Partida Rol por web

¡Yo no trabajo para Strahd! Esa es fama por asociación. Y si entregarme el Liber Blaspheme tiene un precio, de momento ese vampiro asqueroso no ha venido para reclamármelo.

La puerta de la habitación era muy concurrida. Primero Parriwimple dejó el umbral para avalanzarse sobre Madame Eva y arrebatarle el Liber Blaspheme. Su hueco fue ocupado por Irina, que arrastró el cuerpo de Herr Urik por el pasillo. Cuando el párroco Danovich se disponía a perseguirlos, fue Ashlyn la que se plantó en la puerta.

¡Tampoco maté a tus amigos, paladina! Tcaly se los llevó vivos al castillo de Strahd para que no interfiriesen con mis estudios-el viejo mira el taburete recién destrozado por Ashlyn y monta en cólera-. ¡Dejádme solo! ¡No sois bienvenidos en esta iglesia! Solo creé esos muertos vivientes para teneros ocupados y que me dejaseis en paz. ¡Largo! ¡Fuera! Узрок страх-conjuró, y el miedo empezó a invadir los corazones de todos aquellos que estaban en su linea de visión: Ashlyn, y detrás de ella Parriwimple.

No había color. Parriwimple la sobrepasaba en fuerza, y se hizo con el Liber Blaspheme. Y nadie roba a una gitana. ¡NADIE! Madame Eva escupió al suelo y señaló al repartidor con el índice.

¡MALDITO PATÁN! ¿No quieres darme el Liber Blaspheme ahora? Pues si tanto lo quieres, dejaré que lo lleves para mí. ¡Vámonos de este templo de mamarrachos, sirviente! Y no permitas que los demás giorgios te arrebaten el libro.

La maldición gitana empezó a surgir efecto a la vez que el conjuro de Danovich. El miedo y la pérdida de voluntad se mezclaban y abrumaban al espíritu limpio del gigante amable. Varikov resopló, y las cerdas de su bigote vibraron. ¿Tanto interés en un simple libro? Los humanos, sean giorgios o vistani, están todos locos. Y mientras, Ivalic seguía leyendo el diario del párroco...

Tras mencionar a Tcaly, las páginas anteriores saltaban varias semanas la fecha de las anotaciones. Poco antes de que Tcaly tentase a Danovich, el párroco no había tenido ganas de escribir nada. Por eso, lo siguiente que leyó Ivalic era el dolor y la desesperación de un padre que se lamentaba por la muerte de su hijo. Ivalic lo recordaba. Fue hace solo unos meses. Trajeron a Doru con un carro, desde el camino viejo de Svalich. Su cadáver estaba tapado por una manta y solo asomaban sus botas, pero aún así causaba bastante impresión. Danovich era el único hombre de dios, y se vió obligado a oficiar él mismo el entierro de su hijo Doru. Rompió en lágrimas durante la ceremonia: lo había perdido todo.

Irina arranco el corcho de su pocion curativa, consciente de que la vida del paladin dependia de ella. La noble vacio el liquido en el gaznate de Ser Urik y rezo por que bastara...

Parriwimple superó la sensación de miedo... pero desgraciadamente no pudo hacer lo mismo con la orden y la mirada de odio de la gitana. ¿Fue tal vez la sorpresa por una reacción desmesurada? Probablemente no. Sencillamente la voluntad del Parriwimple no era tan enorme como para poder resistir tales cosas con facilidad. ¿Acaso la sencilla vida del repartidor tonto o del carpintero idiota, epítetos por los que era conocido hasta estos sucesos, le había preparado para ser objeto de ataques o de conjuros casi constantemente? En todo caso, forzoso era reconocer que, al menos, su misma falta de inteligencia le hacía ser menos sensible al peligro de las cosas que le rodeaban.

