Partida Rol por web

Al ver quien se esconde bajo la capucha, me quedo observándole con rostro serio y justo cuando comienzo a andar hasta él, las tensiones vuelven a aparecer. Primero Maxra y luego Talashia. Aprieto mis puños.

¿Y por esta gente te estas jugando el gaznate? Gente que es incapaz de ver nada mas allá de su nariz. Sabes que por ellos no.

Miro a los soldados que están en formación, recuerdo a la gente de la ciudad, a mis verdaderos compañeros de armas y por ultimo a mi protectora. Es por ellos por lo que luchas.

Comienzo a tranquilizarme poco a poco, y las últimas palabras de Fladnag referidas a la hija del rey consiguen, que libere toda la tensión, así que avanzo hasta donde se encuentra.

- ¡Serás cabronazo! Me estas diciendo que no se te ocurrió mejor prueba que esta – le respondo mientras le doy una palmada en el hombro – Los enanos nos mandaron a la ciudad del fuego, justo unos segundos antes de que los atacasen. Asesinaron al anciano Tuk y seguramente las bajas enanas sean cuantiosas. Pero, ¿que estas haciendo en nuestro tiempo? ¿Ocurrió algo que debamos saber en el combate de los anteriores elegidos?

-Fladnag, deberías aprender a no meterte en discusiones en las que no se te ha pedido tu opinión, que seas el consejero de mi padre, no te da el derecho de tratarme con esa prepotencia. Si por mi fuera, debería corregirse tu lenguaje y tu actitud cortándote los testículos que tanta adrenalina de más te hacen tener. Maxra, careces de las características necesarias para aprender nada y carecemos del tiempo que se desperdiciaría en tu aprendizaje. Mi señor, desde que me encontré con estos...plebeyos, donde creía que me iba a encontrar con aliados solo han sido condescendientes, bravucones con amenazas estúpidas y tercos, además de que me han forzado a venir aquí. De ahí mi mal humor.- Una reverencia de disculpa es todo lo que le dirijo a mi padre, puesto que no me arrepentía de defenderme de las sucias palabras de estos bastardos.- Lo siento por que vos me hayáis visto en así o que Rendam haya tenido que soportarlo, pero también es testigo de las continuas humillaciones a las que nos han sometido. No es que no me alegre de ver que estáis bien, pero mi objetivo era otro. Son como críos avasalladores, pero bueno, toda guerra requiere carne de cañon... quiero decir, nobles sacrificios y en la tierra de los enanos ya dejaron claro que esaban dispuestos a morir por un bien mayor.  Fladnag, viendo tus nobles intenciones ¿Nos acompañaras a la lucha?

- Todos los acompañantes fueron barridos como hojas por el viento del otoño, y los Elegidos, murieron. ¿Eso es lo que querías saber, Gys?

- Pequeña chica de Fuego, aquí no hay nadie que pueda ni siquiera tocarme un pelo. Se nota que no me conoces mucho, ¿sabes el poder que puedo llegar a crear con un simple chasquido de mis dedos? Eres una malcriada, o por lo menos, una rebelde. Supongo que es la edad. - Dijo el Hechicero con una sonrisa.

Después miró a Gys.

- Pasó lo que tenía que pasar. Si vosotros estáis aquí, es que han tenido éxito. O mismo la batalla se sigue produciendo. El tiempo es algo que nunca entenderé. Y si, estoy aquí para ayudaros. -

¿Alguna vez se pone a pensar en lo que dice? - Niña, has mal interpretado cuanto he dicho, pero descuida, eso era de suponerse viendo que no tienes inteligencia alguna. Nadie tiene que enseñarme nada, yo requiero a ese alquimista porque tengo un plan tan brillante que salvará tu pellejo, el de tu padre y lamentablemente voy a tener que dejarte vivir. Ya que no pareces tener ninguna información valiosa, voy a ignorarte en adelante -

Sí lo que dice Gys es cierto... - Fladnag, señor por lo que dice mi compañero, ¿es correcto asumir que viene de otra época? - mis ojos están iluminados, llenos de curiosidad.

Mientras avanzo con paso firme hacia las cortinas soy vagamente consciente de las palabras del Rey Cail. Palabras que ignoro deliberadamente y a las que no les dedico ni la más mínima atención, ya que todos mis sentidos están centrados en el movimiento de las cortinas.

