Partida Rol por web

A Irina no le hacía gracia perder tiempo si Arik estaba bajo los restos de la casa. El tiempo podía significar la diferencia entre la vida y la muerte.

-Si quereis, alguien puede hacer de vigía desde una de las casas adyacentes pero no podemos perder tiempo, Ser Urik. Arik podría estar quedándose sin oxígeni mientras hablamos. ¿No creeis?
 

En circunstancias normales, el peso de cualquier otro haría ceder el montón de escombros de la fachada del edificio causando algunas heridas. Sin embargo, Ivalic era solo un niño y su peso más bien liviano. Subió caminando con cuidado por el montón de tablones y tejas y dió un pequeño salto hasta uno de los dos balcones del primero, agarrándose a la balaustrada y luego superándola tras un par de intentos fallidos. El nudo chapucero que le hizo Irina se deshizo en ese momento, y resbaló hasta el suelo. Tuvieron que arrojarle uno de los extremos de la maroma para que la cogiese al vuelo, y se la atase el propio niño a la cintura.

La puerta acristalada del balcón estaba cerrada, pero los cristales habían estallado con la explosión. Solo tuvo que meter la mano por uno de los marcos cuadrados para llegar al cerrojo y deslizarlo para desbloquear la entrada.

Mientras, Parriwimple dudaba si hacer la divertida carrera con Ivalic y el pico o hacer caso al paladín. En la calle, Herr Urik se ubica: el cuervo voló hacia el este de la aldea, y están en el sureste. Tendría que avanzar unas cuantas calles y cruzar la avenida principal que conecta la plaza mayor con la mansión de los Indirovich. Varikov mira al Caballero del Cuervo como si estuviese loco (el Caballero, no el enano); ¿al final quiere hablar o va a ponerse a mirar para el cielo buscando pajarillos?

Viendo que nadie responde a Irina, mientras el niño explora, ella se pone a leer unas páginas más del diario de Danovich...

...y descubre, para su sorpresa, un rincón oscuro de sus orígenes. El segundo embarazo de la madre de Irina tuvo sus complicaciones. Eso Irina ya lo sabía. Según le contó su padre, mamá murió al dar a luz. Hasta ahí las dos versiones concuerdan. Pero según dice el diario... el segundo hijo de Indirovich fue varón. Irina pensó en que quizás ella era la hermana mayor, e Ismark el menor (valga la redundancia con su título), pero no tenía sentido ocultar el orden de los nacimientos. Siguió leyendo...

Aquel bebé estaba maldito, como ocurre en ocasiones a un pequeño número de concepciones en las cercanías de las Brumas que encierran la región. Los ancianos del lugar les llaman calibanes, hijos del diablo. Queriendo salvar la reputación de la familia Indirovich, el sacerdote Danovich se deshizo del bebé calibán arrojándolo a la basura. Consiguió para el Burgomaestre una niña nacida aproximadamente en la misma fecha. Siempre según el diario, la niña se la entregaron en el monasterio de la Colina Lysaga. Es el mismo lugar del que habló Madame Eva ayer, mencionado de pasada, como un posible lugar seguro en el que ocultar a Irina de Strahd.

En cualquier caso, Irina no es hermana de Ismark ni hija de Indirovich. Tiene de noble lo mismo que una gata callejera.

La habitación del primer piso es humilde. Unas cortinas gastadas custodian el acceso al balcón. La cama es de matrimonio, con una horrible manta de estampado de flores. Hay también una palangana con agua en lo alto de un taburete que hace de mesita. El armario, sin embargo, es viejo pero de buena madera. Que la habitación tenga armario en lugar de un baúl para la ropa da cierto nivel a la pobre casa. Sin duda es una herencia.

Una puerta conecta con el resto de la vivienda. La entreabre una pulgada, pero solo ve oscuridad. Distingue a diez pies de donde está, la silueta de una barandilla de madera paralela a la pared que enmarca la puerta. Parece ser que se podría ir a izquierda o a derecha, y que probablemente en uno de esos extremos unas escaleras que lleven a la planta baja. Pero para que Ivalic se aventure, necesitaría quitarse el nudo de la cuerda y conseguir algo de luz.

Tomo nota mental del lugar a donde fue el cuervo, pues me gustaría investigarlo tan pronto tenga le menor ocasión.