Todo su sentimiento de hacer lo correcto se derrumbó cuando la maldición gitana le atravesó, forzando su voluntad con la facilidad que un niño rompe una ramita. Veía en la rabia de la gitana, en su autoridad, el reflejo de la tiránica y a meno cruel autoridad de su tio todos estos años. Hizo lo único que podía hacer: asentir mientras temblaba de arriba abajo.

En cuanto al miedo de Danovich... su mente y su alma pudieron hacer con el sortilegio lo que no habían podido hacer con la maldición de la vistani: vencer.

La furia que el enano sentía no podía ser reflejada en sus gestos ya que el efecto estatua lo dejó un poco atontado. Antes de llegar a la habitación donde estaba el cura, una de las mujeres se le adelantó. Si la muchacha pretendía matar algo que los demás no estaban viendo, tenía el mismo éxito que la otra. Para Varikov era claro que no serían capaces ni de usar un cuchillo en la cocina, pero los humanos solo hacían cosas raras. Una prueba más era la pelea por el libro. Seguro que sus hojas no valen ni para limpiarse el culo.

Por desgracia no podía marcharse y dejar atrás a esa pandilla de chiflados, que además habían aceptado un asqueroso mocoso en el grupo. Todos podían caer muertos en ese instante y él solo sentiría alivio. El trampero sabía que nunca tuvo suerte, si quería conseguir algo, tenía que poner las manos a la obra y los pies al andar. Era mejor empezar por los que representaban un peligro inminente. Con su hacha a dos manos pensaba vengarse del que lo dejó inmovilizado por un rato que pareció una eternidad.

Ashlyn contempla al Sacerdote en silencio mientras lo escucha murmurar sus obscenidades impías. Sin inmutarse, agita la espada y la deja caer sobre él, fallando por apenas un palmo. 

-Conmigo no sirven tus blasfemas artes, nigromante... -masculla entre dientes-. Atravesaré tu corazón.

Irina observo desesperada como Ser Urik no reaccionaba. Ella sabia que, medio ciega y temblando no iba a poder derrotar al traidor Danovich, asi que vacio el ultimo vial de pocion curativa en la garganta del paladin.

-Teneis que entrar ahi y rodear a Danovich, aunque ello os exponga a un ataque. Solo entre los dos podreis acabar con el e impedir que siga usando esa magia blasfema.

A pesar de todo lo que ocurría a su alrededor los ojos de Ivalic no podían apartarse del diario por mucho tiempo, sentía curiosidad por saber todo lo que había pasado, como había llegado el buen párroco a esa situación. Danovich parecía enfadado por la mención de trabajar para Strahd, pero eso estaba claro. ¿Para qué si no le habría dado el Conde el libro?

-¿Entonces porqué te dio el libro? Si no sois amigos no comprendo porqué iba a darte ese libro. Ni porqué querría usarlo. No tenía que hacer zombis si quería que no te molestaran, bastaba con un cartel en la puerta de la iglesia. ¡Y le dijo al esqueleto que me matara! Tan solo queríamos saber si usted se encontraba bien...

Ivalic era un niño, pero estaba claro que el padre no le estaba diciendo toda la verdad. ¡Nadie hacía esqueletos y zombis para que no lo molestaran! Hundió la mirada en el diario nuevamente intentando dar luz a la situación. El diario avanzaba varias semanas. Ivalic se acordaba perfectamente de lo que había pasado, de la muerte del hijo del padre Danovich y ahora veía reflejado el dolor de su padre. Eso le hizo recordar las palabras de su madre cuando volvieron a casa del entierro: "No hay nada peor para unos padres que tener que enterrar a su hijo".  Ivalic comprendió entonces.

-¡Ya se lo que quiere hacer! ¡Quiere resucitar a Doru! ¿Verdad? ¡Aceptó el libro para devolverle a la vida! Ivalic miró a su alrededor, a los zombis y cadáveres. Pues... no creo que quiera que Doru vuelva así. Creo que el Conde le engañó. Ahora debería ayudarnos a derrotarlo.

