echando tierra encima, y vigilar los alrededores por si alguien aparecía. El rohir enrolló las mantas, recogió las tiendas y cargo todo, junto con los pertrechos de sus compañeros, en los dos caballos que quedaban. Todo eso les llevo bastante tiempo, dadas las circunstancias, pero finalmente quedo todo guardado.

Edan ayudó a subir al caballo a Grimbeorn, y después él mismo montó. Se pusieron en marcha, al paso, sin forzar las monturas, ni la herida del animista. Llevaba el brazo inmovilizado, se había colocado la capa de tal manera que sostuviera el brazo contra el cuerpo y limitase cualquier movimiento. Aun así, no podía sentir un fuerte dolor con cada pequeño saltito que irremediablemente daba sobre el animal. Sería un viaje largo.

Ya en el camino, y tras apenas media hora, los caballos comenzaron a mostrar síntomas de agotamiento, no podían más. Iban demasiado cargados, toda aquella carga se repartía normalmente entre seis monturas y ahora tenían que llevar el grueso del equipo entre dos. Había que sumar además los pesos de cada jinete, y no se podía decir que Edan fuese precisamente ligero. Los caballos tendrían que hacer un gran esfuerzo si querían seguir, y dada la situación del bosquimano, mas valía echar el pie a tierra y seguir caminando, liberando a los corceles del peso del jinete, hasta que hubieran descansado lo suficiente. 

Turno 518

El viaje estaba siendo un suplicio. Con cada pequeño movimiento de la montura, una sacudida se transmitía por todo el cuerpo y se resentía en el brazo lesionado. Al menos, eso ocurrió durante un rato. Pasado un tiempo, Grimbeorn pensó que se estaba acostumbrando al vaiven y el brazo se le estaba entumeciendo. Necesitó algunos minutos más para darse cuenta de la realidad; su caballo aminoraba el paso y comenzaba a mostrar signos evidentes de agotamiento.

- Algo le pasa a mi montura. - Miró en dirección a Edan, sólo para comprobar que la bestia de monta del rohir sufría de un mal parecido. Lo primero que pensó es en falta de descanso pero, mientras detenía a su caballo, pensaba en alguna otra diferencia con respecto a la tónica habitual del viaje hasta entonces. Al contemplar distraidamente el fardo de equipo que cargaba, lo vió mucho más abultado que de normal.

- Creo que hemos cargado de más a los caballos. Deberíamos seguir a pie para no cansarlos innecesariamente. - Si alguna vez hubo verdad en lo que solía decir la vieja Geleswinta, que las prisas eran malas consejeras se le antojaba ahora al animista algo obvio y doloroso. Por querer ir con premura tras el oriental, podían acabar yendo más despacio. Pero no se le ocurría otra alternativa, así que se las ingenió y aguantó el dolor como pudo para desmontar, tomar las riendas con la mano libre y echar a andar, con el caballo a la zaga.

Al cabo de una hora de marchar así, el norteño hizo un breve alto para recuperar el aliento y acomodar el brazo lesionado. Seguía molestándole, a pesar de que las sacudidas al andar eran más leves. Mientras miraba al cielo oscuro, aunque comenzaba a clarear por el horizonte, el animista se percató de que todavía podía exprimir algunas gotas más del poder de Araw antes de continuar el viaje. Hincó trabajosamente una rodilla en el suelo tras encararse hacia el este, allí donde el cielo anunciaba el alba y musitó varias plegarias al Cazador; necesitaba de su poder para intentar restablecerse y Edan seguramente agradecería un poco de intervención divina también. Le hizo señas para que se acercase.

