Partida Rol por web

Mientras dibujaba aquellas runas sabía de sobra que le estaría doliendo, pero no me di más prisa: cuanto antes se acostumbrase, mejor. Además, luego se le cogía el gustillo. Luego esperé a que disparara, y cuando lo hizo mis ojos siguieron la flecha hasta acertar con total precisión en la cabeza del muñeco. Esto estaba mucho mejor.

Miré entonces a la rarita, y al ver la expresión de su rostro fue inevitable sonreír un poco.

—Más vale que entiendas pronto que las runas son un arma más —le dije entonces antes de hacer un gesto hacia el muñeco—. Tu vida puede depender de que sepas sacarles partido.

—En combate real no va a ser tan fácil —proseguí—. El blanco estará en movimiento, y eso cuando lo puedas ver. Tendrás que atacar y esquivar al mismo tiempo, o ser capaz de apuntar mientras estás colgada boca abajo por las piernas de una escalera de incendios. Tienes que practicar, y mucho. Pero ya tienes arma.

—Entrenarás cuatro horas al día conmigo, y al menos otras cuatro por tu cuenta. Y como alguna vez vea que no estás entrenando cuando te toque, se acabó. Te faltan años de educación y entrenamiento: vas a tener que compensarlos con trabajo duro. —Tras esas palabras volví a desviar la mirada hacia el muñeco un instante—. Pero tienes la capacidad.

—En la armería hay más arcos, luego buscaremos uno adecuado a tu tamaño. Y usa la imaginación. Una flecha con una cuerda es más que una flecha, es una tirolina. Tu arma es suficientemente versátil para ser más que un arma. Aprovéchala.

Y después de decir eso hice un gesto más relajado y me encaminé al centro de la sala.

—Y ahora déjalo. Veamos qué poderes escondes. ¿Te ha pasado alguna vez algo que no puedas explicar?

Escuché a Émille atentamente. Quería entender cómo había conseguido aquello simplemente habiéndome hecho esos dibujos o tatuajes en la piel. Sobre todo, cómo había conseguido hacerme sentir tan fuerte y capaz de tanto.

Comprendí lo que dijo de que en un combate no sería tan sencillo como atacar a un objeto inanimado y estático. Pero eso no quitó que me sintiera capacitada para combatir, en cierto modo.

Asentí cuando me dijo lo de que tendría que practicar, pero mi piel se volvió más blanca de lo que ya era cuando dijo que debía entrenar ocho horas al día y lo peor, cuatro de ellas con él. Si tuviera un carácter más fácil de llevar, todavía. Pero siendo como era, me dio entre miedo e incomodidad. - Me esforzaré al máximo para sacar el mayor rendimiento, pero también tengo que dedicar tiempo para buscar a mi familia - Paré un momento para coger aire y explicarme mejor. - De todos modos entiendo que necesito el entrenamiento para eso mismo... - Haría lo posible por compaginarlo todo.

Encontré realmente interesante los trucos que me dio Émille. Se me notó en la cara que me había gustado lo que me había contado y después de su pregunta dejé el arco apoyado en la pared antes de responder. - Pues la verdad es que no recuerdo haber sentido nada extraño nunca, hasta que me dejaste aquél cuchillo y pronuncié aquellas palabras - Recordé ese momento mientras lo describía en voz alta.

Me gustó que la rarita dijera eso de que se iba esforzar. Sin embargo lo estropeó acto seguido, dejándome claro que iba a escaquearse a la primera para buscar a una familia que no iba a ser capaz de encontrar. Probablemente esa fuera sólo la excusa y quisiera hacer el vago, como Ethan. Había que joderse.

No dije nada al respecto. En lugar de eso seguí hablando, y para cuando ella respondió a lo último simplemente asentí. Ya en el centro de la sala me senté en el suelo. Tenía ganas de retomar el entrenamiento armado y también la lucha sin armas, pero lo de los poderes era importante no sólo para ella, sino para ver cómo de útil podía llegar a ser para los demás.

—La mayoría de los nephilim nacemos con tres poderes naturales, aunque con práctica pueden aprenderse otros —expliqué—. Casi todos están documentados en la biblioteca, pero de vez en cuando alguien aparece con uno nuevo. Ahora voy a usar uno de los míos, Aumento de Habilidad, para potenciarte y que sea más sencillo descubrir cuáles guardas.

Y en cuanto Émille terminó de hablar sentiste cómo el cosquilleo que había nacido en tu estómago crecía, llenándote de esa sensación de estar sobrepasando tus propios límites. Nunca te habías sentido tan capaz, era casi como si hubieras recibido una inyección de adrenalina invisible.