Estaba claro para Ivalic que el Conde había intentado engañar al párroco aprovechándose de la pérdida de su hijo, pero estaba aún más claro que todas las opciones que había leído Ivalic no eran buenas para resucitar a un niño, ni a nadie. Strahd le había utilizado para hacer daño al pueblo una vez más. Quiso leer más pero los gritos de Madame Eva llamaron su atención. No quería darles el libro y al no poder con la fuerza de Parriwimple lo había hechizado de alguna manera.

-¡Nooooo! ¡No puede hacer eso! Deje a Parriwimple en paz! ¡Llévese el libro si quiere! Parriwimple, devuelvele el libro y déjala irse.

Su amigo parecía ausente, como si no le escuchara, solo parecía obedecer la voz de la anciana. Ahora el libro no le importaba demasiado, pero temía lo que le podía pasar al pobre Parriwimple. Debía hacer algo rápido pues seguramente Madame Eva no estaba dispuesta a escucharlos. Recordó que una de las cosas que más le gustaban al gigantón era la música, siempre se quedaba fascinado cuando oía cantar o tocar algún instrumento a alguien.

Quizás funcione, no pierdo nada por intentarlo.

-¡Eh Parriwimple! ¡Escucha esto! Gritó con todas sus fuerzas para llamar la atención de su amigo, se aclaró la voz y lo mejor que pudo intentó interpretar una canción.

¡Seré yo el que te arranque tu corazón, mujer!-bramó, antes de fallar un golpe de su maza contra Ashlyn.

Ahslyn dió un paso hasta la esquina de la habitación, y el enano Varikov irrumpió al fin desde el umbral. El gesto de Danovich se torció, más que por la visión del enano, por la mención de Doru por parte de Ivalic...

¡Cállate! Brrrr... No es asunto tuyo, niño. Llevo en esta lucha desde los tiempos de Gabriela. He ayudado a los enemigos de Strahd durante toda mi vida. Estoy cansado... Cansado de esta guerra en la que todos pierden y nada cambia. Ya ha sido suficiente para mí. No dudaré en matar a cualquiera que altere mi retiro. Si es Strahd vuestro enemigo, ¡marchaos! Marchaos o pereced.

La paladina ardía de rabia por dentro. ¿O no era rabia? Ni tampoco que le hubiese bajado la roja. Era una sensación distinta, una especie de sacudida mágica. Pero Danovich no le había puesto ni un dedo encima, ni había pronunciado sortilegio alguno. Más bien era la certeza de que algo estaba a punto de ocurrir, algo imprevisto.

Mientras, en el pasillo, Parriwimple se disponía a marchar junto a su ama, cuando de pronto se quedó obnubilado por la grácil tonadilla tocada por Ivalic. Fascinado por el ritmo, sus pies se plantaron inamovibles en el suelo. Madame Eva tiró sin éxito de su brazo para hacerlo avanzar.

Brrrr... Maldito crío, ¿por qué te entrometes? ¡Para! ¡Para ya de una vez!

Madame Eva se encamina hacia el altar, y golpea con la mano abierta la mejilla de Ivalic.

¡PLAF!

El tortazo le deja seco. El pequeño se tambalea y cae al suelo mareado. Todo esto lo ven Irina y Herr Urik, que tras beber la poción de manos de la noble, vuelve en sí tumbado con la cabeza en el regazo de ella. Y en cuanto a Parriwimple... Se encuentra algo confuso ahora que la música a parado de sonar. Se mantiene en pie a espera de las órdenes de su ama.

A dormir la mona. Hala. Parriwimple, no te quedes ahí. Nosotros nos vamos de esta iglesia de giorgios. Camina hacia la salida. ¡Y que no te quiten el libro!

Irina, arrodillada, le vació en la garganta otra poción a Urik y luego se levantó. La noble vió como la gitana golpeaba al niño y su mirada se endureció.

-Somos aliados, mujer. No me obligueis a pelear. Ya han habido suficientes muertes. No lo repetiré más. Liberad a mi amigo y retroceded hasta que acabemos con esto. Después os ayudaremos con vuestros asuntos personales pero, como volvais a tocar al niño os juro que os atravieso, aunque sea lo último que haga.

