Partida Rol por web

Perdon era Fray Lluis, no fray fructuoso mea culpa.

Completamente inmóvil, el Cruzado aguardó en silencio durante largos e interminables instantes, atento a lo que ocurría más allá de las delicadas paredes de su refugio. Finalmente, se convenció de que todo aquello no había sido más que un sueño. Quizás una más de las extrañas pesadillas que venían acosándolo durante los últimos tiempos.

Primero, había sido aquel misterioso anciano. Ahora, era una dama la que poblaba sus sueños. Por lo general, a Aymar lo atraían los secretos. Pero esto empezaban a ponerlo nervioso.

Sin sospechar ninguna anormalidad, accionó el mecanismo que le permitía abrir la tapa de su ataúd y se dispuso a abandonar su lugar de descanso.

Puig te responde que no sabe nada sobre cultos en la zona, pero hay quién acusa a los judios del Call, segun se rumorea hacen sacrificios con niños cristianos, pero en su opinion no son más que acusaciones sin fundamento.

Con delicadeza toma la carta con sus manchados dedos, depositandola a un lado sobre el escritorio añadiendo un -me encargaré de que esto llegue a su destinatario-

Entonces llega la oscura comunion, es entonces cuando abres tu muñeca para tu fiel creyente, sus ojos se clavan en la oscura sangre que brota de tu muñeca, con timidez al principio se acerca, tomando tu muñeca entre sus manos, luego da el primer sorbo, sus manos se tiñen de rojo, mientras su cuerpo se extremece con una corriente de extasis incontrolable.

Tan solo cuando lo apartas, el hombre deja de beber. Su boca manchada de sangre, sus ojos brillan con un sinfin de sentimientos, lujuria, codicia, ambición ... .

Atrás dejas al escribano, para reunirte con tu fiel Michel hacia la reunion. Te has demorado mucho y no llegarás a primera hora tal como habiais quedado.

Con dudas os marchasteis ayer y con dudas volveis hoy al mismo lugar a primera hora de la noche, con la esperanza de avanzar en el enigma que se os presenta, han intentado eliminaros por lo que no debeis de estar muy desencaminados, de ahi a cuan lejos queda vuestro objetivo es otro cantar.

El primero en llegar es el cruzado precedido del suave tintineo de su armadura, poco despues en silencio llega el voraz monje, con sus pies descalzos, cara y ropa manchadas con algo de mugre.

Al menos quince minutos más tarda en llegar el picaro goliardo con una sonrisa de satifacción en los labios. La noche avanza un poco más, tras una eternidad llega Aspasia seguida de su fiel criado.

El Cruzado saludó a su compañero con un sencillo gesto y un leve asentimiento. Sin embargo, de inmediato su mirada se centró en las facciones del orondo monje. Una expresión de profunda confusión cruzó su rostro.

- Maese Obertus. Espero que su descanso haya sido tranquilo. – sus ojos no podían apartarse de la suciedad que cubría el hábito del religioso, y el cerebro del Cainita rebuscaba afanosamente un recuerdo de los días pasados. Pero era en vano. Aymar nunca había prestado atención al calzado de su camarada, y le era imposible determinar si Andrei había andado descalzo durante los últimos días.

- En mi caso, no he tenido mayores novedades. Ciertamente ha sido un día... refrescante.

El monje espera con su capucha echada, sin embargo la figura es fácilmente reconocible por Aymar, cuya llegada es recibida con sendo gesto de cabeza.
- Buenas noches, señor de Montdragon. – saludó cordialmente – Me alegro de que su día haya sido refrescante. – sonríe como el lobo que es, por mucho que se vista de cordero – Espero que disfrutara de una agradable cena tardía ayer. Necesitaremos nuestras fuerzas, en caso de encuentros inesperados como el que aconteció ayer. – sigue comentando con tono casual, como si la pelea de la noche anterior no hubiera sido más que una anécdota.

Al cabo, reacciona a las miradas iniciales de Aymar, donde sé distraídamente por donde tiene más suciedad en un intento de limpiarse algo más sin llamar la atención. Su mirada va de su interlocutor a los alrededores, siempre controlando el entorno con su espalda segura contra el edificio donde se resguardan.

