Partida Rol por web

La famosa escuela de Basiath aunque llevaba siglos construida, parecía intacta, dentro de Navarre habían pocos edificios que mantuviera aquella estructura obviando el palacio real y sus alrededores. Se podía admirar desde su exterior que junto a la puerta principal se alzaban dos pequeñas torres de vigías y continuaba un gran muro hasta formar un rectángulo donde en cada esquina se formaba una gran torre. Aunque era conocido para muchos que aquel edificio era meramente administrativo, para recibir a altos cargos, a la realeza, hacer reuniones o publicaciones o como el día de hoy, que nos llevaba al día de reclutamiento.

El primer día de reclutamiento era el más caótico del año, todas los candidatos y sus familias esperaban a la apertura de las grandes puertas del acceso principal a la Escuela de Basgiath. Puede que algunos se sintieran emocionados u otros aterrorizados, ya que después de acceder por aquellas puertas su destino estaría sentenciado. El sonido rítmico de unas campanas rompieron el ruido de las conversaciones, haciendo que todas las miradas que se encontraban allí se posaran sobre las puertas abriéndose y dando paso a las familias.

Aquel año en particular la seguridad del colegio era extremadamente estricta y solo permitían acceder junto con los aspirantes a un único familiar para su registro. Según varios rumores que habían recorrido los últimos meses habían problemas en las frontera con Poromiel. Aunque no era nada nuevo, ya que siempre había existido pequeños conflictos, en aquellos últimos meses se había desatado el caos, fue entonces cuando las protecciones habían fallado y los ataques de los grifos destruyeron una pequeña ciudad llamada Montserrat. La única declaración que hizo el rey, es que las protecciones no habían fallado, ni fallarán, ni ahora ni nunca, y que la desgracia ocurrida en Montserrat fue un error de un jinete y su dragón al entrar en defensa contra varios grifos en aquel ataque.

Una vez dentro de la Escuela, habían reclutas y otros oficiales indicando a las familias a que zonas dirigirse según su interés. Para quienes quisieran ir al cuadrante de infantería, tendría que dirigirse al torreón norte. Quienes desearan ir al Cuadrante de Curanderos tendrían que dirigirse hacia el sur hasta una puerta que había detrás. Para los interesados en los Archivos irían recto hasta llegar al túnel central que les llevaría hasta una zona debajo de la fortaleza. Por último, se encontraba el acceso al famoso cuadrante de jinetes, y que después de pasar la cola de inscripción solo se podía ver una simple puerta reforzada que daba a la torre sureste.

Justo en frente del acceso a la torre sureste se encontraban dos jinetes, que se les podía identificar por su traje de cuero negro, ya que eran los únicos de todos los presentes que vestían de esa manera. Eran un hombre y una mujer ambos parecían estar alrededor de los veintitantos años, el hombre se encargaba de mirar a los aspirantes y preguntarles su nombre para anotarlo antes de dejarles pasar. La mujer en cambio se quedaba cerca mirando a los aspirantes con una sonrisa socarrona como si pudiera ver el destino de cada uno de ellos. La cola iba avanzando y cada uno de los aspirantes subían la escalera en forma de caracol que escalaba la torre hasta lo más alto y en cuanto llegaran al final, se encontraran cara a cara con el parapeto.

Por fin había llegado el día...

Avance a la escuela con algo de temor y nerviosismo, es cierto que es lo que había deseado todo este tiempo, entrenar y ser una guerrera tan fuerte como papa o mi hermano, el cual estaba a mi lado acompañándome y dándome su apoyo. Desde lo que pasó nos habíamos unido más que nunca, al fin y al cabo no teníamos a nadie más. Al notar mi nerviosismo me golpeó en el hombro como hacia siempre que quería tomarme el pelo, con una sonrisa le trate de devolver el golpe aunque sin éxito. 

Una vez atravesamos la puerta nos despedimos con un abrazo y nos dirigimos cada uno a nuestro lugar, las mariposas de mi estómago golpeaban mucho más que antes, me coloque con el resto de aspirantes observando a los dos jinetes a espera de que comenzará.

Hielina había venido sola. Su padre, vete a saber la razón, no pudo venir. Algo relacionado con las órdenes del Señor del Pueblo. Pero este, el Señor si venía. Estaba obligado. Obligados ambos, tanto él como su hijo, ya que tenía que presentarse "voluntariamente" a esta hazaña. Estaba obligado por decreto Real, como un pago o tributo por ofensas, al haberse levantado en armas años atrás, algún ancestro de ello.

La curtidora era pequeña. Daba un poco de pena verla entre otros, ya que, parecía más una niñita que una mujercita, entre tanto músculo, pero ella estaba emocionada. El Señor les "empujaba" con la mirada a ambos, y parecía que quería llevarse a su hijo a casa y dejarla a ella, como pago por la traición que llevó a cabo gente de su sangre. El crio, altivo y pagado de si mismo andaba con la cabeza alta, ella, en cambio, con las manos juntas sobre su regazo, caminaba mirándolo todo. Tal vez un poco con la cabeza gacha, pero mirando. 

