Partida Rol por web

¿Seguro que nos lo encarga el Príncipe o estás
buscando quien te haga el trabajo sucio? ¿Qué más sabes que no nos cuentas?...

No podía
evitar que aquellas sospechas cruzasen por su cabeza, a pesar de mantenerse
tranquilo y atento a lo que Aitor y sus nuevos compañeros de manada decían.

En realidad
no había opciones. Por sus palabras era evidente que todos eran conscientes de
ello. Tanto si era cierto que lo encarga el Príncipe o meramente Aitor, tenían
que dar el salto y lanzarse al río.

Tras
Carles, asentí a Aitor.

- Nos honra su excelencia, al encomendarnos
esta tarea. Disculpe mi pregunta, mas dada la discreción necesaria para este
menester, ¿cómo desea que nos pongamos en contacto con usted una vez que
tengamos a dicho cabecilla? – pregunté a mi vez, pasearse por Barcelona con
un fardo a la espalda o llevárselo a la nueva catedral, no sería muy discreto,
desde luego; de buen seguro el Lasombra tendría algo en mente.

Ante la pregunta de Andrei el alguacil se encoge de hombros -metedlo en un saco o paseadlo con una cuerda por la ciudad, me importa un bledo como me lo traigáis, pero lo quiero vivo, al menos por un tiempo ... lo suficiente para que conteste a mis preguntas- sonríe con malicia.

-Llevad al cabecilla a la taberna lo Sarrai, que uno de vosotros entre y le diga al viejo de la barra "el trabajo está hecho", cuando mis hombres recojan la mercancía dejará de ser problema vuestro- de nuevo vuelve a introducir su mano en los pliegues de sus ropas sacando un pequeño saco negro, depositándolo sonoramente en la mesa -para gastos- añade.

El alguacil cubre su rostro dando por terminada la reunión, luego abandona la sala a grandes zancadas. Al momento vuelve a aparecer el monje que os guiase para dejaros en plena calle, donde os recogió.

Andrei
asiente levemente a las últimas indicaciones de Aitor antes de que salga. Luego,
desvía su mirada a la bolsa que ha dejado y, a continuación, a sus nuevos
compañeros de manada… al menos para esta tarea. Al ver que nadie rompe el
silencio dejado por el alguacil, lo hace él mismo.

- ¿Alguno de ustedes ha oído hablar antes de
este humano, Albert Ripoll? ¿Tienen alguna sugerencia sobre como proceder en
este asunto? – preguntando en un tono conversacional y cortés.

Tras seguir con la mirada la salida del alguacil  volví mi atención a la mesa y a los cainitas allí reunidos. Esto va a ser...interesante...medité observándoles por turnos, mientras intentaba hacerme una idea de ellos. El primero en romper el silencio fue el tzmisce al cual me volví inclinando levemente la cabeza.

- Disculpe maese Obertus...pero quizás no sea el mejor momento para empezar a hablar de esto. Nuestras palabras podrían llegar a oídos indiscretos- con un gesto señalé al moje que aguardaba pacientemente a la entrada del túnel.- ¿Quizás podamos continuar con esta conversación en otro sitio?- inquirí enarcando una ceja y mirando al resto.

Una vez mas, juguetee con mis dedos, el alguacil nos tiene donde queria, nos ha soltado su sermon y ahora salvaremos la poca honra que le queda.

- Creo que este sitio es tan bueno como cualquier otro, si nuestro amigo, digo señalando con la cabeza al monje, quisiera saber de nuestra conversacion, ya debe saber todo lo que le interesa, ¿y donde va a reunirse un grupo como el nuestro, sin que se entere toda Barcelona? ¿Y quien va a permitir que nos reunamos en su zona sin pedirnos amablemente que le informemos?. Creo sinceramente que este es el mejor lugar para empezar nuestras pezquisas. A no ser, que alguno conozca un sitio mejor.

Espere pacientemente la respuesta de mis compañeros, aunque en mi interior sabia que el alguacil no nos habia enseñado todas sus cartas, y que el as que guardaba podria perjudicarnos.