- Parece que somos los más madrugadores. Confiemos en que nuestros compañeros no tarden ya mucho más, y traigan más novedades que nosotros – vuelve a sonreír, aunque esta vez menos pronunciadamente, quizás con un poco de humildad – Por mi parte, no traigo más que mis propias cavilaciones de este día, sobre lo ya acontecido.

Alli estaban, en el sitio y a la hora acordada, tan solo faltaban la joven Aspasia y su más que entregado lacayo, -tengo que conseguir uno de esos- se dijo para si mismo el picaro nosferatu, aunque escondió y enterró dicho pensamiento en lo más hondo de su memoria por temor a ser escuchado.

Saludó cortesmente al caballero y al monje, pero estos estaban tan sumidos en pensamientos tan profundos que parecian no haberse percatado de la presencia del joven vampiro. Durante un instante, que parece eterno, el silencio, el absoluto silencio ahoga al joven, el cual mira a sus compañeros y decide sumirse en semejante aptitud, aprobando durante unos minutos el comportamiento de los mismos. Cualquier visionario loco sucumbiría si descubriera en un lugar remoto de Barcino, tres estatuas de tal magnitud.

Al cabo de un rato, el joven sospecha, que sus compañeros pueden estar bajo la influencia de un hechizo, y decide coger una rama de longitud media (la longitud media que tiene una rama). Lentamente, se acerca al caballero, rama en mano (todo el mundo sabe, que si has de acercarte a un tranquilo y sanote monje contemplativo o a un impaciente e iracundo caballero traumatizado, el caballero es la mejor opción), con el firme proposito de comprobar, no si esta vivo, pues ya sabe que no, sino más bien si reacciona a agentes externos. El joven aprecia como a mayor cercanía de la rama menor distancia entre los dedos del caballero y su espada con lo cual decide saludar a la bienvenida Aspasia que acaba de llegar, aliviado por la angustia sufrida por mor de sus compañeros.

La conversación había comenzado con la cortesía habitual entre los suyos, corta y superficial. ¿Qué otra cosa cabría esperar de ellos? Ambos se sabían suficientemente curtidos en los juegos de su especie como para hablar de temas serios en plena calle, donde cualquiera podría estar escuchando, o acechando para emboscarlos de nuevo.

El silencio entre los dos no resultaba incómodo. Los dos eran seres de acción. Él había logrado alcanzar un gran grado de comprensión de su Bestia, lo que le facilitaba aparentar la calma esperada en uno de los suyos, mas su compañero… su linaje era famoso por ello, y no parecía ser un Cazador como él. Podía sentir la tensión de sus músculos bajo el acero, mas su disciplina era de admirar. Era capaz de permanecer completamente inmóvil, pendiente de su alrededor. Era un soldado, y este era la clase de silencio que sólo los hombres de armas compartían, casi un reconocimiento mutuo.

Entre esta cavilaciones y la vigilancia, hizo su aparición el goliardo. Extraño ser. ¿Qué hacía? No era cuestión de arruinarle su diversión, así que mejor dejarle hacer. Aymar mantenía su pose de vigilancia, aunque sus ojos evidenciaban su perplejidad ante la actuación de su amigo.
La risa era ya difícil de aguantar, cuando Aspasia llegó. Ya habían llamado suficiente la atención.
- Señor goliardo, - girándose a él con una sonrisa de lobo divertido – si ha dejado de llamar la atención, - alzando levemente las cejas bajo su capucha – creo que ya estamos completos, para marchar. – ahora dirigiéndose a Aspasia, con un leve asentimiento de cabeza – Mi señora, buenas noches. – sin conseguir disimular del todo un cierto tono de impaciencia por la espera.

Sus otros compañeros cainitas ya habían llegado y aguardaban haciendo gala de una paciencia solo adquirida con los años, cuando la silueta de Aspasia seguida de su fiel criado se perfiló entre las sombras, envuelta como siempre en una larga capa de terciopelo negro como la noche. La luz de una antorcha brilló unos instantes en sus pupilas verde hoja y una nube de frío vapor salió del embozo cuando la erudita habló.