No dudó en dar su nombre al chico con ropa de cuero, lo cual le llamó bastante la atención ya que ella misma sabía trabajar esos materiales, y se fijó en las prendas, en como protegían el cuerpo, en como les permitirían la movilidad en el cuerpo al andar o al correr por el campo... incluso subiéndose a los árboles o cazando un venado.

- Hielina Scharnhorst. Dijo, después de que el "señorito" dijera su nombre.

Algo le hizo mirar hacia atrás. Sintió como que la miraban de lejos, oculto entre la gente. Deseó por un instante que fuera su padre, para que el corazón se le hinchara de orgullo, pero pensaba, sabía o creía que no había podido venir. Era un viaje largo, y además el Señor le había .... ordenado algo que le impedía el viaje. Le había hecho un extraño, costoso y laborioso encargo que pagó por adelantado y con una fecha tope especialmente ajustada.

La añoranza le hizo echar de menos a su padre.

Día uno de lo que podría ser su nueva vida. ¿Seria esta escuela su futuro? ¿De verdad eran tan apreciados los Jinetes de Dragon como para poder borrar un pasado, cambiar una vida? ¿Estaría lo suficientemente alejado y protegido de Jair tras esos muros?

Por otra parte... entre las voces susurradas y los comentarios velados de todas las tabernas de la capital se hablaba de la dureza de esa escuela, de la letalidad del llamado Cuadrante de Jinetes. 

Sonrió para si mismo lleno de confianza, por muy letal que fuera no podía ser muy diferente que los suburbios, tener que vigilar continuamente tu espalda, dormir con un ojo abierto, no saber que comería al día siguiente, tener que rebuscar entre basura y deshechos.

Observo al resto de aspirantes, muchos de ellos niños ricos de papa, gente que no había tenido problemas reales en su vida, probablemente altamente entrenados para los avatares que les esperaban, pero ese entrenamiento no podía ser mas salvaje ni intenso que la despiadada calle ¿verdad?

El resto de compañeros, aquellos que no estaban rodeados de lujos, estaban acompañados por sus familiares (al menos la mayoría), personas que se preocupaban por ellos, que llorarían sus muertes. ¿Como seria eso? ¿Lloraría alguien su muerte? Quizá Marlee... La iba a echar de menos, todo un año sin saber nada ella, sin poder comunicarse, sin ver su preciosa sonrisa, sin hacerla rabiar y escuchar como se le llenaba la boca al llamarle tonto y darle un golpecito juguetón en su hombro...

Un breve destello pelirrojo captó su atención, a lo lejos le parecio ver un rostro conocido ¿Corazón de Fuego? ¿No había desaparecido hace tiempo? Nha, no podía ser ella.

Volvió su atención hacia los dos jinetes que flanqueaban la puerta de acceso, sus ropas estaban hechas de buen cuero, duro, resistente, de calidad. Mirando el lado positivo no tendría que preocuparse por la ropa ni por la comida el resto del año. Había que reconocer que sería una agradable novedad. Parece que el resto de aspirantes se dirigían hacia la puerta y daban sus nombres y apellidos. Se acerco a los jinetes.

- Asterion - para dar un apellido había que tener uno.

Estaba nerviosa, mucho, más de lo que ella quisiera reconocer y eso le molestaba. No sentía ese cosquilleo desde hacía cuatro años, desde el segundo mes de cautiverio. Pero esta vez era distinto, ahora se sentía libre de estar allí, de hecho podría salir corriendo y alejarse de aquel lugar, de aquella ciudad y vivir la vida que ella hubiera querido. Pero algo le retenía, ¿su orgullo? ¿aprovechar estos últimos cinco años de adiestramiento? ¿conseguir ser algo más grande para poder ayudar mejor a los suyos, los olvidados de la calle?

Aquella mañana había sido inusual desde el inicio. Despertó en una especie de posada, no en el pabellón cerrado donde recibía entrenamiento y del que no podía salir. . Sin duda alguna le había vuelto a drogar, como cuando le raptaron. Sin darle más importancia se levantó, se asomó a la ventana y se dio cuenta de que estaba en su ciudad, cosa que hubiera jurado que no era así cuando entrenaba. En una silla encontró un paquete de papel atado con cuerda. Al abrirlo vio que había ropa limpia, una carta y una nota. 

La lectura fue corta pero tuvo que releer varias veces las pocas líneas que contenía, por la emoción que suponía lo que contenía.

Ha llegado el día.

Báñate, vístete con esta ropa, coge la carta y dirígete a la puerta.

Busca el edificio administrativo de la Escuela Basgiath y ponte en la cola de los jinetes.

Entrega la carta si te piden referencias.

Es tu momento, aprovéchalo.

Skylar sonrió y se puso ha hacer lo que hacía cada mañana desde hacía cuatro años: estiramientos, ejercicios de coordinación, ejercicios de equilibrio y por último meditación. Tras esto bojó a la parte de abajo de la posada donde le sirvieron un desayuno ligero. La sorpresa seguía creciendo.

Pero fue la emoción de salir a la calle lo que más ansia le produjo. Era libre. Era su hora.