Turno 518

El frío atenazaba su cuerpo, agachado detrás del arbusto seco, esperando la llegada de su enemigo. El viento aumentaba aquella sensación de frío abotargando y entumeciendo sus extremidades y su cara. A pesar de eso el enano no se quejaba y no se movía de su sitio. Solo abría y cerraba los dedos para que no se le durmieran y estuvieran preparados par la contienda que pudiera ocurrir en cualquier momento. La escarcha comenzaba a ocuparlo todo enfriando el ambiente aun más, otro enemigo más contra el que luchar, a sabiendas que éste era inclemente, denodado y, por fortuna, pasajero.

Pero lo peor para Gwalin era la espera. Era un naugrim, acostumbrado a la paciencia y la calma. Sus vidas se alargaban centenios y sus obras requerían varios lustros si no más buscando la perfección sin importarles el paso del tiempo. Pero el guerrero estaba impaciente por que alguien pasara por aquel entorno. Más concretamente su enemigo. 

Su mirada fija en la lejanía del camino, anhelaba atisbar al jinete que, a la carrera, se aproximara a ellos. El viejo guerrero gruñía para sí apretando sus dientes a la espera de tal acontecimiento.

Y entonces lo escuchó. Unos cascos que se acercaban. Un bufido lejano de un caballo. Alguien venía por fin. Gwalin se colocó rodilla en tierra, praparado para salir corriendo hacia su enemigo, tanto si la trampa funcionaba como si no...si es que al final era un enemigo el que se acercaba. Apretó aun más el cuero de la embrazadura del escudo, y el mango pulido de su hacha. Estaba preparado. Llevaba preparado toda la noche para ese momento.

Turno 518

Cada minuto que pasaba se le hacía interminable. Leofred estaba acostumbrado al movimiento, a tener siempre alguna idea revoloteando alrededor de su turbulenta cabecilla, distraído, impaciente, impulsivo; rasgos que no le hacían más llevadera la espera mientras acechaban junto al camino. El frío había comenzado a atravesar sus capas de abrigo, el sudor y el viento le provocaban un picor en el cuello y los hombros, pero contuvo el impulso de rascarse; apenas llevaba unos delgados mitones y ya comenzaba a notar los dedos ateridos, pero la cuerda se había humedecido y sentía que si la soltaba ahora después le resbalaría en las manos.

Tras lo que le pareció una eternidad, comenzó a escuchar cascos de caballos - ¡por fin! - y por primera vez desde que se escondiera entre los arbustos cambió un poco de posición para prepararse al momento de tensar la cuerda. Se asomó un poco, pero lo mismo hubiera dado que el jinete estuviera a 10 metros que a 100, sus ojos no eran capaz de ver nada en la oscuridad. Tendría que guiarse por el sonido. Por suerte el jinete lo tendría igual de difícil para ver la cuerda, y si galopaba lo suficientemente rápido, incluso si la veía, no podría detenerse a tiempo.

Leofred contenía la respiración mientras el sonido de cascos se hacía cada vez más cercano y más intenso...

Turno 518

Edan cabalgaba en silencio, arrebujado en su capa gris. El sudor de la carrera se habia enfriado sobre la piel y el viento gélido de la mañana le provocaba escalofrios.
Cuando Grimbeorn le llamó la atención sobre la fatiga que mostraban las monturas, asintió conforme a la propuesta del bosquimano.
Descabalgó con cautela y se puso la mochila a los hombros. En aquel páramo inhóspito no existían muchos lugares donde los animales puediesen pastar algo de verde, pero Edan los dejó unos minutos a su aire para que buscasen brotes tiernos y raices a la sombra de las piedras.

De todas formas no tenían muchas alternativas. El rohir pensaba que debian permanecer en movimiento. Confiaba en que sus compañeros hubiesen podido dar caza al oriental, pero si habian tenido problemas tal vez necesitasen de su ayuda. Si tardaban mucho quien sabe que podrian pensar.

Los minutos pasaron y la fatiga y el dolor se reflejaron en los rostros de los viajeros. Al cabo de un rato, Grimbeorn sugirió un alto para descansar y llamó al chico.
Edan ató los caballos y aligeró la carga de aquellos fardos mas fáciles de manejar, para permitir que su descanso fuese más reparador.

