Partida Rol por web

- "¡Frau Ashlyn! Golpeemos los dos a la vez al zombi que tenemos entre ambos, de este modo comenzarán a caer antes ante nuestro esfuerzo combinado. Esperemos que los cuerpos que vayan cayendo al suelo obstaculicen o entorpezcan a los que vienen detrás." -

Parriwimple sigue intentando alcanzar la "orilla buena" cargando del cuerpo del nigromante, esta vez con más éxito... si es que a mantenerse a flote sin ser arrastrado se le puede llamar más éxito.

Varikov emerge del agua con la barba toda empapada y echa un vistazo atrás para ver a Parriwimple mantener su posición contracorriente con el nigromante bien agarrado.

En el puente la situación se estanca. Ni los espadazos de los paladines ni los mordiscos de los zombis son demasiado efectivos. Pero atrás... más atrás, los zombis se van acumulando en el puente hasta llegar un punto en el que se convierten en una turba, empujándose unos a otros. Ashlyn soporta mejor el empuje, pero a Herr Urik le coge a traspiés y el lado derecho del puente protagoniza un avance importante. Llegan hasta Irina, y casi arrinconan a Ashlyn, de modo que los paladines pierden el dominio sobre un paso estratégico, y puede que también sus vidas si no tienen cuidado.

Me sorprende que los zombis hayan sido capaces de empujarme cinco metros y al mismo tiempo hayan intentado morderme. No cabe duda de que estos no muertos son campeones dentro del mundo sobrenatural. Sin duda la magia usada para alzarlos haya sido terriblemente poderosa.

Irina sigue ahí, cuando ya debería estar camino del pueblo.

- "¡Frau Irina! ¡Retiráos! Frau Ashlyn y yo intentaremos ganaros algo de tiempo..." -

Lanzo un tajo a una de las criaturas cercanas a la hija del fallecido Burgomaestre, pero mi tajo es completamente inefectivo.

Irina ya tenia el frasco en la mano pero se arriesgaba a que la mordieran si lo lanzaba, asi que hizo caso a Urik y se retiro hacia el pueblo.

-Aguantad lo que podais pero no os hagais los heroes!

Parriwimple ve por el rabillo del ojo la apurada situación de sus amigos y escucha, más mal que bien, la orden de Irina. Como si tal orden insuflara fuerzas en el gigantón, acostumbrado sin duda a recibir órdenes toda su vida, se las arregla para nadar hasta la orilla más cercana al pueblo, dispuesto a correr hasta allí sin soltar el cuerpo del nigromante.

      ¡Sigue nadando, sigue nadando, nadando, nadando! ¿Qué hay que hacer? Nadar. ¡Sí!
      Esa frase me suena…
      La decía mi amiga Dory.
      Ah, ¿esa que se fue a buscar a Nemo?
      …
Ajeno a lo que las voces hablaban en su cabeza, Varikov nadaba como gato con sobrepeso. No sabía si le pesaba más la cabeza o el culo, porque tanto una como el otro se turnaban para tirar de él hacia el fondo del río. Le costó mucho esfuerzo, pero al final consiguió clavar sus uñas en la orilla y arrastrarse hasta quedar sobre la tierra. Si no fuera un orgulloso enano, besaría el suelo.

Miró hacía el puente atraído por el ruido de voces incomprensibles y vio la situación en la que se encontraban los que había conocido esa misma mañana. Era evidente que estaban metidos en un buen lío y que solo un milagro los salvaría. El Trampero no hacía milagros, pero tenía una potente voz que usó en cuanto recuperó el habla.

- ¡CORRED, INSENSATOS!

Un ligero chapoteo le recordó que el calvo seguía en el agua. Lo había visto un poco antes de salir. Primero pensó que era una seta gigante, pero luego una de sus voces le recordó que no era así. Miró a su alrededor en búsqueda algo para tenderle y ayudarle a salir.

Siento un terrible empellón cuando de repente la horda zombi se me echa encima y me veo trastabillando hacia atrás cinco metros, expulsado fuera del puente y al campo de la orilla nordeste.

