Partida Rol por web

¡Señor Urik! ¡Señor Urik!-el Caballero del Cuervo se despertó sacudido por el entusiasmo del hijo de Helene-¡Despierte! ¡Ya ha amanecido!

Habían sobrevivido a la noche más larga. Estaban vivos para contarlo. Los aldeanos refugiados con ellos, en aquella madriguera de devoradores de cadáveres, sonreían. La gente de Barovia es asombrosa, ha sufrido lo indecible, y son capaces de agarrarse a cualquier esperanza con ánimos renovados.

Entre Vjelkus y Viktor ayudaron a ponerle en pie. Viktor volvió al lado de Stara y besó la pequeña calva de su diminuta hija recién nacida. Los cinco intrépidos, cada vez más curtidos, se reunieron en la galería. Herr Urik Von Teudeldorf, Caballero del Cuervo. Ivalic Yannof, Porta-antorchas de la Esperanza. Parriwimple Indirovich, Burgomaestre de Barovia. Helene Maurgen, Madre Coraje. Y, por supuesto, Vjelkus, el Pertinaz Ternero.

De las dos galerías que llevaban al exterior, tomaron aquella en la que no estaba enterrada Layla. Así, Parriwimple pudo subirse al montón de tierra sin miedo a aplastar el cadáver de la muchacha. El rectángulo que delimitaba la tumba abierta filtraba la luz del amanecer. Ya no había luna llena, pero eso no significaba que los enemigos no estuviesen allí.

Parriwimple tomó a Urik por la cintura y le alzó todo lo que pudo. Agarrado con sus guanteletes al borde de la tierra de la fosa, el Caballero del Cuervo asomó su cabeza.

Entre el cementerio y la fachada trasera de la iglesia, los dos cadáveres de los caballos de los Litmunova estaban prácticamente devorados. Uno de ellos aún tenía una cuerda alrededor del pescuezo, que sirvió para descender y poner a salvo a más de una treintena de vidas hace tan solo unas horas.

¡Aaaaaack!

El graznido le cogió de improviso, y Urik casi cayó sobre Parriwimple. Su cuervo Hurrn había desaparecido, el fantasma de Irina Kolyana le había prevenido de ese pajarraco traidor, pero a quién vió Urik fue a otro cuervo distinto. Uno de plumaje blanco, posado sobre una de las lápidas del cementerio...

Buenos días, Caballero del Cuervo Urik de Teudeldorf...

La voz, fantasmagórica, y casi etérea, sonaba directamente en la mente de Urik.

Mi nombre es Hack. Soy un cuervo celestial enviado por el Gran Cuervo...

Me izo en un alarde de fuerza hasta el camposanto profanado y observo el panorama desolador. Ayudo con la cuerda del difunto caballo a trepar a los demás.

- "Acompáñame, Hack. Debo rezar." -

Me dirijo al interior de la iglesia y rezo a los Poderes Benignos, sabedor de que incluso habiendo sido profanado el lugar por la negligencia y malas acciones del Padre Danovich, el poder de mi voluntad es lo suficientemente poderoso como para alcanzar a los Poderes Benignos que velan por nosotros.

Rezo a los Poderes Benignos para que me dén fuerzas para sanar a los demás y para castigar a los malvados y que nunca encuentren la paz que no merecen.

Cuando despertaron, y mientras los aledanos se regocijaban de seguir vivos, Helene se sumió en sus oraciones matutinas. Dejó que la actividad del entorno no la afectara, y arrodillada en un rincón, esperó a que la energía que la alimentaba regresara renovada con el nuevo día. Tras ello, siguió a sus compañeros y vio cómo Urik, el hombre que susurraba a los caballos, desaparecía por el agujero.

Poco después, una cuerda asomaba desde arriba para ayudarles a subir.

-Vjelkus, ayudame a recoger la hierba de lobo. No podemos desperdiciarla abadonándola. Ivalic, que los aldeanos vayan acercándose y subiendo y regresen a sus casas. Parriwimple, ayúdales a ascender desde arriba. Regresaremos pronto. Vjelkus, ven.