Busco el lugar más adecuado y me pongo en actitud vigilante, alerta por si viene alguien o algo.

Ivalic llegó al primer piso no sin alguna dificultad pero finalmente allí estaba encaramado a uno de los balcones. No le fue dificil abrir la puerta que daba al interior pues los cristales estaban rotos, se quedó quieto y observó la habitación que tenía delante, una habitación humilde sin nada especial, salvo aquel armario.

Si viviera aquí me podría esconder en el cuando juego al escondite.

Ivalic se giró y gritó a sus amigos de abajo.

-¡Es una habitación! ¡Aquí no hay nadie, pero la puerta está entreabierta y creo que se puede ir al resto de la casa por allí! ¡¿Que hago?! ¡¿Hecho un vistazo por la casa a ver si encuentro a Arik o ato la cuerda a la barandilla para que podáis subir?!

La verdad es que le daba algo de miedo meterse allí solo, pero también tenía mucha curiosidad por seguir explorando aquel lugar, aunque lo importante en aquellos momentos era encontrar a Arik. Ivalic cogió aire y gritó con todas sus fuerzas hacia el interior de la casa.

-¡ARIK! ¡ARIK! ¡HEMOS VENIDO A BUSCARTE! ¿ESTÁS AHÍ?

Si el tabernero estaba cerca y le escuchaba los otros no tendrían ni que subir y él habría completado su misión con éxito.

Ante la respuesta de Irina, Parriwimple asiente y se pone a picar en la pared del edificio adyacente.

No, Ivalic! No te metas por la puerta! Tan solo concentrate en escuchar. A ver si escuchas algun sonido desde el interior!

El niño asintió con la cabeza a las palabras de Irina para que esta lo viera y volvió a desaparecer del balcón para meter la cabeza dentro de la habitación y escuchar. No se oía ni una mosca, o Arik no estaba allí o estaba... muerto. Con la impaciencia propia de su edad le pareció que había esperado suficiente así que volvió a asomarse al balcón.

-¡No hay nadie! ¡Arik no debe estar aquí!

Prefirió no referirse a la otra posibilidad, era mejor pensar que el tabernero había podido escapar a la explosión que él mismo había provocado, seguramente estaba en otro lugar escondido pues con los zombis atraídos por la explosión le habría sido imposible regresar. Era hora de encontrarlo y decirle que ya podía salir sin problemas.

-¡¿Queréis que ate la cuerda a la barandilla y subir?! ¡O puedo cruzar la habitación y asomarme a la puerta! ¡Soy muy bueno espiando, no haré ruido!

Irina examinó el progreso de Parriwimple. Quería asegurarse de que Arik no estuviera dentro. Le debía demasiado al hombre.

-Espera un momento, Ivalic!

Desde el balcón, los gritos de Ivalic alertaron al zombi que había en el rellano. El inquieto Ivalic no había mencionado a los demás que se olvidó de cerrar la puerta entreabierta. Ahora el zombi asomaba una zarpa y media cara, y su ojo escrutaba al objetivo.

Aaaaaaawh...

El niño tenía tres opciones para evitar el enfrentamiento. Una de ellas era ser más rápido, y llegar hasta la puerta para cerrarla antes de que el zombi cruzase el umbral. Otra posibilidad estaba en cerrar la puerta del balcón y correr el pestillo. Por último, podría descolgarse hasta los escombros y poner la máxima distancia de seguridad. Una cosa era clara, si Irina tiraba de la cuerda ahora, Ivalic se va a caer de bruces contra un duro colchón de escombros, y el daño puede ser importante.

Mientras, Parriwimple entró en una de las casas adyacentes y empezó a picar la pared de la planta baja. Todo estaba en calma al otro lado del boquete. Luego se dió cuenta de que la pared que tenía que picar era la de la mano con la que cogía el tenedor; dudó cual era la mano con la que cogía el tenedor; y por último, se puso a picar la pared correcta.

-¡AHHHHHH! El agudo chillido de Ivalic por el susto que se llevó al ver el zombi atravesó el aire y llegó hasta donde la potencia del niño podía conseguir. ¡UN ZOMBI!