Como ya les dije en su momento a los putos enanos, sólo respondo ante los ancianos del Clan Ilquar. Y dado que han muerto asesinados por los acólitos del puto Malsu, yo sólo rendiré cuentas de mis actos una vez que esté muerto., murmuro entre dientes.

De pronto la habitación se llena de guardias armados, que se mueven para interceptarnos a todos. Guardias a los que ignoro también, en estos momentos lo que menos me preocupa es la presencia de unos pocos guardias humanos, cuando tengo tan cerca a un asesino.

Soy vagamente consciente del tumulto que genera Maxra, Tendría que haberla matado en las Tierras Heladas, pienso mientras continúo avanzando decidido.

Soy consciente del movimiento de Ela, que intenta evitar el conflicto con los guardias del Rey pero en estos momentos con la sangre hirviendo de furia, ira y ansias de venganza, no puedo pararme a pensar ni razonar, a pesar de saber que puede tener razón, como casi siempre.

Gys y Palandras apoyan las palabras de Ela, pero también se adelantan, con las armas listas, para apoyar mi avance hacia las cortinas. Pero en mi camino se interponen los guardias.

¡Soy Pispantorín, el último hijo del Clan Ilquar, Guardian de la Caravana, el que ha muerto por dos veces y por dos veces ha vuelto a la vida, soy el Elegido de la Tierra! - Les digo a los guardias que tengo delante. - Mi única labor en la vida es matar a todos los acólitos del puto Mal Supremo y a aquellos que se interpongan en mi camino. Así que decidid, quitaos de en medio o morid, es vuestra elección. - Me desvió levemente para llegar a las cortinas.

Justo cuando estoy llegando a las cortinas estas se abren y dejan pasar a la figura embozada en ropajes oscuros que es mi objetivo. Levanto la ballesta y apunto a su cabeza mientras mis dedos se tensan sobre el disparador esperando a ver si reconozco su rostro. El embozado se quita la capucha y me encuentro con un rostro conocido, pero no es el rostro de mi enemigo.

Es el rostro de Fladnag, el joven Fladnag, el mismo Fladnag que vimos por última vez en las estribaciones de los Montes Milenarios cuando los Elegidos del pasado se dirigían al combate contra el Mal Supremo y que nos ayudó a llegar a los Montes Helados.

De pronto toda la furia homicida que tenía contenida se diluye en mi sangre tan rápido como apareció al oír el nombre de Abaliv. Me quedo estupefacto durante unos segundos, mientras Fladnag y el Rey Cail hablan sobre la celada que nos han montado, una prueba, lo llaman.

Ignorando deliberadamente los comentarios de Maxra, tuerzo el gesto antes las palabras de Talashia, Se atreve a criticar el egocentrismo de Maxra y a acusarla de preocuparse sólo de sus necesidades cuando la propia Talashia actúa igual que ella y sólo piensa en sí misma, en sus caprichos de niña mimada y no se preocuparse por la vida de aquellos que están a su alrededor. Eso se llama ver la paja en ojo ajeno y no ver la viga en el propio, pienso.

No sin un cierto esfuerzo, desvío la ballesta del rostro de Fladnag y retiro el virote antes de ir a encararme con él. Si bien la diferencia de altura hace que la situación parezca más cómica que dramática, la ira que tengo contenida es genuina, aunque no sea homicida.

¿Pero que cojones te pasa? ¿Es que acaso eres tan gilipollas como tu puto hijo? - Le golpeo el pecho con la parte de atrás del virote antes de continuar. - He estado a punto de dispararte en la puta cabeza, zoquete. Supongo que no te haría nada, pero eso no quita que haya estado a punto de dispararte a ti y de matar a todo el que se interpusiera en mi camino hasta tu garganta. ¿Te crees que un Juramento de Sangre Goblin es una tontería? ¿Es que te crees que somos como los putos elfos? Puedes ir a preguntarles a los putos enanos lo que les parece a ellos el Juramento de Sangre. - Me doy la vuelta mientras guardo el virote y vuelvo a colocar la ballesta en su sitio y es en ese momento en el que me doy cuenta de que sigo rodeado por la nube de piedras. - Ahm, por cierto, ¿a quién cojones se le ocurrió la estúpida idea de convertirme a mi en un puto Elegido de Umbría? Tú te das cuenta de que yo sólo vivo para matar, sin preguntas, sin remordimientos, sin razonamientos, sin juicios y sin más motivos que los que me atañen a mi, ¿verdad? - Señalo hacia Talashia y Maxra para a continuación decir: - Y además, con semejante ejemplo de Elegida y de posible Elegida, está claro que el método para escoger a los Elegidos es tan patético como las defensas de los putos Enanos.