Tomó la dirección a la escuela y tras preguntar a varias personas, la mayoría de ellas descorteses y estirados, logró llegar a una cola flanqueada por dos jinetes, vestidos con su peculiar e inconfundible traje de cuero negro. Su corazón le latía fuertemente. Era eso a lo que había venido, a ser uno de ellos, a ser un jinete. Su mirada estaba anclada en ellos y, poco a poco se fue acercando hasta que llegó su turno y le preguntaron por su nombre.

-Skylar -dijo escuétamente la pelirroja al jinete. Le miró pero pareció no necesitar la carta que llevaba*, así que optó por no entregársela. Acto seguido se giró y vio la sonrisa ladina que la jinete le dedicaba. En otro tiempo se habría enfrentado a ella, aunque le hubiera supuesto una paliza. Eso había cambiado, le habían enseñado a ser cauta y saber reaccionar a las impertinencias con la mayor de las ofensas, la indiferencia.

Sin más siguió a los demás aspirantes en la subían la escalera de caracol hasta lo más alto de la torre.

Un muchacho francamente gordo había llegado con su madre. Una de ellas. Se despidieron con un abrazo muy tierno. Habían llegado en el carro de un comerciante de patatas, y tanto el chico como la señora parecían desubicados. Pero contentos. Por fin había llegado el día. A partir de aquí, empezaba una nueva vida. Lejos de los acosadores del pueblo. Aunque también lejos de su familia, su novio, y su novia. 

Bastian parecía fascinado por todo lo que veía. No había edificios tan grandes en el pueblo, ni tanta concentración humana. Aunque se había bañado antes de venir, y se había vestido con su camisa de los domingos, le daba miedo no estar lo suficientemente arreglado para la ocasión. Se pasó los dedos por el pelo, repeinándose. Observó el panorama. Estuvo seguro de que esto no iba a ser como en el pueblo. Aquí nadie le perseguiría llamándole marica, desviado, hijo de bruja, ni nada por el estilo. No le pegarían y no le violarían. Seguro que aquí haría amigos. Seguro que en unos años se estaría riendo con alguna de las personas que le rodeaba. Estarían recordando este primer día con cariño, contándose anécdotas.

Sí, hacer amigos parecía un buen plan. Solo tenía que ir y hablar con alguien. Seguro que salía bien. Se fijó en un chico que parecía simpático, puso su mejor sonrisa, y se dirigió hacia él. Bastian no sabía que ese chico se llamaba Jake Driscoll. Caminó hasta él con tan mala suerte que se tropezó con sus propios pies, y cayó redondo ante él, y ante la mirada de todos los demás. Además se había hecho daño. Se había ensuciado. No pudo evitar que se le cayeran unas lágrimas de vergüenza. Se levantó tan rápido como pudo, y salió corriendo hacia la esquina desenpolvándose la ropa. No sabía donde meterse.

Solo después de que pasara lo que Bastian consideró suficiente tiempo como para que se olvidaran de él se atrevió a ir hasta los jinetes, rojo de vergüenza y tímido como un niño pequeño. Bastian Baltasar Bux... 

Sonaba afeminado.

Hasta la escuela de guerra había llegado Kenneth, de su mano iba un pequeñín, su hermano de apenas 10 años. Kenneth intentaba mantener una cara tranquila, más que todo para que su hermano no se preocupase.

Con ellos venía un anciano que debía tener almenos 80 años, seguía a los dos hermanos cuidándolos. El padre de los Ironfield no había venido, probablemente estaba tan mal que no podría ni levantarse de la cama, pero eso no era algo de extrañarse, desde que tenía memoria no habían podido contar nunca con su padre por su "enfermedad", por el contrario, aquel viejo que los seguía era para Kenneth una figura mucho mas importante, le había enseñado y lo había preparado no sólo para la vida, si no para lo que vendria en la escuela de guerra.

Antes de entrar, Kenneth se despidió de su pequeño hermano, que a duras penas aguantaba las lágrimas.

- Mientras estoy fuera te encargo de cuidar al pequeño, espero poder verlo el próximo año.

No las palabras, había que cumplir con su deber.

Kenneth sabía a donde venía y estaba preparado para eso, a su espalda bien sujeta una pequeña mochila con las cosas que necesitaría durante su estancia en Basgiath, y en su funda, atada también en la espalda, estaba su espada.

No estaba en su caseta pues sabía que necesitaría equilibrar su peso para tener el mayor equilibrio posible. Si rubio pelo estaba recogido en una trenza. Su porte era noble, altivo pero sus ropas gastadas no demostraban opulencia, solo era ropa funcional.

Cuando llegó ante los jinetes, contesto sin dudar.

- Kenneth Ironfield

Ahora empezaba lo que el anciano describía como el primer día más difícil de su vida.

Beren tenía un largo camino desde su aldea, allá en las tierras de Aretia, hasta la ciudadela escolar de los Jinetes de Dragón. Separarse de su madre y su hermano no le hacía mucha gracia, pero se había enterado de que el hijo del Caudillo tuvo que partir al frente...Eso le daba un tiempo... y quería aprovecharlo. Si era capaz de volver, ese noble de cuna, no volvería a molestarles...