Ayudó al curandero a revisar la herida de su brazo y siguió sus indicaciones cuando éste se puso a recitar oraciones entre susurros.
Para cuando termino, el dolor del corte habia mejorado y el muchacho se sentía ligeramente revigorizado.

Gracias amigo, que los Dioses guarden tus manos, pues son manos que sanan. agradeció.

Antes de retomar la marcha se sentaron unos minutos y aprovecharon para comer algo rápido. No llegó a ser un desayuno pues el tiempo apremiaba, pero bastó para silenciar las quejas de sus estómagos.

Te encuentras mejor? preguntó a su compañero...si todo ha ido bien, no deberíamos tardar mucho en darles alcance.

Edan confiaba en que sus compañeros hubiesen podido adelantar al oriental siguiendo el camino. Ir al galope a traves del pedregal era un suicidio tal y como ya habian podido comprobar.

Estaba seguro que una vez capturado, Larrid ordenaría al grupo que esperasen a su llegada. En cada desnivel del camino, entornaba sus ojos y trataba de vislumbrar movimiento en el umbral del horizonte.

Turno 518
Asalto 0

Los caballos no habían podido descansar lo suficiente, los jinete tampoco. Las fuerzas flaqueaban por momentos, pero aquello no podía permitirse, tenían que acelerar. El etheod era un gran jinete, pero el oriental estaba a la par que él, aun esforzándose mucho, les costaría darle alcance. Resoluto, tomo la decisión de sacar su arco y cargar en plena carrera. Una maniobra complicada, pero mil veces ensayada entre los de su pueblo.

Turno 518
Asalto 0

El campesino se esforzaba por mantener el ritmo del oriental, incluso parecía que por momentos acortaba la distancia que los separaba. Sin embargo no era suficiente, necesitaban mas. Aseguro su posición en la silla apretando con fuerza las piernas, pero de una manera fluida, para que el fuese el animal el que guiase sus movimientos y no al revés. Las riendas arengaban al caballos a aumentar el ritmo, tenían que alcanzarle.

RESOLUCION TURNO 518
 

Los dos jinetes se esforzaban al máximo, aunque veían que la distancia apenas disminuía y que seria una larga persecución. El etheod no quería que aquello se alargase hasta el inevitable encuentro con el resto de los enemigos tenían que abatirlo y solo había una manera de hacerlo. El avezado guerrero echo mano de su arco, que cruzado a la espalda esperaba dispuesto. No era una maniobra fácil, pero no era la primera vez que la llevaba a la práctica. Ágilmente, soltó las riendas y se hizo con el arma para después sacar una flecha del carjac. Era increíble ver como tan solo con la fuerza de sus piernas, Larrid era capaz de dirigir su montura.

Hallfrid, por su parte, no estaba tan acostumbrado a galopar como su compañero, pero estaba demostrando tener unas habilidades asombrosas para un simple campesino. Con algo mas de dificultad, consiguió mantener el ritmo. Su cuerpo se tambaleaba en la silla, pero era un movimiento con cierta elegancia, fluido. No apartaba la vista del oriental, había fijado su objetivo, no lo perdería hasta alcanzarlo.

EL sagath lanzaba furtivas miradas hacia atrás, para controlar cuando se acercaban sus perseguidores. Lo orientales eran conocidos por su habilidad con los caballos, toda su sociedad discurría alrededor de aquellas bestias, y eso se notaba en su manera de cabalgar. Era grácil, acompasado y a la vez agresivo. El malnacido conseguía mantener las distancias.

Los tres avanzaban en la noche, todo lo rápido que los animales podían, incluso un poco más. Era arriesgado, pero todos, por distintos motivos, imprimían la imperiosa necesidad de galopar a sus monturas. La distancia entre los perseguidores y los perseguidos aumentó unos metros, pero aún no estaba todo perdido.