Debía hacer algo, no podía quedarse allí quieto y no había nadie que le pudiera ayudar pues todos estaban demasiado lejos para hacerlo. Sopesó todas las posibilidades. Podía correr e intentar cerrar la puerta para impedir que el zombi entrara, pero ya estaba medio dentro y si no llegaba a tiempo y con la fuerza suficiente para empujar el zombi le mordería de inmediato. Meterse debajo de la cama no era muy útil tampoco pues los zombis podían arrastrarse.

¡Ya lo se! ¡El armario!

Miró el mueble, era un buen escondite pero quedarse allí encerrado con un zombi fuera no era la idea más brillante que había tenido, sería mejor descartarla. Le quedaba alejarse, pero no quería romperse la crisma bajando a toda velocidad desde aquella altura, debía procurar detener al zombi de alguna forma.

-¡ESTÁ ENTRANDO EN LA HABITACIÓN! Ivalic comenzó a cerrar de nuevo la puerta del balcón, esta le protegería de momento, aunque si sus amigos no subían a matar al zombi sería mejor que se fuera de allí. ¡¿QUE HAGO?!

-IVALIC!! TRANQUILÍZATE!! QUÍTATE LA CUERDA Y PASA EL EXTREMO POR LA BARANDILLA DEL BALCÓN! AGARRATE BIEN FUERTE Y VE BAJANDO!! YO IRÉ SOLTANDO CUERDA POCO A POCO PARA QUE NO TE CAIGAS!!
 

Ivalic asintió aunque para estar seguro que Irina lo había visto prefirió gritarle.

-¡AHORA LO HAGO!

Con un ojo puesto en la cuerda y otro en la habitación y el zombi comenzó a desatarse. El nudo se le resistía más de la cuenta por culpa de los nervios y el zombi parecía acercarse cada vez más.

¡Venga! ¡Venga! ¡Venga! ¡Rápido! ¡Rápido! ¡Rápido!

Finalmente deshizo el nudo y pasó la cuerda de la manera que Irina le había dicho mientras sujetaba el extremo de la cuerda con sus manos.

-¡YA ESTOY LISTO!

Miró hacia abajo para asegurarse de que Irina le había escuchado y pasó al otro extremo del balcón. Ahora solo tenía que ir apoyando los pies y sujetar fuerte la cuerda mientras Irina lo ayudaba, si todo salía bien bajaría muy rápido y si salía mal bajaría aún más rápido. Echó una última mirada hacia la habitación esperando que el zombi no consiguiera salir, o lo hiciera cuando ya estuviera en el suelo.

Sin ganas y refunfuñando, Varikov se unió al grupo para ir a buscar a Arik. Al final ese hombre era de los pocos que hicieron algo por él, le dio cobijo y comida. Al parecer las calles estaban vacías, por lo menos los zombies no asomaban sus feas y desfiguradas cabezas por ninguna parte.

Se detuvieron delante de una casa que era más una ruina que otra cosa. Había pocas probabilidades de encontrar ahí con vida al posadero, pero sería una estupidez dar la vuelta sin haberlo intentado.

Hinchó sus pulmones preparado para llamar al posadero por su nombre, pero Irina se le adelantó así que se cruzó de brazos y esperó a ver qué pasaba. A la vez intentaba mantenerse atento, desde que entró en ese pueblo solo tuvo disgustos y no esperaba otra cosa.

Y maldita la hora en la que recordó los disgustos, porque otro se le acercaba envuelto en su capa chula y guay para “tener unas palabras”. ¿Qué le pasaba a ese hombre? ¿Se le pegaban los labios si los mantenía unidos más de dos minutos seguidos? ¿No sabía hacer otra cosa? Varikov mantuvo la mirada fija en un punto que solo él podía encontrar interesante deseando que su ignorancia fuera suficientemente repelente como para que el paladín lo dejara en paz. ¡Y lo fue! Así que pudo soltar con tranquilidad el aire que había inhalado antes.

Los humanos empezaron a discutir, como siempre, y el Trampero se negaba a hacer algo mientras los demás solo gastaban saliva. Al parecer por fin se iban a poner en marcha, el niño a escalar, que para otra cosa no servia, el tonto a picar, y los otros a mirar el cielo, por lo menos la mujer sujetaba una cuerda, aunque el enano no tenía claro cómo podría ayudar al chiquillo si se resbalaba y se caía.