De alguna manera me las apaño para soltar un fuerte tajo con mi espada argéntea contra las sucias garras de una de las criaturas no muertas. Noton con satisfacción como brota su sangre negra y ponzoñosa.

Por el rabillo del ojo veo a Varikov llegar a la orilla, dispuesto a ayudar a Parriwimple, quien parece capaz de llegar a tierra por sus propios medios.

No dudo en llamarle.

- "¡Varikov! Necesitamos ayuda aquí. ¡Nuestra situación es un tanto desesperada! Y unos hachazos bien colocados sobre estas muertas cabezas nos vendrían pero que muy bien..." -

Me las apaño para sonreír como puedo, medio cubierto como estoy por sangre de zombi.

Desde la orilla del río, Varikov veía el coraje de Parriwimple al nadar hacia él con aquel enemigo a cuestas. El enano alargó su mano y estrechó la del repartidor, tirando hasta que los tres terminaron en tierra.

Desde el suelo, el nigromante se revolvió semi-inconsciente. ¡El muy cabrón aún seguía vivo!

Nggg... malditos siervos de Strahd... Adelante, matadme. Otros ocuparán mi lugar.

Se acabó el tiempo-dijo la paladina, retirándose-. ¡A correr!

Los zombis alcanzaron el borde del puente y se expandieron en todas direcciones...

- "¡Retirada! ¡Parriwimple, coge al nigromante y cárgatelo sobre el hombro! Debemos interrogarlo. Varikov, por favor, protegedle.

Frau Ashlyn, Frau Irina. Debemos correr ahora, aunque sea poco digno, para establecer una nueva línea de defensa a la entrada del pueblo. ¡Vamos!" -

Parriwimple escucha el grito de Urik y asiente, agarrando al nigromante y echándose el cuerpo al hombro.

- Gracias maese enano Varikov - dice el gigantón mientras corre hacia el pueblo.

La mujer comienza a correr, casi histérica a causa de la furia: no sólo debe retirarse deshonrosamente de un combate contra las impías hordas de la oscuridad, sino que además las va a atraer hasta el pueblo.

-No está bien... ¡no está bien!

- "Lo sé, Frau Ashlyn, creedme que lo sé. Esta acción indigna avergüenza a los Poderes Benignos, pero si nosotros dos caemos aquí en una lucha sin sentido, nuestros compañeros solos no podrán detener al Conde. Y no hay nadie más en el pueblo capaz de hacerlo. Puede que no vuelva a haberlo hasta dentro de una generación." -

Corro hacia el pueblo mientras respondo a Frau Ashlyn, que corre a mi lado, avergonzada como yo por tener que retirarse de la lucha contra las hordas del mal.

Y a correr. Perseguidos por una jauría de zombis rabiosos, más lentos, pero más resistentes. Al cabo de unos minutos, la brecha se había hecho grande y los héroes se encontraban exhaustos. Para cuando llegaron al pueblo, el ejército de no muertos ya les pisaba los talones.

No había un alma por las calles, tampoco barricadas. Empezaron a pensar que la vistani les había fallado cuando, al torcer la esquina y casi llegar a la plaza mayor, vieron la calle obstruída. Reconocieron el carro en el que Sasha Ivliskova había intentado subir a las posibles novias de Strahd, y una estantería que vieron cuando estuvieron en el ultramarinos de Bildrath. Formaba parte del montón el ataúd con las siglas de Irina Kolyana, que habría que cambiar si algún día contraía matrimonio y se ponía el apellido de su esposo. Y también el ataúd con las siglas de Ismark Indirovich. Y coronando la estructura, el carpintero.

¡Válgame el cielo!

A duras penas era comprensible saber si lo que le asombraba era que todos volviesen con vida del enfrentamiento, o lo que dejaba patidifuso a Giussepe era la marea de zombis de más atrás.

Por la puerta, por la puerta...

El martillo en su mano señaló la entrada a la casa de la difunta familia Veljoban, del lado incorrecto de la barricada. Pero la casa tenía una segunda puerta, según recordaban, que daba a la plaza. Mucho más accesible que escalar la barricada para aquellas personas cansadas y cargadas, con armaduras o prisioneros. Pero giraron el picaporte y lo encontraron cerrado.