Hallfrid vio a lo lejos, a unos diez metros por delante de la posición del sagath, dos nuevas fuentes de calor que parecían tratar de ocultarse tras unos arbustos a la derecha del camino. La duda asaltó al endoriano, tal vez estuviesen yendo directos a una emboscada. Estaban separados varios metros, uno mas cerca que el otro. La situación se volvía peligrosa…

RESOLUCION TURNO 518
 

Estaban preparados, las manos en la cuerda, en el hacha, prestos a utilizar el ardid dispuesto. Los corazones se aceleraron, la sensación de calor aumento por la tensión, y la impaciencia luchaba por hacerse cargo de la situación. Pero si querían que el plan saliese bien, tenían que esperar el tiempo justo, alzar la soga en el momento adecuado, ni antes, ni después. La sorpresa que le esperaba al oriental daría con sus huesos en el suelo, y con el hacha en su cabeza.

El ruido de los cascos golpeando la tierra húmeda del camino crecía en volumen, señal de proximidad. Y al fin pudieron verlo, a menos de cien metros, la oscura figura de un jinete y su caballo cabalgando a gran velocidad. Tenían que esperar, faltaba poco. Llegaba el momento, pero tenían que asegurarse de que era él y no uno de sus compañeros. Por un momento se preguntaron si no hubiera sido mejor que el enano fuese el que tirase de la cuerda, pues con su visión podría diferenciar entre aliado o enemigo.

Cuando apenas faltaban una decena de metros, vieron dos figuras más, a unos cuarenta metros por detrás del primero. No sabían de quienes se trataban, pero al menos tanto Leofred como Gwalin, pudieron reconocer al jinete que iba en cabeza como un oriental. Había llegado el momento.

RESOLUCION TURNO 518
 

Por el camino, las rocas se erguían a apenas media decena de metros de este. Al otro lado, el terreno ascendía suavemente por una planicie rocosa plagada de grietas, era como si las estribaciones de las montañas de ceniza llegasen hasta allí. Con los caballos sobrecargados, Edan y Grimbeorn tuvieron que bajarse. Continuaron un poco a pie, hasta que bosquimano pidió un descanso. Su brazo le dolía, la herida le punzaba con cada metro recorrido y necesitaba detenerse por unos instantes.

Edan liberó un poco el peso de las monturas, descargando algunas alforjas y las tiendas. Además, permitió que los animales pastasen un poco, dejándolos libres sin que se alejasen demasiado. No había mucho que comer para ellos, pero se las ingeniaron para hurgar las plantas en busca de las pocas hojas que pudieron encontrar. Tras un rato de reposo, volvió a atarlos.

Grimbeorn, entretanto, estuvo revisando su fractura. No era tan grave como podría pensarse a juzgar por el dolor y pensaba que tal vez podría volver a encomendarse para tratar de curarlo. Si había funcionado con la herida de Edan, quizás valiese con su hueso. Encarado al este, de rodillas, llamó al Cazador con unas inaudibles plegarias. Estas fueron aumentando su intensidad, su claridad, y su volumen. La gracia de Araw, su poder, inundo las manos del animista, incluso creyó verlo entre las rocas insuflándole su gracia. Acto seguido, y mientras agradecía el regalo, su mano derecha abarco el brazo allí donde se había roto el hueso. Un resplandor prácticamente imperceptible, una luz blanquecina casi invisible, calentó la zona. El bosquimano podía sentir, con algo de dolor, como sus huesos se soldaban mientras apretaba con fuerza. Cuando hubo terminado, se sentía satisfecho, y lleno aun de poder. En lugar de hacerlo desaparecer, como era normal, decidió usarlo con su compañero. Esta vez, imponiendo sus manos sobre el pecho, lo reconfortó dándole fuerzas para continuar. Edan se sintió ligeramente más vigoroso.