Los chillidos del mocoso llegaron como música a los peludos oídos de Varikov y una sonrisa malvada se dibujó en sus finos labios. Nadie pudo verlo ya que su barba escondía esos pequeños gestos. Con suerte el niño acababa destrozado por el zombie o se estampaba la cabeza contra el suelo, cualquier cosa le valía. Incluso si se rompía un brazo se daba por satisfecho, así ya no podía agitar esa manita asquerosamente frágil a modo de despedida como había hecho solo unos momentos antes.

Aun así, sacó su hacha y se preparó por si ese muerto andante llegaba con vida al suelo.

El zombi cruzó la habitación en pos de Ivalic. La puerta le frenó su avance, pero nada impidió que los brazos pustulentos entraran por las mismas cuadrículas que ayer, antes de la explosión, sostenía los cristales. Con el torso podrido apoyado contra la verticalidad de la puerta del balcón cerrada, sus brazos no lograban abarcar la totalidad de la plataforma.

Si Ivalic no se hubiese puesto a desatar y atar la cuerda de su cintura y de la balaustrada respectivamente, lo habría logrado, con alguna rodilla pelada por el aterrizaje. Pero no fue así. Mientras sus pequeñas manos prestaban atención al nudo, las zarpas se le acercaron por la espalda. El muerto agarró a Ivalic de su chaqueta. Forcejearon. Los remordimientos invadieron al Caballero del Cuervo, maldiciendo la hora en la que se le ocurrió embarcar a un simple niño en esta peligrosa empresa. Y un segundo después, la chaqueta se escurría entre los dedos del zombi. La suerte, compañera habitual del escritor, le volvió a salvar en el último instante.

Al echarse al suelo, los brazos ya no le alcanzaban. Pero los barrotes de la barandilla le mantenían atrapado. Ivalic podía esperar en la seguridad de los adoquines a que alguien trepase por la cuerda y matase al zombi por él... o podría atravesar el área amenazada, arriesgarse a que le cojan y pasar sobre la balaustrada para poder descolgarse por la cuerda.

Mientras, Parriwimple logró abrir un agujero del tamaño de un puño. A través de él, en la oscuridad de la planta baja del edificio de la explosión, el repartidor distinguió dos figuras encorvadas. Movían sus cabezas en todas direcciónes, intentando ubicar la procedencia del ruido sistemático con el que Parriwimple picaba la pared.

Irina maldijo su idea. No deberia haber confiado tanto en el niño. La guerrera iba a trepar cuando cayo enque ahira llevaba una armadura completa. Era imposible que la estructura aguantara su peso. 

-Varikov! Crees que puedes trepar y ayudar a Ivalic?

Mientras Ivalic se peleaba por deshacer el nudo algo tiró de él hacia atrás agarrándolo por su chaqueta.

-¡AHHHHHHHH!

Un agudo chillido volvió a salir de la boca del asustado niño que veía como el zombi lo atraía hacia si para morderlo. Se revolvió como pudo, pataléo y se combulsionó mientras seguía gritando, no quería acabar así pero no había estado suficientemente atento. En una de las vueltas que dio se aferró a uno de los barrotes de la barandilla y tiró y tiró con sus exiguas fuerzas. De repente se sintió liberado y se quedó agazapado entre el suelo y la barandilla, los brazos del zombi formaban un arco que no conseguían alcanzarlo en aquella posición pero tampoco dejaban que Ivalic se moviera, no sin que volviera a atraparlo.

-¡ESTOY BIEN, NO CONSIGUIÓ MORDERME! Gritó para tranquilizar a los de abajo. ¡PERO ESTOY ATRAPADO, SI INTENTO LLEGAR A LA CUERDA PODRÍA COGERME OTRA VEZ! ¿QUE HAGO?

Sería mejor que los mayores le ayudaran a decidirse, ellos tenían más experiencia.

Con la capa revoloteando elegantemente a mi alrededor, me acerco a la posición de Parriwimple, dipuesto a ocupar su lugar en cuanto el agujero sea lo bastante grande.

- "Ten cuidado Parriwimple, veo dos sombras moverse en el interior. Creo que son dos muertos vivientes." -

Tenemos que correr a ayudar al pequeño Ivalic, que por mi culpa se encuentra en peligro, pero parece que antes habremos de abrirnos paso a golpes, y seguidamente acabar con otros malditos no muertos.

El gigantón asiente al paladín mientras redobla sus esfuerzos.

- Aguanta. Ir ya- le grita a Ivalic.