Me pareció fascinante lo que me dijo Émille a continuación. Sin embargo, no tenía muy claro que yo hubiera nacido con esos tres poderes. Por ahora, todo lo extraordinario que había hecho había sido gracias a alguien ajeno, en este caso de Émille.

Anoté mentalmente una cita con la biblioteca en cuanto tuviera un rato para informarme más sobre el tema de poderes. Mientras, Émille me decía que usaría uno de sus poderes conmigo y yo me petrifiqué ya que no sabía muy bien si aquello iba a ser algo bueno o malo.

Al cabo de unos segundos, prácticamente cuando Émille había acabado de explicarse, tuve respuesta a mis dudas. Algo hizo efecto sobre mí de forma que me empecé a sentir todavía mejor que antes. Me sentía... Capaz de hacer cualquier cosa. Miré a Émille, entre curiosa y alterada por lo que estaba sintiendo.

No obstante, no sabía qué debía hacer a continuación. Sentía que podía hacer algo, pero no sabía el qué ni cómo. - Me siento genial - Dije, siendo lo primero que me salió de la forma más natural. - Pero no sé qué debo hacer ahora para averiguar mis poderes - Finalicé, y aunque esperaba una respuesta por parte de Émille, intenté concentrarme por si podía averiguar algo por mí misma.

Me gustó que la rara al menos pareciera atenta a lo que le decía. Era más de lo que comúnmente se podía decir de Ethan. Pero eso sí, todos teníamos que dejarlo todo para buscar a su hermana, por más que él no le pusiera interés a nada. Me hizo un poco de gracia cómo se quedó cuando le dije que iba a usar un poder sobre ella, pero seguí adelante.

Un instante más tarde, al escuchar sus primeras palabras, asentí. Claro que se sentía bien, era una de las mejores cosas del hype. Y cuando fue directa al grano volví a asentir.

—Vamos a probar con los más comunes —le dije—. Es algo totalmente instintivo, así que debería bastar con que desearas algo relacionado con ellos de manera consciente para que sucediera. Comencemos por Aumento de Habilidad, intenta centrarte en potenciar mis capacidades —pedí, y permanecí unos segundos expectante.

No estaba demasiado convencida con lo que me acababa de decir Émille. Si todavía no sabía qué podía hacer, ¿cómo podía concentrarme en desear algo que tuviera que ver con mis poderes?

Aún con las dudas hirviendo preparadas en mi cabeza, seguí prestando atención al chico. Me seguía costando un poco creer que fuera capaz de hacer algo, pero después de lo de antes no me permití tirar la toalla tan pronto.

A continuación me coloqué en frente de Émille. Lo miré fijamente y recordé lo que había sentido recientemente cuando él usó su poder para aumentar mis habilidades. Aunque me sentí ligeramente estúpida al hacerlo, achiné los ojos hasta que los acabé cerrando por completo. Entonces relajé mis músculos y emití un suspiro. No me había rendido, sólo estaba relajándome. Seguía concentrada.

Una de las cosas más frustrantes de hacer esto con los nuevos era no saber si estaban pasando de mi culo o de verdad estaban intentando lo que les decía. Por suerte en este caso parecía que la rara se lo tomaba lo suficientemente en serio como para llegar a poner caras raras. Contuve la sonrisa para que no supiera la gracia que me estaba haciendo así, en plan concentrado, y tras unos segundos hice un gesto para indicarle que podía parar.

—Parece que de Aumento nada —enuncié—, una pena. Ahora vamos a probar con Armería —expuse. En ese momento hice aparecer en mi mano una daga aparentemente normal y se la tendí—. Imagínate pudiendo comunicarte con ella, sintiendo dónde está. Trata de enlazarte con ella y de enlazarla a ella contigo. Deberías sentirlo si funciona.

Me relajé en cuanto Émille pareció haberse dado cuenta de que no era capaz de dar con esa habilidad. Sin embargo, no se dio por vencido y esta vez hizo aparecer una daga de la nada.

Todavía no me había acostumbrado a eso así que me sorprendí ligeramente menos de lo que me había sorprendido la primera vez que le vi hacerlo. Luego cogí el arma y me la miré de arriba a bajo, inspeccionándola, como si de alguna forma me fuera a revelar qué debía hacer o sentir de ella.

—Nada de armería, ¿no? —pregunté al ver que la cara de la rarita no reaccionaba en absoluto a ningún sentimiento nuevo. Me eché entonces hacia atrás, apoyando ambas manos en el suelo, y valoré el siguiente paso.

—Hay tres poderes básicos de defensa —le dije—. Fortaleza, barrera y deflección. Cierra los ojos. Voy a contar hasta tres y darte un puñetazo en la nariz. No te apartes. Si tienes uno de esos poderes, te defenderá.