El cruzado seguía sin manifestar emoción alguna. Tan solo escuchaba a los presentes y evaluaba sus reacciones. O al menos eso parecía. Solo sus ojos mostraban algún atisbo de vida, pues todo el resto de su anatomía parecía cincelada en mármol frío e inanimado.

Cuando el alguacil se despidió, Aymar rompió su estatismo, y se puso de pie para saludarlo con una sencilla pero respetuosa reverencia. Permaneció así durante un rato, hasta que Aitor abandonó la estancia y el silencioso monje tomó su lugar.

- Estoy de acuerdo con vos. – comentó con aquella voz grave y pausada mientras asentía con un gesto de su cabeza a las palabras del llamado Cabrera. – Creo que este lugar es tan bueno como cualquier otro, al menos si el piadoso hermano nos permite demorarnos todavía algunos momentos por aquí.

Al decir esto, se inclinó levemente en dirección al monje recién llegado, de tal modo que parecía pedir su favor en aquellos menesteres.

- No hace mucho que estoy en la ciudad, y aún no me he familiarizado con ella. No conozco lugares discretos, ni tampoco indiscretos, y jamás había oído hablar de ese tal Ripoll. Es todo lo que puedo deciros sobre el asunto.

- No obstante, podría agregar que no siento un particular afecto por esta misión ni por quien nos la ha encomendado, aunque será todo un honor poder compartir mi senda con vosotros.

 El joven alquimista, sin decir nada, pensó:

-Bueno, yo conozco un lugar seguro... pero tendría que mataros a todos para poder llevaros allí. 

Finalmente, sin decir nada, siguió observando al grupo con el que parecía que iba a verse forzado a trabajar. Si ellos supieran... pero paciencia, todo sería más divertido si se dejaba madurar con el tiempo.

El monje os mira en silencio, con su cara esbozada por la capucha. Pacientemente se queda a un lado del dintel, haciendoos entender a todas las claras su presencia.

Si buscais intimidad u oidos indiscretos aquel no es el lugar, aunque claro está, es posible que el monje sepa tanto o más que vosotros, todo depende del capricho del alguacil.

Aymar observó la silenciosa respuesta del monje y le contestó con una sencilla reverencia a modo de saludo. Si aquello había provocado desagrado o alegría al cainita, era imposible determinarlo.

- Tal vez lo mejor será ponernos en marcha. No hay mucho para conversar, de todas maneras. Propongo que nos dividamos por esta noche. Formemos dos o tres grupos y comencemos nuestras pesquisas. Ese tal Ripoll parece ser alguien conocido, así que no debería tomarnos demasiado tiempo dar con él.

- No veo un lugar claro por donde comenzar a preguntar, así que imagino que cualquiera nos servirá. Podemos probar por tabernas, burdeles, y cualquier otro comercio que esté abierto a estas horas, así no levantamos demasiadas sospechas. Por eso mismo preferiría movernos en grupos pequeños.

- Tal vez alguno prefiera preservar a sus contactos en la ciudad. Por mi está bien. Aunque en mi caso particular, no creo ser de mucha utilidad si me muevo solo. A duras penas podría volver a mi refugio.

 Sin decir nada, el joven alquimista contemplaba la escena con una sonrisa en la cara. Después de todo, un Tremere no hacía "amigos" de otros clanes todos los días. De pronto, una sonrisa apareció en su rostro y fué cubierta en un instante por su mano derecha. Sin decir nada, continuó observando.

Atentamente observé al resto de los presentes, estudiando sus reacciones. El nosferatu haciendo uso de sus vastos conocimientos mundamos, el tremere como siempre sumido en el mutismo...No me fío de ti....de ninguno de los de vuestra especie a decir verdad...aunque eso se podía extender a todos, si era sincera. Pero quién me tenía sorprendida era el cruzado. No esperaba alguien tan frío...¿seguirá la misma senda que yo? pensé curiosa observándole. Finalmente, dejando a un lado esos pensamientos, decidí interceder en la conversación.