Parriwimple asintió a las palabras de Helene y tras trepar a la parte superior, fue ayudando uno a uno a los aldeanos a subir. Al fin y al cabo, la fuerza y la altura del gigantón no debían suponerle ningún problema.

- Parriwimple querer todos quedarse- va diciendo a todos y cada uno- Querer hablar con todos ahora.

Tras rezar, dejo que el cuervo blanco se pose en mi antebrazo izquierdo y me acerco a donde están reunidos mis amigos y compañeros.

Les muestro el misterioso cuervo blanco.

- "Amigos, este es Hack, enviado por el Gran Cuervo. Es un cuervo celestial.

Maese Hack, estos son mis amigos: Lord Parriwimple Indirovich, el pequeño Ivalic, Frau Helene y su hijo el joven Vjelkus." -

Uno... Dos... ¡TRES! Aaaaaagh...

Entre seis hombres tiraban de la cuerda para subir a Parriwimple, el último ser vivo en salir del escondrijo de Inka. Después, recogieron la cuerda y la metieron en la mochila del Burgomaestre.

En cuanto el Burgomaestre me indique, iré a forjar esa espada corta de plata. Aunque... aún estoy confundido por todo lo que ha pasado. Lo último que recordaba era estar dando forma a unas herraduras.

Paolo fue con los demás, rodeando la iglesia para esperar ante la fachada delantera el discurso de Parriwimple. Después llegaron las presentaciones... el cuervo saludó con un graznido. No se puede negar que uno de los puntos fuertes de Hurrn era que sabía hablar. Hack, por contra...

No entiendo lo que dicen, Urik de Teudeldorf. Con ellos no tengo el vínculo sagrado que me une a ti. Sé que el Icono Sagrado de Ravenkind está en tu poder, noto su presencia, como un palpitar. El siguiente paso es guiarte hasta la Espada Solar, que está en...

¡Señor Burgomaestre! ¡Tiene que ver esto, Señor Burgomaestre!

Margarita casi se choca con Paolo cuando se cruzan. Ella estaba desmayada cuando Irina hizo la gran revelación, pero le contaron el nuevo estatus de Parriwimple esta misma mañana.

El pueblo. Han quemado el pueblo.

Si hubiesen salido del nicho para luchar contra el licántropo que se comió los caballos, habrían visto el fulgor de las llamas anoche. Dejaron el cementerio para ver con sus propios ojos el paisaje desolador del que Margarita les había puesto en sobreaviso.

Los muros de piedra habían resistido, pero las techumbres de madera habían caído. No había ninguna casa habitable sin que hubiese que desescombrar antes. La iglesia resistió bien, porque tenía tejas en lugar de madera, pero los licántropos derribaron la puerta y prendieron fuego al suelo. Casi como un milagro, los tablones en llamas se habían hundido, junto con la puerta con la que Parriwimple tapó el agujero, y cayeron y ardieron en el centro del sótano sin afectar a las vigas. Si las vigas llegasen a arder, la iglesia se abría derrumbado sobre sí misma.

La madre de Ivalic se acercó a su hijo y al resto de los aventureros. Había hecho el peor negocio de su vida: una alejandrita a cambio de una casa que ahora estaba en ruinas. Quizás eso le hizo pensar en la familia Myljana, incluyendo a la joven Olga.

¿Qué ocurrirá con la caravana que Bildrath guió al castillo? Puede que los adultos paguen su necedad, pero sus hjos no deberían sufrir por los errores de sus padres.

Y no era el único cabo suelto. El cadáver de Layla aún yacía enterrado de mala manera en una de las galerías subterráneas.

Respondo a Hack con pensamientos:

- "Anteriormente nos acompañaba un cuervo llamado Hurnn, que tenía el poder de hablar y hacerse entender por todos. El espíritu de Frau Irina Kolyana nos advirtió de que se trataba de un traidor al servicio de Stradh, el Conde vampiro. Sin embargo, en ocasiones si yo me esforzaba era capaz de sentir su presencia y de llegar hasta él aunque nos hubiésemos separado. ¿Cómo es eso posible, Hack?" -

Observo desolado el pueblo entero en ruinas, en una devastación terrible.