Esperaron un poco mas para volver al camino, cuando estuvieron preparados, el rohir volvió a cargar los animales. Aunque los huesos de Grimbeorn se habían soldado, aun necesitarían de un largo reposo para volver a estar como antes. Se pusieron en marcha, esta vez tiraban de las riendas en lugar de montar. Aun así, trataría de imprimir un ritmo alto.

Turno 519

A pesar de que el poder de Araw había funcionado sobre la fractura, el animista decidió que sería prudente mantener el brazo inmovilizado algunas horas más. Desafortunadamente, eso dejaba a Edan gran parte del trabajo pesado de recoger las cosas antes de seguir la marcha.

Al reanudar el camino, Grimbeorn no lograba quitarse de encima la molesta sensación de preocupación que le embargaba. Si bien ya había tratado con sus heridas, al menos de forma apurada, le incomodaba el pensamiento de pasar de largo a algún compañero rezagado o herido o, simplemente, perder su rastro y acabar dispersos, cada uno siguiendo un trayecto distinto. Por eso, no dejaba de lanzar inquisitivos vistazos hacia la oscuridad, en parte intentaba localizar al resto de la comitiva, en parte buscaba rasgos del terreno que le permitieran ubicarse.

- No me gusta esta situación, Edan de La Marca. - El norteño hablaba, pensativo. - Nos hemos separado todos y así hemos perdido una de nuestras ventajas, la fuerza del número. Además, no estoy seguro de que sigamos el camino correcto. Tal vez, - Señaló con el brazo libre hacia lo alto del terreno elevado en la planicie de dura y quebrada superficie, al lado opuesto de las peñas. - desde ahí arriba tengamos una mejor perspectiva cuando amanezca. - Sin embargo, las grietas que creía adivinar en las rocas le hacían dudar de aquel curso de acción, por lo que su tono sonó dubitativo.

Turno 519, asalto 1

Gwalin no apartaba la vista del camino por el que e oían los cascos del caballo. Al final apareció, provocando que apareciera una sonrisa en la cara del veterano guerrero. Ya no sentía frío, ni siquiera sentía el viento, únicamente estaban él y aquel jinete. 

Pero fue entonces cuando un amago de dudas le asaltaron la mente del enano, ¿y si no era el enemigo y era uno de sus compañeros? Él seguro que se daría cuenta, pero ¿y Leofred? Algo comenzó a recorrer el cuerpo y el sudor comenzó a aparecer en su frente. -Quizás no haya sido tan buena idea que yo me alejara...pero ¿qué iba a hacer, dejarle al bardo la tarea de detenerle si la cuerda no funcionaba? gggrrrrrmmmmm -pensó el guerrero aferrando con fuerza su escudo y su hacha.

Para aumentar su intranquilidad, escuchó los cascos de varios caballos que seguían a éste primer jinete. O bien seguían al oriental o bien todos eran sus compañeros, uno por delante y otros que les seguían. El tiempo pasó muy lentamente y Gwalin, pese a su privilegiada vista no discernía si el primer jinete era el oriental o no. Si no lo era debía ser raudo en decírselo a Leofred para que no tirara de la cuerda, pues no sabía si él podía ver quién se acercaba.

Pasados unos segundos, el jinete se acercó lo suficiente para dejar claro que era el oriental el que iniciaba la cabalgada. La sonrisa apareció nuevamente en la cara del naugrim, pero acompañado a ésta apareció también un brillo metálico en los ojos del guerrero. 

-Te lo prometí. Esta vez no te escaparás -prometió el guerrero en un susurro solo por él audible.

Entonces todo pasó. Gwalin salió de su escondite enarbolando su hacha dispuesto a cumplir su promesa. No notó los metros que tuvo que recorrer pues para él estaba siempre al lado de su enemigo, con los ojos fijos en él. Al llegar a éste descargó su hacha. No quería matarlo, pero si herirlo para que no pudiera escapar más.