Para su desgracia no tenía a su padre que le acompañara, le añoró mucho en el momento de partir... Se despidió de su madre y le dijo que si veía a la Cortesana Bailarina le diera un brazalete que había trenzado con piel de gamo y conejo blanco, dibujando al fuego su rostro...(Su madre era requerida a veces en casas de ricos comerciantes y nobles para tratar alguna enfermedad).

Cogió su Arco y su lanza, y el resto del equipo, ligero, algo de comida y salió de la casa. Allí estaba jugando el pequeño Tom con unos juguetes de madera que le había tallado Aran de Mather. Se despidió de él con un cariñoso beso.

Pórtate bien, ayuda a mamá y no te alejes de ella, me oyes?

A los 20 minutos de salir de su casa, se encontró con Aran de Mather que le estaba esperando en el camino. Con él estaba el conductor de una diligencia que podía acercarlos por un módico precio, que el ya había satisfecho. Ambos compartían tabaco fumando en pipa...

-Hola Beren, si te parece bien, te acompañaré un trecho del camino. Son muchas jornadas para ir solo. Te asaltaran dudas. Intentaré clarificarlas  en la medida de lo posible. Ya he acordado con Rodius.

Aran era lo más parecido a un padre, y había sido el culpable de que quisiera ser un Jinete de Dragón... Si lo conseguí podría luchar contra los Grifos y vengar a su familia.

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Pasaron muchos días, pero al fin llegó el día concreto... Hacía 2 jornadas que habían llegado a las cercanías de la ciudad de Basgiat. Acamparon en las afueras. Beren prefería estar sólo. Era un muchacho introvertido, posiblemente por el propio estilo de vida, y solo era dicharachero cuando estaba con los de su aldea, que lo conocían todos. No es que fuera arisco, pero le costaba intimar.

Llegó el momento y las puertas se abrieron... Un montón de gente se fue acercando, las campanas tañían... Aran se subió la capucha y le entrego un parche de cuero negro, no mayor de 3 dedos...

Ahora es tu hora muchacho... Lo que tu quieres pasa por ganarte el respeto de un Dragón y para eso tendrás que superar muchas dificultades. No será fácil, pero si tienes fe y perseverancia, puedes conseguirlo... Espero que esto te de suerte...

Beren se despidió con un fuerte apretón de manos y luego un abrazo más familiar...

Porque te cubres si fuiste uno de ellos?

No deben de verme aquí. Hay un Dragón que no debe saber que estoy vivo.

Beren asintió y sin decir ni una palabra más, se dirigió hacia la puerta. Se fijó en los carteles y la gente que allí había... Al final vio una cola flanqueada por una pareja de Jinetes de Dragón, reconocibles por su indumentaria clásica, que iban pidiendo el nombre a los allí enfilados. Observo a un muchacho  bastante rollizo, que le hizo arquear las cejas... No es que le cayera mal, en absoluto, el hijo del panadero de su aldea era igual y se llevaba bien con él, pero...

Que demonios piensa que va a conseguir ese tipo aquí con ese cuerpo?

También habían dos o tres muchachas, una con un pelo cobrizo que le recordaba el sol al atardecer golpeando el agua del rio, otra morena y un par de hombres, muy diferentes uno del otro, sin duda alguna uno tenía el típico porte de Noble de Cuna y su espada en la espalda denotaba estatus.

Los Nobles de Cuna, no eran de su agrado, los poco que había conocido eran mucho menos nobles que Ruud Jambeer, el Leñador de la Aldea. 

Tu nombre?

Beren Northwind, de las tierras de Aretia, Señor

El día había llegado y aunque estaba solo y ningún familiar había tenido conmigo,mantenía una extraña calma en mi rostro sin revelar nerviosismo alguno, eran muchos los aspirantes a jinete, cuando al fin tañeron las campanas, las puertas se abrieron y tuvimos que subir una escalera de caracol.

Mantenía la cabeza fría, estaba concentrado, pues sabía lo que me esperaba hasta convertirme en jinete, no sería fácil, al subir los reclutas daban su nombre a aquellos jinetes, pasaron varios candidatos antes de que me llegara el turno.

Entonces uno de aquellos candidatos un chico gordo me vio y se acercó sonriente, pero tropezó, y luego se reincorporó lleno de vergüenza y dijo su nombre, Bastian después otro joven, asi fueron presentándose los demás otros que se llamaba Beren y otro que tenía por nombre Kenneth, parecía algo salvaje, pero no hay que juzgar por las apariencias.

Otras muchas personas pasaron antes que ellos, pero yo no conocía a nadie, cuando llegó mi turno dije mi nombre Jake Driscoll-pronuncie sin nervios, no iba a dar la impresión de un joven nervioso, sino de alguien seguro y decidido, claro que todos all teníamos nervios, unos más que otros, estar confiado era lo peor que podías mostrar pues con la confianza vienen los errores si te confías en demasía, pero debí mostrar seguridad, pues había visto aquella sonrisa socarrona de la mujer jinete y no iba darla el placer de sospechar que estaba nervioso o que tuviera miedo, lo primero, podría ser, pero lo segundo, miedo, miedo no tenía, enfrentaría cada prueba con decisión.