Por un momento miro a Frau Helene con ojos llenos de reproche: ni ha querido liderar este grupo ni me ha dejado liderar a mí, con lo cual siempre estamos a medias tintas con todo. Entonces me doy cuenta de que el reproche no es una emoción digna de mí, por lo que miro a Parriwimple con esperanza, el bondadoso gigante es ahora la figura con mayor autoridad, él podría guiarnos.

Una ráfaga de aire trajo hasta ellos el olor del humo y las palabras de Margarita pintaron el peor cuadro posible. Helene se giró y sorprendió la mirada de Urik, dirigida a ella y cargada con una sentencia. La culpaba de aquello. Cogió la mano de Vjelkus de forma inconsciente, buscando su calor y proximidad, mientras que su interior parecía enfriarse progresivamente. Sentía ganas de vomitar, la congoja atenazando sus entrañas.

Parriwimple había pedido que todos permanecieran allí, porque quería decirles algo. Respetaría su voluntad y aguardaría hasta que acabara. Tras ello, sería momento de tomar decisiones. Había llegado a aquellas tierras con un propósito claro. Recuperar a su marido y en toda su estancia, no había encontrado una sola pista de él y la única posibilidad de hallarlo, la había sacrificado en favor de terceros. Por lo demás, tan solo había intentado ayudar pero solo había logrado..¿qué? Nada.

Un gorjeo la devolvió a la realidad. La niña de Stara atrajo su atención y en su carita vio la verdad. Sí, el pueblo había ardido, pero sus gentes habían sobrevivido. ¿De haber permanecido en sus casas lo hubieran hecho? ¿De haber salido en la noche a pelear contra los licántopos los hubieran vencido y además logrado apagar el incendio? Lo dudaba seriamente. Solo se habían perdido bienes materiales, pero estaban vivos y la vida estaba llena de oportunidades y posibilidades. Las gentes de Barovia reconstruirían sus casas y harían frente a la adversidad. Se había cerrado una puerta y se abriría otra. Tan solo quedaba por decidir si ella y su hija cruzarían con ellos esa puerta o buscarían nuevos caminos, alejados de aquel grupo que, pese a sus intentos, no hacía más que fracasar y sembrar la desolación y la muerte a su paso.

La muerte de Layla era demasiado reciente y le pesaba tanto que el amanecer de un nuevo día y el haber salvado a sus vecinos no le arrancó una sonrisa.

Al menos no me convertí en un niño lobo yo también.

En realidad ese pensamiento también le entristecía pues quizás si se pudiera convertir en lobo podría luchar con mayor eficacia y ofrecer mayor apoyo al grupo y a su pueblo.
Ayudó a la gente a formar una fila para que fueran esperando su turno para salir y cuando alcanzó el exterior las malas noticias se acumularon: la nueva casa de su madre perdida, al igual que el resto del pueblo. Miró alrededor y se preguntó si merecía la pena seguir viviendo allí, ni siquiera quedaban los hogares ya y en cuanto a los habitantes, cada vez menos. Las palabras de su madre le hicieron darse cuenta que aún el desastre podía ser mayor, no sabían nada de todo el grupo que se había marchado con el tío de Parriwimple hacia el castillo.
Abrazó a su madre y a su hermana intentando buscar algo de consuelo.

-¿Que haremos ahora mamá? Ya no tenemos casa, nadie la tiene. -Quizás las tierras natales de la Señora Helene eran un mejor lugar para vivir.- Señora Helene ¿Su pueblo está muy lejos? Quizás sería mejor que todos se fueran allí, seguro que no hay Condes vampiros ni elfos lobos ni... ningún peligro de los que aquí nos acechan.