La primera poción mágica que vierten en mi boca me restaura un poco, al menos me aleja de las puertas de la muerte. Me levanto fatigosamente recuperando y preparando mi espada y mi escudo.

Veo que Frau Irina se acerca con una segunda poción de curación, con lo cual podré regresar a la lucha. Se lo agradezco enormente, aunque me siento aún avergonzado por la facilidad con la que Danovich había logrado derrotarme anteriormente.

Ivalic observó con satisfacción como Parriwimple parecía demasiado atraído por la canción como para obedecer a la gitana, eso al menos les haría ganar algo de tiempo a sus amigos mientras solucionaban el asunto del Padre Danovich. Cada vez estaban más cerca de conseguirlo, el Padre Danovich debía ser su aliado y tan solo había sucedido todo aquel malentendido por los engaños del Conde, un poco más y quizás pudieran convencerle. Pero él no podía dejar de cantar, debía seguir concentrado para que Parriwimple no se marchara con el libro y Madame Eva. La anciana no parecía muy contenta con todo aquello y se acercó hasta el niño propinándole una dolorosa torta. Quizás no había sido el tortazo más grande que se había llevado, pero tras la gran herida que le había abierto el esqueleto y los esfuerzos que estaba haciendo para guardar la concentración el golpe fue suficiente para que su cuerpo dijera basta. Se quedó sin energía y mudo de repente. Su cuerpo a penas se tenía en pie hasta que perdió por completo el equilibrio y fue a dar contra el frío suelo de la iglesia. Al menos si tenía que abandonar el mundo en ese día lo había hecho cantando, una de las cosas que más le gustaba hacer.

Varikov consiguió entrar en el cuarto donde se encontraba el cura, aunque tuvo que escurrirse al lado del culo gordo de la paladina. Esa mujer seguro que se pasó las horas del entrenamiento comiendo, en vez de menear la espada.

Podía aun así escuchar a los que estaban fuera y su eterna lucha por el libro. Como si no fuera suficiente, el mocoso empezó a cantar. Las voces de su cabeza no tuvieron otra cosa mejor que hacer, que unirse en coro. Por desgracia, el grandullón no las podía escuchar. Nadie más las podía escuchar, solo él, Varikov el Trampero, enano defensor del…

-Que alguien le dé una bofetada… y de repente silencio. ¡Alguien le había dado una bofetada al mocoso!, pero puede que eso no era bueno para ellos en ese momento. Pensó ágil, como un enano suele hacer ya que tiene todo su cuerpo concentrado… a esa gitana y así dejará de tener poder sobre el grandullón. ¿Es qué debería pensarlo todo él? ¡Sí, claro! Los otros no eran más que estúpidos humanos con el culo gordo y capas chulas inútiles.

Sus ojos se entrecerraron mientras miraban a Danovich. Tenía mucha rabia acumulada en contra de ese hombre y eso hace que un enano como él solo piense en una cosa. Patearle el culo de bien a muy bien. Probablemente no lo iba a conseguir, ya que el puñetero no era tan tonto como sus acompañantes y se había puesto una armadura chula y guay, no un cacho tela. Además, decía cosas que nadie entendía y solo con esas palabras les mandaba de pasea, incluso al otro lado, si se despistaban un poco.

¡Ja! ¡Buen intento, enano! Quizás cuando crezcas veinte pulgadas. Ahora es mi turno...

Danovich alzó la maza para matar al Trampero.

¡ALTO!

La voz sonó tras el sacerdote. Una voz conocida, tanto para él como para Ashlyn. La imagen translúcida de un elfo se formó en la habitación. Era el motivo del presentimiento de Ashlyn, toda esa magia del conjuro de recado atravesando como lineas ley su cuerpo, objetivo del conjuro.

Seré breve. Este es el segundo intento para comunicarme hoy,

y veo que no es en el mejor momento. Primero lo hice con Mathilda.