         - ¡No debiste venir conmigo hermanito, yo soy la que debe cumplir con la promesa a mamá y no tu, quiero evitarte este enorme riesgo precisamente a ti, nuestro padre estará enojado conmigo por estar aquí ambos! -      Le dice una bella y atlética joven montada junto a otro joven bien parecido y un poco mas joven que ella quien aparenta ignorarla mientras que ambos se acercan a una fila de jóvenes que se aproximan a la entrada de un alto y llamativo edificio que debía ser el famoso colegio, la joven cree recordarlo, tras varios años de no volver a verlo, de inmediato le trajo el recuerdo de su madre y ambos jóvenes cruzaron la mirada en silencio, sabedores que si sus rasgos podrían ser llamativos, su acento aún más, así que prefirieron tratar de no llamar más la atención mientras que avanzaban entre los jóvenes y algunos no tanto, hacia el interior del colegio, reconociendo de reojo a otros jóvenes, que tras consultar el par de hermanos como ellos se encaminaron hacia el edificio de los jinetes de dragones, que recordó haber visitado algunas con su madre y no estaba segura si en esta ocasión le parecía menos o mas intímidante, pero como fuera no iba a demostrarlo aun montada junto a su hermano menor, así que con la gracia y habilidad posible desmontó con su hermano tras ver que un joven caía cerca gracioso al suelo y se ponía de pie por si mismo ... esperando que solo fuera alguna manera de aparentar ser menos hábil de lo que era y no demostrar el miedo que le imponía el lugar ante su futuro, cuando su hermano se iba a burlar la joven de tez trigueña le hizo una seña para que lo evitara antes de que ambos dijeran de manera alternada:

           - ¡Somos Samara ... y Maluma Azkarizade de las tierras ... del sur! -     El par de hermanos trato de presentarse con un acento lo más neutro posible tras ajustar a los cintos de sus ropas un par de armas, la chica un arco, con carjcaj y una punta de lanza en el arco y un par de dagas, mientras el joven con una espada y un escudo que aseguró en su espalda

El suelo empezó a temblar y acompañado a esa vibración se escuchó un retumbar, era el sonido de algo que se acercaba a la escuela. Por la calle principal apareció un carruaje inmenso, precioso y cerrado por completo, tirado por dos pares de caballos blancos, solo el rey podía llevar más tiro. Dos hombres están sentados en su pescante, uno de ellos el cochero y otro un soldado bien armado. Y en el de atrás, otra pareja de hombres armados protegen ese lado del carruaje.

Cuando el carruaje se detuvo, los hombres que estaban fuera se pusieron en movimiento. El cochero, tras poner el freno se bajo raudamente, puso la escalerilla y abrió la puerta. Mientras los soldados ocuparon sus lugares especificados con antelación. Uno, el que estaba con el cochero, se fue a la parte de atrás del carruaje. Los del pescante de atrás se pusieron a flanquear la portezuela que el cochero había abierto.

Entonces un tipo alto, de pelo corto y negro con mechones blancos, que lucía un traje negro igual que los dos soldados que flanqueaban la entrada de los jinetes a la academia, salió del mismo. Su tez fría y dura se hacían aún más temible por su tremenda cicatriz que le recorría el costado izquierdo a modo de zarpazo, dejándole el ojo de ese lado blanco, inservible, tuerto. Tras mirar a ambos lados, alzó su brazo para ayudar a bajar a la persona que iba dentro.

Bajó del mismo un joven apuesto, corpulento y muy bien vestido. Encima de sus ropajes, para que nadie lo ignorara, llevaba una sobrevesta roja, donde lucía el emblema de los Brightblade: un sol radiante en oro, con una espada plateada centrada en el centro del sol. Nada más tocar el suelo el muchacho, los guardias comenzaron a andar y a voz en grito iban apartando a la concurrencia.

¡¡DEJAD PASO AL HEREDERO DE LORD BRIGHTBLADE!! ¡¡DEJAD PASO A ELRIK BRIGHTBLADE!! ¡¡DEJAR PASO...

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Al momento miré a mi compañero y negué con la cabeza.

Erzid, el carruaje no pude rechazarlo pese a que no lo quería, pero padre... te dije que esto no lo quería. Por favor, ya siento demasiada vergüenza como para que nombren mi llegada a voz en grito. Basta, por favor.

La persona mayor asintió y sin decir nada, chascó los dedos y acto seguido los guardias se pararon donde estaban. El jinete miró a su pupilo y le hizo una seña con la mano para que el joven comenzara a andar. Éste, asintió y comenzó a andar pero miró a ambos lados para ver si los soldados le seguían. Pero me sentí más aliviado cuando vi que se quedaban atrás. El que sí que nos siguió fue el cochero que llevaba un pesado baúl con todo el ajuar que, según mis consortes avaladas por mi madre, creían necesario que llevara.

Aferré el pomo de mi espada, pues me daba más seguridad y así no me moslestaba al caminar y me dirigí a la cola. Pero Erzid me cogió del antebrazo y me llevó a la parte inicial. No pude si no asombrarme y resistirme un poco, pero no quería volver a hacer el ridículo, así que me dejé llevar. Al llegar los jinetes se quedaron atónitos, por mí y por mi estruendosa llegada, pero sus ojos estaban puestos en la imponente figura que me acompañaba. Erzid de Vihorlar, jinete condecorado de dragón y maestro de armas de la familia Brightblade.