Es en ese momento en el que Ela me pega la bronca por mi actitud, y lo único que puedo hacer es agachar la cabeza, las orejas y hundirme de hombros, ya que como casi siempre, tiene razón, y me he vuelto a dejar llevar por la sangre y por la ira.

Tenéis toda la razón Lady Ela, no soy digno de ser un Elegido, sólo soy un puto goblin en busca de venganza, en busca de recuperar el poco honor que le queda a su extinto Clan y en busca de una muerte digna de ser recordada por los mios. Os pido perdón a vos y a aquellos que han demostrado su valentía y su coraje, además de su determinación en la lucha.

Oigo las tonterías habituales de Talashia y las desdeño con un gesto de desprecio hacia sus palabras, no es más que una niña malcriada, egocéntrica y que se cree que es el centro del universo y que todos debemos hacer lo que a ella le apetezca. Lo más triste es que el futuro de Umbría depende de ella y ella no está preparada para asumir la responsabilidad.

Me entristezco al oír el resultado de la batalla de los Elegidos del pasado. Tal vez el resultado habría sido otro con nosotros allí, o tal habría sido el mismo, eso ya no lo sabremos nunca.

Me alejo cabizbajo, arrastrando los pies, en busca un sitio tranquilo donde poder cagarme en todo sin que los delicados oídos de los estúpidos humanos que me rodean se asusten.

Todo se convierte en una vorágine de acusaciones y palabrería barata, dejándome a un lado por completo. Me encogí de hombros y acompañé al goblin hasta que el encapuchado, que resultó ser Fladnag. -Hay que joderse con el viejo, siempre con sus jueguecitos. -comenté riéndome por lo bajo. Una risa que aumentó al ver las palabras que Fladnag le dirige a la niñata estúpida que tenemos por elegida del fuego. ¿Y tu eres una elegida? madre mía, esto es vergonzoso. -Me alegra tenerte aquí para la pelea Fladnag. Las cosas no pintan bien. ¿Sería posible que después podamos hablar un momento? Quisiera consultarte algo. -cierto era que a veces era un tocapelotas, sobre todo de viejo. Pero había visto de lo que era capaz de hacer con su poder y yo ahora necesitaba a alguien sabio.

Y de nuevo el goblin vuelve a hacer gala de sus "encantos" ante Fladnag, sacándome otra sonrisa. Este no cambia ni aunque fuera el elegido de los cuatro elementos a la vez... 

- No estará de más contar con tu ayuda, Fladnag, además si nos ayudas a seguir perfeccionando y desarrollando nuestros poderes de elegidos, mucho mejor - respondo al hechicero.

- Está claro que algunos de nosotros nunca seremos camaradas - comienzo a decir - Lo importante es que todos hemos llegado hasta aquí con el mismo propósito, derrotar al hechicero oscuro y salvar a Umbría. Pero para eso vamos a tener que empezar a trabajar como un grupo cohesionado, si no lo hacemos así los derrotados seremos nosotros. Eso es algo que tenemos todos claro, ¿no? - tomo aire y continuo - El primer paso es levantar el asedio, ya que tal como dijo Cassandra en los montes milenarios, el hechicero supremo no se presentara solo ante el campo de batalla, contara con una horda de sus monstruos apoyándolo, y nosotros deberemos contar con un ejercito que pueda hacer frente a esa amenaza, porque aunque no se lo crea Rey Cail no poseemos poderes divinos, tenemos la capacidad de dañar al hechicero supremo y algunos poderes que nos proporciona nuestro aspecto elemental, nada más, no somos un ejercito. Tal vez el combate final sea nosotros cuatro contra él, pero para llegar a ese momento, va a ser necesario contar con todo aquel que sea capaz de alzar y manejar el acero. Eso si, es seguro que una gran parte de ellos no sobrevivan al combate. Tenemos una posibilidad de vencerle y puede que derrotarlo para siempre. No seamos estúpidos y la desaprovechemos - termino diciendo.

Me acerco a Ela - ¿Quieres que le eche un vistazo a la herida del Behemoth para sanarla? Ya que según parece no vamos a contar con sanadores. Maxra, ¿vas a darle la poción de curación a Pia? - pregunto a la gnoma.