Pegó una patada a un madero que todavía ahumaba y vio como parte se convertía en cenizas, pronto todo el pueblo sería igual.
Herr Urik estaba meditando y no quiso interrumpirle, sin embargo se quedó callado mirando a su amigo Parriwimple, expectante de lo que fuera a decir, al fin y al cabo ahora él era el nuevo burgomaestre.

Miro a Ivalik cuando menciona la idea de hacer llegar a las gentes de Barovia al pueblo de origen de Frau Helene. Asiento, una vez más complacido por su sabiduría. Nosotros podríamos escoltarles lejos de aquí, protegerles y ponerles a salvo. Esa sería una muy buena opción, pero la decisión no me corresponde a mí tomarla. Nuevamente miro al gigante bondadoso Parriwimple, aguardando con esperanza sus palabras mientras mi capa revolotea majestuosamente a mi alrededor, el sabio cuervo blanco posado en mi hombro, mirando a todos con pajaril serenidad.

La imagen de la pobre Layla muerta, ahora mezclada con las ruinas de su tierra, quemada hasta los cimientos, hicieron que Parriwimple cerrara los ojos, unos instantes, tratando de ordenar sus ideas. Sus escasas y fragmentadas ideas. Luego miró a Ivalic y le susurró algo al oído, antes de seguir hablando.

- ​Parriwimple tonto, no saber leer. Pero Ivalic listo. ¿Poder hacer listado con toda gente que está? Familias y personas. Quien faltar, si saber donde estar. Tenemos que ayudar.

​Le dice el gigantón a Ivalic en un susurro, para luego volver a mirar a todos.

- ​Todos saber Parriwimple tonto. Él no beber también como su hermano, ni ser guapo como hermana. Tampoco saber mandar. Parriwimple... sentirlo. Parriwimple querer no morir nadie, no morir amigos. Pero gente morir. Parriwimple y amigos de Parriwimple esforzarse. Pero gente seguir muriendo. Parriwimple no poder decir que gente no vaya a morir. Pero sí querer decir que no querer que mueran. Parriwimple... conoce a todos. No recordar bien nombres, pero caras de todos recordar. Ser tonto. Ivalic ir a preguntar a todos, para saber donde está cada uno. Y como estar familias. Y quienes faltan y donde están. Parriwimple querer que Urik y Helene se lleven bien. Ellos listos y buenos, y siempre discutiendo. Si ponerse de acuerdo, poder hacer cosas buenas. Por eso ahora Parriwimple hablar con ambos para ver qué hacer. Tener que pensar qué hacer pueblo. Pensar mucho. También pensar gente ir a castillo. Paolo... ¿poder forjar espada aún? ¿y reparar puerta y entradas iglesia?   

Tras el largo discurso, el más largo que había dado en su vida, Parriwimple espera a que se acerquen Helene y Urik y a que Paolo responda.

Ivalic se alzó de puntillas todo lo que pudo para escuchar al grandullón lo mejor posible cuando este se agachó para hablarle. Después hizo un gesto afirmativo con la cabeza para que Parriwimple supiera que podía contar con él.
Y tras el discurso del nuevo burgomaestre sus nuevos deberes como secretario pasaron a primer plano, al menos mientras Herr Urik o su madre no le requiriesen para algo importante. Cogió su cuaderno y le dio la vuelta para comenzar a escribir por la parte trasera, no quería mezclar las notas de su libro con la lista de habitantes del pueblo.
Se acercó a la muchedumbre que se había agrupado para escuchar a su amigo y carraspeó para aclararse la voz.

-¡Venid de uno en uno! Tenemos que hacer un recuento de todos los que estamos aquí y también de los que faltan. Hay que ayudar a Parri... al burgomaestre. En orden por favor, ir formando una cola.

Sonrío a Parriwimple y le aprieto el hombro. Después desenvaino mi espada, se la ofrezco con ambas manos, y me arrodillo.

- "Yo, Herr Urik von Teudeldorf, os reconozco a vos, Herr Parriwimple Indirovich como legítimo señor del pueblo de Barovia y os ofrezco mi lealtad." -

Miro a Frau Helene, esperando que ella haga lo propio ante la única autoridad legalmente reconocida como tal.