- Os ruego disculpéis mi demora, mis señores, asuntos importantes me han retenido más de lo esperado...- susurró con voz fría y desapasionada.- Vigilidad y tened cuidado...mon serviteur chers- añadió volviéndose ligeramente hacia el pelirrojo soldado que la escoltaba a todas partes y haciendo un ligero gesto con su mano enguantada. Este asintió haciendo una cortés reverencia y tras mirar brevemente a los otros cainitas de reojo, se internó entre las sombras, moviéndose en actitud marcial y mirando alerta a todos lados. Sin esperar mayor respuesta la erudita echó a andar dirigiéndose hacia el lugar que esa noche sería testigo de sus planes.

Aquel día habían elegido los sótanos de un edificio en ruinas y Aspasia tuvo que mirar alrededor unos instantes en busca de un sitio donde sentarse entre el polvo y los escombros. Tras acomodarse sobre lo que parecían los restos de unas escaleras caídas, la canita miró a sus contertulios y aguardó a que estos tomaran a su vez asiento antes de hablar.

-Espero, señores míos, que el día de hoy y esta noche les hayan resultado fructíferos en cuanto a la búsqueda  de respuestas...aún así, no dudo en que si han obtenido alguna, esta no ha hecho más que plantear nuevas preguntas, tal y como me ha acontecido a mí- habló en tono pausado, como siempre dejando entrever que sometía a cada palabra y pensamiento a un estudiado escrutinio. Durante unos instantes cayó reflexionando sobre lo que decir a continuación- Me temo que no son buenas nuevas las que traigo esta noche...señores míos, el Mal, un Mal antiguo y sin nombre, en toda su esencia y presencia amenaza esta urbe y creo que solo el delgado eslabón de una cadena evita que se manifiesta ante nosotros de forma carnal...- una vez comenzó a hablar lo hizo en tono decidido, mirandolos uno por uno a los ojos, el rostro serio, los ojos duros y fríos mientras su presencia se extendía emanaba de ella poderosa- anoche fuimos testigo del daño que pueden hacer sus esbirros, criaturas del averno que fueron convocadas para provarnos, para destruirnos...el propósito nadie lo sabe...pero esos seres no fueron más que el anuncio de lo que ha de llegar si fallamos en nuestra misión..."La bestia espera su momento, La bestia se revuelve en su sueño, Alguién la llama por su nombre"- citó evocando con sus palabras la presencia de la aparición del anciano enloquecido- La bestia fue vista ayer tan real como mi presencia ante ustedes y anoche mismo mientras éramos atacados la sangre corría a raudales por el Call Judío, coincidencia o no el tiempo solo lo dirá, pero quizás sea interesante investigar qué es lo que está pasando en ese barrio..- sus palabras murieron y aguardó en silencio a que el resto interviniera. Había echado hacia atrás el embozo de la capucha, y la vacilante luz de las antorchas creaban planos claroscuros en sus pómulos y mejillas.

Bajo las estrellas, abrigados por el manto oscuro de la noche, se reunieron el caballero, el monje, la dama filosofa y el picaro. Cuatro aspectos, espada, credo, sapiencia y astucia.

Conducidos por el inmortal bribon esquivaron los escombros de la semiderruida casucha, una construcción que pese a su deplorable estado desafiaba el tiempo y a las leyes de la razon, sino como entonces como iba a mantenerse en pie ... y sin embargo lo hacía.

Oculta bajo escombros, y restos de madera podrida una trampilla, posiblemente fuera una despensa, ahora solo es el nido de ratas, un lugar oscuro y húmedo ... un lugar idoneo para vuestros fines ... .

La primera en hablar fue la dama,sentada sobre las polvorientas escaleras,haciendo gala de una frialdad desapasionada diseccionó la información, poco a poco, para que los presentes analizaran su contenido con cuidado, posiblemente mucho eran bien conocido para todos, testigos de la atrocidad surgida del averno,  otro tanto no ... un hilo más ,deshilado del complejo tapiz.