Elrik Brightblade -dijo sin preámbulos Erzid, y, al ver que el joven jinete le miraba y no lo apuntaba, le miró con rudeza-. Que pasa muchacho no sabes escribir.

Al momento el joven jinete escribió el nombre del heredero de la familia Brightblade. Me giré hacia Erzid y respiré hondo. Él me miró, puso sus manos sobre mis hombros y asintió satisfecho.

Recuerda, eres un brightblade, pero mucho más que eso, eres Elrik, aspirante a jinete de dragón. Da todo lo que tengas dentro, pero siempre con honor.

Asentí y sonreí tímidamente. Él era quien me lo había enseñado todo y con quien había compartido más tiempo los últimos doce años de mi vida. Era mi maestro, mi amigo más cercano, como si fuera mi padre. Dicho esto Erzid se dio la vuelta y se dirigió a la carreta. El cochero dejó el baúl a mi lado y sin decir nada siguió los pasos del maestro de armas. Todos se montaron en el carruaje y nuevamente el estruendo que suponía mover aquel carro se escuchó y sintió, para desaparecer con él por la calle principal.

Me aproximé en soledad a la fila de los nuevos aspirantes. Lord Reynard Hawthorne no había permitido que su mujer me acompañase en este día, a pesar de que ella lo había intentado. Las palabras del líder militar habían sido claras: «Sólo cuando sea jinete se podrá considerar ante todos como una auténtica Hawthorne». No me podía importar menos estar sola aquí, hacía tres años que no podía sentirme acompañada aunque estuviese rodeada de gente. 

Eran bastantes los aspirantes que parecían estar preparados pero no me molesté en quedarme con sus caras, muchos quizá no sobrevivirían. 

Pese a todo no pude evitar percibir como un muchacho rellenito, que parecía estar completamente fuera de lugar, se cayó al suelo. Di un paso adelante de forma inconsciente para ayudarle antes de recordar que no tenía demasiado sentido conocer a gente que podía estar muerta en pocas horas. Era pronto para hablar con cualquiera de ellos, tendría tiempo para conocer a mis compañeros tras el parapeto. Aún así comprobé los rostros de la gente de alrededor del muchacho, con mirada fría, en busca de alguien que se estuviese riendo del tropiezo para tenerlo muy en cuenta cuando todo comenzase. 

Me dirigí hacia los jinetes a paso firme. Iba ataviada acorde a la escuela con un traje de cuero negro y llevaba una pequeña mochila sólo con lo más esencial. El pelo se encontraba sujeto en un recogido cómodo. El atuendo se completaba con un par de dagas ligeras enfundadas en ambos lados de la cadera. 

—Fiora... Vossendir —recalqué el apellido buscando alguna señal de reconocimiento por parte de los jinetes. Quería saber cuanto antes quiénes eran los que habían estado cerca de mi hermano en la Trilla. 

         - ¿Aquí tendrá ventajas un joven tan noble como ese hermanita? -      Le susurra Maluma a su hermana, quien estira las manos y levanta los hombros con cierta ignorancia y le sonríe mientras que niega con la cabeza, sin dejar de mirar por un momento al elegante y guapo noble por un momento:

         - Olvida esas cosas y concentra te en nuestras pruebas, sino mejor regresa a casa y deja de exponernos a ambos porque puede ser de vida o muerte cada prueba que nos espera aquí, si mal no recuerdo las palabras de mi madre cuando niña, será mejor que mostremos la carta para presentarnos y vayamos a donde nos indiquen -      Le propone Samara a su hermano menor tratando de evitar hacer muy evidente su acento sureño del reino de , mientras nota que su hermano mira con cierto aire galante a la joven Vossendir, quien parecía muy preparada para una batalla tras entregar su carta de presentación conjunta y caminar ambos hacia la escaleras de la torre de los jinetes o al cubículo para registrarse allí

No había superado los dos últimos años allí para soportar todo aquel caos por segundo año consecutivo y menos cuando los de arriba solo se ponían con más exigencias. Que ganas tenía de largarme con Zera, mi dragona, a la frontera y poder olvidarme de todo aquello.- ¿Preparada? - se giró hacia su compañera un segundo antes de que comenzara a apuntar los nombres uno a uno. 

El primero era un muchacho, Kenneth serio y diría que algo tenso.- ¿Nombre...? - apunté su nombre en la tablilla y antes de que continuara levanté una mano señalándole un lado de la puerta y le ordené.- Tira tus armas y continúa...- ese año las normas de los efectos personales habían cambiado, especialmente con las armas que cada uno portaba, solo esperaba no tener muchos problemas y aquel día acabara ya y centrarme en lo mío.

Tampoco es que Cass me ayudara mucho ya que se dedicaba a mirar a todos los candidatos de arriba a abajo mientras estaba apoyada al lado de la puerta. Después de todo ese era su trabajo y solo esperaba que al menos lo hiciera bien. La iba mirando de vez en cuando asegurándome de que todo estaba en orden.