¡GITAAAANA...! ¡ÁBRELESSSS...!

Nunca el tímido carpintero grito tanto. Tras la puerta se escuchó movimiento. Se abrió para mostrar la cara arrugada de Madame Eva. En cuanto todos estuvieron dentro, la puerta se volvió a cerrar, y la anciana con gran esfuerzo volvió a colocar las dos trabas que bloqueaban la puerta sobre los cuatro soportes recientemente clavados por Giussepe minutos atrás.

La casa estaba en sombras, con las ventanas que daban al lado peligroso de la barricada ocultas con tablones, pero igualmente se intuía la gran mancha de sangre que la matanza de esta mañana había dejado en el suelo de madera.

Descanso un momento para recuperar el aliento.

- "Ains, arff, arfff..." -

Busco por el lugar en busca de antorchas y especialmente frascas de aceite.

- "Necesitamos material para prender fuego. Desde el otro lado de la barricada tal vez podamos arrojarles frascas de aceite y prenderles fuego a esos zombis..." -

-Son zombis, van a avanzar hasta la barricada. Necesitamos echar toda la brea o aceite posibles en el suelo, frente al bloqueo, para que vayan ardiendo mientras intentan superarla. 

- "De acuerdo." - Digo, asintiendo mientras recojo todo el material inflamable que puedo.

Parriwimple se queda unos instantes dudando, con el cuerpo del nigromante cargando como si de un saco de patatas se tratara.

- ¿Donde dejo esto?- pregunta finalmente a Irina- No está dormido del todo, porque antes nos dijo algo malo, algo sobre ese hombre tan malo, Strahd, dijo algo de si éramos siervos, con enfado. Pero creo que estaba equivocado. ¿No era él el que era siervo de Strahd? ¿a lo mejor se enfadó con nosotros porque pensó que éramos siervos como él y pensó que le teníamos envidia?- tras las preguntas mira a los presentes- Yo ayudaré contra los zombies- dice con tono ufano- Ya vencí a uno antes. ¿Ayudo a traer cosas que hagan fuego? El tio me pegó muchas veces hasta que logró meterme la idea de las que hacían fuego en la cabeza- dice sin darle la menor importancia a sus palabras. Ni a la normalidad con las que las dice.

¡La barricada es de madera, atontaos! Nadie aquí va a usar fuego contra unos zombis que van a restregarse contra nuestra última defensa. Además, el posadero ya tiene un plan...

¡BOOOOM!

La explosión sonó un par de calles más lejos de dónde estaban.

Esa pólvora suya es muy, pero que muy efectiva. Los zombis escucharán la explosión y se dispersarán por el pueblo buscando el sonido. Así evitamos que se agolpen contra las barricadas, y terminen arroyándolas.

La anciana se alejó por la habitación y abrió la puerta lateral, la que daba a la plaza. Entró algo de luz crepuscular, y los aventureros vieron lo que allí se estaba formando: un pequeño fortín. Los hombres trabajaban en las barricadas de las otras calles, algo menos avanzada que la que estaba apuntalando Giussepe. Hasta Ismark había cogido un martillo. También había cajas apiladas junto al pozo, con un par de mujeres revisando su contenido y anotándolo en un papel.

Contamos con agua del pozo y alimento de la Viña de Sangre y de los Ultramarinos. Las mujeres están en la posada en estos momentos, moviendo las mesas y poniendo mantas en el suelo para que podamos dormir todos. Cuando terminemos con las barricadas, la siguiente prioridad es juntar unos muebles en esta casa junto a las ventanas y la puerta por la que llegásteis. Una vez habilitada, algunas familias se trasladarán a esta casa, para no estar tan apretujados en la posada.

Ahora veamos la identidad del que la estaba liando parda en el puente... ¡Puaj!-escupe en el suelo-Yo le conozco. Se llama Ludovico. Es un sucio giorgiotto, un mestizo de giorgio y vistani, su sangre impura sea maldita para siempre.

¡Paf, paf!

Tras dos tortas bien dadas, Madame Eva logra despertar a Ludovico, que mira confuso en todas direcciones. Pero ahora que está plenamente consciente, ya se le pueden hacer todas las preguntas que los aventureros quieran.