Ella y Thendrik están encadenados en unas mazmorras de piedra.

Quizás en el castillo de Strahd, no están seguros. ¿Qué ocurre aquí?

Danovich trató de explicarse. O por lo menos de dar su versión.

Sé lo que habíamos hablado, Merquo, pero yo me retiro del juego. Vuelvo a la neutralidad que jamás debí abandonar. O más bien una neutralidad nueva. A partir de ahora, la Iglesia estará cerrada a todos los habitantes de Barovia. Cometí el error de guardar esa intimidad con nigromancia, y ahora han acabado con mis muertos vivientes y con la posibilidad de hacer más. Y no les es suficiente. Tu perra de presa quiere matarme, Merquo.

La mirada inquisitiva de Merquo reprobaba la actitud de Danovich. Si había tonteado con la nigromancia, merecía la muerte. Esa era la filosofía de cualquier Iluminador. Y a pesar de eso, las palabras que dirigió a Ashlyn no iban en ese sentido, aunque la paladina no pudiese comprender las intenciones del fundador de su orden.

¿Qué dices tú, Ashlyn? ¿Quizás es hora de aceptar la rendición de

Danovich, dejarle solo y centrarnos en nuestro verdadero enemigo?

Era el momento de actuar. El libro debía de ser suyo, y las vagas amenazas de Irina no le disuadirían de ello. Madame Eva tomó al niño del suelo y lo arrastró cogido contra su pecho. Puso una daga en el cuello de Ivalic.

Escúchame bien, niña-dijo a Irina-. Hay dos verdades en este mundo. Una es que nadie le dice a Madame Eva lo que puede o no puede hacer. La otra certeza es que me voy a llevar el Liber Blaspheme de aquí.

Al escuchar el nombre del antiguo códice, Merquo Iluminador alza las cejas, estupefacto. ¿El Liber Blaspheme? ¿En la pequeña iglesia de Barovia? Mientras, Parriwimple pasa al lado de Irina con el susodicho manuscrito, atravesando el pasillo hasta el exterior del edificio. Pero la maldición de Madame Eva va perdiendo efecto. Parriwimple despierta de su dominación con los pies en el camino al pueblo, sin entender porqué tiene un libro negro entre sus manos.

El hacha de Varikov solo le hizo un poco de aire a Danovich, por si pasaba calor con toda esa armadura puesta, pero no consiguió embellecer su rostro con un corte de nariz. El enano solo pudo soltar un gruñido y un escupitajo en el suelo. Estaba cabreado y además iba a recibir una respuesta a base de golpe de parte del cura. Aquel no era su mejor día.

Vio la maza alzarse por encima de su cabeza, cosa que no era muy difícil teniendo en cuenta la altura del Trampero, y solo pudo hinchar su pecho para recibirla con todo el orgullo estúpido que tienen esos seres cabezones. Y esperó poco. Una voz, que esta vez venía de fuera de su cabeza, le ordenaba al sacerdote a no seguir.

Varikóv inclinó el cuerpo a su derecha para ver al que hablaba y casi se atragantó con los pelos de su barba. ¡Un elfo! Prefería morir que ser salvado por un elfo. Estaba tan enfadado, que no pudo ni articular palabras al abrir y cerrar la boca unas cuantas veces. Gruñó y salió descontento al pasillo.

Ahí se encontró con la gitana que arrastraba al mocoso con intención de matarlo, salvo que el cuchillo que sujetaba contra su cuello era para su primer afeitado. El enano mostró sus amarillos dientes por medio de una escalofriante sonrisa. Apretó con fuerzas su hacha y se preparó para atacar a la mujer.

- ¿De verdad crees que el cuerpu muertu de esi sucio rapaz te va a salvar de mi hacha, traidora?

Flanqueo a la gitana junto a Urik, para que la anciana no sepa a quién mirar y no se espere el ataque.

-Tu lo has querido, vieja. Nunca me gustaste. -digo en tono amenazador.