Fueron pasando varios, hasta que llegó otro muchacho llamado Beren, estaba comenzando a escribir su nombre cuando notó que se dirigía a él como señor, levanté la mirada un instante y sonreí irónico antes de dejarle pasar y advertirle también de que dejara sus armas. 

Continuaron pasando los candidatos hasta que llegó una candidata, su nombre Mia, era simple de escribir por lo que también le di la advertencia a ella de que soltara todas sus armas y prosiguiera.

Parecía que había ocurrido algo más atrás aunque no le presté demasiada atención, aquel primer día era un caos y se había visto de casi todo. Por supuesto que no iba a ser menos cuando pasó junto a mi un chico tímido pero bastante grande a mi lado, Bastian, no parecía ser el típico muchacho que llevara armas y con su enorme cuerpo no creía que las necesitara pero le di la misma advertencia que al resto.

Al parecer no sería el único jaleo del día pues apareció un jinete con quien parecía ser algún discípulo o de su familia, me resultaba exasperante que esperara que se le tratara de diferente manera. Ya veríamos si podía superar el parapeto, Elrik, no le conocía pero aquello no me agradaba.- No se preocupe, anotaré perfectamente su nombre, así se podrá leer alto y claro cada día en cada mañana... - me dirigí al muchacho.- deja tus armas y sigue...

Otra mujer se presentó a la filas, Hielina, pude notar su mirada en nosotros y me preguntaba que es lo que veía antes de apartar la vista.

Se siguió dando paso a los siguientes candidatos, Jake, Fiora, Skylar, Samara y Asterion... Dándoles a todos la misma advertencia de que tiraran sus armas antes de continuar.

Me dolía demasiado la cabeza ese día, no habíamos parado de hacer simulacros las últimas semanas para tener todo controlado aquel día pero por suerte me tocó acompañado del guapo de tercer año, Aran. Desde que había entrado el año anterior en la escuela había captado mi atención, aunque descubrí más tarde de que aquel atractivo me resultaba casi imposible de evitar al poco descubrí que no era tan mi tipo. 

Comenzaba la cosecha y solo me habían dado una orden, observar... para ello tenía que concentrar mucho mi vista y si no fuera por el cansancio que llevaba podía hacer aquello incluso con un ojo cerrado. Lo más seguro es que una tercera parte de ellos no llegara ni al Cuadrante por lo que me centré más en sus gestos, en su equipaje.

La mayoría estaban tan nerviosos que no creía que consiguieran llegar ni a la mitad del parapeto. Aunque aquel día me daba sinceramente igual, no conocía a nadie y hasta que superaran la Trilla me eran totalmente indiferente.

Siguieron pasando y pasando los candidatos por la puerta pude ver que me lanzaba alguna mirada Aran y bromeaba con él para quitarle hierro al asunto. Uno de los candidatos pasó por nuestro lado, vi por encima del hombro que su nombre era, Jake, parecía un chico muy formal, tal vez de alguna familia prestigiosa.- Veamos cuanto duran... dije sonriéndole.- Las armas...- dije señalándole el montón al lado de la puerta donde cada uno dejaba sus armas.

Más tarde llegó una chica que recalcaba su nombre o más bien su apellido, Fiora.- Como si de algo te fuera a servir aquí...- dije en voz alta y seria casi retándola.- No te olvides de dejar tus armas

Continuaron varios y apareció otra chica que me parecía algo altanera para cuando aún su único mérito era haber llegado hasta allí. Me quedé mirando su nombre, Skylar.- Será mejor que te andes con ojo o no durarás ni una noche aquí...- dije con una sonrisa pero mi mirada era totalmente seria.

Al poco aparecieron dos que iban juntos, se les ordenó como a los demás que soltaran sus armas aunque yo me centré en la chica, Samara creo que dijo que era su nombre.- Vamos, vamos... que es para hoy...

Ya estábamos llegando al final para cuando Aran me pasó la batuta para seguir anotando los últimos nombres y se adelantó a subir por el parapeto.- Siguiente... - esperé a que dijera su nombre.- Asterion...- levanté la mirada esperando oír un apellido pero al no oírle le di las indicaciones como a los demás.- Deja tus armas y continúa...

Todos comenzaban a llegar poco a poco a enfrentarse al parapeto, pues apenas entraba ambos pies juntos y las piedras y la gravilla no ayudaban a mantenerse firme. Por suerte el día había amanecido despejado pero se podía ver como unas nubes comenzaban a bajar poco a poco por la colina y bañando el barranco y el río que había al fondo con una espesa neblina que iba elevándose.

Cualquiera podía darse cuenta de que si ya era difícil pasar así el parapeto incluyendo la humedad y la poco visión que iba a ofrecer la niebla en cuanto ocultara el parapeto casi se podría decir que era una misión imposible pero ya no había vuelta atrás. Según iban avanzando los candidatos se dejaban unos minutos a que avanzaran o desaparecieran en el barranco antes de dejar continuar al siguiente.

Habían algunos que se lanzaban emocionado a caminar ágilmente el parapeto, otros que prefería continuar despacio pero seguro aunque era obvio que el riesgo de caer era muy alto también había otro problema y ese era la de los otros candidatos. Si se iba demasiado lento es posible que otro candidato se acercara por atrás y te tirara, en cambio si se fuera muy rápido se encontrarían antes con el fondo del barranco que con cualquier otro rostro.