Seguía con aquel arma fría en mis manos sin que ocurriera nada. Estaba concentrada, como todo el rato, hasta que la voz de Émille me interrumpió. - Parece... Parece que no - Respondí, entre dubitativa y decepcionada.

Empezaba a estar un poco cansada de intentar encontrar mis poderes sin éxito. Pero intenté aguantar un poco más. Otra cosa no, pero era una persona persistente y me esforzaría al máximo. 

Sin embargo, lo que no pensé es que Émille me fuera a pegar un puñetazo. ¿Pero qué? Pensé velozmente, a la par que mis ojos marrones se abrían como platos y enfocaban las manos del chico. - ¿Qué dices? - Dije mientras daba un paso atrás impulsada por el susto que me había dado.

Al ver que la tía esta daba un paso atrás suspiré. Joder, ahora me tocaba levantarme. Me puse en pie de un salto y me expliqué bien clarito, por si no le daba la cabeza como para entenderme.

—Que. Te. Voy. A. Dar. Un. Puñetazo. —dije mientras caminaba hacia ella, aparentemente dispuesto—. En toda la nariz. Y cuanto más trates de apartarte, más fuerte será. Piensa sólo en que no te haga daño, pero sin moverte.

—Uno...

Al ver que Émille seguía acercándose a mí dispuesto a pegarme me asusté tanto que me quedé petrificada. Una parte de mí quería seguir huyendo pero otra me obligaba a quedarme estática. Otra tercera parte, aunque muy escondida, deseaba tener uno de esos poderes para defenderme si el chiflado de Émille me pegaba.

Los únicos músculos que me funcionaron fueron los parpados, haciendo que cerrara los ojos con fuerza. No me hagas daño, no me hagas daño, no me hagas daño...

—Dos... —enuncié amenazante y sin dejar de acercarme a ella. Me preparé entonces para lanzar aquel puñetazo y me gustó ver que la rarita se había detenido—. Tres.

Y con aquella última palabra hice que mi brazo se moviera con toda su velocidad y fuerza directo a su nariz. Sin embargo justo antes de impactar frené mi golpe y recogí el brazo con una sonrisa.

Una milésima de segundo antes de que Émille pronunciase el «Tres» algo sucedió en ti. Una calidez que se te antojaba familiar en cierta forma, pero que no recordabas haber sentido antes, empezó a extenderse por tu interior, arropándote desde dentro. Sentías cómo una segunda piel extendiéndose sobre la tuya, haciéndote sentir bien, protegida de una manera extraña. 

Una milésima de segundo antes de que terminases de pronunciar el «Tres» una especie de energía salpicada de chispas rosadas empezó a fluctuar alrededor de Melissa, como si el aire vibrase durante ese instante, al principio con timidez y después extendiéndose hasta cubrirla por entero. Lo habías visto infinidad de veces y tenía un nombre: Deflección.

En cuanto noté esa vibración en el aire mi sonrisa se ensanchó. Di un paso atrás, examinándola con atención.

—Ahí está —señalé con satisfacción al demostrar que el susto había servido para algo. Bueno, y también por haber visto a la rarita en ese estado, había sido la hostia de gracioso—. Deflección. Tenemos uno de tres.

Seguía con los ojos cerrados cuando, de repente, un ardor embriagador me recorrió desde el centro del cuerpo hasta la cabeza y los pies. En cosa de milisegundos sentí cómo si una especie de capa fina pero muy resistente me protegiera de cualquier impacto.

Abrí los ojos de golpe y me encontré con el puño de Émille a dos milímetros de mi nariz. Todavía con el corazón latiendo rápido y la respiración ligeramente agitada la palabra "deflección" resonó en mi cabeza. - Ya... Ya veo un poco cómo va esto... - Respondí.

Esperaba poder averiguar qué otros poderes tenía con otros métodos menos violentos, pero me temía que no iba a ser así en absoluto.

Tras dar a la rara el nombre de su poder me quedé un par de segundos mirando, intentando evaluar la potencia de este por su aspecto. Sin embargo no tardé demasiado en dejar eso de lado: ya lo investigaríamos más adelante.

—Deflección es pura defensa —aseguré—. No sirve para cosas físicas, como los puñetazos o las flechas, sino para mierdas mágicas. Si te entrenas un poco puedes usarlo para devolver lo que te hagan a quien te ataque, o a quien quieras —expuse. No tardé en torcer un poco el gesto—. La verdad es que es un poder un poco mierda, pero es lo que el Ángel te ha dado —dije sin cortarme un pelo. Entonces di un par de pasos hacia atrás, buscando mi posición previa—. ¿Vamos a por otro?