Respondí - No cuento con tal cosa Gys, le deje a ella una poción para sanarse o sanarme en caso de ser necesario, pero cuando busqué en sus ropas cuando hubo terminado el ataque de los Behemoth, no lo encontré. A saber ¿Qué habrá hecho con ese item ó donde lo ha guardado?. Esto igual fue antes de vernos las caras por primera vez... así qué no sabría decir. - 

Me quede pensativa - Bien sabes que te sigo porque hasta ahora no me has llevado a una muerte segura, pero ya que ir a las tierras sombrías es inevitable, me vendría bien saber a qué atenerme, ¿qué hay aparte de Behemoth? -

Noche 6

La noche de la luna roja.

Durante siglos, la leyenda de la Luna Roja se ha estado pasando de padres a hijos. La Luna Roja, como todos sabéis, es la Luna de los Muertos. La noche de la Luna Roja es la noche en la que todos pedís por vuestras almas, y por las almas de los fallecidos. Por vuestras almas para seguir el camino correcto... por la de los fallecidos para que sigan su camino hacía el más allá. 

Sin embargo, no todos las almas de los muertos escuchan las oraciones.

Y por supuesto, no todas las almas de los muertos se quedan allí dónde están tranquilas.

La Noche de la Luna Roja, es la noche en que los muertos despiertan.

Y mientras los aventureros hablan entre ellos, una serie de explosiones sacuden el Castillo desde los cimientos. Los guardias comienzan a correr como locos, mientras que el Rey comienza a dar órdendes. El hechicero, se acerca al Rey y asiente, para después, girarse hacía vosotros.

- Tenemos poco tiempo. Siento no poder responder a vuestras preguntas, pero no tenemos mucho tiempo. Cuando terminemos con este asedio, podré daros respuestas a todo lo que queráis. - Dijo el muchacho. - Las fuerzas enemigas están acercándose al castillo y tenemos que pararles de alguna manera. Tenemos varios frentes que cubrir y creo que vosotros sois los ideales para darnos un par de manos y ayudarnos en ellos. ¿Habéis venido aquí a pasar la noche en una cama caliente o habéis venido a destruir a las fuerzas del mal supremo? -

Faldnag sonrió.

- Vale, no respondáis. -

- Lo mismo digo, no tenemos tiempo. Las respuestas tendrán que esperar. Necesitamos esas máquinas de asedio. También rescatar a mis hombres que están secuestrados por el enemigo, y además, defender la entrada al Castillo. - Dijo el Rey. - Vuestra desición podrá dar un vuelco completo a toda esta guerra. -

Asiento a la palabras de el hechicero, conforme. - Tendremos que dejar la cama caliente para cuando esta mierda haya terminado. Si tenemos que cubrir esos frentes debemos aprovechar nuestro número y dividirnos. Yo me ofrezco voluntario para ayudar a destruir las máquinas de asedio que hay fuera: si no cortamos ese problema de raíz es el que más problemas nos dará a largo plazo, no podemos permitir que abran una brecha en las murallas del castillo. - les digo a todos, buscando después la atención de Miranda, esbozando una sonrisa - Creo que tú tienes un asunto pendiente con esas máquinas, ¿no es así? -

Ya oscureció y nadie parece tener tiempo para ayudar, de hecho hasta nos piden nuestra ayuda... - La verdad es que hubiera preferido la cama - Bromee sin mucho entusiasmo.

Hice que un soldado me ayudase a cargar a Pia; bueno, de hecho le dije que la cargará y me siguiera. Busque a los encargados de las tareas mundanas, no eran difíciles de hallar, no vestían muy bien que digamos. Les pedí que me buscaran unos vendajes y me quede en un lugar apartado atendiendo a Pia lo mejor que pude. No era exactamente una curandera, solo apreté las vendas sobre las heridas para que taparan y pudiera detener el sangrado, claro que primero tome el agua de las chicas que nos recibieron y le limpie las heridas para que no tuviera alguna infección. Era lógico pensarlo, por más que no supiera nada de medicina. 

A saber sí con esto Pia se sentiría mejor, pero no iba a salir afueras del castillo para pelear como un bárbaro. Me quedé con ella con hacha en mano por sí los enemigos del rey atravesaban las defensas. Nunca dejaría una compañera atrás.

No se lo que es una cama caliente. - Digo encogiéndome de hombros y acercándome. - Pero tengo claro que no he venido aquí para averiguarlo, he venido aquí a matar y destruir a todos los acólitos del puto Malsu que pueda.