- Señores míos... a mí tampoco se me ocurre ningún lugar dónde ir a tratar de este asunto...y supongo que, además de lo que ha argumentado maese Cabrera, ninguno estaremos dispuestos a entrar en el dominio de otro...- les miré vacío de expresión mi rostro, mis ojos brillando inteligentes pero fríos. No expliqué por qué, no hacía falta- Tampoco sé nada sobre ese tal Ripoll...quizás mis contactos lo sepan, pero, como bien ha indicado el cruzado- incliné cortésmente la cabeza hacia éste- prefiero guardármelos para mí. Si esta noche comienzo a mover los hilos quizás en un par de días pueda tener información al respecto- esbocé una sonrisa desapasionada que era más bien una mueca- En cuanto a lo de ir a indagar a la ciudad, me parece buena idea...aunque quizás el que lo hagamos pueda hacer que se levanten las sospechas de personas no deseadas- señalé enarcando una ceja.

Aquel juego de miradas y grandes egos mal disimulados empezaba a ser repetitivo. Como solemos decir por mi tierra, hay que agafar el toro per les banyes (aviso, ni se catalan ni se si esta bien escrito, es solo una licencia poetica a mi personaje, significado obvio: coger el toro por los cuernos).

- Señores, según lo tratado, en principio Ripoll es la clave, bien, pues para no divagar más, y viendo que no tenemos muchas cartas sobre la mesa, dispongo que vayamos a verlo, pues es un personaje muy conocido y no es dificil encontrarlo. De hecho debe encontrarse en el barrio de los mercaderes, podemos ir juntos o por separado, incluso podemos ir en dos grupos, e ir tratando el tema por el camino, a mi me es lo mismo. Si alguien quiere decir algo, que lo diga, si no, propongo que nos pongamos en marcha inmediatamente.

Al poco la
conversación volvió a su cauce, dejando a un lado el debate sobre donde debían
celebrar su peculiar conclave; hubo de reprimir una sonrisa ante la ironía que
suponía empezar por discutir donde tratar el asunto, cuando ninguno tenía nada
que exponer… o no quería exponer inicialmente.

Así parecía
que ninguno quería mostrar sus cartas, tan sólo dejarlas entrever en el mejor
de los casos.

Su mirada
se posaba de uno en uno, con gesto atento, calmo, conforme hablaban, hasta
terminar en Carles, más silencioso que las piedras que los rodeaban.

- Ninguno traemos cartas con las que jugar
esta partida – habló sonriendo lobunamente – Llevan razón en que aquí poco lograremos compartiendo tan sólo la nada
que sabemos de este individuo.

Dirigió su
mirada entonces a Aspasia y Fernando.

- Sus mercedes parecen desear cierto tiempo a
solas… para gestionar su aportación. ¿De cuanto tiempo necesitarán? Podemos
acordar reunirnos tras el tiempo que ustedes designen. – enarcando las
cejas levemente, en gesto interrogativo, buscando su aprobación - Entretanto, si les parece, marchare con
nuestro compañero cruzado y nuestro otro compañero, si a ellos les parece
conveniente también.

Apoyando la barbilla sobre mis manos cruzadas miré al fraile considerando su ofrecimiento. Demasiados hilos entremezclados...hay que hacer un plan con sentido. Tuve que contener un suspiro de hastío. Odiaba tener que colaborar con otros...era más sencillo cuando uno trabajaba solo. Pero pueden ser útiles...y el encargo ha sido para todos.

- Vuestra proposición me parece adecuada. Son las dos de la madrugada- no había ningún reloj en la sala ni hasta nosotros había llegado el sonido de ninguna campana, pero aún así mi voz estaba llena de seguridad.- Vayan si lo desean a preguntar por el barrio de los mercaderes. Yo me reuniré con vuesas mercedes aproximadamente en hora y media en la taberna X de dicho barrio- comenté poniéndome en pie dando por concluida la reunión. Sin cambiar de expresión alargué la mano y cogí la bolsa de cuero negro que había dejado allí el alguacil y que había permanecido sin tocar. Tras abrirla examiné su contenido y tomé unas cuantas monedas que guardé en el saquillo que llevaba a la cintura. Luego la cerré, haciendo un gesto para que la tomase quien quisiera.