Cuando el carro se marchó con Erzid y demás gente montado en él, además de llevarse mi espada, pues no dejaban pasar armas, cambié mi cara quedando un rictus serio impreso en ella. No me gustaba llamar la atención y menos que la gente supiera quien era nada más llegar. Abrí el baúl y rebusqué en fondo para dar con dos bolsas, una de tela a modo de panera con varias mudas. La otra, más resistente, de cuero con asas a modo de mochila con otro tipo de cosas. La abrí para ver si estaba todo y dejar en la caja varias armas que me había traído por si las necesitaba: una moharra de partisana de acero bien labrada y su regatón a juego; una daga larga hecha de buen acero y con su guarda manos; y otra daga de bota bastante más pequeña. También había otras cosa en su interior que guardé: un protector de antebrazo de cuero y la dactilera para tirar con arco; un juego de cubiertos; una cantimplora; y un saquito de cuero con monedas. Me puse la capa de paño y el escudo de cometa que habían dejado al lado del baúl y me lo eché a la espalda pasando el tiracol por encima de mi cabeza.

Luego saqué el baúl fuera del recinto de la escuela y lo dejé abierto para que quien quisiera cogiera lo que necesitara. Volví nuevamente a la cola donde había dado el nombre y mostré el contenido de las bolsas para que vieran que no llevaba ningún arma. Tras esto me dirigí a donde estaban subiendo todos los que daban el nombre a los jinetes que flanqueaban la entrada.

Al pasar al lado de dos jóvenes que parecían hermanos, la chica se me quedó mirando. Yo avergonzado por como había sido mi llegada, solo pude apretar los labios y torcer un poco la cabeza cerrando los ojos mientras suspiraba. Seguramente un poco de color cogieron mis mejillas, pero decidí ponerme la capucha de la capa para pasar desapercibido y seguir mi camino.

La puntualidad siempre había sido importante para Kenneth, y ahora eso lo ponía de primero en el parapeto.

Lo primero que le pidieron, luego de su nombre, fue que dejara sus armas. Aquello debía ser nuevo, o almenos no le habían dicho que sería así, pero no estaba el para preguntar o discutir con nadie, almenos no cuando sabía que pronto se estaría jugando la vida.

Dejo la espada en el lugar que le indicaron y se preparó para pasar el parapeto. 

Aquello había sido para el uno de los juegos de niños que disfrutaba en sus tierras, el viejo criado de su abuelo, siempre ponía a Kenneth a jugar haciendo equilibrio, trepando árboles, juegos divertidos para un niño, pero que en realidad lo preparaban para este momento. La diferencia es que pasar por aquello no podría ser solo diversión,aquí si resbalaba, si perdía concentración, no solo sería un moretón, aquí estaría muerto.

Aparte de todo era el primero... Eso podía ser una ventaja, almenos pasaría antes de que empezara a llover, lo malo es que no podía ver a alguien antes que el avanzar para analizar los lugares más seguros para pisar... Pues tocaría confiar en sus habilidades y nada más.

Cuando se paró ante el parapeto, bloqueo de su mente toda influencia externa, solo estaba el parapeto y el. Ajusto bien las correas de su mochila, extendió sus manos a ambos lados para buscar un mejor equilibrio y comenzó a avanzar. Sus pasos eran cortos, seguros. No competía por hacerlo más rápido que el resto, lo importante era llegar al otro lado. Lo bueno es que no tendria a alguien adelante que pudiese entorpecer su avance 

Comenzó a avanzar, un paso a la vez.

Echando un vistazo a su alrededor me percate de como el tal Sr. Brightblade dejaba su arcon a las puertas de la escalera y abierto, un buen momento para ver si habia algo util (quiza unos buenos trozos de cuero serian de utilidad en el puente), si el no cree necesitarlo no sere yo quien le haga cambiar de opinion.

Terminada la busqueda es hora de pasar la puerta, un buen pedrusco sera util para el cometido de mi improvisada "cuerda". 

Veo como la chica con sonrisa de suficiencia menciona mi nombre y se queda esperando. Parece que le cuesta comprender que no todo el mundo ha vivido una vida de rosas. Hay gente que ha tenido que sobrevivir sin ningun apoyo. 

Una vez dentro solo falta esperar el turno, prestar atencion al resto de reclutas, valorar sus posibles intenciones. Lo cierto es que siempre se me habia dado bien prestar atencion a esos detalles, era hora de buscar a los lobos, los reclutas que harian cualquier cosa por mejorar sus posibilidades de obtener un vinculo con un dragón.

Habia estado prestando atencion a las conversaciones del patio, todo el mundo habia que el primer problema era superar el parapeto, una caida de varios cientos de metros, maravillosa forma de morir y de librarse de unos cuantos rivales. Mas valia estar atento.

Me habia tocado en suerte una posicion bastante tardia, eso queria decir que probablemente el puente seria un hervidero cuando tocara cruzar. Quiza con suerte no habria nadie de quien preocuparse a mi espalda. No era probable pero quien sabe. Hora de esperar y ver como empieza a desarrollarse la prueba.