Según me acerco, las piedras que giran a mi alrededor aceleran y se mueven a gran velocidad en todas direcciones y no siguiendo el habitual patrón circular. A medio camino mi rostro se retuerce por el dolor, intento hablar pero de mi boca sólo sale un sonido gutural y ronco, muy similar al que se produce en un desprendimiento.

Mi cuerpo se contrae y grito de dolor mientras el suelo bajo mis pies se comba por una fuerza extraña que agrieta el suelo de la sala formando un círculo a mi alrededor. Doblo las rodillas y aunque apoyo las manos en el suelo para resistir la fuerza que me arrastra, finalmente caigo al suelo inconsciente. 

Me concentro en mi poder cerrando los ojos y apoyo mi mano derecha con suavidad en las heridas que le ha provocado el mordisco del Behemoth a Ela. Aguanto la respiración y dejo que el poder de curación del aspecto del agua actue para curar por completo a mi compañera de armas. 

- Ahora estas al cien por cien para darles su merecido a esos cabrones que sirven al mal supremo - digo apartando mi mano de su cuerpo con lentitud mirándola unos segundos antes de girarme hacia nuestro amigo el hechicero.

- Si hubiese querido descansar Fladnag, ahora mismo estaría disfrutando de las tierras sombrías - respondo con una sonrisa.

- Rey Cail, veo que tiene varios frentes abiertos, así que me uno a las fuerzas que defienden la entrada del castillo - contesto a las palabras del rey en el momento que veo a Pispas caer al suelo inconsciente, acercándome a él con rapidez para ver que le ha sucedido.

Asentí ante las palabras del hechicero y del rey. -Iré con ellos. -comenté en alusión a Ela, Gys y Pispas. 

Me giré para ver qué decisión tomaban mis compañeros de viaje y corrí con Gys a junto del goblin. -¿Qué le ocurre? -pregunté extrañado mirando a Ela. A fin de cuentas, la especialista en elegidos era ella

Sonrío viendo los cuidados a los que me somete la encantadora Maxra, es hasta conmovedor en un momento como éste sigue sin separarse de mí. 

- No te preocupes, Maxra - Digo mientras saco la poción que me había dado previamente- Estoy segura de que ahora me encontraré mejor, es solamente que pensé que si tuvieran algún curandero podríamos guardar esta poción por si alguien lo necesitara en la batalla.

Miro a nuestro alrededor, evitando miradas indiscretas y me tomo la poción. A continuación, me levanto y sacudo mis ropas dispuesta a volver de nuevo al frente de batalla. 

-Estaré honrada de defender el castillo con vosotros. Vamos a allá - Digo convencida. Sin embargo, Pispantorín comienza a retorcerse hasta caer inconsciente. - Pero, ¿qué pasa? - Pregunto levemente asustada mientras veo como Gys se adelanta hasta su vera.

Al fin alguien más que yo le hace frente a esa niña malcriada, pero parece que ni siquiera las palabras de Fladnag le hacen tener algo más educación ni respeto. Está claro que no le importa nada más que ella y sus deseos, sin preocuparse por lo que nos viene encima -Nunca más Ela... -no pienso volver a intercambiar ni una palabra más con ella, que se preocupe su protector, al que va a conseguir llevar a la tumba como siga por ese camino.

Decido irme a una esquina para olvidarme de discusiones con niñas tontas que no entienden ni una palabra de lo que estamos intentando llevar a cabo por el bien de todos y esperar qué acontece con el Rey y Fladnag. Es entonces cuando Gys se acerca hacia mí para preguntarme por mi estado de salud después del ataque del behemoth y antes de que pueda contestarle apoya sus manos sobre mí y con lo que parece uno de sus nuevos poderes como elegido, cura mis heridas. Me quedo mirándole fíjamente unos segundos después de que acabe, como sin saber muy bien cómo reaccionar -Muchas gracias Gys.

Justo en ese momento algo le sucede a Pispas, toda esa demostración de poder que está haciendo últimamente no parece que le haya sentado muy bien y cae al suelo inconsciente. Gys se apresura entonces a ir a su lado y yo hago lo mismo. Me inclino en el suelo, le sujeto la cabeza y le incorporo un poco el torso -Pispas, ¿estás bien? Ya me has dado un susto de estos en el pasado. Otra vez no...